Todas las hojas son del viento
Aunque se han escrito tantas canciones en francés como en cualquier otro idioma, son relativamente pocas las que alcanzaron éxito mundial en su momento y menos todavía las que han permanecido como estándares. Esto podría explicarse por la pérdida de presencia de esa lengua en el último medio siglo, pero el portugués se habla aún menos y el repertorio brasileño es uno de los más escuchados.
La razón puede ser que no hubo intérpretes franceses lo suficientemente atractivos para imponer ese cancionero en todas partes, porque son pocos los que han conseguido interesar más allá de la región de Benelux y ser escuchados por otro público que el pequeño círculo de aficionados a la canción bien hecha.
Justamente su tradición de calidad algo rebuscada, cierta inclinación por el exceso literario y la manía de los compositores por ser también intérpretes de sus creaciones sin considerar que puede haber otros mejor dotados o menos monótonos para hacerlo es lo que terminó por volver a la chanson française como género un material noble y respetado pero algo duro de disfrutar.
Autores irreprochables, como Georges Brassens, Léo Ferré y Jean Ferrat, vivieron una larga existencia artística casi desconocidos fuera de su país. Lo mismo Jacques Brel, que compuso temas maravillosos pero sólo es recordado por "Ne me quitte pas", y Serge Gainsbourg, probablemente un genio de culto que, a pesar de haber ejercido todos los estilos a la perfección, permanece identificado con una pieza relativamente inferior: "Te amo, yo tampoco".
Lo singular es que, a pesar de esos antecedentes, la canción francesa más famosa -o al menos la más grabada- de todos los tiempos continúa siendo "Las hojas muertas", una típica balada de arte, sombría y pesimista, en la que es más fácil reconocer los fragmentos musicales de Haendel y Mozart tomados en préstamo por Joseph Kosma y la mano de un gran poeta como Jacques Prévert que alguno de los ingredientes ligados al suceso de temas populares.
La primera audición no pudo ser más solemne: cantada por la soprano Irène Joachim con acompañamiento de armónica y ondas Martenot en "Las portes de la nuit", el desastre que en 1946 puso fin a la relación del director Marcel Carné con Prévert, guionista de "El muelle de las brumas", "Amanece" y casi todas sus películas previas.
El destino de "Las hojas muertas" era quedar en el olvido junto con el film, pero su protagonista accidental por abandono de Jean Gabin, Yves Montand, se quedó con ella en el repertorio y se la hizo notar a cantantes como Marianne Oswald, Mouloudji y Cora Vaucaire, que fue la primera en grabarla, a fines de 1947, aunque aguardó hasta el año siguiente para registrar su histórica versión, excepcional al punto de inspirar todo un ciclo de poemas de Prévert con música de Kosma.
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"Les feuilles mortes" es una de esas obras perfectas en las cuales la melodía podría sostenerse sola, pero se une como algo inevitable a un largo poema en dos partes. La primera recitada, con imágenes bellísimas -mar que borra en la arena los pasos de amantes separados, hojas muertas pegándose a la piel igual que recuerdos y penas, la vida que separa suavemente, sin hacer ruido- y un verso inicial que explica el misterio de su encanto romántico a la vez que lo acentúa: "Es una canción que se nos parece".
Probablemente porque decía mucho de su fracasada relación con Montand, Edith Piaf nunca grabó el tema en francés, pero en 1950, con pronunciación algo defectuosa, legalizó una digna adaptación inglesa -tampoco es despreciable la que Ben Molar firmó en castellano- de Johnny Mercer titulada "Autumn Leaves", la misma que Nat King Cole convirtió en un clásico.
El texto original inspiró otro tema celebrándolo -"La chanson de Prévert", de Gainsbourg- y, sin necesidad de esas palabras, la melodía resultó un favorito instantáneo de las orquestas ligeras y, a partir del álbum "Somethin Else", de Cannonball Adderley y Miles Davis, un lugar común dentro del jazz, donde parecería no haber escapado al interés de ninguno de los grandes improvisadores.
Según la planilla de producción de la película que la dio a conocer, la "chanson des amants désunis" estará cumpliendo sesenta años en las próximas semanas, porque se grabó en septiembre, justamente cuando las hojas se preparaban a morir otra vez.