Siente que la vida le dijo “mirá que vos también te podés ir”, y asegura que la escuchó; a punto de presentarse en el Torquato Tasso para recrear una historia de amor y desencuentro a través de la música, la artista le contó a LA NACION cómo es su hoy, después de varias vicisitudes
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Virginia Innocenti reconoce que no es una lectora adicta ya que, por su trabajo, “a lo largo de 40 años me lo he pasado leyendo guiones”. Sin embargo, cuenta que, en su mesa de luz, descansa el volumen de su lectura actual: En caso de amor, psicopatología de la vida amorosa, de Anne Dufourmantelle. El tópico es el amor que atraviesa lo literario, como en su nueva aventura escénica.
Más allá de algunos libros, en el living de su casa -ubicada en Villa Ortúzar- hay instrumentos musicales. Un piano, que la actriz no sabe tocar, y objetos que permiten sonidos reparadores, como las campanas tubulares que hace sonar e introduce en un clima grato para la charla. “Son elementos que utilizo en clase, con mis alumnos”, dice esta mujer que, en los últimos tiempos, vivió en Córdoba, en medio de la naturaleza, padeció duelos muy dolorosos y salvó su vida milagrosamente, luego de un serio accidente automovilístico que dejó su vehículo destrozado.
Su presente la encuentra en tránsito, reparando heridas -acaso una tarea permanente del ser humano- y, en el plano profesional, preparando su nuevo espectáculo musical. Innocenti siempre encontró en el canto un sitio restaurador. Buenas razones para que el jueves 18 de abril y, más adelante, el 13 de junio, ofrezca Herida absurda en el espacio Torquato Tasso, con el cantante y compositor Hernán Lucero. El título de la propuesta va acompañado por la frase “tangos clásicos y otras cositas”. Toda una promesa.
Esas “cositas”...
“Vamos a contar una historia a través de tangos clásicos que van a decir aquello que están atravesando los personajes”, adelanta. El repertorio es bien atractivo. En el playlist figuran “El día que me quieras”, “Que me van a hablar de amor”, “Los mareados”, “Esta noche me emborracho”, “Cristal”, “Afiche”, “Nostalgias” y “La última curda”, entre otros. Compositores y músicos de la envergadura de Carlos Gardel, Alfredo Le Pera, Héctor Stamponi, Homero Espósito, Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo sobrevolarán la atmósfera de esta narración musical a través de la cual se escudriñará el devenir de una pareja.
“Contamos la historia de dos cantantes de tango, de alguna forma recreando un vínculo como podría haber sido el de Ada Falcón y Francisco Canaro, o el de Tita Merello y Luis Sandrini; historias de artistas que se han encontrado en escenas muy tangueras y emprendiendo romances muy pasionales”.
-¿Pasarán por todas las posibilidades del enamoramiento?
-Sí, será un duelo tanguero para contar desde el encuentro inicial hasta las confesiones y los reproches. Hoy le dicen “vínculos tóxicos”.
Innocenti remarca que “se decía que ‘el tango es macho’, pero ya dejó de serlo”, buscando confirmar desde qué lugar se posiciona para cantar. “Hay tangos que fueron escritos para que los varones se los canten a las féminas, pero acá yo se los digo a Hernán (Lucero)”.
Para la actriz, Herida absurda también propone una atmósfera “almodovariana”, ya que aborda ciertos tópicos del melodrama o el folletín. “Decimos ´almodovariano´ para que la gente lo identifique rápidamente, pero también tiene mucho que ver con el ideario de las películas de Hugo del Carril o Enrique Santos Discépolo”.
-Como sociedad y pensando en sus rasgos de identidad, estamos en un problema si hay que recurrir a Pedro Almodóvar por desconocimiento de Hugo del Carril.
-Por eso insistimos en elegir nuestra música ciudadana, y dándole nuestros aires como intérpretes del hoy.
Su carrera musical tiene varios mojones. Se atrevió con repertorios populares que versionó de una manera infrecuente, como sucedía en su show En agua negra cuando interpretaba “Tiritando”, el hit de Donald, desde un lugar que permitía recuperar la profundidad de una letra escondida en la música efervescente. “Según algunos críticos, es la versión más Jacques Brel que escucharon de un tema tan popular”.
Ante la ausencia de ficción televisiva en televisión y escasa producción cinematográfica, Virginia Innocenti confiesa que “me invento estos espectáculos para traerle alegría a mi corazón, la música siempre me repara el alma”.
Migrante
-Viviste un buen tiempo en Córdoba.
-En pandemia, cuando se abrió un poco la circulación, me fui a vivir a las sierras, no quería que me agarrase otro invierno en Buenos Aires. Pensé que no volvería, estaba en otro circuito existencial. Estuve en varios lugares del Valle de Traslasierra y también en Mendoza. Fue muy necesario para mí.
-Eran tiempos donde te estabas reponiendo de algunos duelos personales.
-Sí, en 2018 falleció mi papá y, al año siguiente, murió mi madre; durante los últimos años estuve acompañando sus cuidados.
En 2022, para un aniversario de la muerte de Tita Merello, la convocaron del CCK para reponer el espectáculo en homenaje a la actriz y cancionista que ella misma escribió e interpretó en varios espacios. “Eso me impulsó a regresar”.
En aquellos tiempos de introspección observada por las sierras, fue convocada para cantar en Mendoza. Allá fue. Sin embargo, el destino le tenía deparado un suceso que sería bisagra en su forma de entender su existencia.
Innocenti manejaba hacia la provincia de los viñedos cuando, a diez minutos de llegar a destino, su vehículo, en plena tormenta, perdió el rumbo y volcó. “Si ves cómo quedó el auto, no podés creer que haya salido viva e ilesa, porque sólo me tuvieron que dar un punto en la cabeza”. Su perra, que la acompañaba, también resultó sin ningún daño.
“Venía de atravesar los duelos por las partidas de mis padres y superar cuestiones de salud, a eso se sumó la pérdida de mi gran amigo Gabo Ferro, algo que aún hoy no puedo procesar”, recuerda la actriz, quien no duda en reconocer que “estoy viva de milagro”.
“Luego del concierto que di en Mendoza, tomé conciencia de lo que había sucedido y me vine a pique. Fue un largo proceso recuperarme del estrés post traumático. Fue una forma de duelar mi propia muerte. La vida me dijo ‘mirá que vos también te podés ir’, y escuché”.
-Hoy, ¿cómo te plantás ante aquello?
-Una piensa que le tocó quedarse de este lado y se pregunta para qué. Siempre trabajé cuál era mi misión por esta vida, un camino que no quisiera pasar en vano. Yo les estoy agradecida a los artistas que han sido faro en mi vida, ojalá yo pueda ser faro para algunos. Si eso sucede, me siento hecha.
El hacer
-¿Qué tiene que tener un proyecto para que aceptes hacerlo?
-Me tiene que conmover, la historia tiene que estar buena y, obviamente, me debe interesar el rol que me ofrecen. Suelo hacer a mujeres fuertes que intentan imponer su voz. He buscado componer personajes más complejos que una “mala” o una “villana”.
La actriz es enfática en este punto. Buscando dejar en claro que no se siente satisfecha con definiciones radicalizadas. Entonces, siente que Libertad Morel, la criatura que interpretó en la tira ATAV, ya hace varios años, buscaba impregnarle claroscuros.
-Ante la inmediatez y la cantidad de escenas que se deben grabar por día para cumplir con una pauta, ¿cómo lograbas que tus personajes tuvieran las luces y sombras que buscabas imprimirles como actriz?
-Cuando, a los 18 años, debuté en televisión, me dijeron “cuando se enciende la luz roja de la cámara, hablá”, y así hice. Soy un animal de escena en el contexto que me pongas, tengo una capacidad de resolución que me es innata. Desde muy chiquita estoy sobre los escenarios, entonces supe hacer de la dificultad, una oportunidad.
Además, sostiene que le interesa estar “muy presente” a la hora de cumplir con sus roles y que posee “una gran capacidad de improvisación”.
En torno a los cuidados de su interioridad, y también de su físico, entiende que “he llevado una vida casi de deportista, yo soy mi propio instrumento en exhibición, por lo tanto, me he cuidado desde lo físico y desde lo psíquico para poder llevar a cabo todo lo que hice. Son cuarenta años de televisión, cine y teatro, escribir obras y producirlas, cantar y sacar discos, es un montón, por eso trato de estar muy conectada con mis emociones y que, en la medida de lo posible, no me arrase. El cuerpo es todo lo que tenemos para existir, por eso, no debemos estar escindidos de los ciclos vitales”.
-Las clases que dictás, ¿son de actuación?
-No, son talleres de interpretación, los toman actores y cantantes. Se trata de tutorías personalizadas, acompaño procesos y proyectos; trabajo con profesionales y con personas sin ningún tipo de experiencia para que cada uno cumpla su sueño.
-¿Siempre hubo música en tu vida?
-Sí. Mis padres eran amantes de la ópera y el tango; mis hermanos son más grandes que yo, así que fui creciendo escuchando lo que ellos escuchaban. Mi hermano tenía una banda de jazz rock y mi madre tocaba el piano y cantaba. Los instrumentos eran mis juguetes.
Imparable, hizo radio con Tom Lupo y también dirigió teatro. En el Centro Cultural de la Cooperación condujo los destinos de su puesta de La oscuridad de la razón, de Ricardo Monti, y, en el Teatro Nacional Cervantes, una versión de La barca sin pescador, el clásico de Alejandro Casona.
Cuando la reconocen por la calle y comentan “es la de la tele”, entiende que es una manifestación de afecto, pero que no la define: “No soy de la tele, soy una mujer que, a veces, realizo determinado rol como actriz en televisión”.
-¿Cambió el vínculo entre los actores y los televidentes?
-A partir de la irrupción de las redes sociales, ya no somos personajes tan distantes como cuando yo empecé. La gente sabe que no nos bañamos en champán y que somos trabajadores.
-¿Qué significa el espectador para vos?
-Tengo mucho respeto y amor por el público. Es a quien está dedicado mi trabajo.
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