Uña Ramos, la música que fue de Humahuaca a Berlín
Hace diez años que el artista se presenta en Alemania
BERLIN.- Cuenta una leyenda peruana sobre una ciudad desaparecida, que tenía una puerta a través de la cual, con el sol del amanecer, aparecía un rayo de luz que saludaba y despertaba al rey de los incas, hasta la hora del sueño, y que esa puerta entre el mundo de los dioses y el de los hombres ha permanecido como la memoria de una cultura destruida. Otras, cuentan sobre el ritual de las vicuñas, animal suave y salvaje, protector de los incas, o sobre el amanecer y el camposanto; sobre el tiempo de una tierra sabia y legendaria... y así, una tras otra, a lo largo de su concierto, Uña va destejiendo un telar hecho de historias andinas, narradas con un manantial de inspiradas melodías y breves comentarios en castellano o en francés.
Cálido y dulce
El sonido seco, casi áspero pero a la vez cálido y dulce de la quena y la antara, el acompañamiento de una guitarra siempre sensible y los sugerentes títulos de sus composiciones logran un clima de especial compenetración en el auditorio. Luego, la imagen de ese pequeño hombre, solo, en medio del escenario, consigue captar todo aquello que escapa a esa experiencia auditiva. Vestido con atuendos blancos, sus largos cabellos grises y su rostro de inconfundibles rasgos indígenas embelesan al público alemán que, casi en una suerte de hipnosis, contempla al músico como a un mago, dueño de secretos y sabiduría ancestrales. Una cautivante mezcla de melancolía y religiosa espiritualidad, eso es lo que la prensa alemana coincide en destacar de la lírica sencillez de sus composiciones.
Hit de una época
Uña Ramos es argentino, jujeño, nacido en la Quebrada de Humahuaca hace setenta años. Su famosa interpretación de la melodía "El cóndor pasa" (del peruano Alomía Robles), grabada con Paul Simon a comienzo de los años 70, se convirtió en un hit de la década y en un clásico de todos los tiempos. Es compositor y luthier de sus propios instrumentos, a lo largo de su trayectoria ha ofrecido innumerables conciertos en los cinco continentes y su discografía incluye más de 50 títulos, de los cuales, sólo en Japón, se han vendido más de 15 millones de placas. Sus últimos trabajos son "Piano Works", con composiciones arregladas para piano en interpretación del argentino Sebastián Forster (CD presentado recientemente en Berlín), y el álbum "El pájaro de los Andes", editado en Francia.
Como cada temporada desde hace más de una década, y acompañado siempre en una perfecta simbiosis musical por el virtuoso guitarrista francés Ulysse Pauvarel, Uña se presentó en la Filarmónica de Berlín, para el ciclo de Arton Music con el auspicio de la embajada argentina (dicho ciclo de intérpretes argentinos incluye recitales del pianista Sebastián Forster y de los bandoneonistas Dino Saluzzi y Juan José Mosalini, entre otros). En la capital alemana, Uña Ramos dialogó con LA NACION.
-¿Cuál es el origen del nombre Uña?
-¡Eso me hubiera gustado preguntarle a mi abuelo! Pero según la historia que me contaba mi padre (él también se llamaba así: Uña Guarache, un apellido aymará o quechua-boliviano), el nombre Uña viene de Mongolia. El decía siempre que su familia, que se dedicaba a cuidar vicuñas en la montaña, tenía un origen asiático, que habían venido de Siberia. Por el otro lado, mi madre había nacido en Humahuaca, su familia era de Arequipa, Perú, y se conoció con mi padre en Jujuy, después de la guerra del Chaco.
-¿Cómo aprendió el arte de tocar la quena?
-Fue mi padre quien me construyó mi primera quena y así empecé a tocar a los cuatro años.
-¿Qué significa ser un indio quechua?
-Decir indio en nuestro país es peyorativo, pero no para mí, porque estoy muy contento de que, gracias a mi cara y a mi pelo, ando por todo el mundo. Para mí, ser quechua significa diferenciarme de los demás.
-Y antes de salir al mundo, a convertir su música y su figura en un sello de autenticidad...
-Cuando salí de mi pueblo para hacer mis estudios tenía 11 años y la diferencia que sentía por ser un hijo de la Quebrada de Humahuaca estaba en el hecho de que yo siempre me sentía grande, de la cabeza. Por otra parte, cuando llegué a la ciudad donde estudié (a Santiago de los Toros), como además tenía que trabajar para poder estudiar, estaba muy ocupado y nunca tuve tiempo para pensar nada más que en la música y en mi trabajo.
-¿Cómo desarrolla su labor de compositor en Europa?
-Hace 19 años que lo conozco a este chico (se refiere al guitarrista francés Ulysse Pauvarel). Vino de muy jovencito a tocar conmigo y de ahí empezó a aprender muy bien los ritmos y además es muy ducho para tomar el tema y entender mi música. Pasó muchas tardes a mi lado hasta que le enseñé a tocar el charango, la guitarra y después, cuando aprendió todo, me dije: ahora no tengo más problema, lo tengo a Pauvarel. Antes hacía todo yo: tenía que escribir, copiar las notas, hacer los arreglos... todo lo hacía yo, pero soy muy lento y eso me daba mucho trabajo... Cuando hice mis estudios en el Conservatorio de Santiago del Estero, Josefina, la hija de Andrés Chazarreta, me enseñó la primera lectura y me controlaba con la flauta traversa, pero me decía: "¿Qué te pasa que siempre estás agregando un trémolo?, ¿por qué hacés eso?" Y yo le respondía: "Porque creo que aquí le falta un trémolo". Hasta que un día me dijo: "Vos sos más creador que músico. Lo que tenés que hacer es venir lo menos posible al conservatorio e irte. Creá, guardá tu estilo". Y eso hice: me quedé seis años en el conservatorio y de ahí me fui a Buenos Aires. Más tarde, Buenos Aires fue el trampolín para venirme a Europa.
-¿Piensa que hay una tradición en la música andina que aún se continúa?
-Creo que en la Argentina hay una calidad de músicos excepcional, que se renuevan, que van adelante y que no se quedan únicamente con el carnavalito, con el bailecito y la chacarera. Creo que hay muchos otros músicos que siguieron con una tradición, que es la de evolucionar, como lo hizo Piazzolla. Ese fue un hombre de lucha que hizo conocer un nuevo tango en el mundo. Hay gente que no está de acuerdo con él, así como habrá gente que no está de acuerdo conmigo. En Buenos Aires, cuando yo puse guitarras de doce cuerdas y redoblantes, me dijeron: "¿Pero qué es esto?" "Es música -respondía yo-. Esta es mi música." ¡Te estoy hablando de hace más de 30 años! ¿Y qué iba a hacer yo entonces en la Argentina de esa época? El lugar que empezó a entender mi música fue Francia, después Japón y Estados Unidos. Por eso me fui.
Volver
-¿Por qué hace tantos años (más de diez) que no vuelve a la Argentina?
-La Argentina para mí es el primer regalo que me hizo la persona que me trajo al mundo, mi madre, y yo tengo un gran respeto por mi país. Allí nací, crecí y aprendí todo lo que soy. Es mi patria y nunca lo olvido, no importa si estoy tocando en Japón, en Alemania o en Africa. Mi educación, mi música se hicieron allá, y todo lo que aprendí después es verdaderamente suplementario, todo lo que vino ha sido porque yo lo quise así. De la Argentina... para mí, por ejemplo, es un placer encontrarme con Mercedes (Sosa) y con León (Gieco)... siempre me gustó hacer cosas con estos chicos, tocar juntos, pasar momentos agradables de amistad.
-¿Y por qué no vuelve entonces?
-Las propuestas que me hacen nunca son las que me agradan y hablando sinceramente, algunas veces tuve discusiones porque primero quieren pagarme una cosa, después otra. Luego no pueden esto o no pueden aquello y acabo por decir: mejor esperamos un poco para cuando ustedes tengan la posibilidad de pagarme lo que yo pretendo. Allí diré que quiero volver, porque quiero a mi país, pero estoy un poco viejo para empezar todo de cero. Antes iba porque mis padres estaban vivos, tenía motivos grandes. Ahora quedan los chicos y amigos que quiero mucho.
-Siendo que su música está tan ligada a la naturaleza y a las historias andinas, ¿no necesita de sus paisajes norteños para componer?
-Aquí me falta todo. Siempre. Pero lo que quisiera hacer, y eso estoy esperando, es poder organizarme un sistema de tranquilidad. Ahí voy a aprovechar para visitar no sólo mi país sino también los vecinos Perú y Bolivia.
-¿Cómo es ese lugar que le falta?
-Yo nací en Humahuaca, Jujuy, casi en el límite con Bolivia. El valle, esa quebrada tan hermosa... uno nunca puede olvidar ese lugar, es la región donde habitan las vicuñas. En Humahuaca la primavera está llena de perfume a naranjos, es florida, tiene colores, el cielo es siempre azul y aun cuando llueve todo se despeja muy rápido ¡es la montaña! El viento, el olor de la tierra... ¿Conocés Purmamarca?, ¿los siete colores de la montaña? Nada de eso se olvida.
-¿Cómo ha llegado hasta acá?
-Salí de la Argentina como todo el mundo. Partí de Buenos Aires en 1971 y llegué a París invitado por mi sello discográfico, con dos discos bajo el brazo para hacer la presentación. Se podría decir que allí entré en el comercio mundial. ¿Cómo llegué hasta aquí? Yo vivo en el mundo, soy ciudadano del mundo. Vivo en el país que me recibió: Francia, pero tampoco me siento francés sino que simplemente vivo allí, y sólo de vez en cuando. ¿Mi familia? Ya no me queda nadie: mi madre se fue, mi padre también se fue... y mis hijos están en el mundo. Nací en 1933, tengo 70 años. Pero no tengo miedo de morir un día.
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