Un canto a la bohemia que inmortalizó el Canario Luna y que Jaime Roos no se animó por años a tocarlo en sus shows
Los brazos cruzados sobre la panza, la mano desconfiada en la barbilla. Con miras al carnaval de 1986, Jaime Roos había convocado a la murga Falta y Resto en el Club Tabaré, pero el Canario Luna mantenía sus distancias. La letra rotaba en los clásicos rollos de murga, los muchachos se aprendían los versos y Jaime esperaba pacientemente que la voz principal cayera en la red. Poco a poco, comenzó a acercarse. Primero un paso, luego otro, entonces otro. "No –dijo, sin prólogo–. Esa parte es así, patrón". De repente se largó a cantar y la canción calzó como un guante. Era una epifanía. Sin embargo, cuando el ensayo comenzaba a promediar, detuvo la práctica y miró a Jaime directo a los ojos.
Canario Luna:– Sabe cómo se llama esta canción, patrón?
Jaime Roos:– "Brindis por Pierrot", Canario.
Canario Luna:– No, no, no. ¿Cómo se llama?
Ante la insistencia de Luna, Raúl Castro, el fundador de la murga Falta y Resto, se acercó al oído de Jaime y tradujo las intenciones: "te está pidiendo lo que quiere por cantar la canción". "Bueno, ¿cómo se llama?", repreguntó Roos, ahora sí siguiéndole el juego al Canario Luna. La respuesta fue un cachet menor, pero de profunda justicia poética: "un lechón y un casillero de cerveza para fin de año". Nada mal para una canción que nació de un rito.
En febrero de 1984, recién llegado de su exilio holandés, Roos acompañó a sus amigos de Falta y Resto por los siete tablados de una noche. Todavía faltaban muchos meses de dictadura, pero la democracia se abría camino en esas grietas de la cultura popular. Así, en los altos ventanales de la madrugada, llegó a su casa tarareando una melodía que parecía concentrar la experiencia. Un dibujo de su invención que permaneció en el aire, sin las ataduras de la guitarra: libre como el canto airado de la murga. "El murguista, como siempre se dijo, no tiene dientes –apuntaba el Canario Luna, entonces tercia y principal cupletero de Falta y Resto-. Es vendedor de diarios, lustrador, poca lectura, y siempre con esa bohemia de tomarse una copita".
Aunque ya estaba metido en la grabación de Mediocampo, Jaime aprovechó una pausa del otoño para visitar un ensayo de la Falta. Allí, en las mesas del Club Fénix, se demoró hasta las tres de la mañana con el Picho López, Mario Benítez (exboxeador y entonces representante de la murga), el Canario y varios parroquianos más: enredado en una charla donde, como contraseñas, se cruzaban los nombres de viejos murguistas, glorias del deporte, la comedia y el crimen. Basilio Mycio Martincorena, un "célebre" delincuente abatido por la policía en 1961. La Gran Muñeca, una murga desaparecida; El Liberaij, el edificio donde se atrincheraron los criminales argentinos de Plata Quemada; Dogomar Martínez, el campeón uruguayo de boxeo de los medio pesados; Zelmar Michelini, el líder frenteamplista asesinado en Buenos Aires; el Niño Calatrava, personaje del humor carnavalero y, claro, el célebre Rubén Molina: figura histórica de la murga. Una galería de fantasmas que, entre las copas y el mostrador, adquiría espesor metafísico: el discurso del borracho como soliloquio shakespereano en el Río de la Plata.
En una Gestalt de la sensibilidad y la inteligencia, Jaime Roos metabolizó aquella conversación durante meses y meses. Disparada por una serie de preguntas (¿No lo vieron? ¿Dónde está? ¿Qué será de? ¿No se acuerdan?), estructuró la canción en dos primeras partes de orden tanguero y un tramo final inspirado en el samba que tocaban los Demônios da Garoa a fines de los años cincuenta. "De todos modos, todo eso está pasado por la batea de la murga –dice Jaime Roos en la biografía de Milita Alfaro– que lo interpreta en la forma de murga candombe, con un tempo realmente lento".
Para octubre de 1985, "Brindis por Pierrot" le quemaba en las manos: era un misil teledirigido al corazón de Montevideo. Sin planes para un disco a corto plazo, decidió reunir sus canciones más celebradas en una antología (ensalada, como dicen los uruguayos) y registrar tres piezas para la ocasión: "Murga de la Pica", una nueva versión de "Cometa de la farola" y "Brindis por Pierrot". Auspiciado por el Palacio de la Música, Jaime entró a los estudios La Batuta y grabó todo ese material entre el 8 y el 15 de noviembre de 1985. "Pierrot", pese a su complejidad, llevó solo dos sesiones. Durante la larga jornada del 11 de noviembre se hicieron las tomas de coro, guitarra y batea de murga. Después de la medianoche, cuando Jaime sopló 32 velitas y el clima estaba a punto caramelo, el Canario puso su voz de madrugada. Un par de días más tarde, Jaime metió el tololoche y Darío Ribeiro mezcló el material.
Era la edad dorada de MTV. Aunque aún no había tradición alrededor del videoclip uruguayo ("Durazno y Convención" era acaso el único antecedente), el sello y el autor coincidieron en la necesidad de apoyar el lanzamiento con una filmación. Planificaron una jornada de rodaje en el Club Congreso y, durante tres horas, se propusieron documentar todo ese clima de camaradería y billar que llegaba a su punto cúlmine con el monólogo dramático del final: "Te largan a la cancha sin preguntarte si querés entrar / Por si fuera poco, de golero / toda una vida tapando agujeros. / Y si en una de esas salís bueno, / se tiran al suelo y te cobran penal".
El video se estrenó en el Especial de Navidad de Telecataplúm, el ciclo humorístico por el que pasaron capocómicos como Ricardo Espalter, Eduardo D'Angelo y Berugo Carámbula (antecedente de Hiperhumor). La canción, casi literalmente, explotó. Sonó a la mañana y a la noche. En las voces barriales de La Teja y en los estéreos de los jeeps bacanes que surcaban la costanera. Una onda expansiva que trascendió todos los estratos sociales y unificó simbólicamente a la tribu. "Cada tema tiene su dimensión y hay dimensiones que son compatibles con la gente a nivel masivo –dice Jaime-. Es la culminación, no del artista sino de su obra".
Por supuesto, el éxito tuvo algunos daños colaterales. Eventualmente el Canario se cansó de cantarla y se distanció del autor. Jaime, sin embargo, se rehusó largo tiempo a reemplazarlo. "Yo no me animo a canturrearla ni siquiera en un asado –dice Jaime–. Me las puedo arreglar para interpretar tal o cual género y he cantado unas cuantas murgas, pero ‘Brindis por Pierrot’ no, es imposible. Tiene que ser una tercia barrial como la del Canario o como luego, después de estar años en la banda, la interpretó el Zurdo Bessio. Porque es una canción que va más allá de una voz. Necesita una cierta personalidad escénica y, con los años, el Zurdo la adquirió".
Ahora, mientras se termina de reeditar la obra completa de Roos y se anuncia su regreso a los escenarios, la editorial Estuario acaba de publicar un libro dedicado completamente a aquel disco. Su corazón es el espíritu indomable de la bohemia: los parroquianos que siguen con el codo sobre el mostrador y la vida sin retaguardia: la redención dibujada en un canto de madrugada. "Estamos de paso, hermano –dice el Canario Luna, en la película Hit-: vinimos en bolas y nos vamos a ir en bolas".
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