Nanni Moretti, ahora con un film dramático
Ganó el máximo premio italiano con "La stanza del figlio"
Si algo se desprende como sintomático corolario luego de la reciente entrega de los premios David di Donatello (el equivalente italiano del Oscar a la producción cinematográfica anual), es que el "agonizante" cine de Italia goza de buena salud. "La stanza del figlio" ("La habitación del hijo"), de Nanni Moretti, resultó galardonada como la mejor película del año, pero la decisión no fue fácil, porque durante la temporada 2000/2001 habían asomado otros valores contundentes: Gabriele Muccino, autor de "L´ultimo baccio" ("El último beso") y señalado por la crítica como "el hijo de Moretti", fue consagrado como el mejor director, y también hubo premios para "I cento passi" ("Los cien pasos"), de Marco Tullio Giordano; para "Concorrenza sleale" ("Competencia desleal"), de Ettore Scola; "Maléna", de Giuseppe Tornatore, y para el director debutante Alex Infrascelli, por su "Almost blue".
No habría que olvidar otro valioso film de la producción reciente, que el espectador argentino conocerá antes que éstos, premiados, en el inminente III Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires: "Il prezzo" ("El precio"), del talentoso Rolando Stefanelli, un joven autor con lenguaje propio que llegará a la Argentina en los próximos días. Su film, fechado en 1999, ya no podía entrar en las evaluaciones del jurado que el martes entregó los David di Donatello. Tampoco integró las ternas el más reciente film de Giuseppe Piccioni, "Luce dei miei occhi" ("Luz de mis ojos"), estrenado hace apenas dos semanas y ya comprometido para la Mostra de Venecia de agosto; Piccioni, autor del celebrado "Fuera del mundo" -conocido en Buenos Aires la temporada última-, focaliza ahora a una pareja casi imposible, el súbito encuentro amoroso de dos raros seres que parecen haber sido gestados, ambos, con "fallas de fábrica".
El que mayores chances tenía este año era "L´ultimo baccio", cuyo realizador, Gabriele Muccino -de 33 años-, se había dado a conocer con el excelente "Come te nessuno mai" (presentado en Buenos Aires en el Festival de Cine Independiente del año último). Esta película, que recorre con cámara inquieta las neurosis de los actuales pequeñoburgueses e inmaduros treintañeros, llegó a encabezar las tablas de recaudación en Italia, algo que no ocurría con un film local desde "La vita é bella", de Benigni). El film de Moretti, en cambio, arrancó octavo en los rankings de bordereaux, pero se sabe que las producciones del autor de "Caro diario" son modestas, francamente independientes, y el lanzamiento depende del margen de acción de su propia empresa, la Sacher Films; "La stanza del figlio" salió en apenas setenta salas en todo el país, lo cual de entrada lo relegó a obvias desventajas en materia de recaudación.
Sin embargo, "La stanza del figlio" acabó por imponerse a menos de un mes y medio de estrenarse, y el mal carácter de Moretti se ha resuelto en ostensible alegría, en sonrisas similares a las que iluminaron su rostro aquella noche de viernes (la del 2 de marzo último), cuando los aplausos de una entusiasta platea coronaron el estreno de su film. "Pasan los años, sobrevienen las pérdidas, cada uno sufre sus duelos, sus muertos -dijo entonces el realizador-. Antes de "Aprile" yo quería filmar "La stanza del figlio", pero nació mi hijo Pietro y postergué el proyecto con la certeza de que enseguida iba a tener que afrontar la reflexión sobre la profunda herida que causa en una familia la pérdida de un hijo. No me reclamen: ¿por qué no está lo social?, ¿por qué no está lo político? Es un film frente al cual me siento emotivamente muy expuesto. En los últimos tres años me he dedicado sólo a esta película: soy un autor lento."
La carrera, desde 1977
Luego de un par de ensayos como cortometrajista, Moretti (que ya cumplió 48 años) inició su empeñosa, casi obsesiva carrera en 1977 con un largometraje realizado en el modesto formato de súper 8: "Io sono un autarchico" ("Soy un autárquico"), título premonitorio de lo que sería su trayectoria como artista y productor. Al año siguiente realizó "Ecce bombo"; ya más profesional, en 35 milímetros, le sirvió para un interesante contacto con el público. A "Sogni d´oro", de 1981, le siguió "Bianca" (1983), título que lo colocó por primera vez entre los destacados del año: Lina Sastri, que ya hace veinte años (mucho antes de ser Ana Magnani en "Celluloide") era una gran actriz, se llevó por este film el David di Donatello a la mejor actuación no protagónica. "La messa é finita" es de 1985 -tardíamente conocida en la Argentina en los 90 con el título de "Basta de sermones"-; "Palombella rossa -aquí, "Palomita roja"-, de 1989; la exitosa "Caro diario" (premio en Cannes), de 1996, luego "Aprile" (1999), y ahora "La stanza del figlio".
Cabría agregar dos títulos: "Il portaborse", de 1991, que dirigió Daniele Lucchetti y que Moretti produjo y protagonizó (en la Argentina se vio con el título de "La investigación"), y un film que no fue: "Militanza, militanza...", un guión de 1975 acerca del líder de un movimiento de la izquierda extraparlamentaria que no obtuvo subsidio del ente oficial italiano y que poco después, frente a la vorágine del devenir político del país, no tardaría en desactualizarse. Ahora el guión ha sido rescatado por la revista MicroMega, la cual, desde ayer, ha comenzado a publicarlo en Roma en entregas periódicas.
En varios de estos films Moretti impuso un personaje, Michele Apicella (el apellido se corresponde con el de su madre, que aparece interpretándose a sí misma en "Aprile"), con una continuidad semejante a la de Antoine Doinel en los films de François Truffaut. La diferencia -fundamental- es que este Apicella es un alter ego de Moretti y tiene su cara, casi como si se "repersonificara" a sí mismo, esto es, alguien que dice lo que piensa el propio autor, cuya presencia en la pantalla va más allá de lo que habitualmente hacen los directores que protagonizan sus propios films como actores: Moretti, "raissoneur" obsesivo y crítico, protesta y opina en persona, razona y analiza la realidad, las costumbres, la política (el jugador de water polo de "Palombella rossa" es un ejemplo emblemático de esa actitud), un procedimiento frecuentativo que a lo largo de su producción ha ido diseñando su peculiar filosofía frente al cine, entre lo personal y lo político.
En ese sentido, "Caro diario" y "Aprile" son films "en primera persona", con un protagonismo absoluto de su parte que -no sin razón- le ha valido el epíteto de "narcisista", con la salvedad de que se trata de un narcisismo curioso: en una pirueta acaso extensible a su colega Woody Allen, es un cineasta que se ama, pero que protesta porque, entre otras cosas, no gusta de sí mismo, tal vez porque se identifica con la mediocridad general. "Sobrellevo las mismas taras de los congéneres que me rodean -parecería decir-, pero al menos trato de ponerlas afuera."
En el umbral de la madurez
Algunas de sus películas, sin embargo, escapan a este esquema y se internan en una ficción "tradicional". En "La messa é finita" personificaba a un cura desencantado que atravesaba por situaciones familiares dolorosas (incluido el suicidio de su madre). Ahora, en "La stanza del figlio", vuelve a confrontarse con la familia, el dolor y la muerte. Se dice que es el film más dramático de Moretti, y tal vez lo sea. Sin perder nunca la oportunidad de actuar, el cineasta encarna aquí a un psicoanalista que transita por una vida normal en familia, junto a su mujer (la bella Laura Morante, ganadora del David di Donatello por este rol) y sus dos hijos adolescentes. Sobreviene la tragedia: uno de sus hijos muere accidentalmente. El último tercio del film despliega la lenta, agotadora elaboración del duelo, en la que este médico de almas cobra conciencia de su saber en esa materia, que le sirve para asistir a sus pacientes, pero que es absolutamente inútil cuando se trata del dolor propio. El psicoanalista ha renunciado a una excursión con el hijo ante el súbito llamado de un paciente que se halla al borde del suicidio; el chico parte solo y sucumbe en las aguas del Adriático. El padre se siente culpable y quiere abandonar su profesión, al tiempo que entra en crisis con el resto de su familia.
El escenario es una innominada ciudad marítima -que resultó ser Ancona-, que sirve de fondo a las vicisitudes de esa familia. Los críticos -en especial, el veterano Tullio Kezich- han elogiado el admirable equilibrio entre el drama y ese paisaje, fotografiado por Beppe Lanci, sobre la música del consagrado Nicola Piovani (quien también, por esta partitura, se llevó una estatuilla del David).
"Es una salida retórica afirmar que el dolor une a una familia -sostiene Moretti, identificándose con su personaje-; más bien disgrega, divide. Filmando los días de Giovanni (el psicoanalista) después de la muerte, que nunca se nombra y que se hace presente en la ausencia del hijo, he pensado en un realizador al que he amado mucho, Kieslowski, y en su modo de encarar el tema del destino. Giovanni no puede volver atrás y no puede cerrar la puerta de aquella habitación del hijo, a la que no logra entrar nunca más."
En los primeros destellos de una lúcida madurez, Moretti parece haberse despojado de sus reflexiones políticas, de sus ironías sobre la coexistencia en un mundo inhabitable, de sus obsesiones hipocondríacas y de sus confesiones autobiográficas. Se ha internado -o ha vuelto a él- en ese drama intimista que se proyecta en sobresaltos y preocupaciones universales. Porque, después de todo, no hay muchas cosas tan universales como el dolor humano.