Tom Jones emocionó en su regreso a Buenos Aires, impactó con la potencia de su voz e hizo bailar a todos con “Sex Bomb”
El histórico cantante galés, de 83 años, se presentó en el Movistar Arena a 14 años de su anterior visita al país; en muy buena forma repasó sus clásicos y entrañables canciones de rock, música country y blues
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A veces, muchas veces, pronunciamos la palabra “clásico” sin caer en el peso que el término contiene. Tom Jones es un clásico, un hombre que ha empezado a registrar música hace más de 60 años y a esparcir hits, números uno e interpretaciones memorables en cada una de las décadas que transitó y para cada uno de los públicos que abrazó.
“¡Se le iluminan los ojitos!”, exclama Hugo desde una platea colmada. Y tiene razón el fan. Cada vez que este galés de 83 años recibe el aplauso de la gente, que en una inusual (sí, dijimos inusual) noche de lunes se presentó nuevamente en Buenos Aires, su sonrisa se agiganta y sus ojos parecen salir de su cara como en los dibujos animados, para ver mejor lo que sucede: brazos en alto, ovaciones, algún que otro baile y un público tan amplio que va de padres con hijos adolescentes a gente de la misma generación del cantante.
A lo largo de cien minutos y veintiún gemas, Tom Jones demuestra por qué es un entretenedor de pura cepa. Darle a la gente lo que vino a buscar, contarle algunas historias para amenizar -y de paso recuperar aire- y sorprenderla con algunos pasajes menos previsibles, de esos reservados para impactar de lleno en las emociones, son sus tareas. Como cuando interpreta la sentida “One More Cup of Coffee (Valley Below)”, canción de su admirado Bob Dylan de mediados de los 70 (”Amo a Bob Dylan”, dispara; “¡Quién no!”, le responden desde el público). Un sutileza, una pieza ubicada entre la balada country “Green Grass of Home”, que entona al estilo Elvis y “Across the Borderline”, que interpreta a la usanza de Willie Nelson.
“Gracias, muchas gracias. Estoy feliz de estar de nuevo en Buenos Aires”, saludo en el tramo inicial y uno recuerda aquella noche calurosa y húmeda de febrero de 2010, cuando se acompañó de un pañuelo para secar la transpiración que sus movimientos enérgicos y su caminata incesante generaban. Ya no camina tanto y dejó los movimientos espasmódicos por leves mohines. Eso sí, conserva esos dotes de barítono poderoso que le dieron fama mundial y que él ha resguardado para llegar con elegancia a esta instancia. En definitiva, todo lo que ha hecho este señor en su vida es eso: un canto al buen gusto y la elegancia.
“Esta canción la grabé en el 64 y salió en enero del 65. Fue mi primer número uno”, comenta antes de arremeter con “It’s Not Unusual”. En tiempos de playlists (bueno, antes hacíamos lo mismo pero con los casetes TDK y los llamábamos compilados), la lista de canciones de Tom Jones es una posible para entender, disfrutar y saborear el cancionero inglés y norteamericano de la segunda mitad del siglo veinte; precisamente desde el boom del blues eléctrico en Londres hasta el último suspiro de la década del 90, cuando puso a bailar al mundo con “Sex Bomb”.
Es el propio Tom quien se encarga de enumerar, ya sobre el final de la faena, todos los ritmos abordados en esas veintiún gemas: blues, rhythm and blues, country, gospel, boogie-woogie, más un toque de funk y disco-music, además del “maldito” rock and roll con el que da por terminada la noche.
De “It’s Not Unusual” al cover de Burt Bacharach “What’s New Pussycat?”; de “Sex Bom” en clave blusera a la interpretación de un inoxidable de Cat Stevens, “Popsatar”; de “Opportunity to Cry” (”estuve en Los Ángeles en el cumpleaños 90 de Willie Nelson; ¡90! Y yo ya tengo 83...”) a una electrizante versión de “Talking Reality Television Blues”, con los personajes de la segunda mitad del siglo XX desfilando por las pantallas y uno de ellos en el centro de la escena.
Que conoció a Jerry Lee Lewis y éste lo convenció de grabar música country; que extraña a su gran amiga Dusty Springfield; que hizo una residencia en Las Vegas al mismo tiempo que Elvis Presley y que fue él quien le dijo que el verdadero rey del rock and roll era Chuck Berry. Todo lo que cuenta -y lo hace sin ánimo de sonar arrogante- es historia y todo tiene su correlato musical. “Delilah”, con el público en coros, como siempre, como aquella vez; la poderosa “Tower of Song”, de Leonard Cohen; su versión de “You Can Leave Your Hat On” (la canción de Randy Newman que para 9 semanas y media interpretó Joe Cocker) y su versión de “Kiss”, de Prince (”un genio”) fueron suficientes para la gente, para él y para el soberbio quinteto que lo secundó. Pero siempre hay más, siempre se puede dar un poco más.
La tríada con la que se despide en una noche de lunes tan lluviosa como memorable está integrada por “One Hell of a Life” (la hace como poseído por Johnny Cash) y dos rocanroles para nada elegidos al azar. Si en el cierre le rinde tributo al verdadero monarca con “Johnny B. Goode”, antes hace lo mismo con la reina: Sister Rosetta Tharpe, de quien interpreta “Strange Things Happening Every Day”. Es verdad, todos los días pasan cosas extrañas, pero no todos los días Tom Jones canta en Buenos Aires.
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