Comparten una misma sensibilidad artística, un matrimonio de diecisiete años y un luminoso departamento en Belgrano R. Pero Pino y Gabriela Marrone tienen algo más en común.
Pino comenzó su carrera musical en 1975 como guitarrista de Crucis, junto a Aníbal Kerpel, Gustavo Montesano y Gonzalo Farrugia. Con ellos grabó dos álbumes exitosos: Crucis y Los delirios del Mariscal, y tocó en el Luna Park a estadio lleno. Sin embargo, en 1977, Marrone decidió cambiar de aires y puso rumbo a los Estados Unidos: "Cuando Crucis se separó, Aníbal y yo nos fuimos a Los Angeles. Sentimos que era la oportunidad de expandir nuestros horizontes musicales y de alejarnos de la opresión militar".
Al principio, Marrone estuvo abierto a todas las oportunidades musicales. "Algunas fueron de buena calidad", recuerda, "y otras no tanto, pero en ese momento me interesaba tocar todos los estilos; ver cómo era tocar country con cowboys, o funk con expertos. También, por una cuestión de supervivencia, trabajaba en clubes, haciendo los temas del Top 40 norteamericano. Aprendí muchísimo y me di cuenta de que sabía menos de lo que creía...".
La chance de volver a grabar llegó, paradójicamente, gracias a otro argentino. "Daniel Goldberg venía de hacer los arreglos de cuerdas del primer álbum de Serú Girán y también estaba en Los Angeles, viendo qué hacer. Nos hicimos amigos, empezamos a tocar a dos guitarras y grabamos el disco Metrópolis", cuenta. El disco se editó en los Estados Unidos en 1985 y fue preseleccionado para un Grammy en la categoría de jazz.
Mientras perfeccionaba su técnica con Joe Diorio y Ted Greene –dos maestros del jazz y de la improvisación en guitarra–, Pino comenzó a trabajar en varios proyectos. "Compuse y toqué para una obra de teatro independiente en Hollywood: The Dead Monkey, y también para American Chronicles, una serie para televisión codirigida por David Lynch, que retrataba diferentes aspectos de la vida norteamericana mediante documentales unitarios." Al mismo tiempo, el ex Crucis integró el plantel de profesores de dos escuelas de primer nivel mundial: el Guitar Institute of Technology y la Grove School of Music, ambas en California.
El creciente prestigio de Marrone en el circuito musical norteamericano incrementó su labor como sesionista. Participó en There Were Signs, del cantante y compositor Bill Gable (Yellowjackets, Chicago); colaboró con otro argentino expatriado –el tecladista y compositor Eduardo del Barrio– en el álbum Free Play, y también tocó junto al legendario trompetista y empresario discográfico Herb Alpert (la "A" del sello A&M).
Desde 1992, Pino vive nuevamente en la Argentina con Gabriela, su compañera de los últimos diecisiete años, pero viaja seguido a los Estados Unidos para dictar cursos y participar en nuevos proyectos, como Art Survival, un cd de la cantante Dianne Reeves, en el que Marrone tocó junto al bajista John Pattitucci y el pianista Kenny Kirkland, entre otros. En Buenos Aires, alterna las clases particulares con la grabación de los cds didácticos que le publica regularmente la revista Guitar Player y con esporádicas presentaciones como las que hizo junto a Diorio y la que lo llevó al Teatro Colón junto a otros quince músicos, para tocar la partitura de acompañamiento del film Metrópolis, de Fritz Lang, compuesta por Martín Matalón, un argentino más que se desempeña en el extranjero, en este caso en el instituto ircam de París.
El 99 promete ser un año de perfil inusualmente alto para Pino. A su gira por Buenos Aires y varias ciudades del interior –a dúo con el gran contrabajista norteamericano David Friesen– le seguirá la edición de su primer álbum como solista, Under the Influence, una selección de solos, dúos y tríos de guitarra en la que participan capos del instrumento como Bob Magnusson, Dick Weller, Putter Smith, John Pisano y el viejo maestro de Pino, Joe Diorio.
Puede resultar curioso que un músico con la trayectoria de Marrone se haya tomado casi un cuarto de siglo para grabar un disco con su propio nombre. La ironía de esto no se le escapa al guitarrista: "Tal vez sea un late bloomer, pero cada cosa tiene su momento. Y el de Under the Influence es ahora".
Gabriela es hija de un diplómatico, lo cual explica que su infancia haya sido un nómade recorrido por las capitales de Portugal, Turquía, Irlanda y el Brasil; esta circunstancia tuvo un efecto indeleble en su formación musical. Todavía adolescente, se fue a vivir sola a París y fue una testigo privilegiada de la revuelta estudiantil de Mayo del 68. También en París comenzó su carrera musical influida por los Beatles, Joni Mitchell y el rock inglés de la época, pero también por sus ídolos de la infancia: Harry Belafonte y Miguel Aceves Mejía.
Gabriela volvió a la Argentina a principios de los 70 y pronto se hizo un lugar en la naciente escena de rock nacional. Participó en El Acusticazo y también en el tercer festival B. A. Rock, ambos en 1972, y dos años más tarde apareció su primer álbum, Gabriela, producido por el ex Almendra Edelmiro Molinari, quien poco después se convirtió en su primer esposo y padre de su hija Cecilia. Gabriela era un disco intenso, que alternaba rock eléctrico con pasajes folk y letras que exploraban temas latentes en el aire de la época: la brecha generacional y la pulsión por volver a un entorno más afín con la naturaleza.
A mediados de esa década, Gabriela decidió viajar a Los Angeles por motivos muy parecidos a los de Pino Marrone: "Era un momento de mucho miedo para los que hacíamos música no convencional", dice, en alusión al terror que había desatado la organización ultraderechista Triple A en los tiempos previos al golpe militar de Videla, en 1976.
En los Estados Unidos, Gabriela pasó por un duro período de aclimatación: trabajaba donde podía –en fábricas, en la cocina de un restaurante–, criaba a su hija y escuchaba la música que se hacía a su alrededor. "Yo no tenía una instrucción musical formal", cuenta, "así que decidí aprender en el poco tiempo libre que me quedaba". Pasaron varios años hasta que se sintió preparada para volver al estudio de grabación, pero la espera valió la pena. Ubalé, de 1982, tuvo el a-porte de los guitarristas David Lindley y Robben Ford, y del percusionista Alex Acuña, más una legión de argentinos –Kerpel, Marrone, Molinari, Santaolalla, Gieco– que pusieron su sello a hermosas canciones como "Bailar, soñar, bailar", "Es la lluvia y nada más" y "Desde tu corazón", esta última escrito por León.
"Los arreglos y la producción fueron míos", aclara Gabriela, "aunque en los créditos figura Edelmiro, a quien sí debo agradecerle el haber logrado la edición del álbum en la Argentina".
En 1983, y gracias al auspicio de una amiga, Gabriela viajó a Suecia para grabar, en inglés, con músicos locales, el álbum Friendship, pero iba a transcurrir la mayor parte de la década antes de que retomase un proyecto verdaderamente propio: el disco Altas planicies, con la colaboración de Marrone (a esta altura convertido, además, en su marido), Pedro Aznar, Dino Saluzzi, Daniel Goldberg y nuevamente David Lindley y Alex Acuña.
El disco –que profundiza la fusión de pop y música latinoamericana esbozada en Ubalé– tuvo un parto difícil. "Era la época de la hiperinflación y nadie tenía la intención de editar nada. Gustavo Gauvry, director de Del Cielito Records, se jugó y lo sacó a la venta. Me ayudó en un momento en que nada era posible."
El capítulo actual en la carrera de Gabriela comienza cuando le envió una cinta con sus demos al guitarrista Bill Frisell, quien quedó tan cautivado con el material que mandó un fax kilométrico a la cantante, donde le pedía que se juntaran para grabar. El resultado fue el álbum Detrás del sol, grabado en San Francisco y publicado en Alemania por el sello Intuition, propiedad del productor de Bill: Lee Townsend. Todavía inédito en nuestro país, Detrás del sol es un disco introspectivo y sutil; la voz de Gabriela y el tono íntimo de la guitarra de Bill parecen hechos el uno para el otro. La cosa no terminó allí, porque a mediados de este año se conocerá el segundo fruto de la colaboración entre ambos: un álbum ya listo, que está en fase de masterización y que ya tiene título: Viento rojo.
"Quería lograr una sensación de música de cámara y creo que se consiguió. Además de Bill, tocan su bajista, Viktor Krauss; un celista de Montreal llamado Eric Longsworth, y la violinista Jenny Sheinman, que tiene 25 años y es el fenómeno actual de San Francisco. Todos quieren tocar con ella..."
Gabriela está feliz y se le nota. La única sombra en su gran presente musical es la dificultad para editar su obra en la Argentina. Pero está convencida de que aquí existe un público que quiere algo más que rock adolescente. "Hay gente que tiene otros intereses y que se quedó sin música que la represente. Gente a la que le gusta otras cosas en la vida."
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