Ulises Conti arma su propio paseo por la electrónica
El compositor académico argentino se propuso en 1.234,8 incursionar en el techno, el ambient y el IDM; grabado en Berlín, los diez tracks del álbum funcionan como una indagación sónica
Hipnótico. Esa es la palabra que Ulises Conti elige para definir su último álbum, 1.234,8, un título a primera vista extravagante, pero que no lo es tanto: a esa velocidad, medida en kilómetros, viaja el sonido. "Cuando una nave supera esta velocidad, rompe la barrera del sonido y produce un fenómeno llamado boom sónico -advierte el músico-. El año pasado, cuando estábamos grabando este disco en Berlín, nos divertíamos pensando que el estudio era como una nave que viajaba a toda velocidad. Como suele suceder, muchas cosas nacen de una broma, de un coro de risas. Las diez piezas de este álbum son fracciones numéricas cuyas sumas siempre dan como resultado final 1.234,8".
El juego con el tiempo, la distancia y las velocidades no son un capricho ni una veleidad. El viaje que proponen los diez tracks del disco está lleno de paisajes diferentes. La imaginación que despierta cada uno es singular y puede variar notablemente según el contexto de la escucha. 1.234,8 es un álbum movedizo que atraviesa e induce diferentes estados porque enuncia una voluntad de diálogo más de un apego al discurso cerrado. Apurarse a catalogarlo, entonces, es inútil. Es la incursión más decidida de Conti en la electrónica, sí. Hay lazos elocuentes con el techno, el ambient y la IDM (Intelligent Dance Music) surgida en los 90.
Pero la idea de preservar una identidad difusa es evidente. "Siempre tengo el deseo de hacer cosas distintas -explica Ulises-. Bremen, mi disco anterior, está compuesto exclusivamente por grabaciones de campo. Es un disco sin música. Supongo que para algunos debió haber sido una sorpresa, igual que 1.234,8. Ahora quise hacer música electrónica con predominio de los ritmos, las voces y una investigación sonora diferente. Componer música electrónica en el estudio es como ser un científico en el laboratorio. Pasás semanas enteras analizando sonidos como si fueran células en un microscopio".
El socio elegido para ese trabajo de laboratorio fue Ismael Pinkler, un productor y músico de larga trayectoria que ha editado en los sellos alemanes Shitkatapult y Meteousound, y suele presentarse en museos, galerías de arte y festivales prestigiosos como Mutek. "Me cuesta pensar actualmente en un productor local de música electrónica más genuino que él. Produjo Los griegos creían que las estrellas eran pequeños agujeros por donde los dioses escuchaban a los hombres, un disco que hicimos en 2014 para el sello discográfico japonés Flau Records. Esa fue una experiencia de mucho riesgo estético. Pusimos la vara bien alta y la respuesta en las revistas de música más importantes del mundo proyectó exponencialmente mi trabajo. En 1.234,8 su tarea fue mas bien curatorial, ayudándome a elegir el material y a definir una identidad sonora. Si él fuera inglés o norteamericano seguramente estaría produciendo música para grandes sellos, pero en Buenos Aires las cosas son diferentes. No hay productores ni sellos ni empresas que se jueguen a hacer algo distinto con la cultura de masas, y si no tenés la suerte de ser muy inquieto y valiente, o de tener un padre que te muestra un disco de Miles Davis o una película de Godard cuando sos chico, corrés el peligro de convertirte en la presa de un montón de oportunistas que dirigen este sistema".
Habitual colaborador en los proyectos artísticos de Lola Arias, productor de músicos independientes, compositor muy requerido en el ámbito del teatro alternativo, Conti está convencido de que "ser músico independiente en este país es casi un milagro y también un privilegio, pero ante todo es una decisión política". Ahora planifica una gira por Japón y China más algunas presentaciones en diferentes países de Europa. Alemania, donde trabajó para Kammerspiele Munich, HAU Berlin y Theater Bremen, es una de sus plazas fuertes. Excursiones de un músico nómade y difícil de etiquetar que se construyó a sí mismo con esfuerzo y dedicación: "Mi padre es afilador, vengo de una familia humilde de los suburbios en la que no hubo nunca ningún tipo de inquietudes artísticas -cuenta-. Crecí en Buenos Aires recorriendo día y noche todos los rincones de la ciudad. Trabajé de cartero, jugué al básquet hasta los 18 años, tuve bandas de rock en la adolescencia, estudié en el Conservatorio Nacional y después tuve la suerte de viajar por el mundo con mi música. Mi vida fue una gran transformación. Ser compositor era mi sueño y el único lugar que podía salvarme de una vida que no quería. La sociedad no quiere que uno sea así, la sociedad necesita empleados de supermercados, oficinistas, promotoras de perfumes trabajando en los shoppings".
Inquietudes y colaboraciones en danza
Al margen de las presentaciones relacionadas con su nuevo disco, Ulises Conti tiene una agenda de trabajo cargada. Lo cuenta él mismo: "Estoy produciendo nuevos discos en mi sello discográfico Metamusica, donde grabaron artistas como Francisco Garamona, Nicolás Moguilevsky, Lola Arias y Ezequiel Cutaia. Sigo trabajando en el proyecto Caminar y Escuchar, una caminata grupal y silenciosa por diferentes ciudades del mundo. La editorial Mansalva publicará pronto mi último libro, Copacabana Palace. También estoy desarrollando una interfaz que se llama El gran sueño, donde reúno grabaciones con los sonidos de todos los barrios de la ciudad de Buenos Aires. Continúo dictando el workshop Políticas del Sonido en el Centro de Investigaciones Artísticas que dirige Roberto Jacoby. Estoy preparando un taller de sonido en Fiorito, gracias a la invitación de Fernanda Laguna. Y trabajando en un disco orquestal de música clásica". Abundante y variado, es innegable.
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