The Black Keys le rinde homenaje a la larga tradición del delta blues
Dan Auerbach y Patrick Carney vuelven a revelar su amor por la música de leyendas como Junior Kimbrough y R. L. Burnside en un disco cargado de nostalgia
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Artista: The Black Keys. Álbum: Delta Kream. Temas: “Crawling Kingsnake”, “Louise”, “Poor Boy a Long Way For Home”, “Stay All Night”, “Going Down South”, “Coal Black Mattie”, “Do The Romp”, “Sad Days, Lonely Nights”, “Walk With Me”, “Mellow Peaches”, “Come on and Go with Me”, “Crawling Kingsnake” (edit). Edición: Nonesuch. Nuestra opinión: bueno.
La fascinación de The Black Keys por el delta blues no es nueva. Más allá de las declaraciones explícitas de Dan Auerbach y Patrick Carney a lo largo de los veinte años que ya tiene este proyecto musical, hay un antecedente muy claro de Delta Kream, el EP Chulahoma (2006), integrado por seis covers de Junior Kimbrough, figura clave de la música negra de Mississippi a partir del rescate y la revalorización de su obra que impulsó el documental Deep Blues en los inicios de los 90, cuando los integrantes de esta dupla de Akron, Ohio, aun cursaban la escuela primaria. El influjo de esa película dirigida por Robert Mugge, un realizador de Chicago que también se ocupó de grandes artistas del jazz -Sun Ra, Sonny Rollins- y de la mayor leyenda del blues (Robert Johnson), también provocó el renacimiento de R.L Burnside, otro veterano de Mississippi homenajeado en este décimo álbum de los Black Keys recargado de guitarras con slide y grooves pegajosos, como pide la tradición en la que se inscribe.
La grabación del disco estuvo organizada para reproducir las condiciones de enorme austeridad en las que trabajaba aquella legión de pioneros de un género cuya sobrevida está lejos de agotarse, aun cuando esta vez la que le insufle oxígeno sea una banda indie que fue creciendo gradualmente hasta llegar a los grandes estadios y las ceremonias de los Grammy. En apenas diez horas de estudio y remarcando algunas informalidades para sonar lo suficientemente “naturales”, The Black Keys tradujo en sonido potente y rugoso la hermosa e iconográfica imagen de tapa de Delta Kream, obra de William Eggleston, artista de Memphis cuya impronta fue decisiva para que la fotografía color también tuviera espacio en las galerías de arte.
Si de trasladarse imaginariamente a un lugar se trata, hay que decir que Delta Kream es un pasaje eficaz. Y que las sensaciones que evocan y promueven los temas del disco son también el resultado evidente de algunas energías adicionales que logran recolocar el sonido más limitado de la formación (unos límites que, de todos modos, Auerbach y Carney siempre supieron ensanchar con la misma creatividad que otros minimalistas contemporáneos, The White Stripes) para transformarlo en un espeso magma de rock sureño: la guitarra de Kenny Brown (colaborador habitual de Burnside) y el bajo de Eric Deaton (parte de la banda histórica de Kimbrough) le suman colores e identidad a un repertorio que debe leerse necesariamente como reciclaje contemporáneo de una música añeja y noble.
Una de las gemas del disco es “Crawling Kingsnake”, tema que lo abre y lo cierra (con una versión más corta), grabado también alguna vez por John Lee Hooker y The Doors y teñido ahora con un matiz psicodélico que lo reinventa sin traicionar su esencia.
Como señal para los fans más enciclopédicos del dúo aparece “Do The Romp”, tema de Kimbrough que también fue parte del álbum debut, The Big Come Up (2002), con su nombre original (“Do the Rump”) y en un contexto diferente: en aquella primera entrega había un interés manifiesto por exhibir el cariño de Auerbach y Carney por el funk, el soul y el garage-rock. Esta vez, la mira está puesta en un lugar mucho más preciso. The Black Keys nunca tuvo tanto blues.
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