Volvió Lollapalooza, volvió el sentimiento colectivo de celebración
En marzo de 2020, a dos semanas de su realización, la pandemia puso en pausa a los festivales y a la música en vivo en su totalidad; tres años después, el encuentro cultural más convocante del país volvió a apoderarse del Hipódromo de San Isidro y, con él, la sensación de que ya podemos disfrutar como antes
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Volvió Lollapalooza, volvió la festivalitis, volvió esa adrenalina única que produce un evento de esta magnitud. “Démonos un abrazo, hemos derrotado a la pandemia”, proclama 070 Shake, el alias artístico de la cantante norteamericana Danielle Balbuena. Y aunque no sepamos cuál es el final de la película, elegimos quedarnos con su frase, atarnos a ella y soñar con que de aquí en adelante todo va a estar mejor, todo volverá a ser como antes. La declaración, pronunciada en escena en la tarde del sábado, el segundo de los tres días de Lollapalooza Argentina, funciona como síntesis de lo que experimentamos cada jornada en el Hipódromo de San Isidro, en las que no solo tuvo lugar la séptima edición del festival de festivales del siglo XXI, sino el regreso de un sentimiento colectivo de celebración.
Correr de un escenario a otro, cruzarse con un conocido y hablar del show que acabamos de ver o el que vamos a presenciar con mucho entusiasmo en unos minutos volvió a ser el centro de la escena por unos días. En “Lolla” no se habla de la guerra y mucho menos del Covid: la música es la gran protagonista, el imán que reúne a 100.000 personas por día y que hace de este enorme espacio a cielo abierto un parque de diversiones con cuatro escenarios, un espacio para los chicos, buena comida y hasta una vuelta al mundo, el símbolo máximo de los encuentros culturales de esta magnitud, de Rock in Rio a Coachella.
Una infidencia. Días atrás, ya en la cuenta regresiva para el dilatado comienzo de las séptima edición local, el nerviosismo se palpaba en la Redacción de LA NACION. Periodista avezados en la cobertura de festivales experimentaban una sensación de primera vez, un nerviosismo atípico. Un cosquilleo que recién nos lo pudimos expulsar del cuerpo cuando el viernes al mediodía pisamos el césped del Hipódromo.
Un viernes que empezó con lluvia y con un otoño que apareció unos días antes de lo previsto terminó con el que es probablemente el mejor show de Lollapalooza 2022: Miley Cyrus, enfundada en un catsuit y anteojos negros y desplegando canciones pop de su factoría y covers de rock que la descubren como una Debbie Harry de estos tiempos, una heredera de una cultura que parece en retirada en un mar de trap y música urbana. Un sábado soleado y fresco que cuenta con el exitoso debut de Doja Cat y una primera vez de Nicki Nicole ante una audiencia masiva, y con un cierre a cargo de esos Viejas Locas de Nueva York que son los Strokes. Una banda que puede desplegar una larga lista de hits que ya son clásicos, pero que no siempre tiene ganas de acompañar con actitud su música. “Alguna vez daremos un gran show en la Argentina”, se sincera Julian Casablancas, el cantante que hace años entró en el corazón de los argentinos.
Domingo de viento y con otro debut exitoso: el de la canadiense Alessia Cara. Tiago PZK cuenta que es su “primer show en la Argentina”, justo él que es... ¡argentino!; Babasónicos “trae a casa” su rocanrol, y qué decir de Foo Fighters, señores que mantienen en alto la bandera del rock de estadios. Volvió Lollapalooza, volvieron los festivales. ¿Se irá para siempre el Covid?
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