La actriz y cantante se luce en una de las series revelación de la cuarentena, Casi feliz, donde interpreta a la exmujer del protagonista (Sebastián Wainraich). Con frescura y mucho timing para la comedia, explora también su lado más sensible. "Estoy contenta, orgullosa y agradecida", dice mientras espera su debut en el Lollapalooza
Ver a Natalie Pérez hoy es estar ante una artista en estado de gracia. Todos hablan de su trabajo en Casi feliz, la serie de Netflix protagonizada por Sebastián Wainraich –quien además es el autor de la historia–, que es una de las más vistas de la plataforma en el país. Su personaje, Pilar, la exmujer de Sebastián y la madre de sus dos hijos, va ganando cuerpo con el correr de los capítulos hasta convertirse en uno de los más interesantes del relato. Pasa por el humor, la seriedad y el drama. Y todos esos estados fluyen con naturalidad, producto del nivel de su actuación.
Natalie, de 33 años, crece también como cantante y compositora. A comienzos de marzo lanzó "Te quiero y nada más", un nuevo single que viene a confirmar lo hecho en su disco debut: Un té de tilo, por favor, de fines de 2018.Ella es una música original, con una búsqueda sonora y lírica constante. En Instagram –donde tiene cerca de dos millones y medio de seguidores– construyó un perfil espontáneo y natural. "Antifama", dice ella. En cualquiera de sus stories se la puede ver relajada y sincera frente a la pantalla de su celular. Es graciosa la mayoría de las veces, pero también puede frenar y hablar sobre las cosas que le importan: su trabajo, los vínculos y el concepto de belleza, por ejemplo.
La Natalie de hoy es el resultado de la niña que, cuando tenía 11 años, era fanática de Chiquititas y le decía a su mamá que quería ser actriz. "Quería hacer lo que hacían esos nenes que veía en la televisión", dice ahora. "Nunca tuve dudas. Siempre quise hacer esto. Siempre".
Por aquellos días de infancia arrancó con las clases de teatro en el Club Río de La Plata, a la vuelta de su casa, en Villa Urquiza. "Era un club del barrio, mis papás no tenían movilidad ni la posibilidad de llevarme a un lugar mejor ni a un lugar más lejos. Creo que estuvo muy bien para empezar", cuenta. Siguieron las clases de comedia musical en un centro cultural que quedaba a dos cuadras. "Ahí fueron mis primeros pasos más profesionales a nivel estudio. En ese lugar, confirmé que realmente me gustaba todo esto".
Las ganas y la emoción de aquella niña que miraba tele y jugaba a disfrazarse, a tener su programa de radio y a contar historias la llevaron a buscar el número de Telefe en la guía de teléfono. Y lo encontró. Y llamó todos los días durante semanas. Cuando la atendía el contestador, contaba quién era con una canción, una especie de rap donde siempre decía que quería ser actriz.
En una de esas llamadas, alguien atendió y le dijo que en la televisión iban a avisar cuando hubiera un casting. "Fue multitudinario. Lleno de gente. Mamás con niños", dice sobre ese día en el que logró ingresar al elenco de Chiquititas.
Después del inicio en la factoría de Cris Morena, vino el debut en cine con Ay, Juancito (2004), la película sobre Juan Ramón Duarte donde fue Susana Canales. Y, con un perfil bajo y mucho casting se hizo un lugar en la industria de la ficción nacional. Consentidos, Graduados, Guapas, Esperanza mía, Las Estrellas y Pequeña Victoria son algunas de las novelas que la tuvieron dentro del reparto y que reflejan cómo sus personajes fueron in crescendo hasta llegar a la nueva producción argentina de Netflix.
"Recién hoy me estoy dando cuenta de todo lo que está pasando. Que prendo mi plataforma preferida y de repente aparezco ahí. Está La casa de papel y al lado está mi cara", dice Natalie desde su casa nueva, su lugar de aislamiento preventivo del coronavirus junto con sus dos gatos y su perro. Su reciente mudanza, justo a tiempo antes del stand by generalizado, la tiene ocupada conociendo su nuevo espacio y reflexionando sobre su presente. "Me emociona", confiesa del otro lado del teléfono con la voz aguada por el llanto que se filtra por el auricular. "Estar hablando de este presente, poder verlo, y repasar tantos años del pasado la verdad me emociona. Estoy muy emocionada ahora".
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Una de las victorias de Casi feliz es el vínculo entre los personajes de Natalie y de Sebastián, el feedback entre ambos y cómo cada escena refuerza esa relación. La interpretación de Pilar potencia al personaje principal. "No conocía a Sebastián en persona, pero tuvimos unos encuentros previos con él y con Hernán Guerschuny, el director, para ir forjando ese vínculo", dice y luego aclara: "Generalmente, tengo buena química con la gente. Fui pareja de Adrián Suar, de Sebastián, de Nico Furtado, Juan Durán, de Tomás Fonzi, de Mariano Martínez, de Pedro Alfonso. La conclusión a la que llego, después de haber sido novia de todos y de no ser novia de ninguno, es que soy normal". Esa normalidad, que puede traducirse en naturalidad y espontaneidad, es el fuerte de las interpretaciones de Natalie para forjar personajes reales.
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Cuando la convocaron para Casi feliz estaba grabando Pequeña Victoria, la novela de Telefe donde cuatro madres comparten la crianza de una niña. Ahí Natalie comenzó a informarse sobre las múltiples formas de concepción (en la novela, su personaje es quien gesta a la beba). Y un tiempo más tarde, a comienzos de este año, decidió congelar óvulos. "Me dio miedo, quise prevenir. Tuvo todo un poco que ver: Pequeña Victoria con un montón de información al respecto, mi separación, mi edad, mi carrera", dice. "La verdad que no es mi deseo retrasar mi maternidad, pero mientras que no esté cercano, preferí tomar esa decisión. Y es algo que está buenísimo hacer".
Durante el tratamiento, que suele ser ambulatorio y no genera más que algunos dolores, Natalie tuvo algunas complicaciones. "Lo que me pasó no es lo más común, pero puede pasar", cuenta sobre la experiencia en la que sufrió una hemorragia interna que devino en cinco días de internación. "Casi me congelan a mí", dice en un intento de bajar el tono dramático de la situación. "Y después vino la cuarentena, así que hace tiempo estoy descansando".
Natalie quiere remarcar lo positivo de la experiencia. Dejar un mensaje. Algo que, de cierto modo, también hace cuando habla de temas como la concepción de la belleza. "Me pasa que tengo los mismos miedos que tiene cualquier chica en su casa. Porque también veo cosas que no son reales. Bellezas extremas. Cosas que no sé si es real o es puro Photoshop".
¿Qué es la belleza para vos?
Un montón de cosas juntas. No es solo una cara bonita. Creo que es otra cosa la que hace la belleza: la esencia, los valores, cuánto uno puede mirar a los ojos a la otra persona. Me parece que la belleza es un poco más amplia que una buena cola y una cara ordenada.
En las redes te mostrás al natural, recién levantada por ejemplo. ¿Tiene un poco que ver con esta idea?
Uno en las redes es lo más auténtico que puede ser. Creo. Todos por lo general mostramos lo mejor que tenemos. Pero también me gusta mostrarle a la gente lo peor que tengo. Creo que eso nos acerca un poco más. Porque lo mejor que tengo lo ven en Netflix, en YouTube o en algún lugar. Muestro un poco de todo: que tengo una lámpara colgada en casa que nada que ver, cuando estoy despeinada o peinada, cuando tengo un grano o cuando tengo la piel divina. Un poco esa es la gracia de las redes. Y tener un límite. Puedo mostrar un poquito. Pero no tanto, tanto me parece innecesario.
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"En mi casa siempre me decían que me tenía que dedicar a cantar y yo nada que ver. Hasta que un día tuve la necesidad y me animé a intentarlo", dice Natalie sobre su carrera como cantante, algo que podría sonar tardó pensando que canta desde pequeña e incluso ha estudiado más canto que actuación. "Toda mi vida quise cantar. No sé porque estaba reprimido eso".
Su disco Un té de tilo por favor es un compilado de canciones de su autoría –producidas por Nico Cotton– que se balancean entre el pop y los ritmos autóctonos. En la música de Natalie hay algo de Natalia Lafourcade: la mezcla de sonidos, la cadencia de la voz. Entre el debut y el reciente single se nota una profundización en su estética que la proyecta como una compositora con voz propia. Natalie tiene cosas para decir y bellas formas para hacerlo.
Después de la gira de presentación del disco debut, ella estaba en pleno proceso de grabación de su segundo álbum, pero el efecto coronavirus lo puso en pausa. "Iba a grabar dos canciones entre marzo y abril, pero todo se postergó", dice. La pandemia también puso en suspenso su show en el Lollapalooza, que iba a ser su estreno en el festival.
Varios proyectos en la vida de Natalie se detuvieron. La filmación de dos series, por ejemplo. Pero a pesar de las suspensiones, este tiempo de descanso era algo que ella tenía planeado –con o sin cuarentena obligatoria– y que aprovecha, por ejemplo, para seguir con sus clases de canto y guitarra, y sumarle algunas horas de piano. "Con los instrumentos, como pasa con casi todo en esta vida, la única forma de ser bueno es dedicándoles mucho tiempo".
Tiempo libre que recién hoy tiene y que venía postergando con un proyecto tras otro. Especialmente en los últimos ocho años, donde sus días laborales solían empezar a las 7 y terminar después de la medianoche. "Todo ese tiempo dedicado al trabajo se tornó un poco peligroso. Nunca tuve la posibilidad de estar disfrutando de mi casa, de todo el trabajo y de repente ver que hice una serie para Netflix. Es como... wow –dice–. Está bueno poder estar sentada en mi casa, madura, repensando todo lo que hice y viendo dónde estoy gracias al esfuerzo. Estoy contenta, orgullosa, agradecida. Todo".
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