Bennett compartió con Lady Gaga dos grandes recitales en el Radio City de Nueva York; el primero coincidió con el festejo de su cumpleaños número 95 y el anuncio de un nuevo álbum compartido por ambos
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Este viernes 6 de agosto empezó para muchos con la sensación de que uno de los grandes cantantes del siglo no volverá a regalarnos en algún gran escenario ese swing inigualable que paseó por el mundo durante las últimas siete décadas. Anoche, Tony Bennett le dijo adiós a los grandes conciertos en vivo después de compartir una segunda actuación con Lady Gaga en el Radio City de Nueva York, otra vez colmado y envuelto en una atmósfera muy parecida a de los tiempos previos a la pandemia.
En el programa de mano, Gaga coloca suavemente una mano sobre la de Bennett, que tiene apoyada la suya en el hombro de la cantante. Ella aparece con el rostro recortado. A él, detrás, no se lo ve. Detrás de la mano en primer plano apenas se vislumbra el resto del cuerpo. La imagen se completa con la pequeña reproducción de la pintura de un colorido set floral, firmada por Bennett.
One Last Time fue el título elegido para el concierto despedida, que resultó a la vez anticipo de la llegada en octubre del segundo álbum de este dúo tan atípico como extraordinario. Poco antes del concierto se supo que ese disco tendrá el título de Love for Sale y estará integrado en su totalidad por composiciones de Cole Porter. Curiosamente, el único tema de Porter que Bennett y Gaga cantaron juntos en el Radio City fue “Anything Goes”, con el que se abre Cheek to Cheek, el primer álbum que grabaron juntos en 2015.
Quienes fueron privilegiados testigos de lo ocurrido en las dos noches del Radio City seguramente habrán compartido junto con la música y la certeza del adiós lo más parecido a la normalidad que puede ofrecer este tiempo todavía marcado por temores de pandemias y contagios.
De un lado, las más de 5000 butacas del Radio City ocupadas casi en su totalidad, sin distanciamiento o espacios libres entre personas vacunadas y no vacunadas. A los primeros se les exigía el certificado de vacunación completa y a los segundos un PCR negativo hecho en las últimas 72 horas. Los no vacunados eran los únicos obligados a tener el barbijo puesto en todo momento. A su llegada, los asistentes se cruzaron en la puerta del Radio City con un puñado de manifestantes que protestaba por la decisión de las autoridades de permitir ciertas actividades solo para quienes acrediten vacunación completa.
Del otro, sobre el escenario, la presencia de un artista que festejaba sus 95 años ese mismo martes y era capaz todavía de transmitir, en medio de la fragilidad y las vacilaciones propias de alguien que desde hace algunos años sufre de Alzheimer, toda la convicción de estar disfrutando lo mejor que sabe hacer. Las primeras crónicas periodísticas del concierto dijeron que Bennett estaba en pleno dominio de su voz y de toda su expresividad escénica. Fue un set de media hora y 11 canciones en el que no faltó ninguno de sus grandes éxitos y que encontró aplausos y ovaciones de pie como respuesta después de cada tema.
Bennett cantó junto a su cuarteto y una gran orquesta de 40 músicos “Watch What Happened”, “Steppin’ Out with My Baby”, “Fly Me to The Moon”, “Last Night When We Were Young” (con la letra de mayor significado de la noche), “This Is All I Ask”, “Smile”, “Just in Time”, “When You’re Smiling” y “One More for My Baby”. Gaga lo precedió, como telonera de lujo, durante casi 45 minutos de un show que incluyó temas clásicos del jazz y del American Songbook (“Luck Be a Lady”, “What a Difference a Day Makes”, “Someone to Watch Over Me”, “Coquette”) y clásicos más contemporáneos como “A Star is Born” y “New York, New York”. Lo hizo acompañada por la misma orquesta y una gran big band, y desde una presentación en escena casi cinematográfica, con un vestido blanco que para muchos le daba un parecido con Grace Kelly.
Setlist del primer concierto "One Last Time" de Tony Bennett y Lady Gaga. pic.twitter.com/65K9CoB00g
— LadyGagaMonsterBlog (@LGMonsterBlog) August 4, 2021
Gaga volvió al final para unirse a Bennett y hacer juntos “The Lady is a Tramp”, “Anything Goes” y “It Don’t Mean a Thing (If It Ain’t Got That Swing)”. Hasta que llegó el momento de cederle a su admirado “Tony Benny” un espacio exclusivo para el momento final. Todo culminó con el tema que más y mejor lo identificó en toda su vida, “I Left My Heart in San Francisco”, grabado por primera vez en 1962.
Cada vez que interpreta ese clásico, toda la historia artística de Tony Bennett se hace visible. En ese 1962, según escribió el gran crítico de jazz Leonard Feather, Bennett cerró una etapa de cinco años que le permitió consolidar su enorme talento en distintas escalas y manifestaciones simultáneas. En ese período ya había empezado a grabar con el pianista que mejor lo entendió (y el que lo acompañó más tiempo al frente de su trío o con orquesta), Ralph Sharon, y también ya había empezado a identificarse como un intérprete muy cercano al mundo del jazz, vínculo que había iniciado en 1954. El baterista Art Blakey (con quien grabó una memorable versión de “I Get a Kick Out of You”, de Porter, en 1957), Elvin Jones, Chico Hamilton, Stan Getz y Herbie Hancock compartieron con Bennett grandes momentos de una historia que alcanzó su culminación con los dos excepcionales discos de colaboración con el pianista Bill Evans en la década de 1970.
Ese tiempo de consolidación fue la segunda etapa visible de una carrera que se abrió formalmente en 1949, cuando Bob Hope descubrió a un muchacho de 23 años llamado Anthony Dominick Benedetto en uno de los clubes del Village neoyorquino y lo bautizó para siempre como Tony Bennett. Aquellos primeros años le permitieron a Bennett forjar su estilo viendo en vivo a los mejores cantantes (Sinatra, Crosby, Ella Fitzgerald, Peggy Lee) y compartiendo el mismo repertorio con los mejores músicos del momento. Con ellos logró perfeccionar ese swing natural que todavía se le reconoce en el fraseo y en la pronunciación perfecta de todas las palabras, hasta la última sílaba.
Con los años 60 y una popularidad tan afirmada como indiscutida, Bennett llegó a ubicarse a la par de esa galería de nombres colosales de la música popular estadounidense que hoy lo tiene como último exponente. Al principio, cada uno de sus álbumes eran éxitos inmediatos, pero debió someterse (y aceptar, a veces a regañadientes) fuertes presiones para ir sumando de a poco a su repertorio éxitos contemporáneos que incluían hasta temas de películas o hits de los Beatles. Dejó de ser una voz genuinamente identificada con el jazz y el American Songbook para adquirir el dudoso título de “cantante contemporáneo”. Destacados arregladores (Torrie Zito, el gran Robert Farnon) trataban de rescatar esas grabaciones, pero de a poco sus álbumes dejaron de venderse como antes. Resignó a principios de los años 70 el contrato que lo ligaba a su etarna compañía grabadora, Columbia, y cayó en una crisis depresiva que solo los álbumes con Evans lograron redimir.
Esa etapa incierta inclusive lo llevó al consumo de drogas (una sobredosis de cocaína pudo serle fatal) y hasta a un intento de suicidio. Vivió sus “años oscuros” entre 1979 y 1986, casi sin presentarse en vivo y sin grabar hasta que le pidió ayuda a su hijo Danny (”Estoy perdido”, llegó a escribirle), que a partir de allí lo acompañó como productor en lo que fue para Bennett una verdadera resurrección artística. Un disco nunca mejor titulado (The Art of Excellence) le dio comienzo a una excepcional etapa de álbumes conceptuales dedicados a grandes figuras (Irving Berlin, Fred Astaire, Frank Sinatra, Billie Holiday, Duke Ellington, Louis Armstrong) que al mismo tiempo comenzó a brindarle otro inesperado reconocimiento, el de las nuevas generaciones. El argentino Jorge Calandrelli se ocupó en la mayoría de esos álbumes (y los posteriores) de los suntuosos arreglos orquestales.
Ese impulso alcanzó su máxima expresión cuando Bennett participó en 1994 de la serie de conciertos Umplugged de la señal MTV. Gracias al álbum grabado durante esa actuación el público más joven empezó a acercarse a un repertorio clásico e inoxidable que hasta allí solo conocían sus padres o abuelos. Ahora le toca a MTV mantener esa conexión al ser la primera en difundir, este viernes, el primer video de Love for Sale. Allí, Bennett y Gaga comparten “I Get a Kick Out of You”, uno de los clásicos de Cole Porter.
Bennett prosiguió en la línea de aquella aparición histórica en MTV con una sucesión de grabaciones con mujeres que expresaban genuinamente ese espíritu de renovación. Así fueron apareciendo álbumes de duetos con Diana Krall (la más cercana a la identidad clásica de Bennett y al jazz), K. D. Lang y la siempre sorprendente Lady Gaga. Con los duetos, Bennett llegó todavía más lejos: su gran encuentro con Amy Winehouse (compartieron “Body and Soul”) encabezó una larga lista de colaboraciones que adquirieron enseguida el carácter de verdaderos homenajes en vida al más grande de todos. Varias figuras de la canción latina (entre ellas nuestro Vicentico) se sumaron a la propuesta.
En esa etapa final se sucedieron más grabaciones, más reconocimientos y más presentaciones en vivo. El ya nonagenario Bennett parecía encontrar en todas partes energía suficiente para seguir en el camino, hasta que llegó el diagnóstico del Alzheimer y la certeza de que había que poner un punto de cierre. Fue a lo grande, con este doble concierto despedida y el anuncio simultáneo de la nueva grabación con Gaga, la definitiva.
Hoy tenemos la certeza de que Tony Bennett no volverá a regalarnos grandes conciertos como los que ofreció durante sus cuatro visitas a Buenos Aires (1961, 1980, 1994 y 2012). Pero en su página oficial aparece un calendario de al menos cinco presentaciones más entre septiembre y diciembre, casi todas en casinos de Connecticut, Pensilvania y Oklahoma. Quiere cumplir su promesa. “Mientras mi voz no tambalee y la gente me siga queriendo voy a cantar hasta que me muera”, confesó no hace mucho.
No sabemos hasta cuándo seguirá en el camino. Pero de lo que sí estamos seguros es que Tony Bennett es el último de su especie. El socio final de un club exclusivo, consagrado a un repertorio maravilloso que perdurará por sobre todas las modas, superará al tiempo y se quedará para siempre junto a nosotros. El de Sinatra, Armstrong, Peggy Lee, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Nat King Cole y Bing Crosby, que alguna vez definió a Tony Bennett como el mejor cantante que jamás haya escuchado.
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