The Weeknd, en un show magnético en River: una puesta a lo Star Wars, un “sexy robot” y un cantante enamorado del público local
El canadiense regresó al país de la mano de su disco más reciente, el elogiado After Hours; interpretó 41 canciones de corrido y sorprendió con un gran despliegue visual
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No es una semana cualquiera. Se respira incertidumbre. Y ansiedad. Las casas de cambio precipitan sus movimientos, los ciudadanos aceleran compras navideñas con velocidad preelectoral y los candidatos presidenciales cierran sus campañas. Es miércoles por la noche y el runrún de una ciudad agitada también acuna otro sonido: el de The Weeknd. El cantante canadiense debutó anoche en el estadio de River Plate y en el barrio de Núñez lo que reina es un espíritu alegre que busca alejarse de los males de la guerra y de los bolsillos.
La fila para entrar al Monumental reúne alrededor de 80.000 personas. “Venimos a fingir demencia”, resume Ulises que, a sus 19 años, revela estar preocupado por su futuro. “Vengo a disfrutar del recital y olvidarme de los problemas”, dice y esboza una sonrisa con iguales rastros de calidez y desamparo. Alex tiene 20 años, es moza y quiere sumarse a la conversación. Dice sentir el peso de su jornada laboral, pero también estar lista para bailar y cantar: “Esto me da felicidad por una semana, me da vida”.
En el Monumental flota una luna artificial de 210 kilos y 10 metros de alto que alumbra al público con una intensidad magnética. Poco a poco, el espíritu distópico de la propuesta convierte al estadio de fútbol en una locación que parece salida de una película de ciencia ficción: recuerda a Star Wars pero también a Ciudad Gótica. El escenario se enciende con láseres que atraviesan el predio y las pantallas proyectan a “Sexy robot”, una estatua de seis metros de altura construida en fibra de vidrio que se impone majestuosa en el centro de la cancha. La pieza es creación del artista japonés Hajime Sorayama, reconocido por sus ilustraciones eróticas de robots femeninos.
A las 21.20, envuelto en su estética futurista, The Weeknd abre su primer show en Buenos Aires al ritmo de “La fama”, su popular colaboración con Rosalía. Rodeado de bailarinas que visten túnicas blancas, el cantante desfila a lo largo de una pasarela central que lo lleva y trae del escenario principal y que completa su apuesta inmersiva. La puesta de luces y la escenografía se encargan de abrir una multiplicidad de mundos a nivel visual y conceptual además del sonoro. “Miren las estrellas ¡son hermosas cómo ustedes!”, arenga Abel Tesfaye en inglés y termina de seducir a una audiencia que se muestra completamente rendida a sus pies. El artista no duda en lanzar un “I Love You Argentina” cada vez que una estrofa le deja el espacio. El público agradece con gritos y aplausos todos los halagos y hace valer con alegría cada peso de la entrada.
Chiara tiene 19 años y viajó desde San Lorenzo, Santa Fe, para disfrutar del cantante junto a sus amigos. “Trabajo los fines de semana en un boliche, me costó mucho conseguir trabajo y lo que más me preocupa es el desempleo en los jóvenes, pero acá vengo a dejarme hipnotizar por el show”. Lo que se refleja es un humor social inestable que busca un refugio en las actividades recreativas. Tomás Ligaluppi tiene 17 años, vive en La Matanza y se acercó a River junto a su mamá y su tía. “Lo lindo es que acá entramos en otra realidad. En la vida real la gente está ansiosa, pero en el recital todos estamos felices, la gente te saca charla. No es la gente la mala, lo malo es el contexto”, dispara con sorpresiva templanza y madurez. “A veces cuesta pagar la entrada, pero vale la pena”, agrega su mamá.
Daniela tiene 18 años y está agradecida con su mamá por el esfuerzo que hizo para regalarle la entrada. “Cuando me compró la entrada el precio era caro pero eso se fue diluyendo. Hoy mi mamá estaba arrepentida de no haberse comprado otra para ella. Convenía: andá a saber cuánto saldrían ahora”, sostiene con el expertise económico precoz propio de cualquier argentino promedio.
El repertorio de la noche se pasea por los clásicos del cantante: “Take My Breath”, “Feel My Face”, “The Hills, Starboy”, “I Feel It Coming”, “Save Your Tears” y “Blinding Lights”. Sin embargo, es al ritmo de “Circus Maximus” de Travis Scott, cuando Abel decide quitarse el casco y revelar su rostro. Ante la cara “lavada” del ídolo, el público no duda en ovacionarlo. Saben que esta gira marca el fin de su etapa como The Weeknd y que será Abel, el hombre detrás del casco, el que se abrirá a nuevos horizontes. A lo largo de las dos horas del concierto, los láseres iluminan las sonrisas de pequeños, adolescentes y adultos dispuestos a jugar el juego del artista y transportarse al mundo futurista de su puesta, a esa otra dimensión: la del espectáculo que logra, por una noche, aliviar la incertidumbre. En la sonrisa monumental de Abel se devela el gusto de los artistas internacionales por brindar conciertos en el país: el fervor de los argentinos no se encuentra en todos lados.
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