"Tengo ética punk"
Fobias, canciones, sueños y el porqué del regreso de The Cure al país, tras 26 años
Robert Smith siempre diseminó a su alrededor la idea de que hay algo fuera de su lugar. En la música, en la estética, incluso en su poética y en él mismo. Un sonido corrido de su tiempo y un lápiz de labio también. En torno a esa gracia y ese talento, el compositor, cantante, guitarrista y también manager de The Cure desde hace 35 años ha construido una obra y un personaje de peso, primero en la música británica y luego el mundo, desde fines de los años 70. Cuando vino por primera vez a la Argentina, tenía 26 años y un disco pegadizo y estridente que lo acababa de subir a lo más alto de la ola. Ahora, de regreso a Buenos Aires un cuarto de siglo después, esta critaura de 53 años dice que sigue siendo el mismo y tras media hora de diálogo con LA NACION confirma aquello de que hay algo en The Cure, en él, que no está en su lugar.
Decidido a compensar a sus fans de este lado del mundo, desde hace dos meses Smith promociona su esperada gira latinoamericana como la mejor que se haya visto nunca, con conciertos de más de tres horas, compuestos por 40 canciones que recorrerán toda su discografía, editada entre 1978 y 2008. Incluso sumó a la aventura al videasta Tim Pope, que volverá a trabajar con la banda después de dos décadas y registrará todo lo que ocurra en el tramo sudamericano del tour, para un futuro documental.
De buen humor, abierto y siempre acompañado por la sombra de su leyenda, este señorito inglés nacido en 1959 en un modesto hogar de Blackpool, un pueblo portuario con vista a Irlanda, atendió a la prensa argentina a dos días de coronar su regreso con un concierto en River.
–Hola, soy Robert, Robert Smith...
Sin mediar asistente alguno, Smith llama por teléfono desde su habitación de Asunción del Paraguay, donde anteanoche The Cure cumplió una etapa más de la gira.
–¿No se ha cansado de ser su propio manager después de tantos años?
–Nunca tuvimos manager. Para mí es lo más natural y lo más fácil también, porque soy yo el que elige qué hacer y qué no. Me resulta mas fácil hacerlo yo que dejar que lo haga un tercero. Este tour por Latinoamérica fue un poco mas duro en ese aspecto, porque tuvimos que elegir cada una de las bandas teloneras locales y hubo muchos detalles que llevan tiempo atender. Antes teníamos un sello grande detrás y en los últimos años estamos trabajando de una manera más independiente. El verano pasado tocamos 90 shows por Europa y no teníamos ningún álbum para vender, sólo ser The Cure y tocar arriba de un escenario y eso es una experiencia muy liberadora. Tenemos todo lo que queremos. Y nos gusta que sea de esa manera.
–¿Sabía que hace dos años Disney musicalizó una serie para adolescentes con "Boys Don’t Cry"? ¿Se imaginó alguna vez que The Cure iba a estar asociado con un producto Disney?
– The Cure y Disney no es la más obvia combinación. Pero Tim Burton hizo un film para Disney. Eso significa que Disney es la que cambió y no The Cure.
–Esa canción la escribió cuando usted mismo era adolescente y resultó ser la más popular de The Cure. ¿Aún se conecta con su adolescencia al cantarla cada noche?
–En esta gira estamos haciendo 40 canciones, escritas entre 1978 y 2008, y lo que intento con cada una de ellas es volver al momento en que las escribí o que las canté por primera vez. No es algo sencillo, porque en el caso de "Boys Don’t Cry" es un momento de apenas tres minutos. Pero al mismo tiempo yo sigo siendo el mismo. A veces logro meterme en el tema y me ha pasado de llorar en el escenario, lo que es muy extraño. El otro día, en San Pablo, cantando una canción que se llama "If Only Tonight We Could Sleep", de Kiss Me, de 1987, empecé a llorar. Estaba realmente sorprendido. A veces es como que desaparezco del escenario. Es difícil de explicar, pero cuando eso sucede termino exhausto. Es como revivir 35 años de tu vida.
–¿Recuerda su adolescencia con tristeza?
–No, para nada. Los años de adolescencia probablemente hayan sido los mejores de mi vida, donde todo era por primera vez, nuevas experiencias todo el tiempo, una tras otra, y cada una de ellas con energía positiva. Tengo mejor recuerdo de esa época que de mis 30 o 40.
–¿Y cómo afectó a ese adolescente la cultura punk?
–Creo que de la misma manera que cualquiera de mi edad. Realmente fue algo muy disfrutable, un gran movimiento. Todos las semanas había conciertos fantásticos de bandas como Sex Pistols, The Clash, Buzzcocks, The Stranglers. De repente todo parecía estar cambiando en la música, que por entonces era muy pomposa, y uno podía pensar que la música disco no iba a existir más y el pop iba a cambiar para siempre. Pero por supuesto nada de eso sucedió. Al igual que parte de mi generación, el punk duró apenas dos o tres años. Hubo grandes discos y surgieron muchos sellos. En ese sentido fue como Internet. Había más sellos pequeños en Gran Bretana que en cualquier lado. Y poco antes no había ninguno. Esa idea de editarse uno mismo, de lanzar tu propio simple que podías hacer en tu dormitorio, era genial. Un sentimiento de liberación. La cultura punk construyó su propio camino y eso dejó una huella en todos nosotros. Lo que pasó con el punk es que se convirtió, como todo movimiento, en un producto estándar y desde entonces todos comenzaron a hacer lo mismo y al final era una basura. Pero lo interesante es cómo el punk todavía esta ahí, todavía en llamas, encendido. Yo todavía me siento punk. Odio la pomposidad, odio las marcas, odio las publicidades. The Cure tiene una ética punk, todo lo hacemos nosotros. Y eso es la esencia del punk.
Las influencias
En más de tres décadas, Robert Smith ha influenciado a bandas tan dispares como Radiohead, Sonic Youth, Korn y LCD Soundsystem, pero también a cineastas de la talla de Sofia Coppola y Tim Burton. Ahora, él mismo confiesa haberse construido con partes de David Bowie, Jimi Hendrix y el músico escocés Alex Harvey: "Fueron mis influencias como performer y si bien son muy diferentes, todos tienen en común cierta individualidad y un sentido genuino de que lo que están haciendo es realmente importante".
–Siempre potenció su costado aniñado, públicamente e incluso en parte de su obra. ¿Después de los 50 puede encontrar en ello alguna relación con la postura de no querer ser padre?
–Antes hablamos de ser manager y te aseguro que ésta es una industria muy compleja, muy difícil, con mucha gente de mierda dando vueltas. Desde ese punto de vista, no creo ser muy infantil. Sobrevivir en este negocio repleto de gente desagradable no es sencillo. La industria farmacéutica y la industria armamentista son menos complejas que la industria de la música. Pero sí disfruto mucho de mi trabajo y no lo cambiaría por nada. En ese sentido yo tengo una mirada infantil cuando estoy con The Cure. Me genera una felicidad infantil. En cuanto a la idea de no ser padre no cambié de idea. Cuando tenía diez anos me sentí muy resentido cuando mi madre tuvo un bebe. Yo entonces odiaba a mi madre. Por suerte ahora estoy mucho más equilibrado con respecto a ese tema. Y tengo gente alrededor mío a la que amo y que me quiere. Sigo intentando ver el mundo a través de los ojos de un niño y en eso mis sobrinos me ayudan mucho. Tengo sobrinos de todas las edades y es lindo pasar tiempo con ellos. Para ellos soy el tío loco. Yo disfruto ver el mundo desde su perspectiva y lo que trato es de no ser un viejo cínico. Así lo entiendo yo.
Alguna vez dijo que escribiría sus memorias cuando baje definitivamente el telón de The Cure. Mientras tanto, sostiene que Disintegration es su álbum más autobiográfico. "En ese entonces creía que los 30 años [que cumplió durante la grabación de ese disco, en 1989] era una edad importante, pero después me di cuenta de que estaba equivocado. Pensaba que me iba a suceder una especie extraña de transformación. Eso ayudó también a que sea un gran disco. Estoy contento de cada álbum que hice, intenté hacer cosas diferentes en cada uno de ellos. Todos tuvieron el mismo espíritu que Disintegration, aunque ninguno haya tenido el mismo impacto. Por querer hacer algo distinto todo el tiempo fuimos muy criticados y de manera injusta. Nunca quise hacer la segunda y la tercera parte de Disintegration. Hacerlo una vez ya fue suficiente."
–¿Por qué cree que los sueños han sido una obsesión a lo largo de su obra?
–Para mí es muy difícil darme cuenta de quién soy. Y muchas veces los sueños me han ayudado con esa cuestión. Una parte de mí piensa que los sueños son una continuidad de mi ser y otra parte de mi considera que no tienen nada de conexión. Creo que los sueños son algo por lo que estoy bendecido, pero de una manera maldita. Siempre tuve sueños y cuando era joven solía llenar cuadernos describiéndolos. Pero tuve que parar porque empecé a sentir que me volvía loco y solía mezclar lo que había soñado con lo que había vivido. Todavía tengo sueños muy vívidos. De hecho, cuando deje Sudamérica me voy a despertar de uno.
"El efecto de la seguridad armada fue el opuesto"
Smith recuerda aquellos caóticos conciertos de 1987
"Batalla campal en Ferro". "Crónica de la violencia". "Rock y caos". Los titulares después de los dos conciertos que ofreció The Cure en 1987, en el estadio de Ferro Carril Oeste, marcaron el inicio de una leyenda, más allá de perros de policía heridos, agentes del orden reprimiendo y jóvenes intentando ver más de cerca a una banda inglesa que llegaba en su momento de mayor popularidad a un terreno aún fértil en visitas internacionales de peso.
–Tengo que hacerle la pregunta del millón.
–Claro, adelante.
–¿Cómo recuerda aquellos caóticos shows con los que se presentaron por primera vez en el país?
–Tengo una memoria un tanto fragmentada de aquellos shows, son como fotografías en mi cabeza. Fue en 1987 y fue la primera vez que teníamos seguridad armada para un show nuestro. Llegamos al aeropuerto y había gente esperándonos, los fans fueron muy cordiales con nosotros, pasamos grandes días en Buenos Aires… Recuerdo que cuando llegamos al estadio había mucho ruido y gritos por todas partes. Y poco después la gente de seguridad nos dijo que no podíamos subir al escenario. El efecto de la seguridad armada para nosotros fue el opuesto. Nos sentíamos más vulnerables, porque pensábamos que ellos sabían algo que nosotros no. Pero nada ocurrió. Creo que tuvimos un buen show y tengo en mi memoria que la reacción de la gente fue bastante caótica. Uno podía ver gente quemando asientos, pero nada que nosotros no hubiéramos visto antes.
–Se dijo muchas veces que usted tenía miedo de volver a tocar en la Argentina.
–No, para nada. Siempre hubo argentinos en todos los escenarios del mundo en los que hemos tocados desde entonces. No hemos vuelto, como tampoco tocamos en Japón entre 1984 y 2007. Esa es la razón por la que tardamos tanto en volver: no hay razón. No es verdad que tuviera miedo. La verdad es mucho más terrenal: cuando una banda se vuelve más grande hace menos giras. Hacemos un tour cada tres años y tocamos cien días al año. Y también uno es más selectivo, aparecen cuestiones comerciales y lo convencen a uno de ir a tocar a Los Ángeles y después a Chicago y después a París, Berlín, Amsterdam, Londres y luego de un tiempo queremos volver a casa. "Vayamos allá el año próximo", decíamos y luego volvía a ocurrir lo mismo. En 2007 decidimos que queríamos volver a lugares donde hacía tiempo no íbamos o a tocar en lugares donde nunca lo habíamos hecho. De hecho, fuimos a más lugares diferentes en estos cinco años que en los quince anteriores. Por eso ahora en esta gira vamos a Paraguay, Chile, Perú, Colombia… Estamos tratando de ser más aventureros, pero realmente, siendo honestos, no hubo ninguna razón importante por la cual no hayamos venido antes
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