El baterista de Mötley Crüe fue protagonista de un video viral con Pamela Anderson en una época donde Internet aún era un fenómeno en ciernes; fue apenas un eslabón de la cadena de escándalos en los que se vio envuelto tanto con su famosa novia como solo y con su grupo
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Tommy Lee ya era famoso como baterista de Mötley Crüe, la banda estadounidense de hair metal que explotó en la década del 80 -vendió en todo el mundo más de cien millones de discos-, pero lo fue mucho más a partir de la filtración de un video íntimo que filmó con su pareja, Pamela Anderson. Lo que hoy, en pleno auge de la era digital es moneda corriente, no lo era tanto allá por 1995, cuando esas imágenes de contenido sexual se volvieron “virales” en una época donde ese calificativo aún no se usaba con tal fin.
La historia que retoma la muy divertida -e inusualmente osada- miniserie Pam & Tommy (¿alguien podía imaginarse que Disney iba a producir una ficción en la que aparece un pene parlante?) emergió cuando apenas 40 millones de personas tenían acceso a Internet (hoy son más de 5.000 millones) y no existían las redes sociales ni los smartphones. La avidez por conseguir ese sex tape caliente anticipó el mandato del morbo y la obediencia ciega al clickbait que imperan en la actualidad.
La historia del robo del video es bastante conocida. O al menos la versión que el propio Tommy Lee contó decenas de veces en diferentes entrevistas y que de hecho recrea la miniserie de Disney+, apoyada en los relatos que el artista le aportó a un libro también muy divertido, la autobiografía coral de Mötley Crüe, titulada oportunamente Los trapos sucios. Y tiene algunos ribetes realmente curiosos, casi increíbles. Lo único seguro es que su circulación produjo un buen negocio.
El electricista vengativo Raund Gauthier (el personaje con el que se luce Seth Rogen en Pam & Tommy, donde se cuentan las razones de su enojo) robó una caja fuerte donde estaba guardada la cinta, le mostró las imágenes al productor de cine porno Milton Ingley y de ahí en más empezó a crecer y rodar una bola de nieve imparable. Ingley compró dominios, los bautizó con títulos gancheros como pamsextape.com y los usó para gestionar los pedidos de copias en VHS que se empezaron vendiendo a 59,95 dólares y terminaron costando 175 de esa misma moneda. Más tarde, el video se vendió directamente en todas las grandes cadenas dedicadas al ramo en los Estados Unidos y hasta apareció ofertado en el sistema pay-per-view y en los canales privados de muchísimos hoteles americanos. La movida fue gigantesca: en el 2000, el Libro Guinness de los Records destacó a Pamela Anderson como la “estrella más descargada en Internet”.
Pero el del video porno no fue el único escándalo en el que Tommy Lee estuvo involucrado. Hijo de un militar que le pidió la mano a su esposa el mismo día que la conoció -una actitud que Lee replicó cuando decidió casarse con Pamela, su tercer matrimonio, apenas cuatro días después de conocerla- y de una madre griega que le hablaba en su propia lengua a pesar de vivir en los Estados Unidos, Tommy se define en Los trapos sucios como “un romántico incurable” y también como “alguien que hace todo lo que le gusta hacer y tiene un gran deseo de reconocimiento, algo que puede traer grandes momentos de felicidad y muchos problemas”.
Y los problemas han sido, justamente, toda una saga en la vida de Lee. En la época de Mötley Crüe, por los excesos y las conductas irreverentes que marcaron la carrera de la banda, contada con humor bizarro y provocativo en The Dirt, la película de Netflix que también utiliza como base a Los trapos sucios. La deriva de Mötley Crüe tiene algo del ridículo desatado de This Is Spinal Tap (1984), el extraordinario falso documental dirigido por Rob Reiner, pero con un temperamento más oscuro y trágico. Y con sucesos muy polémicos, como el altercado que se produjo cuando Lee y Nikki Sixx, bajista y fundador del grupo, insultaron con comentarios racistas a un guardia de seguridad negro en un concierto en Carolina del Norte.
Pero a Lee no le hizo falta ese entorno anárquico para meterse en líos muy gordos. En 1998 pasó seis meses en prisión por golpear a Pamela Anderson. Ese mismo año enfrentó una demanda por alardear públicamente con el tatuaje de una esvástica que tenía en su brazo derecho. En 2001, Daniel Karven-Veres, un niño de cuatro años invitado al cumpleaños de Brandon, uno de los hijos de Lee con Pamela (el otro se llama Dylan Jagger), se ahogó en la piscina de la mansión en la que vivía la pareja y sus padres demandaron al músico por negligencia.
En 2007, Tommy fue expulsado de la ceremonia de los MTV Video Music Awards después de pelearse con Kid Rock. En 2018, hubo otro incidente familiar: Brandon -que tenía por entonces 22 años- mantuvo una discusión vía Instagram con Tommy justo en el Día del Padre: hubo amargos reproches mutuos y Lee volvió a recordarle a su hijo una supuesta agresión que sufrió de su parte (Brandon habría entrado sorpresivamente a la habitación donde el baterista estaba con su pareja, la comediante e influencer Brittany Furlan, para golpearlo y huir). Fueron muchas las veces que Pamela y los hijos que tuvo con Lee atribuyeron esta cadena de inconvenientes a la adicción al alcohol del músico.
Al margen de esta biografía amarilla, el inefable Tommy -que cumplirá en octubre 60 años- tiene una historia musical importante. No solo fue baterista y atracción favorita de los fans de Mötley Crüe -sus peripecias en escena, incluyendo los malabares con las baquetas, tocar encerrado en una jaula giratoria y bajarse los pantalones con bastante frecuencia- durante años (se fue un tiempo del grupo pero volvió y estará en la gira por Estados Unidos que teóricamente hará este año con otros veteranos como Poison, Def Leppard y Joan Jett), sino que también canalizó su interés por el nü metal y el rap en el proyecto Methods of Mayhem y grabó tres discos como solista muy diferentes entre sí: uno de inesperado country-pop (Tommyland: The Ride, de 2005), uno de hard funk y electrónica sombría que incluye un exótico cover de un gran tema del Prince de los inicios, “When You Were Mine” (Andro, de 2020) y la primera aventura personal, un álbum muy diverso que cruza rap metal, techno y algunos pasajes de rock alternativo cuyo título es toda una declaración de principios, Never A Dull Moment (Nunca un momento aburrido).
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