ZAZ: la voz de una nueva generación
Desde México, un adelanto del show que la cantante francesa traerá el jueves al Luna Park, y en el que conviven el homenaje a París de su último disco, su particular combinación de chanson francesa y gypsy jazz y su compromiso solidario
MÉXICO.- "De todas tus canciones, ¿cuál es la que más te representa? ¿La que sientes que más habla de ti?"
Zaz acababa de robarle una copa de vino a su manager, y no quería apurarse a responder a pesar de que la entrevista tenía hasta el último segundo cronometrado por sus asistentes. Estábamos en el backstage del Plaza Condesa, la sala de conciertos de México DF que en menos de media hora se colmaría con un público vibrante y entusiasta, y la gran revelación de la música francesa actual parecía ajena al nervioso trajín que florecía a su alrededor.
Zaz es bajita, su rostro añiñado oculta al menos diez de sus 33 años, y su permanente atuendo de jean, zapatillas y mochila pesadísima la retrata con un inesperado aspecto de estudiante con más ganas de viajar por el mundo que de rendir exámenes. A pocos minutos de saltar al escenario, el examen del momento consistía en pensar qué canción la expresa mejor que ninguna otra. ¿Su himno humanista y anticonsumo "Je veux", cantado en francés por públicos de todo el planeta? No.
-"Trop sensible" -dijo, después de pensarlo mucho, y premió la sinceridad de su respuesta con un trago de vino.
La canción forma parte de su notable disco debut, Zaz (2010), que lleva vendidas más de un millón y medio de copias en todo el mundo. Traducida al castellano, su letra cierra con los versos "en este mundo lleno de fantasmas / que te harán tropezar / busca en ti una luz / en el corazón de un ángel / los humanos son mucho más bellos / de lo que parece / no dejes que la ignorancia te engañe / no creas sus mentiras / ellos te dan lo que pueden". Entre la sutileza de la guitarra y una voz que no esconde el peso del dolor, "Trop sensible" se construye como un monumento a la confesión íntima, el tipo de diálogo con uno mismo que sólo surge a solas y cuando el acoso de las circunstancias exige ponerle un límite urgente a la desolación. Una vez más, las apariencias engañan: por más mochila que cargue, Zaz no es una joven aventurera especialista en huír de las aulas; y por más que el brutal éxito de "Je veux" le haya ganado la idolatría de los inconformistas globales, ella no se identifica con su imagen más difundida, la de una optimista rebelde en incansable lucha por un mundo mejor.
Como parecen decir cada uno de sus discos (especialmente el último, París, que el próximo jueves presenta en Buenos Aires), el mapa interior de esta chica es tan rico y diverso como sus intereses musicales, que van del gipsy jazz al bolero, pasando por la chanson clásica, el flamenco y el blues. Cantante desde los 4 años, hija de una profesora de español y de un trabajador de una compañía eléctrica, Isabelle Geoffrey-Zaz es, sobre todo, una cazadora de experiencias. "Necesito vivir cosas, que luego aparecen de una manera u otra en mis canciones. Me encanta viajar con la banda, estar de gira, conocer gente. Es la mejor manera de sentir que se está en un aprendizaje constante. Y que se puede aprender mucho, sobre todo de la gente que piensa diferente", contó, minutos antes de que los más de 2000 asistentes al Plaza Condesa estallaran de emoción al verla. En la intimidad sin maquillaje del backstage o vestida con sobrias transparencias poco antes de saltar al escenario, a Zaz siempre se le nota un carisma ajeno a la belleza, un gesto de sencillez y honestidad que la hace creíble. Como si la autenticidad tuviera su voz, una voz ronca y quebradiza que deslumbra porque sabe ser desgarradora y dulce a la vez.
¿Hay que buscar las claves de su éxito en esa autenticidad a flor de piel? "No sé. Me parece que cierta gente se identifica con las letras de mis canciones, como si ahí se dijera lo que ellos ya pensaban. Yo canto por el placer, porque lo hago desde que tengo memoria, porque me parece una hermosa manera de contar lo que veo y siento", dijo, copa de vino en mano, con la misma sonrisa fresca y luminosa que conquistó al mundo en el video clip de "Je veux". Antes de convertirse en Zaz, Isabelle se integró a una banda de 16 integrantes que viajó por el País Vasco a bordo de un ómnibus rentado, se presentó en bares y cabarets y tocó y cantó en diferentes estilos en las calles de París. En Montparnasse, rapeaba; en el Barrio Latino tocaba jazz; y en Montmarte, ante un público integrado especialmente por turistas, versionaba los clásicos de la chanson inmortalizados por Edith Piaf. "En el Conservatorio aprendí todo lo que sé de la música, y la calle me enseñó la libertad -contó, entusiasmada-. No hay nada como cantar y mirar al público a los ojos, sentir lo que el otro experimenta prácticamente a tu lado. Eso lo viví en la calle, pero también en los bares y cabarets. La música regala esa posibilidad, y quizás por eso tiene el poder de unir a las personas". En la larga tradición de bohemia chic que define a la chanson francesa, Zaz aporta una frescura inimaginable en Juliette Greco o Edith Piaf, una ligereza rebelde con la que cuesta no simpatizar. Hoy es una estrella global, una referencia generacional que reivindica la camaradería y la libertad, pero cualquiera que la vea de cerca o de lejos encontrará que ella nunca dejó de ser la chica bonita, pequeña y aguerrida que un día sí y otro también repartía con sus dos amigos músicos los cien euros de promedio que ganaba por cantar en la calle. "París permite esa vida, es una ciudad que es sinónimo de libertad -explicó-. Por eso fue tan horrible lo que ocurrió en la redacción de Charlie Hebdo, que en definitiva fue un ataque a la concepción humanista de la vida. Todos los que vivimos en París lo padecimos como un atentado a lo que de alguna manera París representa. Pero, a pesar de todo lo horrible que se vivió, rescato que la gente se unió, y se manifestó sin diferencias para mantener vivo lo que París es. Esa unión me emocionó mucho, porque es una forma de esperanza".
-¿Esa unión es la que intentas promover a través de tus canciones?
-Un poco, sí. No hay que esperar que al mundo lo cambien los políticos. Cada uno puede hacer mucho por mejorar el entorno en el que vive. Por decir algo así yo no me considero de izquierda ni de derechas, sino humanista. Pero en esto no importa sólo lo que se dice, sino lo que se hace.
Y dicho eso, Zaz tomó su mochila y corrió a su camerino. Le quedaba poco más de un cuarto de hora para vestirse, maquillarse y prepararse para saltar al escenario, y en el camino a su refugio con espejo dejó un par de huellas que demuestran lo que ella es. Por aquí, una partitura con "Dos gardenias", testimonio de su amor por el repertorio clásico latinoamericano; por allá, una camiseta con su logo, merchandising cuyos beneficios van directamente a la ONG Colibrí, que ella apoya como una auténtica embajadora musical. A Zaz parece importarle mucho el trabajo de Colibrí, y allí adonde sus giras la llevan intenta involucrarse en acciones que refuerzan su idea de unión y solidaridad sin explicaciones ideológicas ni partidismos políticos. En el caso de Buenos Aires, en el Luna Park habrá un stand donde se pedirá "un minuto de tu tiempo" para que los asistentes al concierto cosan entre todos mantas para las personas en situación de calle. Y Zaz irá a la plaza de Mayo para compartir una cena popular con aquellos que, a su manera, evoca en la bellísima canción "Eblouie par la nuit". Muy preocupada por ser coherente con lo que dice y hace, a través de Colibrí Zaz consigue llegar personalmente al mundo del que habla, y con el que no quiere perder contacto. Otra prueba de la que autenticidad podría ser el secreto de su éxito, un éxito que además sería impensable sin la personalísima potencia de su extraordinaria voz.
"Un, deux, ¡trois!" dijo Zaz, en el medio de una ronda privada con sus músicos, todos tomados de la mano en una súbita ceremonia de buenos presagios al borde del escenario del Plaza Condesa. Ya con sus compañeros de camino al show, ella se quedó a solas en el pasillo, con una sonrisa enorme en la cara, sin ningún interés en ocultar la felicidad que le provocaba encontrarse con su público. Los acordes de "On ira", la acompañaron al escenario, y una ola de alegría compartida envolvió el ambiente de la sala. En su concierto, donde conviven los aires de cabaret con el desenfado gitano y alguna sorpresa en español, lo primero que asombra es que la voz de Zaz parece mucho más dúctil y sensible de lo que se escucha en sus discos. Dotada con una voz radiante, privilegiada, brilla especialmente en el swing, conmueve en sus canciones más tristes (sobre todo, "Eblouie par la nuit") y divierte en el segmento dedicado íntegramente a París, que abre con el clásico "Sur le ciel de Paris" y cierra con "Paris s'eveille". "Yo no sé cómo se dice...¡pero canten!", dijo Zaz al principio del show, y el público mexicano le hizo caso de principio a fin. No hubo una canción en la que su gente no la acompañara, y la emoción que impregnaba semejante cariño tuvo sus mejores momentos en "Les passants", "Si je perds" y, cómo no, la esperadísima "Je veux", cuyo coro de más de 2000 personas dejó claro que el espíritu musical de Zaz amenaza con transformarse en una marca tan representativa de nuestra época como la voz de Juliette Greco lo fue para los ?50 y ?60 de la Nouvelle Vague, el existencialismo y la poesía de Serge Gainsbourg y Jacques Brel. Los casi diez minutos de ovación posterior al segundo bis, que puso a bailar al público gracias a un inolvidable duelo entre el piano y el saxo, confirmaron la sospecha: Zaz llegó para quedarse. La generación del siglo XXI ya encontró su voz.
Leandro Tarifeño