Teatro Colón: de Tosca a Liu, las “minas fieles de buen corazón” a las que Puccini condenó como en un tango
Ante la maratón de Tosca que cierra la temporada del Colón a partir de este martes, con tres sopranos encarnando el rol principal, una mirada sobre las heroínas operísticas del compositor y su aciago destino en escena
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Con arte, conocimiento de La bohème y una mirada sagaz, José González Castillo, en 1924, describió a Griseta como una “mezcla rara de Musetta y de Mimí”. Este tango, con música de Enrique Delfino, otro gran amante de la ópera italiana, devino en un estímulo para buscar otros paralelos entre las heroínas de las óperas de Puccini y los personajes femeninos de las letras del tango. Y así fue que apareció una estrofa que, tal vez, podría servir de parámetro para observar al conjunto de todas las mujeres de Giacomo Puccini. En 1926, Gardel, con las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri, grabó “Tiempos viejos”, el memorable tango de Francisco Canaro y Manuel Romero que, a pura nostalgia, comienza recordando que, veinticinco años atrás –es decir, hacia 1900– “eran otros hombres, más hombres los nuestros”. Si esa afirmación puede tener algún dejo machista, la confirmación patriarcal llega con la definición del ideal femenino centrado en aquellas mujeres que eran “minas fieles de gran corazón”. Ahora, con diez funciones de Tosca por delante para cerrar la temporada lírica del Colón a partir del martes 22, con tres sopranos diferentes –una de ellas, la súperstar Anna Netrebko– cabría preguntarse si las heroínas de Puccini entrarían en esa imaginaria y superlativa categoría, la de las mujeres nobilísimas, fieles y de buen corazón.
Puccini tenía algún tipo de afinidad o de sensibilidad especial por los personajes femeninos de sus óperas. La mitad de sus doce óperas (desglosando a Il tritico en tres unidades) portan títulos con nombres de mujer. Ahí están Manon Lescaut, Tosca, Madama Butterfly, La fanciulla del West (Minnie), Suor Angelica y Turandot. Pero, además, en sus óperas hay otros personajes femeninos de indudable protagonismo, como son las nombradas Mimì y Musetta, de La bohème; Liù, de Turandot, y Lauretta, de Gianni Schicchi. Y un dato nada secundario: todos sus personajes femeninos están pensados para sopranos. Si a los varones les caben diferentes destinos finales, con las mujeres la tragedia parece ser una fatalidad inevitable. De todos los personajes femeninos protagónicos, Turandot y Minnie (Musetta y Lauretta son personajes secundarios) son las únicas que terminan vivas. Pero no todas son desgracias para las sopranos. En todas las óperas, hay arias. Aun cuando Puccini era un verista posverdiano con una postura decidida en favor de la continuidad teatral, nunca dejó de lado las arias. Y hacia ellas iremos para llegar a alguna conclusión sobre las tan valoradas cualidades de magnanimidad, honestidad y fidelidad. Nuestro muestrario estará enfocado tan solo cinco de ellas.
Si el amor de Marcello y Musetta, en La bohème, es impulsivo y mayormente pasional, Mimì es el paradigma del amor devoto pero también frágil y, en algún punto, sumiso. Conforme va desarrollándose el libreto, en paralelo al avance de su enfermedad, Mimì luce cada vez más desvalida, aceptando, sin discutir, las decisiones de su pareja. Su consunción se va consumando hasta una muerte inevitable. Su presentación, ante Rodolfo, con “Si, mi chiamano Mimì” es la de una muchacha sencilla y de apetencias y deseos modestos. A Mimì le cabe perfectamente aquello de fiel y de buen corazón. Ante una semana que, en el Colón, la tendrá como protagonista excluyente, acá está Anna Netrebko haciendo el papel de Mimì..
Cio-Cio-San, devenida en Madama Butterfly por decisión de negar su identidad y su pasado, es el prototipo de la mujer abnegada. Creyente de las palabras de su marido en la noche de bodas, inocente, cándida, jovencísima y tozuda, espera pacientemente por el regreso de su esposo. Su vida, luego de varios años, está en un stand-by irremontable. En el comienzo del segundo acto, ella imagina el día en el que Pinkerton volverá. Con un corazón que no atiende razones, ella supera largamente los parámetros de lo que es una “mera” fidelidad. Las bellezas de Puccini acá están, nuevamente, en la voz de Anna Netrebko.
En Turandot, no hay una sino dos sopranos, además, absolutamente contrapuestas en sus caracteres y objetivos. En la China milenaria, Liù es la esclava de Timur, el rey de Tartaria en el exilio. Platónicamente enamorada del príncipe Calaf, el hijo de Timur, en el tercer acto, ella –una esclava piadosa– sacrifica su vida para no revelarle a la desalmada Turandot el nombre de su príncipe idolatrado. Mucho antes, en el primer acto, canta “Signore ascolta”, tratando de convencer a Calaf para que no desafíe a Turandot. En el Colón, antes de la pandemia, Verónica Cangemi cantó esta aria. Luego, a sus ruegos, se suman los de todos los demás hasta que, decidido, Calaf golpea tres veces el gong. El acto concluye grandioso y fatal. En algún sentido, Puccini, en 1924, está anticipando lo que será la música imponente del cine sonoro.
En las antípodas de la fidelidad y de las mínimas buenas acciones, Turandot es cruel, fría, desalmada y monstruosa. Impiadosa, ella va eliminando a todos los que aspiran a poseerla. Al no poder sortear los desafíos que ella les plantea, ordena su muerte. En el segundo acto, ella canta “In questa reggia” y narra la historia de la violación y asesinato de la princesa Lou-Ling, que tuvo lugar hace mil años, hecho que explica la razón de su comportamiento. En la misma puesta del Teatro Colón, la que canta, ahora, es Maria Guleghina. Kristian Benedikt es quien encarna a Calaf. Paradójicamente, de todas nuestras heroínas, la más perversa y la más lejana al buen corazón es la única que tendrá un final feliz.
Y sin atender a ninguna cronología y solo porque en la próxima semana estará omnipresente en el Colón, ahora sí es el momento de Tosca, estrenada en el Teatro Costanzi, de Roma, el 14 de enero de 1900. Acosada, atormentada y psicológicamente torturada por Scarpia, ella, precisamente, en el segundo acto, se pregunta por qué debe tener que sufrir ese martirio si ella ha vivido para el arte y, a lo largo de su vida ha sido, precisamente, una buena mujer. Sin embargo, frente a la ignominia, con toda la tragedia por delante, toma un cuchillo y mata a Scarpia.
En este recorrido acotado por las heroínas más afamadas de Puccini, salvo Turandot, las muchachas eran todas, tal como lo predicaba Manuel Romero en el mismo tiempo de Puccini, “minas fieles de buen corazón”. Una de ellas, desde el próximo martes, estará con nosotros. Tosca, como siempre, estará padeciendo su infortunio pero también haciendo justicia en lo que un penalista definiría como auténtica y legítima defensa. Maria Pia PIscitelli, Anna Netrebko y Virginia Tola, a lo largo de diez jornadas, se alternarán, cada una con diferente elenco, para darle vida a esta entrañable criatura que nunca deja de amar a Mario Cavaradossi, de matar al malvado Scarpia, ni de creer que podrá salvarse.
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