“Walk This Way”: una sociedad impensada para el hit que revivió el alicaído espíritu de una banda en problemas
Gracias a una idea del hoy célebre productor Rick Rubin -por entonces un joven de 22 años-, Aerosmith y Run DMC facturaron un hit impresionante que a mediados de los 80 rotó con intensidad en MTV
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“¿Qué es el rap?”, le preguntó Tim Collins a Rick Rubin después de escuchar la oferta. El manager de Aerosmith olfateó la posibilidad de un buen negocio, pero primero tuvo que despejar una duda elemental. Corría 1986 y había recibido un sorpresivo llamado telefónico de un productor de hip-hop que, con apenas 22 años, ya había fundado un sello (Def Jam) y le hablaba con la soltura y la seguridad de un hombre mucho más experimentado. La idea era aventurada: grabar una versión “rara” de un hit de la banda de Steven Tyler, que justamente estaba necesitando alguna estrategia nueva para remontar un poco la pronunciada caída provocada por las bajas ventas de sus discos de esa década -Rock in a Hard Place (1982) y Done with Mirrors (1985)- y los problemas derivados del consumo descontrolado de cocaína de algunos de sus integrantes. Tan rara como para que Collins formulara ese cándido interrogante con el secreto deseo de que la respuesta le permitiera vislumbrar un trampolín para llegar a la fabulosa vitrina de exposición que en esos años había potenciado las carreras de estrellas como Madonna y Michael Jackson: el canal MTV, pieza clave para la difusión de los videoclips que ahora la industria consideraba esenciales.
Aerosmith había pisado fuerte en los años 70, pero su sonido -un hard rock melodramático recargado de riffs simples y pegadizos, muy comunes en el glam- no funcionaba del todo en los 80: bandas como Metallica o Iron Maiden capturaban el interés de los fans del rock pesado, empezaban a crecer géneros como el thrash y el speed metal y el quinteto de Boston no lograba reacomodarse en ese nuevo contexto. La sociedad con un grupo de músicos de rap era una prueba riesgosa pero también contaba con el beneficio de la novedad. “Walk This Way” había sido el último single que había llegado al Top Ten de Billboard, allá por 1975. Y Jam Master Jay, fundador y DJ de Run DMC, la joya del hip-hop neoyorquino de aquel momento, lo usaba como insumo para sus sesiones: en lugar del típico reciclaje de temas del funk o la música disco, apelaba a mezclar sus sólidas bases con riffs rockeros. Aunque no supiera con mucha certeza de dónde venían: alguna vez confesó que pensaba que Toys in the Attic, el título del disco que incluía “Walk This Way”, era el nombre de la banda a la que pertenecía el tema.
Fan de los Meters y de James Brown, Steven Tyler había escrito esa canción pensando que lo mejor para una letra lasciva centrada en el apetito sexual adolescente era una base funky que le pidió especialmente al baterista Joey Kramer. Joe Perry se encargó del riff adherente que hacía falta para que se convirtiera en un hit y engordara muy pronto la cuenta del autor principal, también muy aplicado para gastar el dinero en vicios. No se sabe a ciencia cuál es la versión verdadera, pero Tyler dijo en algunas entrevistas que en esos años gastó seis millones de dólares en cocaína y elevó la cifra a ¡20! en su libro de memorias Does The Noise In My Head Bother You?. En cualquier caso se trató de mucho dinero, y buena parte de esos ingresos quemados a todo vapor se debieron a “Walk This Way”, cuyo título -un dato simpatico- fue inspirado por una frase del inolvidable Igor interpretado por Marty Feldman en El joven Frankenstein, película favorita de Tyler. En plena depresión por el errático rumbo de los 80, ni él ni ninguno de sus compañeros de Aerosmith podían imaginar que la tabla de salvación llegaría de la mano de un trío de rap que había revitalizado el género agregándole al groove contagioso de los pioneros -Grandmaster Flash, Kurtis Blow, The Sugarhill Gang, Whodini- la distorsión de las guitarras del hardcore y el heavy metal, y cambiando los looks coloridos y extravagantes de esos antecesores por unos más sobrios, dominados por el cuero negro.
Pero la ocurrencia de Rubin fue realmente prodigiosa. Era todavía un productor cachorro, pero ya mostraba los dientes. Con el paso del tiempo se transformaría en el mentor principal de Beastie Boys, el responsable de la resurrección artística de Johnny Cash y el interlocutor ideal del excelente documental de Star+ McCartney 3,2,1. Rubin puede atribuirse la autoría, o como mínimo el impulso inicial, de un cruce de estilos que en los 90 sería importante dentro del repertorio de bandas como Faith No More, Living Colour y Rage Against the Machine. Ya había probado el híbrido con Beastie Boys (“Rock Hard”, con samples de AC/DC) y Lloyd Coll J (“Rock the Bells”). Y Run-DMC también había explorado el territorio con “Rock Box”, producido por Russell Simmons, y “King of Rock”, ambos con los magnéticos riffs de Eddie Martínez, un sesionista que trabajó con Mick Jagger, Robert Palmer y Blondie.
Sin embargo, Aerosmith no confiaba mucho en la propuesta. Motivada por Collins, más decidido por necesidad que por convicción a transitar un camino desconocido, la banda se presentó en los estudios Magic Ventures de Manhattan el 9 de marzo de 1986 y en esa única jornada -que tuvo un costo de ocho mil dólares- grabó con sus flamantes socios del rap un tema que relanzaría su carrera a caballo de un videoclip que apostó por la literalidad y ganó: Tyler agujerea con el pie de su micrófono la pared que separa los espacios contiguos donde están tocando Aerosmith y Run DMC, traspasa las barreras que separan al rock y el rap, a la música hecha por blancos y la que se hacía fuerte en la comunidad negra, y en ese salto al vacío termina encontrando un tesoro impensado.
“Walk This Way” renovó el espíritu de Aerosmith y legitimó al rap entre el público blanco con un ímpetu parecido al que había provocado el solo de Eddie Van Halen en “Beat It”, de Michael Jackson, un puente histórico entre el hard rock y el pop negro. De pronto, Run DMC tenía un disco de platino (Raising Hell) y llegaba a la tapa de la revista Rolling Stone. Ya habían sido los únicos raperos incluidos en el cartel del Live Aid el año anterior, pero con el ruido de este hit el escenario del futuro parecía cambiar por completo, aunque finalmente fue Beastie Boys la banda que más rédito sacó del interés popular por los resultados de aquella aventura. Aerosmith, por su parte, consiguió llamar la atención de los jóvenes que seguían en masa a bandas como Bon Jovi, Mötley Crüe y Guns N’ Roses: su siguiente disco, Permanent Vacation (1987), vendió cinco millones de copias (diez veces más que su predecesor) y los consagró definitivamente como banda de estadios.
Después llegaron las colaboraciones de Public Enemy con Anthrax y una bastante menos feliz entre Limp Bizkit y Linkin Park, mojones de una ruta que quedó habilitada para nuevos recorridos. La puerta la abrió esta canción que -hagan la prueba de escucharla hoy- conserva su magia y su poderío, resultados virtuosos de la templanza de un productor inteligente y atrevido que ante todo tuvo confianza, ingrediente indispensable para cocinar un éxito.
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