La artista habla de la influencia de Chavela Vargas y Violeta Parra
“Yo no tenía planeado sacar un disco tan rápido, ni hacerlo con Los Macorinos”, confiesa Natalia Lafourcade acerca de Musas, su último disco que presentará en Argentina en los próximos días, con fechas en Córdoba (19 de agosto), Rosario (20) y Buenos Aires (22 y 23 en La Trastienda). La artista mexicana habla desde un teatro de Puebla en el que está a punto de probar sonido para una fecha de la gira que realiza por salas históricas de México. Son entornos perfectos para mostrar el álbum que cruza canciones propias con las de leyendas como Violeta Parra y Agustín Lara -al que ya había homenajeado en Mujer divina-, con los guitarristas de Chavela Vargas cuidando sus espaldas, y que profundiza su enamoramiento con el folclore latinoamericano y la historia musical de su país. “Hubo un momento donde yo sentía que teníamos a Violeta Parra o a Chavela con nosotros, presencias y energías que iban más allá de lo que nosotros teníamos ahí. Por eso el nombre: Musas”
Tus primeros discos fueron muy pop, y con Mujer Divina diste un volantazo que continúa hasta hoy, con Musas. ¿Es una investigación musical o algo más personal?
Musas terminó siendo una cosa muy personal. Creo que la música que hago ha cambiado su tinte con el paso del tiempo. Hace mucho a lo mejor era una cosa más pop, como dices, pero siempre me he mantenido muy fiel a mí momento y a mis inquietudes artísticas.
¿Y cómo decidiste mezclar temas propios y temas ajenos?
Se fue dando. Yo tenía la idea de primero hacer una grabación con música que me inspirara y compositores que me gusten, y ya cuando me vi con señores como Los Macorinos se me empezaron a ocurrir canciones y empecé a tener la inquietud de componer mi propia música también para este disco, para este concepto de disco. Empecé a componer canciones para México, compuse una canción para Veracruz. Me encontré haciendo una canción para Rocío, una amiga que murió pero que fue muy especial para mí; de repente estaba yo mezclando mi música en el disco, y creo que eso le dio fuerza al concepto del disco, que para mí era mezclar universos. Mezclar el universo de Los Macorinos, que son músicos que tocaron con grandes artistas, desde Jorge Negrete hasta Chavela Vargas, Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez, o sea, gente increíble, y son señores ya grandes; y el universo de Natalia Lafourcade. Pero al principio yo solo quería cantar esas canciones porque me gustan.
¿Sentís que estas canciones que te pusiste a cantar contagiaron a las que escribiste?
Totalmente. Las canciones para este disco yo las estaba componiendo con la idea de que las tocaran Los Macorinos. Eso me ayudó mucho, porque no estaba tan preocupada por mí, sino que estaba pensando que eso que estaba componiendo fueran canciones que Los Macorinos pudieran tocar. Y las canciones acabaron tomando un tinte y una fuerza y un por qué de estar en el disco. Siento que un poco encierran y terminan de tejer todo el significado del disco. Lo que yo estaba buscando era dejar el sello de México más que de ningún otro lugar, dejar el sello de México, de nuestra historia, de lo que vivimos ahora. Por eso compuse una canción que se llama “Mexicana hermosa” con Gustavo Guerrero: quería escribir una canción que le pudiera cantar a México, al México de hoy, tomando como referencia estas canciones de antes.
¿Cómo fue trabajar con Los Macorinos?
Una de las cosas más bonitas que he aprendido en este proyecto ha sido la parte del contacto personal, de la humanidad. Ser muy pacientes, colaborar, trabajar juntos...hacerlo con mucho amor con Los Macorinos, entender que ellos llevan otro ritmo: todo eso generó que la música estuviera llena de espacios, de silencios, de dinámicas que no había probado antes en mi carrera. Grabar el disco en vivo, todos juntos al mismo tiempo, fue una cosa que nunca había hecho. Todos los visuales que pusimos en el disco, son visuales que grabamos en vivo, solamente en “Tú sí sabes quererme” mezclamos el vivo del disco con el vivo que hicimos en el video, pero todos los demás videos los hicimos al momento. Y eso implicaba que nos conectáramos a nivel energético y emocional, para poder hacer la música. Así es como la música se hacía en los viejos tiempos, y yo quería experimentar esa forma de hacer la música y de grabarla.
En Musas escuché unas calidades de voz más ásperas; además de tu voz de siempre hay algo más grave que me hizo acordar a Chavela y a las grandes cantantes mexicanas.
Yo siento que es el resultado del trabajo que hicimos y de cómo grabamos. Había tracks que salían con tres tomas y en otros diez tracks no eran suficientes para encontrar el momento y entonces al día siguiente regresábamos y volvíamos a probar, o dejábamos pasar tres o cuatro días y lo retomábamos. Son tracks que capturaron la energía, que capturaron nuestra concentración. Y hay tracks que yo misma no me explico cómo sucedieron. Yo creo que es un disco que tiene magia; mi trabajo y mi compromiso era con las letras y con la palabra, y eso generó lo que logramos. A niveles técnicos realmente no pensé demasiado en qué estaba haciendo, realmente estaba muy comprometida con el significado de la música.
Hasta la raíz contaba una historia muy clara, la de una separación. ¿Qué historia cuenta Musas?
Musas trata de conectar con nuestra belleza como mexicanos, como latinoamericanos también. Coquetea en la superficie del folklore. No es un disco que caiga en una cosa muy tradicional: está en la superficie, pero aún en esa superficie logró ir muy profundo. Le canta al amor, al desamor, a la vida, a la naturaleza, al más allá, a la muerte. Es un disco desnudo. Es humano, es un disco que tiene errores. Y nos permitió recordar la importancia que tiene el humanizarnos, conectar entre nosotros a un nivel más personal, no tanto ni con el aparato ni con la red social, sino más bien estar ahí, presentes. Siento que esa es la historia que cuenta este disco, la historia de haber experimentado esta forma de hacer música.
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