Will Butler: "Que todos digan que aman tu disco no te garantiza nada"
El tecladista y bajista de la banda, habla sobre las críticas a su nuevo disco y la experiencia de tocar en vivo, días antes de su show en el Festival BUE
Por primera vez en sus 16 años de carrera, Arcade Fire tiene que enfrentarse a que uno de sus discos no sea aclamado por la crítica de forma unánime. Es que desde su formación, los canadienses concibieron una música de cuerpo bailable y espíritu arty que los hacía mirar un poco más allá del rock retro que dominó el principio del milenio. Lejos de desentenderse de las críticas que recibió Everything Now -editado en julio de este año-, Will Butler, tecladista, bajista y hermano de Win (quien lidera el grupo junto a su mujer, Régine Chassagne), acepta las reglas del juego. "Me gusta mucho leer reseñas de discos, sean míos o de otros grupos", dice del otro lado del teléfono, días antes de su show como uno de los artistas principales del Festival BUE. "Pero no me afecta tanto porque trabajé dos años en el disco y tengo en claro qué es lo que yo pienso al respecto. Creo que muchas críticas estuvieron influenciadas por la campaña de lanzamiento alrededor del disco".
Con cinco discos en su haber, Arcade Fire se armó de un cancionero capaz de hacer de las pequeñas historias una suerte de épica melancólica de alcance universal. El ensamble de voces masculinas y femeninas, la instrumentación pensada en pos del dramatismo y la variedad de climas los convirtió en una de las bandas a las cuales acudir en busca de algo distinto. Si el siglo XXI comenzó como el siglo del reciclaje de modas pasadas, los canadienses fueron capaces de configurar el reloj del tiempo no sólo a décadas pasadas sino también a los años del Barroco y el Renacimiento. Y casi como una paradoja, fue gracias a esa revisión histórica, cargada de frescura, inocencia e ironía, que se posicionaron como un faro distintivo entre sus pares.
Establecidos en la escena mundial como uno de los shows más singulares de los últimos años, Arcade Fire combina vestuario, máscaras, puestas en escena coloridas y un dominio del escenario que los acerca al teatro y al music hall. "Fue algo que se dio orgánicamente", cuenta Will. "Siempre nos gustó pensar en los pequeños detalles desde que dimos nuestros primeros shows casi sin recursos". Ahora, que cuentan con más recursos y con la expectativa del público ante cada nueva gira, todo se volvió más grande para el grupo, que, con el agregado de percusionistas, violinistas y flautistas, en vivo puede llegar a reunir 10 músicos sobre el escenario. "Nos importa contar historias, es algo que aprendimos del teatro, queremos prestar atención hasta en la forma de presentarnos".
-¿Creés que ante la gran cantidad de artistas mainstream girando al mismo tiempo su propuesta es también un acto de autoconservación?
Bueno, no es que tocamos para ganar dinero, sino que ganamos dinero porque tocamos. Sí, creo que el show en vivo es una forma de arte distinta y la gente se predispone de una manera diferente. Hay que encontrar formas creativas porque sociológicamente ha cambiado el público, las bandas y lo que pasa entre ambas partes. Cuando era chico vi a los Talking Heads en vivo y me volaron la cabeza. Si mirás Stop Making Sense, te das cuenta de que está pensado como una película y cada movimiento está pensado. Eso no quiere decir que no haya que prestarle atención a los discos, seguimos escuchando discos que se grabaron hace un montón de años, eso significa que todavía importan
-¿Y en tu rol de multiinstrumentista, sentís una responsabilidad de mantener firme la cuestión sonora?
Sí, siempre nos enfocamos en la música, la performance es importante, pero la clave es escucharnos todos y saber qué está tocando el otro. Es una cuestión muy humana la de tocar en vivo, ponerse de acuerdo en pos del contenido musical... hay algo poderoso en eso. Creo que tocar varios instrumentos viene de cierto espíritu punk que tengo y tenemos en el grupo. Cuando no sabés tocar pero te esforzás mucho (risas). Musicalmente no sonamos a una banda punk, pero sí veo que hay una tradición que mantenemos, obvio que hay otras influencias y es difícil trazar límites en ese sentido, pero hay algo de punk en cierta idea que, incluso cuando la letra sea oscura o trágica, cuando tocamos tiene que haber mucho de goce y disfrute. Respondemos a la música de esa manera.
-En 2011 ganaron el Grammy a mejor disco del año con The Suburbs y competían contra Lady Gaga, Eminem y Katy Perry. ¿Eso los obligó a pensarse como una banda mainstream?
Fue un momento genial para nosotros, nos sorprendió muchísimo. Fue extraño, porque no es que fue el álbum más vendido del año, lo votaron porque les gustó en serio, eso es lo más significativo. A la gente también le gustó y las canciones sonaban en la radio, pero eso no siempre se refleja en ventas, lamentablemente (risas). Que todos digan que aman tu disco, la prensa y el público, no te garantiza nada, porque las canciones más criticadas siempre venden muchísimo, es como que la cosa funciona al revés a veces...
-¿Y creés que a ustedes se les pegó demasiado por haberse pasado a una de las discográficas más grandes?
Sí, sobre todo porque no fue algo tan radical. Excepto en Estados Unidos, estamos en una major desde Neon Bible (2007). Entonces, si lo pensás bien, no fue un cambio tan grande. Además, formamos un gran equipo de trabajo, que eso es lo que realmente importa.
-Llegaron a grabar y a tocar en vivo con David Bowie y él siempre habló muy bien de ustedes. ¿Sentís que los conectó cierta búsqueda de vanguardia y de mirar al futuro?
-Sí, puede ser. Nosotros miramos mucho al futuro, lo que nos diferencia es que nuestras raíces son más sólidas porque vinimos 40 años después (risas). Bowie experimentó los días iniciales del rock and roll y toda esa explosión; nosotros respondemos a una historia mucho más rica, de la que él ya formaba parte como uno de los actores principales. Desde el primer momento que giramos con él nos trató de una manera muy directa, muy familiar, y eso nos sirvió para relajarnos. Al principio teníamos mucho miedo de grabar con él, era mucha responsabilidad, pero después fue mirarnos entre nosotros y saber que había que meterle para adelante.
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