Con producción de la propia artista, se estrenó The Eras Tour, el film que registra la magnitud de la gira con el que repasa su discografía; una mirada al fenómeno que precede su arribo a nuestro país, el ritual de los fanáticos, y cómo el negocio del cine se benefició a gran escala
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Mientras ella se acomodaba una remera de Taylor Swift en la que se podían ver imágenes de la cantante en diferentes etapas de su vida, su novio permanecía al lado, con su rostro ligeramente cubierto por una gorra negra. Cuando levantó la mirada, en esa gorra se leía una de las marcas registradas de la gran estrella pop: “Taylor’s Version” (“La versión de Taylor”).
Detrás de la pareja, una niña, acompañada por su madre y su hermana, luce una remera del disco Midnights y, atado a la cintura, un buzo de otro álbum, Reputation. Todos ellos, como condición sine qua non, tienen enredados en sus muñecas varios “friendship bracelets”, esas “pulseras de la amistad” sobre las que canta Swift en “You’re on Your Own, Kid”, aquellas que luego intercambiarían en lo que es uno de los tantos ritos de pasaje de esa comunión swiftie.
La escena no se produce al ingreso de un estadio sino en el hall de un complejo de cine de la Argentina al que llegó The Eras Tour, la película dirigida por Sam Wrench grabada en agosto en el estadio de Inglewood, California, una de las tantas paradas de la descomunal gira de Swift, cuyo inminente destino es el Estadio Monumental el 9, 10 y 11 de noviembre. De hecho, Argentina es el primer país en el que se presentará tras el lanzamiento de una de sus regrabaciones más esperadas: 1989 (Taylor’s Version), que se editará el viernes 27 de octubre, y que le garantizará a Swift permanecer en la conversación de manera sostenida.
En su capacidad de reinvención y de adaptarse a los cambios en la industria reside el porqué de su vigencia. Swift es quien, en su adolescencia, conoció lo que era promocionar su música en las estaciones de radio, y también es quien, el año pasado, ocupó los 10 primeros puestos de Billboard por sí sola, hito alcanzado con Midnights, pero que 1989 TV probablemente supere por su popularidad original. Solo Taylor vence a Taylor.
Mucho más que una película
The Eras Tour, el film del experimentado Wrench que registra con gran pulso y efervescencia lo que acontece en esa gira que repasa todas las etapas de la artista viene acompañado, como cada paso que da Swift, con esas ceremonias que a su factótum tanto le gusta alimentar. La propia Swift alentó a que se baile en las salas, se cante y se viva la experiencia (casi) sin restricciones. A fin de cuentas, se trata de un acontecimiento del que todo seguidor de la cantante quiere formar parte, especialmente aquellos que no pudieron obtener entradas para su gira.
“Se recomienda usar looks de las eras, friendship bracelets, y bailar y cantar”, escribió Taylor en Instagram al anunciar el estreno de la película, e incluso a ella misma se la vio disfrutando de ese modo con su “plus one” en la prémiere que se llevó a cabo el miércoles 11 en Los Ángeles: nada menos que Beyoncé.
La imagen de las dos artistas -quienes este año propulsaron las dos giras más exitosas con un impacto cultural intrínseco a ambas- enviaba un fuerte mensaje en una industria en la que las mujeres quedan supeditadas a las directivas de los hombres, y además funcionaba como preámbulo del estreno del documental de Beyoncé de su propio tour, Renaissance, que se orquestó del mismo modo que el de Taylor.
En plena huelga del Sindicato de Actores, Swift autofinanció su película, que contó con la distribución de AMC Theatres en 3.855 cines de los Estados Unidos y en 4.150 salas de 90 países. Según informó la publicación Variety, en su día de estreno el viernes 13, la producción recaudó un total de 39 millones de dólares solo en salas de los Estados Unidos, incluyendo las proyecciones del jueves que fueron anunciadas de manera sorpresiva por Swift. En tanto, durante el fin de semana recaudó 94 millones y superó así a Michael Jackson This Is It como la película de un recital más exitosa de la historia.
En base a los datos ya obtenidos y a las proyecciones iniciales, The Eras Tour puede ponerse dos significativas cucardas: es el segundo estreno más exitoso en el mes de octubre en la historia (el primero, con 39.3 millones, lo tiene Guasón), e ingresará a la lista de los films con más exitosos fines de semana de estreno de 2023, ubicado posiblemente entre Oppenheimer y La sirenita.
De conseguir esto último, Swift sumaría otro logro sin precedentes, ahora en el universo cinematográfico en el que está buscando irrumpir como directora tras confirmar su contrato con la productora Searchlight Pictures, y de haber realizado múltiples videoclips para sus composiciones, como el ganador del Grammy “All Too Well: The Short Film”, “Anti-Hero” y “Bejeweled”, entre otros.
Si nos corremos de la frialdad de los números, está la película misma como testamento de lo arrolladora que es Swift como una perfomer que, sobre el final de ese concierto en Los Ángeles, mira el colmado estadio SoFi con la emoción propia de quien, antes del lanzamiento en pandemia del extraordinario Folklore, realmente creía que esa fecha de caducidad que parecen tener las mujeres en la música (pop) le había llegado a ella. Así lo manifestó en el gran documental Miss Americana (disponible en Netflix), una mirada no solo a su persistencia sino también al costado más vulnerable que se asoma en la película de The Eras en varios pasajes.
Uno de esos instantes de sensibilidad lo vemos en el film cuando Taylor contempla absorta al público que la acompaña “para hacer catarsis” en “Champagne Problems”, uno de los temas más brillantes que ha escrito (en este caso, junto a su expareja, Joe Alwyn, y con producción de Aaron Dessner) y que yace en Evermore, un disco imprescindible que ratificó su versatilidad, rasgo del que muchos dudaban. Asimismo, la película pone de manifiesto el orgullo de Swift por los trabajos que concibió en su juventud, no reniega de sus composiciones más lúdicas como “22″ ni de esas narrativas de cuento de hadas que hallamos en su disco Fearless.
Por el contrario, el repaso de sus eras en orden aleatorio (si es que hay algo aleatorio en Swift) es la prueba más irrefutable de sus ganas de superarse a sí misma como intérprete, abrazando otros géneros y colaborando con figuras clave del indie como el mencionado Dessner, y con la extraordinaria Phoebe Bridgers. Taylor, autoproclamada “mastermind”, no deja de trabajar con su amigo y mano derecha, el productor Jack Antonoff, pero tampoco cesa de enviarle ideas al integrante de The National. El cielo es el límite.
Es tan prolífica que incluso sus mejores canciones no forman parte de la película ni de la gira que Wrench retrata con un alto nivel de detalle, ni más ni menos que el espejo de la propia Taylor, aquella que con su traje plateado en “The Man” mira desde arriba todo lo cosechado desde que, en 2006, empezó a difundir casi tímidamente el single de su álbum debut, el tema “Tim McGraw”.
17 años después, está en la cima, y los títulos de crédito de su película reflejan una de las grandes razones de su longevidad, esos fanáticos que la fueron acompañando a lo largo de las décadas, sus hijos, y quienes vendrán luego. “Seremos recordados”, canta en “Long Live”, una canción icónica que escribió, a modo de profecía autocumplida, sobre sus diversas conquistas con los fans a su lado.
El fenómeno Taylor Swift llegó al mundo editorial
La previa a la llegada de la cantante a nuestro país genera un frenesí que tiene un inevitable correlato en el mundo editorial con las recientes novedades. El libro de Planeta, Ayer soñé con Taylor, concebido por José Bellas con producción de Paz Azcárate, recoge testimonios de más 80 swifties que aluden a las fantasías que tienen con la cantante, desde una conversación sobre sus discos hasta un concierto privado en la puerta de una casa. Para Azcárate, la pandemia marcó un nuevo renacimiento para Swift, época en la que consolidó su vínculo con los fans, como expresa la periodista en su texto para un libro que habla de la naturaleza transgeneracional de este fenómeno ineludible.
“Hoy se dice que el único otro fenómeno comparable con las swifties es la beatlemanía, pero no me resulta igual. Lo que genera Taylor no es solo fanatismo, es un sentimiento revolucionario, cuya única arma es la más poderosa de todas: un flechazo directo a lo más profundo, al espíritu, apelando a la sensibilidad humana. Con sus discos creó un espacio a salvo y con su accionar, un ejemplo. En un país en que las superestrellas no acostumbran a meterse en política (y menos si salieron del ámbito country), ella alzó su voz e invitó a la reflexión, sin miedo a tomar partido en contra de los poderes que amenazaban contra los derechos de las mujeres y del colectivo queer. Taylor tiene, probablemente, el micrófono con más alcance del planeta. Y lo aprovecha, y hace de eso una responsabilidad, hace de eso un puente para construir un mundo mejor”, remarca Carmen Sánchez Viamonte en el libro.
El poder de la palabra de Taylor es, precisamente, el leitmotiv de Taylor, From The Vault, una de las novedades de Penguin Random House, que surgió cuando el fervor que desató la compra de entradas para The Eras Tour monopolizó la conversación cultural. “A partir de este libro, me convertí en swiftie” le confiesa la editora Erica Marino a LA NACION.
“El libro surgió a partir del furor por las entradas, era necesario editar algo que recopilara su carrera, una en la que Taylor se fue reinventando. Además, queríamos hacer un libro que tratara de explicar el fenómeno, explicar por qué su público se identifica tanto con ella, por qué hay un tema para cada situación de la vida, y también que mostrara cómo fue creciendo con sus fans”. Taylor, From the Vault ofrece también una mirada “al icono musical y humano” que, para Marino, no puede ser comparado con ningún otro artista. “Este libro es visto por los fans como algo coleccionable, que era lo que yo estaba buscando. Todo lo que puede leerse son cosas recopiladas de los propios dichos de Taylor”, añade su editora.
Libros, películas, outifts, friendship bracelets, regrabaciones, tres inminentes shows en la Argentina. Taylor Swift no solo hizo un gran negocio este año sino que consolidó su lugar en la música con la certeza de que generar una comunidad es la base para luego poder seguir reconvirtiéndose, aportando su cuota para ese disfrute que se genera solo cuando la experiencia es colectiva.
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