Toquinho, María Creuza y la noche de la bossa sin tiempo
Con la figura de Vinicius de Moraes sobrevolando el Gran Rex, los artistas brasileños revivieron sus históricos shows en La Fusa
Fue un disco que ocurrió casi sin querer, pero que se convirtió en un clásico de la bossa nova y en un registro inoxidable de ese enorme alquimista que fue Vinicius de Moraes. Por eso, 46 años después de esos shows en La Fusa, en Mar del Plata, María Creuza y Toquinho volvieron a unirse sobre el escenario para visitar ese trabajo que selló definitivamente sus carreras.
Ante un Gran Rex repleto, los artistas brasileños le rindieron su homenaje al maestro carioca durante una hora y media. No hicieron falta las pantallas gigantes ni los artificios técnicos; bastó con la anécdota, la poesía, los sonidos y la melodía sin tiempo, con la juguetona guitarra de Toquinho y la aterciopelada voz de Creuza como estandartes.
El primero en aparecer en escena -apenas 15 después de lo previsto- fue el cantautor paulista. "Tarde em Itapoã" marcó el comienzo del show, y fue muy sencillo olvidarse de la fría noche porteña para viajar mentalmente a un lugar mucho más cálido y sin preocupaciones. Rápidamente llegó el saludo, el primer recuerdo con la legendaria vanidad de Vinicius como protagonista y los primeros acordes de "Samba de Orly" para darle continuidad al paseo.
Luego de "Aquarela", los músicos -Mariano Promet y Esteban Rotunno- abandonaron el escenario. Y entonces, Toquinho llevó el clima intimista al extremo, interpretando un solo preciso en su guitarra que derivó en un pasaje de "El día que me quieras". El Gran Rex se hacía entonces diminuto frente a ese hombre de 69 y un talento intacto para conmover.
La aparición de Creuza trajo de regreso ese brillo tan femenino que Vinicius requería para sus composiciones. "Fui su preferida", se animó a confesar, llena de gracia y sin ponerse colorada. "Samba en preludio" funcionó entonces como un perfecto disparador para la emoción y para poner sus voces a tono.
Clásicos como "Tomara", "Eu sei que vou te amar" y "Se todos fossem iguais a voce" marcaron los puntos más altos de la velada. Luego, el estribillo de "Vocé abusou" y la melancólica alegría de "A felicidade" volvieron a poner a prueba el manejo del portugués por parte de la audiencia.
La comunión se vio interrumpida con la aparición sobre el escenario de Javier Gentilini, legislador porteño por el Frente Renovador, quien hizo entrega de sendas distinciones para los artistas como Huéspedes de Honor de la Ciudad. Entre aplausos y silbidos, un triste retrato de los tiempos que corren quedó plasmado frente a la vista de Toquihno y Creuza, notablemente incómodos.
Los músicos buscaron retomar el clima con la festiva "A tonga da mironga do kabulete" y con "Canto de Ossanha", la canción que marcó la primera despedida de la dupla. El bis llegó de la mano de la esperada "Garota de Ipanema", esa canción que derribó todos los límites geográficos e idiomáticos para convertirse en una postal de la idiosincrasia brasileña.
Habían pasado 90 minutos de show y era tiempo de decir adiós, luego de una velada marcada por el espíritu del gran Vinicius de Moraes, amigo, mentor, poeta, músico y maestro de ceremonias omnipresente.
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