Una de las mejores canciones de la música brasileña y la unión impensada entre uno de los fundadores de la bossa y la musa de varias generaciones
La invitación de un sello discográfico posibilitó uno de los dúos más memorables de la historia de la música popular del siglo XX
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Son los últimos momentos del videoclip. De un lado Elis Regina, auriculares enormes, pequeña, camisa verde y cigarrillo en una mano. Del otro Tom Jobim, auriculares enormes, grandote, sweater marrón. En el medio, un micrófono. Se vienen turnando las partes de la canción, primero ella, luego él, y viceversa. Cantan a dúo, más agudo, más grave, más áspero, más dulce. Entonces, a poco de cerrarla, acontece un juego. Entran en una zona liberada, casi púber, que los conduce livianamente hacia el silbido, el tarareo, el meneo de los cuerpos y el olvido adrede de la letra; brillante, magnánima y final, la gracia eterna de Elis con sus ojos entrecerrados y una sonrisa plena, divertida, que contagia de éxtasis a las últimas notas del piano de “Aguas de março”.
Cierta vez, después de escucharlos, Frank Sinatra dijo que era como lo más cercano a la perfección. La cumbre de la interpretación a dos voces entre un hombre y una mujer. No exageraba. Escrita a comienzos de los 70 por uno de los fundadores de la bossa nova, Tom Jobim, hoy sigue resplandeciendo en su modernidad melódica. Es el palo, es la piedra, es el final del camino, proclama Tom bajo un tenue ritmo de bossa. Marzo es, en Brasil, como en Argentina, el mes que marca el ocaso del verano. Ese momento del año trae la noche, la muerte, el lazo, el anzuelo y el misterio profundo, quieras o no. Una promesa de vida en tu corazón, cantan Tom y Elis, en una de las mejores canciones de la música brasileña de todos los tiempos.
É pau/é pedra/É fim do camino/É un resto de toco/É um pouco sozinho
“Todas mis canciones las escribí imaginando a Elis cantándolas”, decía Milton Nascimento, a quien Elis Regina le parecía un mito. Entre 1966 y 1977, Elis grabó varios discos con su nombre como título. En el tercer Elis, de 1972, aparece por primera vez el pianista y arreglador César Camargo Mariano -que además fue su marido y cuya hija, María Rita, es la descendiente natural de ese legado-. Allí, en el repertorio, irrumpía su primera versión de “Aguas de Março”, ese tema de Jobim que la había deslumbrado cuando conoció la canción de su propio puño y letra, luego incluido en el experimental disco del pianista y cantante, Matita Perê (1973).
Elis 72 fue, además, el primer disco de Elis en el campo de la MPB -Música Popular Brasileña-, esa huella estética que combinaba sonidos eléctricos del rock con la armonización del jazz, herencia de la bossa nova, aunque salpicada de pop, samba y reggae. Y fue, también, preludio de Elis & Tom, disco que vio la luz en 1974, fruto del encuentro de los dos talentosos músicos en los MGM Studios de Los Ángeles, donde vivía Jobim. Elis se preparaba para un nuevo Elis cuando llegó una inesperada invitación de su sello habitual, Philips Records, que quería unir su popularidad cuasi rockera con el prestigio jazzístico de Tom. Nunca se imaginaría que bajo esa reunión cumbre saldría uno de los discos más escuchados de la historia.
La idea de grabar por entero a un compositor, Tom Jobim, que no había ocupado un lugar preferencial en su repertorio, aquel proverbial creador que hacia comienzos de los 70 estaba algo olvidado en Brasil y se escuchaba como música lounge en los cocktails de moda, significaba un desafío artístico. Como escribió Diego Fischerman en “Retrato (de una cantante) Elis Regina”, del libro Escrito sobre música, Elis fue la musa inspiradora de varias generaciones de autores: Caetano Veloso, Milton, Gilberto Gil, Chico Buarque, Edu Lobo, João Bosco, Iván Lins. Tom Jobim, en efecto, no figuraba predilectamente en su radar. Culta y a la vez popular, Elis Regina fue la punta de lanza que revolucionó la canción de tradición popular y que integró, como pocas, las herencias folklóricas del Brasil con el rock que llegaba de Estados Unidos e Inglaterra. Corrían además los exaltados tiempos del tropicalismo, influenciados por la antropofagia de Oswald de Andrade y la bossa parecía estar en retirada. Hasta que en las radios sonó un tema que lo cambió todo. Signo de modernidad, con un timbre de voz tan lírico como inquietante, Elis posicionó a “Aguas de março” en el olimpo del contrapunto, en un dueto que se convirtió en legendario retrato de la época: de Brasil -una vez más- al mundo.
Más allá de su ya conocidísimo faro para lanzar compositores -que revela una incesante búsqueda y ningún estancamiento-, puede sumarse al currículum de Elis el hecho de haber recuperado a Tom Jobim en Brasil. El compositor, después de grabar en 1967 un disco con Frank Sinatra, pasó a ser la víctima de un síndrome brasileño que, años antes, también había aquejado a Carmen Miranda. Fue acusado de haberse americanizado. “Aguas de março” ganó las radios de todo el país. Cuando los dos hicieron el show de lanzamiento del disco, hacía casi diez años que él no pisaba un escenario brasileño. La historia de la grabación del disco Elis & Tom, así como la de todos los malentendidos que la rodearon, es contada en Elis Regina. Una biografía musical (Híbrida) por el periodista Arthur de Faria de forma absolutamente sabrosa, con todos los buenos y malos humores característicos de la personalidad de Elis.
Pocos días tardó la grabación de Elis e Tom con una pregnancia tal de “Aguas de março” en la lista de temas -entre otras gemas como “Modinha” y “Corcovado”- que rápidamente se decidió colocar unas cámaras y crear el videoclip en los estudios norteamericanos. Según contaron los testigos, en Los Ángeles la magia del dueto surgió de una delgada línea entre ensayos y una rauda convivencia de ideas, conocimientos y sobremesas hasta largas horas de la madrugada. Diálogo perfecto entre letra y melodía, hay otra historia alrededor de la canción. Tom Jobim se estaba construyendo una casa en su campo familiar de Río de Janeiro mientras componía la canción. Se acababa el verano, llegaban las lluvias y lo viejo se borraría para dar paso a una transformación: la vida de Tom ansiaba un remanso de anonimato y rutina bucólica, alejado de los estudios y las giras internacionales.
É a noite, é a morte, é um laço, é o anzol/É peroba no campo, é o nó da madeira/Caingá candeia, é o matita-pereira
La presencia de César Camargo Mariano en los arreglos de casi todos los temas de Elis e Tom dio un toque sutil, de precisión y enfoque -resistido, en un primer momento, por Tom, que intentó poner a sus propios músicos-. “Aguas de março” era el tema de apertura. Elis fue la voz omnipresente y César permitió a Tom cantar en algunos temas y a poner el piano en otros, entre ellos “Aguas de março”. Entre el resto estaban los músicos de Elis, los guitarristas Helio Delmiro -que integró la banda de Milton Nascimento- y Oscar Castro Neves, Paulo Braga en batería, Chico Batera en percusión y una orquesta de cuerdas dirigida por Bill Hitchcock.
María Luiza, la hija más joven de Tom Jobim, lanzó hace unos años Casa Branca, su debut musical, un disco de electrónica indie y pop suave. En una entrevista recordó la reticencia de su padre a los instrumentos eléctricos a la vez que se inclinaba por lo sinfónico y lo acústico. Se decía que cuando recibió a los músicos de Elis Regina para la grabación de Elis e Tom, Jobim se desesperó al ver la cantidad de teclados, guitarras y bajos eléctricos que ingresaban al estudio. “¿¿Qué es todo eso?? ¡La cuenta de luz va a salir una fortuna!”, bromeó.
É um passo, é uma ponte, é um sapo, é uma rã/É um resto de mato na luz da manhã/São as aguas de março fechando o verão/É a promessa de vida no teu coração
“Aguas de março” concentraba otra singularidad: en la letra aparecían imágenes reconocibles en la cultura brasileña como la garrafa de cana -con la que se bebe el cachaça-, la peroba do campo -árbol nativo legendario- y el matita pereira -pájaro de mal agüero-. Todas figuras que desaparecieron en la versión en inglés que realizaría el propio Jobim.
En su impronta como compositor, Jobim se había entendido de maravillas con poetas y letristas como Vinicius de Moraes en los clásicos “Garota de Ipanema”, “Corcovado” o la bautismal “Chega de saudade”. Considerado el mayor difusor internacional de la bossa nova, su despegue fuera de Brasil tuvo lugar cuando, en 1962, Stan Getz consiguió un gran éxito con su tema “Desafinado”. Poco después, Jobim y otros músicos brasileños fueron invitados a participar en un espectáculo en el Carnegie Hall, donde se estrenó “Garota de Ipanema”. Pero la fama había dejado secuelas.
En el regreso a Brasil en su casa de Poço Fundo -que fue arrasada por una tormenta en 2010-, ambiente rural a las afueras de Río, se encerró a componer y escribir varios temas. Quería dejar la bohemia. El compositor había estado demasiado tiempo trabajando en Estados Unidos y deseaba recuperar su terruño. Estaba vacío, con 45 años, bajo una crisis existencial en la sierra de Teresópolis. De allí surgió “Aguas de março”, epifánica, entre la noche y la muerte. Un ave en el cielo, un ave en la tierra, arroyo, fuente y un poquito de pan. Y en el rosto, la sombra de la soledad.
Claudio Gabis se radicó en Brasil luego de la separación de Manal. Vivió cerca de Tom, que a diferencia suya pertenecía a la alta burguesía carioca. “Las casas eran sencillas pero primorosas -le dijo Gabis al periodista Mariano del Mazo en una entrevista-. Las atravesaba un tranquilo río de montaña. En marzo, el Río Preto crece y se vuelve más impetuoso con el agua de las lluvias que cierran el verano. En la parte más alta del terreno, en el fin de un pequeño camino, Tom construyó con piedra y madera su casa, un lugar de retiro que amaba profundamente”.
“La primera vez que escuché ‘Aguas de março’ no sabía nada sobre la bossa nova. Yo tenía nueve años y fue un instante increíble. Lo puso mi mamá en el equipo de casa, se ve que acababa de comprarse el disco”, recordó Ligia Piro. Su madre, Susana Rinaldi, la introdujo en aquella cadencia contagiosa, hechicera, tres minutos y medio que parecían inmortales para aquella niña inquieta.
Au, edra, im, minho/Esto, oco, ouco, inho/Aco, idro, ida, ol, oite, orte, aço, zol
Continuaba Ligia Piro, quién la situó como su canción favorita. “Recuerdo muy bien la tapa de ese long play: tenía un color naranja amarronado y están ellos dos como en una foto desprevenida; ella se está riendo y él está mirando a la cámara, con una actitud en la que parece decirle a ella: ´Mirá que nos están tomando una foto´. Sentí la necesidad de preguntar qué era esto, este ritmo nuevo, muy maravilloso, esta música llena de energía. Creo que esa edición del disco que puso mi mamá no traía las letras: las ediciones que llegaban en esa época acá, en los 70, no eran completas. Más tarde supe que la letra de la canción describe las cosas de la naturaleza en detalles ínfimos, pero en su momento no entendía nada: no está cantada rápido, es hablada, son descripciones de cosas y yo le preguntaba a mi mamá: ´¿Y esto qué es?´, y ella me decía ´No sé, no sé pero es lindo´, mientras subía el volumen y mi abuela bailaba; una situación muy graciosa”.
“Aguas de março” como un parangón de alegría, un instante ceremonial en la escucha. Es la luz de la mañana y la llegada del ladrillo, es la leña y el día, es el proyecto de casa, es el cuerpo en la cama, es el coche atascado.
En 2001, fue nombrada como la mejor canción brasileña de todos los tiempos en una encuesta de 214 periodistas brasileños, músicos y otros artistas de Brasil, realizada por el diario Folha de San Pablo. Leonard Father, uno de los críticos más respetados del jazz mundial, agregó la versión de “Águas de março” a su lista de las diez canciones del siglo veinte. En una encuesta realizada por la edición brasileña de la revista Rolling Stone, en 2009, la canción ocupó el segundo lugar de la que muchos consideran la mayor cantante de Brasil de todos los tiempos.
Fue tal la potencia interpretativa del dueto Regina-Jobim que es de esas canciones que no resisten otras versiones en el tiempo. Si bien algunas de ellas han dejado una marca singular, como las de João Gilberto, acelerando el fraseo, acompañado en una versión con su compañero Stan Getz ; o la del cuarteto Jobim-Morelenbaum, con un cello sobrevolando el paisaje rítmico gobernado por la percusión; o la hipnótica de David Byrne y Marisa Monte, con samples electrónicos, editado en el primer Red Hot + Rio; o la acompasada interpretación de Fito Paéz en Mi vida con ellas; o la de María Rita, al fin y al cabo la heredera nativa del tema, un tono transparente y redondo que deleita a los fans en sus conciertos.
La magia antigua de las canciones, esa que trasciende a cualquier voz, como la de la joven Elis, que moriría ocho años después del disco que más celebridad le dio, Elis & Tom, a sus 36, tras una mezcla de cocaína y alcohol. Nada afectó en el devenir de la historia a “Aguas de março”, sensual, cálida, líquida: todo lo que una palabra cantada puede, más que cualquier palabra escrita o simplemente leída.
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