Tenchi Oddino: la productora que convirtió su dolor en un proyecto musical para ayudar a otros
A casi cuatro años de comenzar su lucha contra el cáncer, la exproductora se une a músicos consagrados para lanzar temas a beneficio del instituto Alexander Fleming
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Tenchi Oddino habla de liberarse, de transformar, de combatir los miedos con la música. A casi cuatro años de que su vida diera un giro de 360 grados, la comunicadora decidió convertir su lucha en un mensaje. Fue en noviembre de 2017 cuando su mundo se derrumbó: en un control ginecológico le descubrieron cáncer de mama y, más tarde, metástasis en tórax, hígado y columna. Desde ese momento, la exproductora musical trabaja día a día en integrar sus conocimientos alternativos con la medicina convencional, enfrenta las complicaciones con valentía y escribe, escribe sin parar palabras que, con la colaboración de las melodías de Ale Kurz, de El Bordo, se convirtieron en canciones.
A poco de que se conociera “Liberar”, el primer tema de El ojo del alma, así se llama el proyecto cuya recaudación será destinada al Instituto Alexander Fleming, la flamante autora da detalles a LA NACION sobre su nueva vida, su camino recorrido y su intención de ayudar para devolver un poco de todo lo que recibió. “Mi mirada era llevar luz y ayuda a Fleming desde la vibración y siento que hoy [después de la pandemia] es algo mucho más grande porque no menciono al cáncer. Siento que es un mensaje que aplica para cualquier desafío, aunque la ayuda sí va para Fleming”, cuenta.
Tenchi no tenía un médico de cabecera porque en general no tenía problemas de salud. La sorpresa llegó después de hacer una visita a su ginecóloga por una infección urinaria. En ese encuentro, su médica le recomendó que se hiciera los chequeos de rutina porque hacía unos años que no se los hacía. “Ahí salió el diagnóstico [cáncer de mama], no me lo esperaba. A lo mejor tenés cosas, aparecen nodulitos... yo no sentía bulto, ni dolor, ni nada. Fue un shock. Me operaron. Salió todo bien, pero en la biopsia me dijeron que se veía un resultado muy raro. Me dijeron que tenía que hacer quimioterapia. `Ni loca, ¿hay otra opción?´, dije. Lo podían analizar en Estados Unidos. Hice todo el trámite, la obra social lo cubrió, lo mandé a analizar y cuando volvió decía `quimio´”, recuerda.
Pero ella no estaba lista, ni siquiera podía repetir la palabra: “la qui”, le decía. Ya era casi febrero y se venía el Cosquín Rock, tenía que ir a trabajar a su Córdoba natal. Pensó que las sierras la iban a ayudar a pensar cómo seguir. Pero no fue así: el día anterior a viajar se agachó y sintió un dolor muy agudo en la zona del ciático. Corrió a la guardia, le dijeron que tenía inflamada la zona, le dieron una inyección y unas pastillas y pensó que con eso la cosa se iba a calmar. Pero no fue así: el viaje hasta el festival se hizo difícil, sobre todo a la vuelta, cuando el dolor se hacía incontrolable y no había fármaco que la hiciera sentir mejor. “Pensé que era el ciático, nunca pensé que tenía metástasis, no tenía conocimiento de todo esto”, relata quien más tarde logró transformar la palabra metástasis en una acción positiva: “Metas sí”[nombre de una de sus canciones].
Del micro, la gente de prensa del festival la llevó directamente al Fleming y fue ahí donde se enteró de la gravedad de su cuadro. “Cuando me despierto y me dicen: `tenés metástasis en la columna, en el hígado y en el tórax´, yo no entendía nada. Me acababa de bajar del micro de Cosquín, me llevaron ahí, me pusieron morfina y me empezaron a hacer un montón de estudios. Quedé internada, me llegaron los resultados y vino la oncóloga a darme el diagnóstico”.
En ese momento, Tenchi recurrió a lo que conocía: las piedras energéticas, el yoga y sus mantras, la meditación. Creó un microclima que, según cuenta, sorprendía a todo el personal de salud, tanto a los médicos como a los enfermeros que se encontraban con guirnaldas de luces de colores y una persona muy positiva a pesar de su diagnóstico. Tenía que aprender algo: ya no bastaba con la medicina alternativa, había que sumar la medicina formal. “Yo no tomo medicación y les decía: `No, yo me voy a curar con mis herramientas´. Fue aprender a pasos acelerados a integrar. La psico-oncología fue de mucha ayuda porque te prepara para lidiar con los tratamientos y la medicación”.
Fue así cómo se amigó con palabras que antes no podía nombrar, supo que la quimioterapia ya no era algo que podía elegir o no y que tenía que embarcarse en ese camino. “Antes de empezar la primera quimio me tomé la energía de la princesa Leia, me lookié como la princesa Leia, e iba con mi muñeca y muy consciente con mis meditaciones. Me decían que no lo podían creer que no era común tomárselo así”, cuenta.
La música para liberar
La música la acompañaba desde siempre y también los músicos. En tantos años de carrera, Tenchi había cosechado grandes amistades y fue Germán Daffunchio, de Las Pelotas, quien le propuso que escribiera. Si bien ella primero se resistió, no se sentía buena escribiendo, sí hablando, de a poco empezó a usar el papel y el lápiz para transitar procesos e integrar todo lo que le estaba pasando. “Vos escribí y mándame”, le dijo el cantante quien la alentaba y reconocía prosa en sus palabras. “En un momento cuando estaba terminando la quimio, me junté con una amiga de una editorial para ver qué podía hacer y no me vibraba y ella fue la que me dijo que escuchaba esas letras con música. “Son canciones”, pronunció.
Mientras tanto, Tenchi seguía lidiando con la enfermedad. Además de la quimio, le hicieron rayos pero el dolor del ciático no se le iba. La operaron de la espalda, le sacaron el tumor y seguía sin poder caminar. Fue por ese entonces cuando decidió activar sus redes para conocer un poco más sobre ella misma. Sabía que era adoptada y había trabajado en eso: había hecho constelaciones familiares y registros akáshicos y, si bien la parte emocional la tenía “sanada”, sentía la necesidad de saber más de “la parte dura”, tener más información sobre sus ancestros. Más allá del movimiento, no logró más información de la que ya tenía: dos parteras habían tramitado su adopción, había nacido en Villa María y su madre biológica, de quien desconoce la identidad, tenía 15 años.
Tenchi solo tiene palabras de agradecimiento para sus padres adoptivos, quienes perdieron una hija antes de adoptarla, y para su hermano, quien la apoyó durante todos estos años y siempre estuvo cerca más allá de vivir en Córdoba.
Después de un 2019 sin poder caminar, le realizaron dos bloqueos de columna que lograron aliviar sus dolores. “Yo pedí entrar con música, les pedí a mis amigos que me digan qué canción se pondrían para atravesar un momento de miedo y me hice una playlist y empecé a ir con esa playlist a todo lo que me daba miedo. La ponía en aleatorio y parecía que las letras me hablaban en cada situación, por eso sentí que tenía que hacer este proceso musical”, cuenta mientras repasa y piensa en cómo, sin darse cuenta, se enfrentó a dos temores que tenía de chica: quedarse pelada y la menopausia, dos de las consecuencias de los tratamientos que le realizaron para contener el cáncer.
El disco y los amigos
Con las letras encaminadas, Tenchi hizo un llamado telefónico que marcó el inicio de El ojo del alma. “Lo llamé a Alberto Moles, de Popart y le dije: `Quiero hacer un proyecto con esto´ y me dijo que contara con ellos. Después cuando el Fleming cumplió 25 años, me eligieron para aparecer en el libro como representación de todos los pacientes y me pidieron que escriba algo. También me invitaron al escenario para hablar. Cuando me bajé, se hizo un silencio y veía a todos emocionados”, recuerda.
Con más fuerza viendo lo que sucedía con la institución que la había ayudado a transitar su momento más duro, Tenchi habló con amigos. El primero que le dijo que sí fue Ale Kurz, que se convirtió en el productor musical del proyecto. “Cuando le conté lo que me pasaba y quería transmitir entendió perfecto: las melodías que creaba describían cada sentimiento, cada emoción”. Los amigos la acompañaron desde el primer día. “No me había dado cuenta de todo lo que había construido. Que venga Yamila Cafrune a tocarme la guitarra a mi casa, a cantarme; Richard Coleman, Kevin Johansen, Ricardo Tapia de La Mississippi...”, describe.
Entre esos amigos hay varios que se sumaron al proyecto. Mientras Kurzs produce y canta el primer tema -junto a Vale Acevedo-, Patricio Sardelli (Airbag) toca la guitarra, Pablo Spivak (El Bordo) el bajo, Alejandro Mondelo (Las Pastillas Del Abuelo) los teclados y Andy Villanova (Carajo) la batería.
La recaída y los recitados
El proyecto arrancó con fuerza después de que Tenchi volviera a viajar a Cosquín en febrero de 2020 para celebrar los 20 años de “su festival”. Y coincidió, de alguna manera, con la pandemia y con una recaída. “El año pasado se volvió a expandir el bicho y me puse a escribir y sentí que eran recitados, que cada canción tenía que ser acompañada por un recitado”. Fue ahí cuando terminó de tomar forma. En el caso de “Liberar”, la primera de las canciones que ya fue lanzada, Natalia Lobo es quien recita, y en el coro se escuchan las voces de su oncóloga, su hermano, amigos, vecinos y todos los que la acompañaron.
“Se van a ir lanzando de a una canción con un recitado, está todo escrito, en maqueta, y algunos ya pre-producidos. Todo va a terminar en un disco”, cuenta y dice que lo de ella no es cantar, sino componer, que deja la voz para los que saben. Ella tiene desde hace un tiempo un ciclo en Instagram, donde todos los martes hace Vibra in da house, una serie de vivos donde charla con artistas sobre temas tan variados como los ovnis, con Walas de Massacre o a física cuántica, con Piti Fernández, de Las Pastillas del Abuelo.
Tenchi terminó su último tratamiento hace tres meses. Ella no se deja vencer. Hoy se siente sana y feliz de que este proyecto se esté materializando. También dice que está lista para encarar una nueva relación. “Me siento a punto caramelo para el nuevo encuentro, me miro en fotos y siento un refresh en mi cara”, lanza. Y asegura que El ojo del alma es una forma de tirar “una buena” al universo.
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