Tim Berne, un músico que no le teme al riesgo
El saxofonista y compositor neoyorquino se presenta en el CCK, donde también actuará, media hora antes, Moreno Veloso
Explorador de los límites que separan la música escrita de la improvisación, el saxofonista y compositor neoyorquino Tim Berne se presenta hoy, a las 20.30, en el Salón Argentino del CCK. Media hora antes, en la Ballena Azul, habrá otra visita internacional: Moreno Veloso que actuará en el ciclo Verde Amarelo. En el marco de las Residencias Jazz, Berne dará un concierto junto a tres ensambles de estudiantes del Conservatorio Manuel de Falla, con quienes trabajó en una experiencia pedagógica de la cual, este año, ya participaron el contrabajista Devin Hoff y el clarinetista Ben Goldberg.
Desde que, impulsado por su mentor Julius Hemphill, lanzó en 1979 su primer disco, The Five Year Plan, el interés por volver porosas las fronteras entre la partitura y la creación espontánea, así como por tensar el arco de aquello que se considera jazz, signó su trayectoria. La misma cuenta con más de cincuenta álbumes, al frente de diversas agrupaciones, entre las que se destacan el quinteto Bloodcount, el septeto Caos Totale y el reciente cuarteto Snakeoil, a lo que se suma una parva de colaboraciones con artistas como Bill Frisell, John Zorn, Paul Motian, Marc Ducret, Craig Taborn y Marilyn Crispell. Durante las últimas décadas, Berne se ha convertido en un referente indiscutible de la vanguardia jazzística. Sus discos incluyen una variedad de propuestas, centradas por lo general en composiciones complejas que trabajan sobre la idea de simultaneidad, con estructuras superpuestas de figuras rítmicas y melódicas intrincadas, abiertas a las formas más audaces de improvisación. El riesgo es un elemento central en su abordaje musical, aunque el propio Berne prefiera matizarlo: "Tocar música rara no es realmente un riesgo, ¿qué va a pasarme si a alguien no le gusta lo que hago? Trato de que sea siempre diferente lo que toco, así que es natural que haya noches mejores que otras, pero no lo vivo como un riesgo, lo hago para no aburrirme".
-¿Cómo preparó a los estudiantes que lo acompañarán?
-Trabajamos con composiciones mías. Primero ensayamos la parte escrita y después trabajamos sobre las improvisaciones, tratando de combinar las dos cosas. Es la misma manera en que ensayo con mi banda. El tipo de indicaciones que les doy varía según lo que necesiten. A veces es sólo aprender a leer las partituras. Otras, se trata de discutir qué forma darle a las transiciones de la improvisación a las secciones escritas, tocando a partir de ideas, de emociones, más que de cuestiones técnicas. El nivel de los estudiantes es excepcional y se nota que tienen algo para decir. A veces tengo que sacárselos de adentro mediante descripciones, hablando sobre el aspecto emotivo de la música, no sólo sobre notas.
-La espontaneidad es una habilidad importante para un improvisador. ¿Cómo se cultiva esta cualidad?
-Antes de convertirme en músico, había escuchado mucha improvisación espontánea. Inventar cosas en el escenario no me resultó difícil, pero tuve que desarrollar habilidades como instrumentista y perfeccionar mis oídos. Y escuchar mucha música, para descubrir qué me gustaba y qué no. Además de aprender a tocar con otra gente, que puede llegar a ser difícil. Todo esto tiene que ir de la mano con superar el miedo al fracaso. Tenés que saber que a veces no funciona y estar cómodo con esa idea.
-¿Qué lugar ocupa el error en la música que hace?
-Un error sería tratar de repetir lo mismo todas las noches. Uno puede cometer equivocaciones al tocar la parte escrita, pero en la improvisación no hay errores, son sólo problemas de criterio que pueden llevarte a tomar malas decisiones. Es muy subjetivo, a veces pienso que algo no estuvo bien y otro en la banda piensa que sí. Depende de la perspectiva, no hay reglas.
-Su música propone una exigencia mayor para el oyente que otras formas más convencionales de jazz.
-No creo. Tal vez, para alguien que sólo esté interesado en música pop, puede resultar exigente, pero muchas veces los mejores conciertos son aquellos en los que el público no sabe muy bien quiénes somos o qué tipo de música hacemos, y no le importa. Algo que no se podría decir sobre la música clásica. Creo que cualquier música que esté hecha en serio requiere ser escuchada con atención y, cuanto más se la escuche, más es posible obtener de ella. Definitivamente, no creo que haga falta ser músico para poder apreciar mi música.
-Al elegir con quien tocar, ¿busca con quien tener discusiones musicales o prefiere un modo más asertivo de conversación?
-Me gustan los desafíos, tocar con gente que no termino de descifrar. Cuando empecé a tocar con Ches Smith, no sabía qué era lo que pasaba, pero me gustaba como persona y me parecía muy serio. No es que haya sido fantástica la primera vez que tocamos juntos, pero hubo conexión, un potencial que me hizo pensar que podía funcionar una colaboración musical. Me gusta cuando la gente con la que toco tiene la confianza suficiente para no estar de acuerdo y tomar sus propias decisiones.
-A la hora de escribir, ¿piensa en la improvisación?
-Sí, creo que las dos cosas tienen que encajar. Escribo música para que suceda algo único que forma parte de mi mundo, y eso hace que ocurran cosas en la improvisación que de otra forma tal vez no pasarían.
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