Teatro Colón: Jorge Telerman presentó a su nuevo equipo de colaboradores y los lineamientos principales de su gestión
La dirección musical del gran coliseo argentino de la lírica estará a cargo del inglés Jan Latham Koenig; Diana Theocharidis asume en el CETC, Pablo Maritano será el director de programación y Marcelo Ayub tendrá el lugar estratégico: la dirección de estudios; “No creo en los procesos de refundación”, afirmó Telerman
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Con un cóctel celebrado en el Salón Dorado que tuvo como broche una fotografía coral, Jorge Telerman presentó a los nuevos integrantes de su equipo y los lineamientos trazados para encarar su gestión desde la Dirección General del Teatro Colón, puesto que asumió tras la partida de María Victoria Alcaraz, en marzo último.
Hoy, más temprano, durante una charla con LA NACION, anticipó los cambios y dio detalles del anuncio de la tarde. Como principales novedades, hay nuevos nombres en lugares estratégicos de la estructura Colón. Marcelo Ayub, que ya desempeñaba una función en el teatro, será el nuevo Director de Estudios, pieza clave para la gestión de Telerman. “Es el que tiene la cabeza, el mapa, para que las cosas artísticas sucedan”, explicó el director. Diana Theocharidis, que viene de dirigir el Teatro de la Ribera (está dentro de la antigua órbita de Telerman, el Complejo Teatral Buenos Aires) se hará cargo de la dirección del CETC que dejó vacante meses atrás Miguel Galperín.
Para ocuparse de la dirección musical (en el ámbito de la ópera, los conciertos especiales y los conciertos de la orquesta estable, entre otras propuestas) llega un ilustre desde lejos, el director inglés Jan Latham Koenig, que fue convocado en varias oportunidades para dirigir obras en la sala principal del Colón. Ahora, según Telerman vuelve lleno de proyectos. Hasta febrero de este año fue Director Principal Invitado de la Ópera Novaya de Moscú. La guerra lo trajo hacia estas pampas, que no le son ajenas. Y, por último, para esta renovación estratégica Telerman convocó a Pablo Maritano para la dirección de programación. “Es uno de los jóvenes más talentosos y tiene pasta para entender lo que necesita una institución como esta”, señaló.
En cuanto a los lineamientos, recordó que dentro de tres años se festejará el centenario del Teatro Colón porque abrió sus puertas en 1908 pero en 1925 se crearon sus cuerpos estables. Aunque aclaro que no estaba en su ánimo una gestión de refundación: “No creo en ese tipo de procesos”, insistió. También destacó que no habrá cambios en la programación 2022. Si se producen modificaciones (de hecho, algunas hubo en el ballet y en el calendario del CETC) no serán por cuestiones artísticas sino de organización. Incluso, no está en duda la llegada en noviembre de la soprano rusa Anna Netrebko, que fue desvinculada de varias importantes salas europeas al no haberse manifestado abiertamente en contra del gobierno de Vladimir Putin, desde que comenzó la invasión a Ucrania. “No estoy a favor de la cancelación de artistas”, dijo Telerman, que también recordó que se hizo recientemente en el Colón un concierto por Ucrania.
Tampoco está en contra, como adelantó a LA NACION apenas asumió su cargo, en marzo, del sponsoreo del teatro, del alquiler de la sala ni de los cruces con la música popular. Solo quiere que eso se haga con una sintonía más fina. En realidad, quiere tratar de preservar el escenario principal del teatro y apostar a proyectos en donde lo externo sea coproducido con la estructura del teatro. El caso que aporta es el de los conciertos con música de películas. Celebra que la Orquesta Estable pueda interpretar repertorios de compositores como John Williams.
Sobre temas que en buena parte lo exceden, también estuvo haciendo gestiones en los escasos dos meses desde que asumió: la necesidad de rever la edad jubilatoria de los bailarines del Ballet Estable es un tema complejo, pero con el que insistirá. “Es algo de sentido común”, asegura.
Quiere un Colón puertas adentro y puertas afuera. Que tenga cosas nuevas para contar. Por eso quiere artistas en residencia como creadores de obra. Aunque todavía no adelanta nombres, habría una obra sinfónica para estrenar en 2023, piezas de ballet y una ópera en 2024. Otro de los puntos de su gestión será el intercambio, que no está planteado con un teatro determinado sino con países. El primero será Italia. También pretende sostener al Colón como marca de manera extramuros. Habrá un ciclo de otoño (aunque esta vez por cuestiones de tiempo quizá sea en primavera) dedicado a la música barroca. Y tiene la intención de avanzar en una ruta de ópera; que salga del Colón y llegue a todo el país.
Durante el cóctel, su discurso resumió algunos de estos tópicos. “La responsabilidad de quienes administramos bienes públicos tiene premisas básicas. La primera y esencial, cuando llegue el momento, es entregarle la institución a nuestro sucesor, en iguales o mejores condiciones que las recibidas. Las otras premisas se desprenden de ésta: rechazar toda fantasía refundacional. Nuestras instituciones, como sucede con toda nuestra historia nacional, alternan momentos de luces y sombras. Pero, en el caso del Teatro Colón, son infinitamente mayores los momentos luminosos que los sombríos. Y eso es lo que tenemos que honrar. No estamos aquí para darnos gustos personales. Tanto en términos de programación como de actividades en general, nuestras decisiones estarán orientadas a que todos aquellos que quieran venir al Colón puedan hacerlo”.
Y sobre gustos personales, cuando el café que compartió con LA NACION ya mostraba las tazas vacías también aseguró que su ópera favorita es Carmen, y que no la programó para 2023. ¿Y para 2024? Todavía no se sabe, aunque promete que antes de fin de año presentará las dos temporadas, como ese gesto de pensar al Colón a más largo plazo y en línea con el trabajo que vino desarrollando en el Complejo Teatral San Martín. De esos detalles también habló cuando las tazas de café todavía estaban llenas. Veamos.
-No sé si escuchó un audio de Whatsapp que se viralizó, donde un director dice que fue despedido del Colón, pero lo hizo cantando.
-A todos los que pasamos por esta puerta nos atraviesa un espíritu pucciniano. Nos gusta expresar las cosas de una manera particular. Pero yo siento que las cosas pueden ordenarse. En realidad no están tan desordenadas, deviene de algo complejo, como una casa de ópera, en un momento como este, en la Argentina y después de una pandemia. Hay muchas cosas por resolver, pero nada me resulta asombroso ni preocupante. Hay temas laborales, definiciones artísticas, procedimientos. El Teatro Colón va mucho más allá del patrimonio artístico. Y hay que pensar constantemente en cambios para validarse. Pensar constantemente su razón de ser, como debe funcionar. Aquello que no se tiene que olvidar. Todo eso nos preguntamos en este tiempo. Y dando respuesta a todas. La primera es: requiere, desde mi perspectiva, fortalecer la dirección general, asumir lo artístico y pensar algunas reestructuraciones que faciliten la organización interna y hacer un programa de política cultural. Qué produce, qué ofrece. Si hay alguien que no se puede dar un gusto en la producción de contenidos, ese soy yo, pero hay que ver cómo cumplimos con los gustos de todos ustedes. Lo que tengo que tener, con mi equipo curatorial, es la capacidad y sensibilidad para abarcar todas las tradiciones y todas las innovaciones. También la diversidad de públicos y gustos, porque es un teatro público. Me concibo como facilitador. No para que se cumplan los sueños maravillosos que uno tiene. Mi vínculo con el Colón es extenso y profundo, no voy a dejar de ser espectador. Pero ahora facilito.
-¿Qué hay que esperar de tradición y de innovación?
-La tradición del Colón ha sido en muchos casos la innovación, valga la contradicción. Tiene que ser una dirección general muy atenta a nuevas tendencias, a cruces. A estimular. Ya me comprometí a un programa de artistas residentes. Ya estamos en conversaciones con uno para que sea el primero.
-Se me cruzan por la cabeza nombres de artistas argentinos en el exterior, como Osvaldo Golijov o el de Oscar Strasnoy.
-Algo así [sonríe]. Necesito dos semanas para anunciarlo. Porque ampliamos el proyecto a artistas en residencia para ópera, música sinfónica y ballet. Podemos llegar para estrenar música sinfónica en 2023. Pero vamos a anunciar las dos temporadas juntas porque queremos dar una idea y asumir un compromiso de mediano y largo plazo. Eso para todo. Como definición de política cultural, definición interna y mejoramiento en el gasto.
-Para 2022 hay un presupuesto de 5.000 millones de pesos, ¿qué espera para el próximo?
-Lo mismo si no hubiera inflación. Quiero un horizonte de dos años. Ese es el compromiso que tomaré cuando hagamos la presentación de las dos temporadas en octubre o en noviembre. La reflexión no pasa por si serán temporadas más tradicionales o modernas, más clásica o contemporánea, sino en esa gran variedad qué y quienes nos garantizan la excelencia y la honestidad artística e intelectual en un título o en un rol. Esos artistas que te hacen sentir que escuchas o ves por primera ves algo. Pienso en Carla Filipcic Holm o en Adriana Mastrángelo en la versión que ahora dimos de El Cónsul. Tienen que estar en todas las temporadas. No es por una idea chauvinista. Pero eso lo tenemos que hacer valer. El Colón es un faro inspirador para la comunidad en general. Deber ser cada vez más para los que no vienen al teatro.
-¿O debería volver a ser un faro inspirador?
-Si lo dijera de ese modo vendría con un espíritu de refundación y no es así.
-Pero trae una larga experiencia como gestor cultural y, especialmente de la última, en el Complejo teatral Buenos Aires, de donde parece haber traído alguno de estos lineamientos.
-Sin duda. Todas las instituciones, mucho más las naves insignia de una cultura, tienen obligación constante de autovalidación. Y pensar hacia a dónde las estamos llevando. Hay que pensar qué producir, para qué producir y para quienes. A veces no es mucho lo que se espera y el Colón puede estar a la altura de cosas mucho más grandes de las que se espera. Queremos llevar cosas fuera del teatro que lleven el sello Colón. Mirar el mundo y que el mundo nos mire. Tener un país invitado cada año. Italia ya aceptó. Tendremos músicos, regisseur, coreógrafos. Lo hemos hecho en el San Martín y dio muy buenos resultados. El Colón no tiene una relación abierta con el mundo. Es producto de unas generaciones que creyeron en el diálogo de la Argentina con el mundo, a través del Colón. Eso es una diferencia enorme.
-¿Qué esperamos de los nuevos nombres que surgen en esta etapa?
-En el equipo curatorial hay puestos específicos con gente que viene de esta casa, de Argentina y del mundo. De esta casa es Marcelo Ayub, que pasa a ser el director de estudios, un puesto crucial. El estará en la sala de máquinas para que las cosas artísticas sucedan.
-¿Por qué Ayub?
-Porque es el más querido, porque es talentoso, porque tiene entrega. Porque es un gran artista. Y porque estamos cambiando el perfil de esta dirección, dándole otras responsabilidades. Y ahora se requiere un vínculo muy fluido y estrecho con todas las áreas. Es el gran articulador de todo lo que sucede. Es alguien que tienen una maestría natural en lo interpersonal.
-Mario Galizzi, el director del Ballet Estable, que asumió en febrero tras la renuncia de Paloma Herrera, también es una persona con buena predica en la institución. ¿Está buscando contar buen consenso?
-Cada vez más le encuentro a esto la mayor de las virtudes. Lo malo de este país es la ausencia de consenso. Le huyo, como de la peste, a las ideas refundacionales. El consenso tiene que estar alrededor de ideas fuertes. Por eso me veo en rol de facilitador. No me siento disminuido por eso.
-¿Y el equipo?
-Más allá de la foto, quiero fortalecer la idea de equipo. La mayoría viene trabajando en esto. Antes te decía que no creo en procesos refundacionales. Pablo Maritano es alguien con quien ya trabajé, en obras como Siglo de oro trans. Y ganamos muchos premios. Es uno de los más talentosos de la escena artística argentina. Se crió en lugares como este. Él es el director de programación. Diana Theocharidis viene al CETC con la intención de que salga de su propio ámbito; que la experimentación invada otros lugares. Y en la nueva estructura cobra un rol muy relevante Jan Latham Koenig. No solo va a trabajar algunos de los títulos de la temporada que viene de ópera y conciertos. También a intervenir en esta mesa curatorial en temas de programación y elencos.
-¿Cómo llega a este lugar?
-Hoy la situación hizo que dejara su posición en Rusia. Pudimos aprovechar esto rápidamente. Es alguien que conoce la casa, es querido por los artistas y el público. En los últimos tres días vino con millones de ideas.
-¿Enrique Arturo Diemecke deja su lugar en la dirección artística y a fin de año la Filarmónica?
-Sí, él ya había anunciado que dejaba la Filarmónica. Haremos actividades de despedida. Y hay consenso para reforzar la dirección ejecutiva pero no vendrá mal después de muchos años tener una transición donde la orquesta sea alimentada por directores invitados.
-Orquestas sin director titular: es una tendencia mundial que se viene dando desde hace un tiempo en el ámbito estatal y el privado.
-Es una tendencia, sí. Pensar más en ciclos con maestros y maestras que prestigien la orquesta y la ayuden a encontrar su propia vos.
-¿Qué planes hay fuera del edificio?
-El festival de música barroca que le encomendé a Verónica Cangemi, que es una especialista. Qué esté en la sala y también en la Plaza del Vaticano. Y quiero que tengamos una Ópera Estudio que comience a funcionar más imbricada con el Instituto Superior de Arte. La ópera de cámara tiene que salir de la ciudad. Hay un proyecto más ambicioso: Opera en camino.
-¿Qué salga a la ruta?
-Sí, que viaje por todo el país con producción del Colón. La idea es que la marca Colón llegue con sus productos a la mayor cantidad de lugares, de gente y de la mayor cantidad de formas. Vamos editar grabaciones del archivo y crear una editora de partituras.
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