Tema de conversación: Martha Argerich, la antidiva que encabeza el festival que todos quieren ver
Los conciertos de la pianista argentina siguen siendo un furor para los amantes de la música clásica; hasta fines de julio se realiza el festival de ocho funciones, con invitados de lujo
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Noche de sábado. Acababa de terminar el primer movimiento del Quinteto para piano en mi bemol mayor Op. 44, de Robert Schumann, en el Teatro Colón cuando se escuchó el estruendoso aplauso del público. Martha Argerich miró de reojo a la platea y a los cuatro músicos que la acompañaban mientras deslizaba una amigable sonrisa. Y con esa sonrisa parecía decir: “Claro, estoy otra vez en la Argentina”. ¿Y cómo no interrumpir la concentración de los músicos tres veces si se trata de Buenos Aires y de Martha Argerich? Para bien o para mal (por aquí pensamos que para bien) el público aplaude cuando lo siente. No necesita esperar al final de una obra si puede aprovechar un breve intervalo, entre un movimiento y el siguiente. Y el Festival Martha Argerich, que comenzó aquel sábado y finalizará a finales de este mes con su octavo concierto, es puro aplauso.
Pongámoslo en estos términos: Martha Argerich es la diva menos esperada. Tiene una manera de tocar vehemente porque es hacia adelante (ella misma lo ha reconocido). Sus dedos siempre van, con avidez, en busca de la nota siguiente que está escrita en el pentagrama. Y sabe cómo tocar el quinteto de Schumann. Y también sabe que el público argentino la ovacionará, aunque detrás de esa sonrisa haya una sorpresa por lo que fue accidentalmente olvidado. (”Cierto, estoy otra vez en Buenos Aires”, habrá pensado).
En bambalinas, un empleado de producción artística que viene transitando los pasillos del Teatro Colón desde hace varias décadas, decía al finalizar el concierto de apertura: “Si por furor se entiende la velocidad con que se vendieron las entradas, el furor por Martha Argerich está intacto. Y cuando termina de tocar se cae el teatro. Mirá que he escuchado ovaciones en el Colón, pero con Martha es distinto. Hay una relación de afecto con la gente tremenda, y eso también está intacto”.
Martha no es Mirtha (Legrand), la diva de los almuerzos que, aquella noche de sábado, escuchaba Schumann desde uno de los palcos bajos. El mundo de Martha es el piano, las más de ochenta teclas negras y blancas que lo recorre y sus diez dedos. No las declaraciones, o el carisma para enfrentar al público desde el proscenio. Por supuesto que hay un personaje para contar una novela. De hecho, ha quedado retratada en documentales. Sumemos todo lo dicho en las pantallas más esos mitos populares en torno al personaje (desde el día que se cortó un dedo para no tocar o todas las veces que estudió movimientos enteros de conciertos para piano recostada en la cama, sin tocar una sola nota en el piano). Así se puede construir un personaje verdaderamente excéntrico, una leyenda de la música; pero eso no es suficiente para acceder al podio del divismo. De hecho, Argerich nunca se planteó algo así, más allá de que el público de la ciudad donde nació la vea de ese modo, sobre el escenario del Colón: una diva del piano.
Agota entradas en poco tiempo. Despierta pasiones y desconsuelos -los de aquellos que se quedan sin tickets-. Para todos ellos hay que recordar que cada concierto de este festival se puede ver y escuchar por todas las redes sociales. Incluso desde la página oficial del teatro, que emite con muy buena calidad de imagen y sonido.
La atracción que Argerich provoca excede a su rol de pianista. Por eso se puede decir que es una “antidiva” convertida en diva por algunas semanas. Es epicentro de un festival al que acuden tanto los fanáticos de la música como aquellos que van “porque hay que ir” (sabemos que el esnobismo no está ausente). Pero lo medular de este festival es el nivel de excelencia que propone su anfitriona y ese poder de atracción que ella misma genera, por encima de cualquier programa musical o de cualquier propuesta artística y de los nombres que se sumen en cada edición.
Como se escribió semanas atrás, esto puede ser un arma de doble filo. Por un lado, el fervor por una figura tan consagrada de la música clásica es un sentimiento genuino y cómplice, que no hace más que fortalecer no solo una relación público-artista, también realiza un aporte concreto a la necesidad de acercar nuevos públicos a la música clásica. Por otro, el personalismo, que es algo tan idiosincrático en la cultura argentina, encandila la posibilidad de ver qué hay más allá, o, simplemente, detrás.
Una posibilidad es que el festival pueda tener una vida propia más allá de su figura convocante. Porque lo cierto es que hoy representa al mundo Argerich, con nombres que son parte de su universo: desde su nieto David Chen, que subió al escenario en la edición 2022 y Charles Dutoit (expareja, padre de Annie, una de las hijas de Martha, y compañero de música desde hace tantas décadas) hasta pianistas con los que Argerich ya ha compartido otros escenarios. No fue casual que el dúo de pianos con Nelson Goerner, del miércoles pasado, haya sido una de las funciones con más alta demanda.
Este festival se realiza en distintas partes del mundo. Hace poco menos de un mes terminó la quinta edición de la sede de Hamburgo, con once conciertos. No es exclusivo de Buenos Aires y por su carácter, se desarrolla como un “Martha Argerich y amigos”. Acaso una curaduría más amplia, a futuro, podría garantizar un festival cuya fuerza gravitatoria quede puesta en su propio producto artístico. Con mayor promoción de talentos, con estrenos de obras, más participación femenina y otros ingredientes que abran abanicos de posibilidades, tanto para nuevas generaciones de músicos como para nuevos públicos. En esa apuesta, por supuesto, habrá ediciones arriesgadas y quizás otras un tanto conservadoras. Pero en cualquier caso podría ser una cita anual a la que no sería tan fácil renunciar. Quizás hoy las condiciones estén dadas para dar ese paso, en caso de que se quiera dar.
“Sin perder el sello”
¿Es posible algo así? Quien puede ensayar una respuesta es el Director del Teatro Colón, Jorge Telerman: “Es posible. Sin duda que se podría ampliar, pero sin que pierda su sello, su espíritu. Ese espíritu de lo casero”, dice Telerman. “Por todo lo antidivo o lo anti show off que es ella y que se transmite, en gran parte, en la energía fantástica que tiene su festival. Quienes concurrimos a otros festivales vemos, por más maravillosos que sean, que tienen algo de impersonal. Este tiene un sello. Y el vínculo le agrega un plus formidable. Por eso Martha Argerich es un tema de conversación más allá de ese espacio específico del melómano, de la gente habituada a consumir ese tipo de música. Es un fenómeno que va más allá de lo específico”.
En cuanto a la trastienda del festival, Telerman dice que Argerich, además de antidiva, es genuinamente humilde: “Es un ser de otro planeta. Pregunta si las cosas están saliendo bien. Tal vez termina una actividad y pide un piano para seguir estudiando, cosa que ha hecho varias veces. Y su actitud con los otros músicos es de mucha generosidad. Promueve músicos, lo ha hecho siempre a lo largo de su carrera y ahora también con el festival. Ella se involucra enormemente en la curaduría del festival y no debe perder esa singularidad, con su estímulo, con su madrinazgo, con la participación, como este año, de músicos locales. Hay ensambles creados con músicos de nuestras orquestas”.
Agenda del festival
Estos son los conciertos que restan, desde el lunes, en Festival Martha Argerich 2023:
Concierto 5: lunes 24, a las 20. Martha Argerich (piano), Gidon Kremer (violín) y Madara Pētersone (violín). El programa cuenta con obras de Igor Loboda (Réquiem para violín solo), Mieczyslaw Weinberg (Sonata para violín y piano N°5, Op. 53 y Sonata para dos violines, Op. 69) y de Franz Schubert (Sonata para violín y piano en la mayor, Op. 162, D. 574).
Concierto 6: jueves 27, a las 20. Camerata Bariloche, con dirección de César Bustamante. Solistas: Javier Perianes (piano), Sergei Nakariakov (trompeta), Freddy Varela (violín), Claudia Nascimento (flauta), Fernando Cordella (clave). Programa: de Johann Sebastian Bach, Concierto bradenburgués Nº 5 en Re mayor, BWV 1050; de Joseph Haydn, Concierto para violonchelo en Do (transcripción para trompeta); de Wolfgang Amadeus Mozart, Concierto para piano Nº21 en Do mayor, K. 467.
Concierto 7: sábado 29, a las 20. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires con dirección de Vasily Petrenko. Solista: Nelson Goerner (piano). Programa: de Sergei Rachmaninov, Rapsodia sobre un tema de Paganini en la menor, Op. 43; de Richard Strauss, Sinfonía Alpina Op. 64.
Concierto 8: domingo 30, a las 17. Orquesta Estable del Teatro Colón con dirección de Charles Dutoit. Coro Estable del Teatro Colón con dirección de Miguel Martínez. Grupo Vocal de difusión con dirección de Mariano Moruja. Pianistas: Martha Argerich, Iván Rutkauskas, Alan Kwiek y Marcelo Ayub. Voces: Jaquelina Livieri (soprano), Guadalupe Barrientos (mezzosoprano), Santiago Martínez (tenor), Hernán Iturralde (bajo). Interpretarán de Igor Stravinsky, Les Noces; de Ludwig van Beethoven, Sinfonía N° 7 en la mayor, Op. 92 y Fantasía Coral en do menor, Op. 80.
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