The Libertines: los niños terribles pasaron por el festival BUE
La banda de Pete Doherty fue una de las que actuó en la primera jornada
Pete viste camiseta y traje a rayas al estilo gánster de 1930. Carl Barât elige botas, jean oscuro, campera de cuero, funyi al tono y una extraña vincha que sugiere los colores de la bandera argentina debajo de su sobrero. Los dos niños terribles de The Libertines, cantantes y guitarristas ellos, están sobre el escenario principal del BUE para lo que fueron llamados: desafinar, tocar sus guitarras con todas las desprolijidades posibles y, sí, rockear bastante. Porque eso les sale bien y su público lo festeja, al final de cada tema.
Promedia la primera jornada de la edición 2016 del Festival BUE. Por esas mismas tablas pasó "La Iguana" Iggy Pop y El Mató a un Policía Motorizado. Ahora es momento para los Libertinos, que son tremendos (hasta fuman arriba del escenario). Más allá de la sorna del comentario, lo cierto es que conquistan a su público con cada tema. Al final de cada canción la gente les regala un “Olé olé Olé”; y esa dedicatoria va primero para la banda y luego para los cantantes. "Olé, olé, ólé, ólé; Pi-ter, pi-ter”, y lo mismo con “Ba-rat; ba-rat”.
La banda comienza casi por sus principios como grupo; o, en realidad, antes. Porque el show empieza con el tema “The Delaney”, que es el nombre que Carl y Peter le dieron al departamento que compartieron cuando eran jóvenes. Si es cierto que los 40 de ayer son los 30 de hoy, y los 30 de ayer son los 20 de hoy, estos dos muchachotes de treintaipico tienen sobre el escenario actitud de veinteañeros. Y lo que hacen con su música es viajar en el tiempo, treinta o cuarenta años atrás, para traer de manera actualizada, pero con cierto tono de revival, el rock y el punk rock inglés de las décadas del 60 y del 70 como una lectura posible para los millenials que los escuchan, que corean sus temas, que hasta ensayan un pogo con las canciones más potentes.
A pesar de las idas y vueltas de Pete Doherty por sus problemas con las adicciones, sigue habiendo, al menos sobre el escenario, una comunicación muy especial entre los dos cantantes (la participación del baterista y del bajista quedan siempre en segundo plano).
Con “Fame and fortune” hacen ese viaje en el tiempo a los años de los Who, de los Clash, de los Pistols (aunque no necesariamente haya referencias a esas bandas); con “What Katie Did” parece que se van a besar mientras cantan en el mismo mic; con “You are my Waterloo” cambian el plano sonoro de guitarras rotas por una acústica y un piano; con “The Good Old Days” suenan con toda su potencia y se encaminan hacia el final de su concierto.
Cerca de allí, en otro escenario, Bomba Estéreo aparece para descargar su furia de electrónica y rap, pero con colores latinos. Y en ese mismo escenario, que en minutos dejara The Libertines, una hora después llegó Iggy Pop para darle un cierre al segmento rockero de la noche. No es cuestión de hacer futurología, pero con el diario del lunes en la mano, cualquier podría decir que Iggy también descargaría todo su poder ya en los primero temas, y que bombardearía con éxitos como “I Wanna Be Your Dog”, “The Passenger” y “Lust For Life”. Pero eso ya es tema para la siguiente nota de esta serie.
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