Virtuosismo en el más alto nivel
El pianista Horacio Lavandera ofreció un recital con obras imprescindibles de autores nacionales
Recital del pianista Horacio Lavandera . Obras de autores nacionales del pasado y contemporáneos. ND/Ateneo.
Nuestra opinión: excelente
La presentación de obras para piano de compositores argentinos contemporáneos en versiones del pianista Horacio Lavandera constituyó uno de los acontecimiento más destacados de la actual temporada musical, tanto por la elección de las obras como por la maravillosa demostración de virtuosismo del intérprete. Y en este sentido causó deleite la posibilidad de escuchar un ramillete de creadores, todos ellos representativos de dos siglos de música nacional, desde la Huella y Gato del ilustre Julián Aguirre, o la Milonga del volatinero , de Alberto Williams, presentadas con refinamiento, sencillez y admirables recursos técnicos.
Pero además, en páginas de mayor significación pianística, al máximo de las posibilidades del teclado y de endemoniadas dificultades de ejecución, se escucharon tres obras de Alberto Ginastera que constituyen tres miradas de su estilo y de la evolución de su lenguaje a partir del Rondó sobre temas populares infantiles, Op. 19, escritas en 1917. También estuvieron las siempre gratas Danzas argentinas, Op. 2, de 1939, de formas y atmósferas que parecen una mirada a nuestro mundo gauchesco que el pianista supo cristalizar a través de una riquísima variedad de matices y una dinámica arrolladora y subyugante.
Al encarar la imponente y compleja Sonata Nº 1, composición que le fue encargada a Ginastera en los Estados Unidos y dada a conocer en el Festival de Música Contemporánea de Pittsburgh, el concertista la presentó con deslumbrante limpieza en la articulación, potencia y ritmo interno sabiamente regulados y, por sobre todo, con los contrastes entre pasajes líricos y desbordantes.
Sin embargo, aún más ilustrativa y aleccionadora quizás haya sido la ocasión de poder apreciar lenguajes contemporáneos de algunos de nuestros más destacados compositores que aún se encuentran en pleno desarrollo de su evolución, a partir de Fabián Panisello (1963) con su Doble estudio Nº 6, enorme en su grado de dificultad, que no obstante Lavandera ofreció con su pasmosa claridad de digitación.
A renglón seguido se escuchó la impresionante Toccata Newén, de Esteban Benzecry (1970), uno de nuestros compositores más activos y consagrados a nivel mundial, quien en casi todas sus contribuciones no pretendió hacer etnomusicología, sino la sabia utilización de raíces, ritmos y mitologías ancestrales como fuentes de inspiración, y a partir de ese clima poder desarrollar con la mayor libertad un lenguaje propio. Algo así como una especie de música desde un folklore imaginario, construida a partir de elementos rítmicos, melódicos y armónicos que sugieren una idea de raíces populares, iniciada con una alusión mecanicista a efectos de sugerir energía a partir de la traducción del vocablo en lengua mapuche newén. La entrega de Lavandera, bien demostrativa de su pleno conocimiento de la composición -fue quien la estrenó y la dio a conocer en el exterior-, impresionó además por la portentosa demostración de perfección en el dominio del teclado de que hace gala el músico argentino.
Levante, de Osvaldo Golijov, otro de los creadores consagrados en el exterior -tanto que es inédito el caso de un connacional al que el Metropolitan de Nueva York le organizó un festival dedicado a su obra-, es presentada por Lavandera de manera brillante, como también el aporte de Gabriel Senanes con sus tres páginas que conforman el Triciclo , creado en 2005: "Listo el pollo", "Pato al agua" y "Mi longa codita", esta última una graciosa manera de anunciar el ritmo predominante de la milonga y que termina por prevalecer y contribuir a que Lavandera sea imponente.
Por fin la idea entre nostálgica e imprescindible de incluir a Carlos Gardel con su hermoso tema "Mi Buenos Aires querido" y a Astor Piazzolla con su "Retrato de Alfredo Gobbi" permitió una vez más escuchar y valorar a un pianista ecléctico, infalible y siempre acertado en estilo. El júbilo cerró una enaltecida noche de música para piano de creadores genuinamente nacionales.
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