El mejor productor de su generación se hizo adicto a las pastillas y casi pierde todo
Habla con cualquiera de los amigos de Timothy “Timbaland” Mosley, y todos te van a decir lo mismo: que hace un par de años era un hombre completamente diferente. Te van a decir que había perdido el camino, que se había deprimido, que tenía sobrepeso y que despreciaba los beats severamente minimalistas de los éxitos de artistas nuevos como Future y Migos. No había hecho un hit desde el autotitulado LP de Beyoncé de 2013; su matrimonio estaba en crisis; y sus mejores amigos en la industria, los productores Pharrell Williams y Swizz Beatz, estaban lo suficientemente preocupados como para seguirlo de cerca intentando levantarle el ánimo con charlas motivacionales. “Sentí que no estaba comprometido, deshaciéndome de mi ego”, dice Timbaland, 45 años, cuando recuerda. “En realidad estaba ninguneando mi talento. Como productor y creador de sonidos, tenía que descubrir qué me deparaba Dios.”
Hoy las cosas no podrían ser más diferentes para el productor, que en este encuentro de fines de noviembre mastica una hamburguesa sin pan en un restaurante en Nueva York. Desde mediados de los 90, los paisajes sonoros descaradamente futuristas, robóticos y funkies que creó para artistas como Missy Elliott, Jay-Z y Justin Timberlake han influido a varias generaciones del pop y el hip hop modernos. Ahora está decidido a tener su año más candente en una década, trabajando con una cohorte de talentos que podrían llenar una ceremonia de los Grammy en nuevos proyectos que están empezando a abrirse camino en el mundo. Primero, dice que acaba de terminar Man of the Woods, el nuevo disco de Timberlake (que salió el 2 de este mes), que recibirá un gran empujón cuando el artista toque en el show del entretiempo del Super Bowl en febrero. “¿La música que hicimos?”, dice Timbaland, sacudiendo la cabeza. “Lo va a llevar a otro nivel.” Tiene un single profundamente conmovedor, “Pray”, en el nuevo y exitoso disco de Sam Smith, que el cantante tocó en Saturday Night Live en octubre. Timbaland lanzó colaboraciones con una nueva generación de talentos del rap, como Young Thug y Ty Dolla $ign. Y estuvo en el estudio con Jay-Z, Zayn Malik, Chris Martin, Wiz Khalifa y Zac Brown, mientras también dio sus primeros e inteligentes pasos en el explosivo mercado latino post “Despacito”, con temas como “Move Your Body”, de Wisin y Bad Bunny. “Su música me inspiró como artista y compositor”, dice Smith. “Trabaja con tanta amabilidad, con tanta atención a los detalles, e incluso después de haber tenido tanto éxito, le sigue gustando la música más que nunca.”
En ABC Kitchen, el restaurante hip de Nueva York, uno de sus lugares preferidos cuando está de visita, fuera de su hogar en Miami, alardea con los resultados de su régimen de ejercicios basado en el boxeo (inspirado, dice, en The Rock y Kevin Heart) con un equipo de jogging Nike gris ajustado. Bajó casi 20 kilos, y todavía no ha acabado. “Nunca me sentí mejor”, dice. “Estoy haciendo cosas que no sabía que podía hacer.” Al mismo tiempo, encontró nuevas formas de trabajar, evitando cada vez más los estudios grandes y caros para hacer temas en casa, con el software Ableton Live, lo cual hace con auriculares y un dispositivo llamado Subpac, una mochila/chaleco con parlantes incorporados. “Te lo ponés, y sentís que estás en el estudio”, dice. “El sonido tiene tres dimensiones.”
¿Qué fue lo que inspiró esta explosión de productividad? Durante el almuerzo, Timbaland baja la voz y se inclina hacia adelante. “Man, estaba tomando drogas”, dice. “Tomaba OxyContin.” Timbaland empezó a tomar pastillas para el dolor a los 30 años, para apaciguar problemas de nervios que resultaron de una herida que sufrió cuando era adolescente. Pero su consumo acabó fuera de control, y cuantas más pastillas tomaba, su éxito decrecía más; además se gastó gran parte de su dinero, y su matrimonio colapsó, lo cual disparó un círculo vicioso de depresión y adicción. “La música es un don y una maldición”, dice. “Cuando no estás triunfando, te jode la cabeza. Las pastillas ayudaban a bloquear el ruido. Dormía todo el día. Me acuerdo de que una vez Jay-Z me dijo: ‘No hagas más entrevistas’, porque estaba diciendo estupideces.” Su novia actual, Michelle, recuerda que al final Timbaland tomaba dosis tan altas que ella estaba genuinamente preocupada de que se muriera mientras dormía. “Estaba tan mal, que yo ya no podía dormir”, dice ella. “Le ponía la mano cerca de la nariz, para ver si seguía respirando.” Finalmente, hace tres años, sufrió de lo que cree que fue una sobredosis cercana a la muerte mientras dormía. “Lo único que te puedo decir es que había una luz”, cuenta. “Me desperté tratando de recuperar el aliento, como si hubiera estado debajo del agua. Pero a lo largo de la experiencia, vi la vida. Vi a dónde podía terminar si no cambiaba, y dónde podía terminar si cambiaba.” El día siguiente, empezó a tomar menos pastillas, y al poco tiempo cortó por lo sano, lo cual resultó en un período brutal de abstinencia. “Pero pensé en Michael Jackson”, dice. “No quería ser viejo y tomar estas pastillas.”
No juzga el modo en el que se divierte otra gente –sigue fumando algo de porro, y disfruta de un trago con whisky durante el almuerzo– pero se siente obligado a hablar de su experiencia luego de las muertes de Chris Cornell, amigo y colaborador suyo que tuvo una larga lucha contra la adicción, y Prince, que quizás fuera el mayor héroe musical de Timbaland. “Yo soy de la época de los dealers de drogas [que hacían éxitos de rap]”, señala. “Ahora estamos en la época de los consumidores de drogas.” Especialmente, quiere que los fans y músicos más jóvenes sean conscientes de que los analgésicos falsificados pueden contener opiáceos demasiado fuertes, como el fentanyl, y que la industria de la música, en su totalidad, sea más consciente de la prevalencia de la depresión en la comunidad del hip hop. “Estos chicos vienen de un lugar en el que no tenían dinero, no tienen un verdadero hogar”, dice. “Eso los afecta, y lo podés escuchar en su música.” (Menos de una semana después de esta entrevista, el rapero Lil Peep, 21 años, quien luchaba contra una adicción a las drogas y una depresión, murió antes de un recital en Arizona, de lo que parece haber sido una sobredosis con Xanax.)
En estos días, Timbaland está concentrado en un par de cosas solamente: ser padre de su hija de 10 años, Reign, ponerse bien físicamente en serio, y hacer la mayor cantidad posible de música buena. Está trabajando en un disco solista, que saldrá en la segunda mitad del año, y cuenta con colaboraciones de Timberlake, Malik y Rick Ross. Incluso logró disfrutar de los sonidos de la radio de productores, como Metro Boomin, que alguna vez calumnió, y hasta se contactó con MCs jóvenes, como el inflado rapero de Florida $ki Mask the Slump God, para que lleven el sonido del hip hop a otro nivel. “Ahora, siento que lo que puedo hacer con mi legado es devolver”, dice Timbaland. “Lo cual significa encontrar a los jóvenes de hoy. Mirá a Quincy Jones: ¡tenía 50 años cuando hizo Thriller! ¿Cuál es mi Thriller? Ese es el objetivo.”
Jonathan Ringen
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