The Beach Boys: el surf que nunca practicaron, la relación con Charles Manson y la mayor traición
En el documental homónimo que acaba de estrena Disney+, testimonios históricos y actuales ayudan a reconstruir y entender el legado artístico de la banda y sus intrincadas relaciones personas
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Si se piensa en términos cinematográficos, la de The Beach Boys es la historia perfecta. “Tres hermanos, un primo y un amigo”, como se narra al comienzo del documental The Beach Boys que ya está disponible en Disney +; un padre (y tío) abusivo como manager, un suceso temprano, varios mitos, la caída en desgracia y el resurgimiento en el momento menos esperado. En el medio, la vida misma. De eso y algo más trata este material firmado por Frank Marshall y Thom Zimny que contiene algunos datos reveladores o poco conocidos y que, sobre todo, sirve para repasar la historia de la banda que supo rivalizar con The Beatles y que idealizó un estilo de vida... ¡que no pregonaba!
“El éxito se dio porque éramos una familia”, coinciden ellos. Hay declaraciones en tiempo presente, principalmente de Mike Love y Al Jardine; de referentes de la escena musical como Janelle Monáe y bastante material de archivo en el que un Brian Wilson impasible y distante se desnuda frente a cámara con declaraciones que vienen del fondo de su ser: “Toda mi vida dependía del éxito de The Beach Boys y me afectaba lo que pensaba la gente”. Vale recordar que tanto Carl como Dennis Wilson murieron: el primero en 1998, de un cáncer de pulmón y el segundo mucho antes, en 1983, ahogado en aguas angelinas, a los 39 años.
En el comienzo, en ese hogar de Hawthorne, Los Ángeles, Brian Wilson, el hermano mayor, ni soñaba con un futuro como artista. “Había dos cosas que yo quería ser: psicólogo y beisbolista, pero la música no estuvo entre mis primeros objetivos”. Pero en la casa familiar, papá Murray y mamá Audree se dedicaban horas y horas a escuchar viejas canciones. Murray había probado sin mucha suerte dedicarse a la música con un álbum de R&B que pasó inadvertido. Ella “era música, ella tocaba y mi papá escribía”, acota Brian Wilson en uno de los tantos pasajes del archivo fílmico al que los directores tuvieron acceso.
El mayor. El del medio. El menor. Si en el tramo inicial del documental de casi dos horas se deja en claro la “antigüedad” de cada hermano Wilson, también se ahonda desde ese momento en la relación y en los roles que puertas adentro interpretaron desde chicos y que ni la banda, ni el suceso artístico ni el éxito comercial pudieron modificar. Al contrario, se profundizaron, se volvieron “un karma” y, de algún modo, empujaron ciertos desenlaces. Una pista es la que deja caer Dennis. “En lo social nunca compartí nada con Brian, compartí con Carl (el menor), porque podía darle palizas”.
Una vez que los Beach Boys se establecieron como banda y Brian como “genio” musical (el compositor, el productor, el incomprendido), las diferencias entre esos hermanos que armonizaban a la manera de The Four Freshmen (”las notas juntas aportan calidez y vibración”) se acrecentaron. Y la figura que se movió como espátula despegando y aplastando tanto sentimientos como derechos artísticos y comerciales fue la de papá manager, que apañó a Brian primero (”siempre fue distinto, desde chico”) y que nunca reconoció en los créditos las letras escritas por Mike Love, su sobrino, quien formó un tándem indisoluble con Brian casi hasta la decisión que rompió el molde para siempre: iniciar una demanda para cobrar lo que él entendía que era suyo y no tener que vivir exclusivamente de los shows.
Probablemente lo más paradójico del documental resulte el hecho de saber que, como aquellos cómicos que hacen reír a su audiencia pero que fuera de escena ellos no son capaces de reír, los Wilson le cantaron a la vida surfer sin siquiera pertenecer a ella. Salvo Dennis, el único que ostentaba estampa de rocker, ni Brian ni Carl ni Mike ni Al Jardine practicaban el deporte. A Brian le bastó con un solo intento: se cayó rápidamente de la tabla y esta le pasó tan cerca de la cabeza que estuvo a centímetros de provocar un accidente. Debut y despedida, sí, pero a encerrarse en un estudio par seguir creando.
Testimonios como los del vecino de la adolescencia David Marks resultan claves en The Beach Boys para saber cómo empezó todo. Él y su familia se habían mudado a una casa contigua de la residencia de los Wilson y la amistad no tardaría en llegar: se llevaba bastante mal con sus padres y prefería estar con los Wilson buena parte del tiempo, en la casa o en el garage escuchando música. Con Carl, principalmente, podía pasarse horas compartiendo música surf de The Ventures, Dick Dale o The Marketss. Entre esa primera pasión de los hermanos por los conjuntos vocales y el deleite por los sonidos instrumentales de estos grupos surgió The Pendletons, nombre de unas camisas a cuadros muy de moda en la California de la época. El nombre duró poco, la sugerencia de la discográfica no gustó por obvia, pero resultó adecuada. Si hacían temas como “Surfin’” o “Surfin’ Safari”, por qué no llamarse The Beach Boys.
Esas primeras canciones y, sobre todo, las de Surfin’ USA, Surfer Girl y All Summer Long, entre otras, fueron la banda de sonido de una cultura y la constitución del mito californiano, ese que al día de hoy se sigue exportando al mundo. Pero así como esparcieron ese imaginario por todo Estados Unidos, más temprano que tarde salieron a exhibirlo al mundo. Así, cuando en febrero de 1964 The Beatles desembarcó en territorio norteamericano y el país entero los vio en el programa de Ed Sullivan, ellos se perdieron el hecho histórico por encontrarse de gira por Oceanía.
La historia de la competencia entre Beatles y Beach Boys tiene tanto de mito como la de los Fab Four y los Rolling Stones. Pero la mayoría coincide en que Rubber Soul fue fundamental para los deseos que Brian Wilson tenía de salir de la simpleza y el imaginario surfer y experimentar. Que el muro de sonido (Wall of Sound) de Phil Spector inspiró al Wilson mayor (se obsesionó con “Be my Baby”, de The Ronettes) es cierto, tanto como que le dio el puntapié que necesitaba para “internarse” en el estudio de grabación, dejar las giras de la banda y dedicarse a componer, producir e incluso grabar con otros músicos mientras sus hermanos y compañeros tocaban por todo Estados Unidos y Europa.
Hoy y desde hace algunas décadas, resulta fácil decir que Pet Sounds es uno de los grandes discos de la historia del rock. El que elevó la vara de la producción artística de ellos e incluso de los Beatles (”¿Here, There and Everywhere” es el alma gemela de “Wouldn’t It Be Nice”? ¿Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band es la respuesta a Pet Sounds?), pero el mismo que en su tiempo, al menos en “su” Estados Unidos, no tuvo un buen recibimiento en lo inmediato.
“El disco para el que lo di todo la gente no lo entendía”, se lo escucha decir a Brian Wilson. Y ese hecho, sumado al intenso consumo de LSD y de otros estimulantes, no hicieron más que alejarlo todavía más del público, de su banda y de su familia. De tan cinematográfica, la vida de The Beach Boys da no para una sino para varias películas. O capítulos de una saga tan extensa como la de Harry Potter. Uno en particular puede estar dedicado a la amistad entre Dennis Wilson y ese joven aspirante a estrella de rock que conoció entre Laurel Canyon y el Sunset Strip angelino: Charles Manson. También en este pasaje oscuro de la vida del grupo se detiene el documental, que todo el tiempo mantiene el foco puesto en la relación familiar y de amistad que siempre se expresó en modo montaña rusa.
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