Teatro Colón: La directora Keri-Lynn Wilson habla de Tosca, de su relación con Netrebko y por qué no se debe castigar a la cultura rusa
La canadiense es una de las pocas mujeres directoras de orquesta en la elite mundial, y actualmente encabeza un ensamble de músicos ucranianos en el exilio; habló con LA NACION de la puesta de la ópera de Puccini y de la polémica que enfrentó a su marido Peter Gelb, director general del Met, con la soprano
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En 1930, por primera vez en la historia, una mujer empuñó la batuta en un concierto de la prestigiosa Filarmónica de Berlín. Aquella joven directora norteamericana de origen holandés, extraordinariamente talentosa y preparada, marcó un hito contemporáneo en la música clásica y devino en una leyenda de la dirección: Antonia Brico, la primera mujer en dirigir una orquesta clásica de la elite mundial.
Hoy, a casi un siglo de esa histórica actuación que inauguró una era y desafió con éxito una de las tradiciones más arraigadas del género clásico, las mujeres-directoras han ganado reconocimiento, pero la actividad (basta recorrer los cargos de las orquestas más importantes del mundo para verificarlo), sigue siendo un campo dominado por los hombres.
Keri-Lynn Wilson, la renombrada directora canadiense que detenta el récord de convertirse en la primera mujer que dirigió en varios escenarios emblemáticos (la Arena de Verona, la Ópera de Roma y el Teatro Nacional de Tokio), llegó a Buenos Aires para conducir la producción de Tosca en el Teatro Colón luego de realizar dos proyectos de trascendencia en colaboración con Peter Gelb (esposo de Wilson desde hace veinte años, director general del Met de New York desde hace dieciséis, ex presidente de Sony Classical, y una de las más influyentes y exitosas figuras en la administración de la música clásica): la creación de la Ukrainian Freedom Orchestra UFO -la Orquesta por la Libertad de Ucrania- y, a continuación, no sin controversia, su debut en el Met dirigiendo Lady Macbeth de Mtsensk, ópera con la cual Shostakovich sufrió los efectos de la censura y caracteriza, al día de hoy, el paradigma de la proscripción en Rusia.
Desde otra perspectiva, la polémica se instaló en esta Tosca porteña a partir del “affaire Netrebko” luego de que la soprano fuera cancelada en la temporada del Met por su afinidad con Putin y su negativa a repudiar públicamente la ofensiva rusa. Sobre éste y otros temas de candente actualidad, Wilson dialogó con LA NACION.
“¡Pero antes tengo una magnífica historia para compartir! —comenzó Keri-Lynn desplegando todo su charme con elocuencia y simpatía— Tuve mi primer ensayo en el Colón el martes pasado. ¡Justo coincidió con el cumpleaños de Daniel Barenboim! Todo un símbolo para mí viniendo por primera vez a este teatro. Al final del ensayo, sin conocernos con los músicos y los cantantes, les dije: ‘Como saben, hoy es el cumpleaños de Barenboim, él es mi amigo y ésta es su tierra, su casa. ¿Les importaría si grabamos un video con un happy birthday?’. Todos respondieron positivamente. Grabamos un video con un mensaje: ‘Daniel, ésta es tu familia en la Argentina. Me di la enorme satisfacción de enviarle ese video desde aquí, en el día de su cumpleaños y de mi primer ensayo en el Colón.”
Mujeres con batuta
–Si bien las mujeres han ganado espacio en la dirección, sigue siendo un ámbito difícil de conquistar dentro de la música ¿Por qué sigue siendo tan arduo? ¿cuáles son los obstáculos y cómo ha sido su experiencia?
–Hay muchos aspectos contenidos en esta pregunta. En mi caso ha sido fundamental crecer en Canadá, en una sociedad muy abierta donde ser mujer no representa un obstáculo. Crecí en una familia muy musical, tocaba muchos instrumentos e integraba una orquesta desde niña. A medida que fui creciendo, comencé a advertir mi capacidad de liderazgo. A su vez, como mi padre era director en el lugar donde crecí, Winnipeg [en el seno de la mayor colectividad ucraniana de Canadá], adquirí conocimientos no sólo en el plano técnico sino en todos los aspectos que hacen al desempeño de un director, en las habilidades organizativas y administrativas. Cuando fui a Juilliard como flautista [la famosa escuela de música de Nueva York], sentí los límites de tocar un instrumento, sentí que me faltaban desafíos y entré a la carrera de dirección. Crecí en una sociedad que me permitió pensar que yo podía convertirme en lo que deseara y en mi mente jamás hubo dudas acerca de si podía o no llegar a ser quien soy por el hecho de ser mujer. Esa limitación nunca estuvo en mi cabeza y rechazo completamente la idea de estar obsesionada con la condición de ser mujer. Rechazo poner mi energía en eso. Solo me enfoco en ser música.
–Y las directoras reniegan de que la prensa lo destaque…
–Lo sé. Los periodistas lo destacan, pero, antes que nada, somos artistas. Desde mis primeros años me rehusé a ponerme en esa perspectiva. En realidad, todos los directores, también los hombres, pueden tener una buena o mala química con una orquesta. Y si algo no compatibiliza, no asumo que eso se deba al sexo. Se trata de una profesión muy física y de allí surge el estereotipo de que la mujer no es lo suficientemente fuerte o resistente. Creo que a un hombre se le pueden criticar exactamente las mismas cosas, si es débil, si le falta liderazgo o autoridad. Uno de mis mentores, Claudio Abbado, fue un director con un estilo elegante que identifico como un componente femenino, contrario al estilo de Riccardo Muti, más fuerte y contundente. Esta profesión es una combinación de liderazgo y autoridad tamizada con el estilo personal de cada uno y mi propósito es siempre sacar lo mejor de los músicos, inspirarlos para lograr una mejor interpretación.
–¿Qué es para usted la batuta, ese pequeño elemento que simboliza el poder y la autoridad en la música?
–La extensión de la mente, el corazón y la personalidad del director. En la batuta se canalizan esas tres fuerzas concentradas en un gesto. Pero los gestos no se reducen a la mano derecha. Es importante lo que muestra la mano izquierda, lo que dicen los ojos y la mirada. Con la batuta se busca precisión y claridad, por eso, cuando dirijo un coro, no uso batuta porque en lugar de precisión, busco amalgama. Ese pequeño y simple elemento es la extensión de la persona y toda su energía en la síntesis de un movimiento.
–¿Y qué sintetiza su personalidad en materia de repertorio?
–Vengo de dirigir Lady Macbeth de Mtsenk de Shostakovich. Fue mi debut en el Met y me sentí absolutamente en el cielo dirigiendo una orquesta grandiosa. Cuando se tiene el vehículo y el combustible necesario para recargarlo, se produce un poder y una energía extraordinaria, y para mí, la mayor satisfacción como directora, es contar con los músicos al cien por ciento. No me importa si se producen errores normales. Lo que quiero es la pasión recíproca, el entusiasmo. Quiero hacer la música con cada elemento, con la integridad de lo que me he preparado porque me preparo al máximo y espero que todos los músicos hagan lo mismo. ¿Lo que más me apasiona e inspira? Shostakovich, Chaikovski y Prokofiev; Wagner y las sinfonías de Mahler ¡Amo esas grandes fuerzas, esas obras poderosas y monumentales! La música de Stravinski, de Brahms, de Puccini... De este repertorio fluye una energía tan potente que ni siquiera sé de dónde nace, es algo fantástico que me arrastra y hace que ponga todo de mí. Entre mis orquestas favoritas está la del Bolshoi de Moscú con la que ahora lamentablemente no se puede trabajar. Y en general, el sonido de las orquestas alemanas.
La música como expresión política
Entre los pronunciamientos internacionales más destacados del mundo del arte en solidaridad con Ucrania, la creación de la Ukrainian Freedom Orchestra supuso uno de los mayores esfuerzos: una orquesta formada por 75 músicos refugiados, creada por su directora musical Keri-Lynn Wilson en colaboración con el Met y la Ópera Nacional de Polonia. “El propósito de este gesto solidario es defender el legado cultural de un país que está luchando por su libertad —explicó Wilson—. Comenzamos con una gira inaugural en el verano de 2022 visitando siete países en Europa y luego los Estados Unidos. Apenas terminamos la gira decidimos que el proyecto debía cumplir una misión a futuro. A todo lo bueno que conseguimos artísticamente, se le sumaron los esponsors y la primera dama de Ucrania, Olena Zelenska, como nuestra patrona.”
Sobre el despliegue logístico formidable que implicó organizar en apenas unas semanas algo que en condiciones normales requeriría un par de años (en referencia a programar una gira de esa magnitud), Peter Gelb, reconocido hombre de acción y, como director del Met, pieza clave en esa organización, declaró en medios norteamericanos: “Sabemos que Rusia utiliza el arte como propaganda. ¡Yo también! Por eso, desde el primer día de la invasión, el Met ha tomado acciones serias y directas, y se ha proclamado como un aliado de Ucrania desde el frente artístico. Por la urgencia de esta causa, nos movilizamos para esta idea que propuso Keri-Lynn y la resolvimos en tiempo récord. Parte del proyecto de Putin es destruir la cultura y el legado artístico del país, aquello que representa el alma de un pueblo —advirtió Gelb—. Creemos fervientemente en lo que hacemos, por eso el Met se ha sumado a los esfuerzos de la guerra contra Rusia peleando desde el frente cultural y Keri-Lynn es uno de nuestros generales al mando de esta batalla.”
–¿Qué la motivó a concebir esta idea que convierte al arte en una herramienta de expresión política?
¡Mis bisabuelos eran ucranianos y tengo mucha familia, colegas y amigos en Ucrania! Desde que esto se inició [con parte de su familia en el Donbás], quise hacer algo porque estaba horrorizada, no podía parar de llorar del terror que sentía. Pero quise transformar ese espanto en algo positivo, canalizarlo en lo que sé hacer. Entonces formamos esta orquesta que fue como convertir un sueño en realidad, crear la posibilidad de mostrarle al mundo que la cultura ucraniana es maravillosa, que está viva y que no se la puede negar. Fue una experiencia intensa porque no solo se trató de hacer música, se trató de sentir que estábamos allí, representando el futuro y la libertad de una Ucrania democrática.
–A continuación de esa experiencia en defensa de Ucrania, dirigió Shostakovich y entre los favoritos de su repertorio, junto a Tchaikovski y Prokofiev, acaba de nombrar a tres compositores rusos…
–Sí, y de alguna manera fue controvertido ya que en Ucrania no se interpreta a los rusos desde la invasión. Es un asunto sensible. Yo soy de la idea de que no se puede castigar a la cultura rusa. Tomar esa represalia es ridículo de modo que seguiré poniendo mi corazón en ese repertorio. ¿Pero qué es lo relevante? Que precisamente con esta ópera, Shostakovich fue censurado. Tocar esa música increíblemente llena de fuerza, con el tamaño fenomenal del coro y la orquesta, es como un bombazo de energía. Para mí es la voz poderosa con la cual gritarle a Putin que no puede silenciar a Ucrania, que vamos a seguir gritando hasta recuperar la libertad y la soberanía. Esto es lo más profundo que yo siento como transición orgánica entre la gira de la UFO y el Shostakovich del Met.
–Otra controversia emergió en Buenos Aires al evitarse una incómoda colaboración entre usted y Netrebko, ¿quién evitó a quién en este desencuentro?
–Quiero aclarar que tengo muchísimos amigos rusos y me siento mal respecto de la presión que están enfrentando. Tengo amigos en Moscú que sufren porque sus voces han sido acalladas, porque a ellos también se los privó de la libertad. En el Shostakovich que dirigí en el Met teníamos artistas rusos y ucranios porque pienso que no podemos castigar la cultura. Netrebko en este caso tiene su propio director… Y realmente no quiero hacer comentarios al respecto.
–¿Qué le gustaría destacar de la obra y la producción?
–Tosca fue mi primer amor en la ópera, mi primer Puccini, mi debut en la Arena de Verona. La aprendí con Nello Santi y es la obra que más he dirigido, es parte de mí. Tosca interpreta lo mejor del género porque lleva el drama a la escena en el más sensacional de los sentidos. El más puro verismo, la combinación perfecta de teatralidad y música, de texto y partitura sinfónica. Amo dirigirla justamente por eso, por la fuerza de la orquesta que sostiene el drama desde cada uno de los personajes y sus emociones. Técnicamente es difícil porque está llena de matices, rubatos y conexiones sutiles. Aquí me encontré con la mejor escenografía porque logra capturar el espíritu y la esencia de la gran ópera sin perder la intimidad de algunas escenas fundamentales, porque se respira ese aire cinematográfico de la arquitectura romana donde Puccini ubicó su historia [una extraordinaria historia de amor y muerte que transcurre en el marco de otro enfrentamiento político].
Tosca, ópera en 3 actos de Giacomo Puccini. Dirección musical: Keri-Lynn Wilson. Producción original y escenografía: Roberto Oswald. Dirección escénica y vestuario: Aníbal Lápiz. Intérpretes: María Pía Piscitelli, Marcelo Puente y Željko Lučić. El domingo 27, el miércoles 30, jueves 1°, sábado 3, domingo 4 y martes 6 de diciembre. En el Teatro Colón, Cerrito 628. Entradas en venta desde 900 pesos.
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