Un renovador de la música clásica
En estos días se le realiza al compositor argentino un festival homenaje en el Lincoln Center de Nueva York, que incluye importantes títulos de su producción
NUEVA YORK.– Osvaldo Golijov no para de sonreír estos días. Y no es para menos. El Lincoln Center de Nueva York acaba de comenzar un festival de un mes dedicado a su obra, un honor que hasta ahora no había tenido ningún músico argentino, ni siquiera Astor Piazzolla, ídolo máximo de Golijov.
“Es algo muy especial. Es la primera vez, y posiblemente la última, que me hacen algo así. Estoy muy feliz, me siento muy honrado”, señaló el compositor a LA NACION durante un encuentro con la prensa.
Desde que en 2000 estrenó en Stuttgart su ópera “La pasión según San Marcos”, Golijov –nacido en La Plata en 1960– se ha convertido en uno de los compositores más buscados por las orquestas de Europa y Estados Unidos. Su estilo fuerte, ecléctico, que combina diversos tipos de música –ritmos de capoeira mezclados con coros evangelistas y tango, o flamenco, fado y son cubano, hilvanados con lamentos sefardíes– tomó por sorpresa al mundo de la música clásica, que lo declaró “un héroe entre los compositores contemporáneos”.
Y desde entonces no ha parado ni un minuto. El CD de “La pasión” fue nominado a un Grammy; creó la banda de sonido para dos películas, una de Sally Potter (“El hombre que lloró”) y otra de Alejandro González Iñárritu (su segmento en “11 de septiembre”); su música fue interpretada por la Sinfónica de Boston, la Filarmónica de Los Angeles y la Sinfonietta de Londres; compuso otra ópera, "Ainadamar", inspirada en la muerte de Federico García Lorca; lanzó un nuevo CD, "Ayre", con canciones tradicionales judías y árabes mezcladas con música electrónica y cantadas por la soprano Dawn Upshaw, su musa actual; enseña música en el College of the Holy Cross, en Tanglewood, y en el Conservatorio de Boston, donde vive con su esposa, Silvia, y sus tres hijos; ha seguido colaborando todo este tiempo con el Kronos Quartet, el St. Lawrence String Quartet, Yo-Yo Ma, la banda de rock mexicana Café Tacuba y el compositor argentino Gustavo Santaolalla.
Como si fuera poco, prepara una serie de presentaciones en el Barbican Centre de Londres y está listo para ponerse a trabajar en marzo bajo la dirección de Francis Ford Coppola para hacer la música de su nuevo film, "Juventud sin juventud". Mientras tanto, sueña con hacer una ópera de "El reino de este mundo", de Alejo Carpentier, sobre la situación de Haití, para la cual está buscando contar con Toni Morrison como libretista.
Con semejante actividad, resulta hasta extraño que haya podido hacerse tiempo para estar presente y lleno de energía en la apertura del festival del Lincoln Center, que muy atinadamente se llama "La pasión de Osvaldo Golijov" e incluye funciones de sus dos óperas, recitales de música de cámara, klezmer y tango, infaltable. El diario The New York Times y las revistas The Economist y The New Yorker han calificado el festival como "el" evento musical de esta temporada, y la publicación especializada Musical America lo declaró "compositor del año".
-En el mundo entero se pelean por usted, pero en la Argentina apenas lo conocen. ¿No tiene ganas de presentar su obra allá?
-Por supuesto. Pero mi función en la vida es escribir y no hay tiempo para escribir y empujar las obras. Esa es la función de los directores artísticos de las instituciones. Había un director joven, Leandro Valiente, que quería llevar "Ainadamar" a Buenos Aires, pero no sé qué sucedió. Con el Colón siempre pasa lo mismo; todos los años llaman pero al final no queda en nada. Igual sigo yendo a La Plata de vez en cuando, pero a visitar amigos solamente; ya no tengo familia cercana ahí. Mis dos hermanos viven en Israel y mi hermana, en España.
-Se habla mucho de la crisis de la música clásica, de que necesita nuevos aires y vigor, elementos muy presentes en su obra?
-Yo no creo que esté en crisis. En el ser humano siempre hay un fuego creativo que por cientos de años ha pasado por la música clásica; la fogata estaba ahí. Pero en el siglo pasado, si miramos para atrás, me parece que muchas de las composiciones que van a quedar para siempre no son música clásica. Pienso en Miles Davis y Gil Evans, por ejemplo, o en muchas de las canciones de Los Beatles, Duke Ellington, o nuestro Piazzolla, o Troilo incluso. Son cosas que ya ha quedado demostrado que van a ser mucho más representativas del siglo que la música clásica que se hizo en los últimos cien años. El error, creo, es asociar permanencia o trascendencia con un cierto estilo o ciertos lugares, como son Berlín, Viena y París. El fuego de la creación sale de los lugares menos pensados.
-¿Cuáles son las chispas que encienden ese fuego en usted?
-Creo que a lo largo de la historia los músicos siempre hemos estado inspirados por lo mismo: el amor, la muerte; si hacés una ópera, el poder? La posibilidad de que la vida tenga una trascendencia más allá de la muerte, la nostalgia, la melancolía, la felicidad?
-En su caso particular, que en 1983 se mudó a Israel para estudiar y luego a Estados Unidos, ¿hay relaciones o vivencias que lo han motivado específicamente a componer?
-La relación con mi madre fue muy importante; el Edipo es fortísimo. Ella me apoyó y me ayudó mucho. Fue ella la que me llevó a escuchar a Piazzolla cuando era chico y eso me marcó para siempre. Después, cuando estaba estudiando aquí, en Pittsburgh, con George Crumb, al principio fue muy difícil. Estábamos con mi esposa sin visa, sin poder trabajar legalmente, y con dos hijos. Trabajaba un poco para Domino´s Pizza y pensaba "esto se acabó". Pero mi mamá me alentó mucho y tuvo razón. Cuando le contaba que no tenía plata para comprar comida, me decía: "Comé menos y seguí soñando".
-¿Cuán importante es la influencia judía para usted?
-Es muy profunda; son miles de años que pasan por uno mismo. Pero yo creo que el judaísmo, más que una religión, es una cultura. Tengo una relación un poco conflictiva con la religión; siempre quiero creer, a veces creo, a veces no, me estoy siempre peleando con la idea de Dios, pero es parte de una corriente del judaísmo.
-Curioso que se haya vuelto conocido con "La pasión según San Marcos", una ópera de temática tan cristiana.
-Sí, pero me vi un poco como Rembrandt cuando pintó toda la Biblia y el barrio judío donde vivía. El no era judío, pero pintó a los judíos de una manera profundísima. Yo no soy cristiano, pero viví entre ellos los 22 años que pasé en la Argentina y mis mejores amigos no son judíos. Por eso de estar adentro y afuera al mismo tiempo creo que tenía una perspectiva distinta; veía cosas que ellos mismos no ven.
-En una entrevista dijo que se fue del país porque se dio cuenta de que siendo judío en la Argentina iba a ser siempre un ciudadano de segunda. ¿Cree que hoy todavía es así?
-No, creo que la situación cambió. Me parece que la última crisis borró esas diferencias; tantos judíos quedaron en la lona que ya no existe esa noción de que a los judíos siempre les va bien con la plata. Además, me parece que todos estos años de democracia han modificado mucho el panorama, hay más apertura. Yo me fui en el peor momento, al final de la dictadura y estaba todo mal. Hoy la Argentina es otro país; para mejor. A pesar de los problemas económicos y políticos, humanamente es otra sociedad, más abierta.
-¿Cree que la globalización está también afectando la música de manera definitiva o es sólo algo pasajero?
-Es algo inevitable, no es pasajero, y no hay que tenerle miedo. Es el mundo en el que vivimos y algo fantástico va a salir de eso. A mí, por ejemplo, me interesa llegar a la raíz de la emoción que estoy tratando de representar en un momento dado y la diversidad de estilos musicales me es útil. A veces llegás a esa emoción con un cambio de acordes, como lo puede hacer Mozart, o por un cierto contrapunto como lo puede hacer Bach, o por un melisma como lo hace un cantaor de flamenco. Todo es válido; son diferentes medios de llegar a esa emoción. Mismo en la música pop; yo creo que Shakira está haciendo cosas increíbles, mezclando cosas y haciendo canciones que no hubieran sucedido una generación antes. Ella está con las antenas paradas para ver qué sucede todo el tiempo en el mundo.
-Siendo un compositor tan requerido en este momento, ¿qué le aporta la experiencia como profesor?
-Enseñar es hermoso porque te pone en contacto con gente joven que te da energía y tiene reacciones muy espontáneas. Uno de los peligros del éxito es como cuando estás en el poder, que todo el mundo te dice que hacés todo bien. Pero si vas a enseñar a una universidad, los chicos están alejados de todo ese mundillo de la música clásica y te dan sus opiniones muy honestas y te hacen reflexionar, es un poco como estar en contacto con la verdad. Así que para mí enseñar es de alguna manera egoísta.
Perfil
- Nació en La Plata en 1960. Su padre era profesor de física y su madre, de piano. Estudió piano en el Conservatorio de La Plata. Estudió composición en forma privada con Gerardo Gandini.
- En 1983 se radicó en Israel, donde estudió con Mark Kopytman en la Rubin Academy of Jerusalem.
- En 1986, se radicó en Boston, donde estudió con George Crumb, Lukas Foss y Oliver Knussen.
- Es compositor y arreglador del Kronos Quartet, el St. Lawrence String Quartet, Yo-Yo Ma y Café Tacuba.
- En 2000, su creación "La pasión según San Marcos", que fue encargada para el 250° aniversario de la muerte de Bach, lo catapultó a la fama.
- El CD de "La pasión..." estuvo nominado a los premios Grammy y fue considerado uno de los acontecimientos musicales de 2001.
- Compuso bandas de sonido para la película "El hombre que lloró", de Sally Potter (2000), y en colaboración con Gustavo Santaolalla, para un corto de Alejandro González Iñárritu.
- En marzo trabajará con Francis Ford Coppola en la música de su film "Juventud sin juventud".
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