Natalia Oreiro: "El mundo se divide entre los que hacen y los que opinan"
Inesperada embajadora de la cumbia, la actriz y cantante interpreta a Gilda en el cine y hace sonar sus canciones en Rusia, un mercado en el que se siente como en casa
Imaginemos un pueblo de la estepa rusa. Hace frío –¿de qué otra manera se puede imaginar Rusia?– y la música suena. La canción habla de un corazón valiente que prefiere amar y perder a nunca haber amado. La canción sale en castellano del escenario y la platea la devuelve en el mismo idioma. Bailan como nunca , como no sabían que se podía bailar. Las canciones de Gilda se escuchan, se cantan, se bailan en Rusia. Natalia Oreiro no tiene que fantasear con esa escena, no necesita soñarla porque la vive cada vez que visita Europa del Este, ese hogar lejos del hogar que la recibe siempre como quien le da la bienvenida a la hija pródiga de regreso a casa. Una hija que nació en Montevideo, que es una estrella en la Argentina pero, sobre todo, una actriz a punto de mostrarle al mundo el papel que creció para interpretar.
"Cuando voy a Rusia canto canciones de Gilda, se las saben porque hace años que forman parte de mi repertorio en las giras. Seguramente cuando vaya en diciembre voy a agregar alguna más al show. Mi público ruso sabe quién es Gilda", dice Oreiro y el orgullo se cuela en su tono siempre pausado, reflexivo. Fue ella quien llevó a su ídola tan lejos como pudo y es ella también quien la interpreta ahora en el film Gilda, no me arrepiento de este amor, dirigido por Lorena Muñoz que se estrena mañana.
Oreiro encarna a la cantante y compositora que cambió la movida tropical, la que se animó a ser artista cuando ya nadie se acordaba de que alguna vez había querido serlo, la que peleó contra conocidos y desconocidos por subirse a un escenario, la que se transformó primero en abanderada de la cumbia y, luego del accidente en el que murió a los 34 años, en leyenda. Para algunos una santa, para otros amiga y madre.
"Con esta película, algo muy importante para mí y Lorena, era hacer un hecho cinematográfico que se pudiera disfrutar en cualquier lugar del mundo independientemente si conocían a Gilda o no. Obviamente el motor para hacerla fue ella y lo que ella nos genera a nosotras y a un montón de otra gente pero el desafío era descubrir y poder contar quién era la mujer, quién era la madre, quién era Miriam, más allá del personaje y el mito en los que se convirtió", explica la actriz.
–Para eso se necesita hacer mucha investigación.
–La directora antes de hacer este primer largometraje fue documentalista y eso ya me allanó muchísimo el camino, porque hizo una investigación muy profunda que luego me facilitó la tarea de encontrarme con todas esas personas, sus mejores amigas, su hijo, sus músicos que además se sumaron a la película y al disco de la banda de sonido. Muy buenos músicos de la movida tropical. Que tiene muchos.
–Sigue haciendo falta aclararlo, ¿no? Los prejuicios con ciertos géneros musicales persisten.
–A mí me encanta la cumbia. Escucho a Gilda desde antes de ser actriz. Me gustan todos los géneros, además estoy casada con un músico de rock. En realidad, la electrónica no me gusta. No me mueve el cuerpo, en cambio la cumbia sí. El rock ni hablar. Soy fanática de AC/DC, de Deep Purple, pero también amo a Joni Mitchell, Fiona Apple, a Miles Davis. Y al mismo tiempo me encanta Gilda y otros músicos de la movida tropical. Ella, además, siempre me transmitió mucha alegría.
-Hace tiempo que se hablaba de la posibilidad de una película sobre Gilda y siempre se te mencionó para intepretarla.
-Primero fui su fan. Siempre la homenajee en los personajes que hacía, como en Muñeca brava o en Sos mi vida donde yo propuse cantar "Corazón valiente" para la cortina. En Solamente vos canté también uno de sus temas. En todo ese tiempo llegué a leer dos guiones pero no me convencieron porque yo siempre pensé que tenía que ser una película profunda y no una película hitera. Para eso ponés YouTube y la ves a ella cantando.
–¿Una película hitera?
–No quería que el enfoque fuera extremadamente comercial o banal. Muchas películas sobre artistas famosos caen en eso, en el cliché. Como actriz para mí lo más importante es el personaje, que tenga contradicciones y que pueda encontrarle profundidad porque no me sirve que me pongan una peluca y me maquillen parecido a alguien. No soy imitadora, soy intérprete. De todos modos agradezco que no se haya podido realizar antes porque yo no tenía ni la edad ni la experiencia para interpretarla. Ser mamá me sirvió muchísimo para comprender esa faceta de ella. Como Gilda, tuve que dejar a mi hijo para trabajar. Fueron 8 semanas de rodaje, la mitad en jornadas nocturnas. Llegaba a casa a las 7, mi hijo se despertaba a las 8.30 y arriba de nuevo para llevarlo al jardín. Lo extrañaba mucho. En la película cuando digo "extraño a mis hijos, los extraño", eso es mío. En el guión no estaba indicado que llorara.
La mirada de los otros
Es difícil no trazar paralelos entre Oreiro y Gilda. En la búsqueda de las razones de la empatía de la actriz con la artista fallecida aparece la mirada de los otros, el prejuicio, como una plaga que de alguna manera las afectó a ambas.
–El film muestra lo difícil que fue el ingreso de Gilda al mundo artístico, una batalla contra todos.
–Es fácil relacionarse con ella. La peleó en la profesión, en la casa para que entendieran su vocación, que ella quería cantar y cantar para la gente, arriba de un escenario. En mi caso escuché muchas veces el "¿Por qué tiene que cantar, por qué quiere tener su marca de ropa?" Y la verdad es que, mientras no le hagas daño al otro ¿qué importa que quieras cambiar? Para mí, la valentía va primero, el resto viene después. Cuando me colocan en un lugar ya reconocido en general trato de correrme, de cambiar. Intento no repetirme. Es mi motor como actriz. Creo que Gilda la tuvo mucho más difícil porque es más comprensible y aceptable para tu entorno que quieras dedicarte a algo artístico de chico que a los 30 teniendo dos hijos, un marido y siendo maestra jardinera. Es cierto que yo me mudé de Montevideo a Buenos Aires pero nunca lo viví como un problema. De joven tenés toda la energía para hacer lo que querés.
–Como dedicarte a la música e irte a cantar a Europa del Este.
–Eso fue una elección. Yo era muy chica, había grabado un disco y me pidieron que cantara en inglés para entrar en el mercado anglosajón. Elegí no hacerlo. Estados Unidos me generaba mucha soledad, sentía que no iba a ser feliz ahí, independientemente de las posibilidades laborales. No entendía por qué tenía que grabar en otro idioma si en Rusia cantaba en castellano. Si en Polonia cantaban conmigo en español. Yo no quise ni quiero cantar en otro idioma que no sea el mío. Escucho a un ruso cantando "soy del Río de la Plata" y me emociono. Quise profundizar y desarrollar eso.
–¿Por eso el documental sobre ese vínculo?
–Es que ahora voy todos los años y a Martín Sastre (realizador que la dirigió en Miss Tacuarembó) se le ocurrió hacer un documental. Lo presentamos en el festival de cine de Moscú en junio. Es muy emotivo. Cuenta un poco ese vínculo y cómo se viene construyendo desde que yo era chiquita. Crecimos juntos. Creo que por eso es tan fuerte lo que pasa allá. Disfruto muchísimo subirme al tren Transiberiano y viajar. Cada vez que voy es un cuento. Esta vez fueron cuarenta días de gira. Fue bellísimo. Nos abrieron el teatro Bolshoi, nos hicieron una función especial, hasta hicimos un recorrido privado por el museo Hermitage.
–¿Te costó tener a las cámaras siguiéndote? La del documental es una experiencia nueva.
–Martín y yo somos muy amigos, la idea se le ocurrió a él. Yo no hubiera hecho un documental sobre mí pero acepté por la propuesta de descubrir el porqué del amor incondicional entre el público ruso y yo.
–Además algo acostumbrada estás, como decías, a intentar cosas nuevas.
–Para mí el mundo se divide entre los que hacen y los que opinan. Yo prefiero quedarme del lado de los que hacen. Cuando empecé a trabajar en cine fue un cambio bastante natural. Con la música fue distinto. Era muy chica y de repente canté e hice un Gran Rex. Me estresó mucho toda esa movida. Para la compañía discográfica era incomprensible mi pedido de rescindir el contrato. Poco menos que me decían que estaba loca. Y mi respuesta fue: es el precio de mi libertad. Y lo utilizo todo el tiempo. Me pasa con la TV: amo el medio, me encanta trabajar ahí pero estar o no tiene que ver con el precio de mi libertad. No quiero hacer personajes que hice cuando tenía 20 años. Primero, porque ya los hice y, segundo, no tengo esa edad. Cuando era chica deseaba que me pasaran las cosas que me están pasando hoy, ¿por qué querría hacer cosas de chica justo ahora? Pero al medio le cuesta el cambio, cómo no voy a entender a Gilda.
–La rigidez de los roles asignados.
–Cuando era chica sufría esa rigidez, pero no podía quedarme encerrada, quieta. Era consciente de que le cagaba el negocio a otros si me iba pero me di cuenta de que yo amo lo que hago y si uno no va creciendo y aprendiendo se queda estancado en un lugar del que después es muy dificil salir. Te dicen: "Sos esto". Pero yo no soy una sola cosa. Todo lo que me dé el cuero para hacer, lo voy a probar.
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