Tattoo You, el disco hecho con descartes que salvó a los Rolling Stones e impuso una tregua en la pelea entre Mick Jagger y Keith Richards
Ya está todo listo para la edición 40º aniversario de Tattoo You (1981), el disco con el que los Rolling Stones volvieron a las grandes giras; sexo, drogas, rock and roll y lucha de poderes
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Entonces, el tatuaje en la cara ¿no es una invención del trap? Para construir a Queequeg, el arponero caníbal de Moby Dick, Herman Melville utilizó un retrato grabado en madera durante el año 1830. Allí, el líder maorí Te Pēhi Kupe miraba de soslayo a su artista y lucía con orgullo las líneas laberínticas marcadas sobre su rostro. Un siglo y medio después, el fotógrafo Hubert Kretzschmar recibió a los Rolling Stones en su estudio del West Broadway de Nueva York. Les pidió que se sacaran sus camisas y, de la cintura escapular hacia arriba, los fotografió en estricto blanco y negro. Aunque el disco nuevo se llamaba Tattoo (misteriosamente, el “you” se añadió a último momento), no estaban dispuestos a tatuarse para la tapa. ¿O para qué diablos le pagaban a un ilustrador? Sobre su escritorio, Christian Piper ya tenía las fotos y el retrato Te Pēhi Kupe como referencia. Sus modelos posaban serios y desafiantes. Aunque estaban por sacar uno de los mejores discos de su carrera, Mick Jagger y Keith Richards no estaban precisamente de luna de miel.
“Durante aquella época había empezado a fluir entre Mick y yo una corriente amarga”, dice el guitarrista, en sus memorias. “Surgió de un modo bastante inesperado y para mí fue una conmoción. La cosa venía de los tiempos en que yo dejé la heroína. Escribí una canción titulada ‘All About You’, que se incluyó en Emotional Rescue en 1980 y en la que yo cantaba, cosa rara por aquel entonces. La gente a la que le da por analizar las letras de las canciones suele interpretarla como un tema para despedirme de Anita [Pallemberg, su pareja hasta entonces]. Las canciones nunca tratan de una sola cosa, pero si esa canción es sobre algo concreto, seguramente es más sobre Mick. Había algunos dardos apuntando en esa dirección. Por aquel entonces yo me sentía profundamente herido. Me di cuenta de que Mick había aprovechado algunos aspectos de mi adicción: como mínimo, eso había permitido que yo no interfiriera en los asuntos del día a día”.
Agradecido y dispuesto a relevarlo de la carga, Richards se encontró con Jagger aferrado al timón de la banda. Cero ganas de soltarlo. Después de años y años de tomar las decisiones en soledad, el cantante le había encontrado el gustito. ¿Quién puede culparlo? La tripulación, por lo demás, estaba absolutamente dispersa y disminuida. En el núcleo indivisible de los Stones, Jagger y Richards se disputaban tácitamente el poder. Charlie Watts era el mejor baterista del planeta, pero no tenía pasta como mediador. Ronnie Wood, por su lado, estaba fuera de combate. A ver: realmente se te tiene que haber escapado la tortuga para que Keith Richards entre de noche a tu casa solo para rescatarte.
Apostado en Mandeville Canyon, Wood había comenzado un empinadísimo descenso al séptimo círculo del infierno. Su casa era una procesión permanente de aduladores, garroneros y meros adictos que, desparramados al tuntún en los diferentes ambientes, pululaban alrededor del Rolling Stone caído en desgracia. Con los planes de un disco y una gira por delante, Keith irrumpió en el baño y encontró a Ronnie con el teléfono y un par de yonquis sentados en la bañera. Decidido a medir los alcances del descenso, Keith se sentó en el inodoro y se puso a hacer lo suyo. ¿Todo bien, Ronnie? Nadie le dio bola.
Mientras Richards intentaba poner en vereda a su socio, Chris Kimsey se acercó a la banda con una idea muy oportuna. Ya que no estaban en la mejor forma para ponerse a componer canciones nuevas, por qué no arremangarse y ponerse a revisar la bóveda. Kimsey no se estaba tirando a la pileta así nomás. Sabía de lo que hablaba. Como ingeniero de grabación, había participado de la grabación de Sticky Fingers (1971), Some Girls (1978) y Emotional Rescue (1980). “Me pasé tres meses revisando las cintas de los últimos cuatro, cinco álbumes y encontré cosas que habían sido olvidadas o rechazadas en ese momento”, recuerda Kimsey. “Después se las presenté a la banda: ‘escuchen, chicos, tienen todas estas cosas geniales guardadas en las latas y es un material excelente. Hagamos algo con esto’”.
Todos la damos por sentado. Sin embargo, aunque usted no lo crea, hubo un tiempo en el que no existía una canción llamada “Start Me Up”. Existía una suerte de reggae (mejor aún, de rocksteady) llamado “Never Stop”, abandonado durante las sesiones de Some Girls con una letra medio garabateada en lápiz. Nada especial. En algún punto, sin embargo, la canción comenzó a despegarse de su síncopa jamaiquina y se radicalizó sobre el riff. En lugar de sumar cosas, la banda operó por sustracción y encontró los silencios adentro de la canción. Cuando se quisieron acordar, estaban tocando “Start Me Up” tal y cual la conocemos. En ese sentido, si algo demuestra Tattoo You, es que una canción está lejos de ser solamente letra y música. Es, en gran medida, su arreglo.
“También tuve que escribir versos y melodías”, dice Jagger. “Muchos de esos temas no tenían nada. Por eso se descartaban: porque estaban incompletos. Eran solo fragmentos”. La pista principal de “Waiting on a Friend”, por ejemplo, tenía casi una década y solo un puñado de líneas cantadas en falsete. Entre ellas, aquello de “esperar a un amigo”. Incluso, como estaba compuesta y probada durante los días de Goats Head Soup, la guitarra de Mick Taylor se llevaba buena parte de los honores pero nada del crédito. Taylor no comía vidrio. Eventualmente, mandaría su correspondiente carta documento.
La sensual “Slave” venía arrastrándose desde los días de Black and Blue y, además del piano de Billy Preston y la percusión de Ollie E. Brown, tenía un invitado de lujo como el gran Pete Townshend. Como sugiere su filo punkie, tanto “Hang Fire” como “Black Limousine” fueron rescatadas de Some Girls y al menos cuatro canciones salieron de los out-takes de Emotional Rescue: “No Use in Crying”, “Neighbours”, “Heaven” y “Little T&A”. Todo jamón del medio. Cabe preguntarse entonces cómo es que, con tantos de sus descartes, se puede hacer un disco aún mejor que el propio Emotional Rescue. La respuesta está soplando en el vient
o.
Durante dos períodos bien delimitados (desde octubre a noviembre de 1980; desde abril a junio de 1981), Jagger se paseó por varios estudios neoyorquinos para registrar las voces definitivas y algunas tomas adicionales. Mención especial, por supuesto, para la participación de Sonny Rollins. El coloso del hard-bop metió sus partes de saxo en “Slave” y “Waiting on a Friend” y levantó la vara hasta una cumbre pocas veces visitada: el encuentro entre la mejor banda de rock & roll y uno de los mejores jazzmen de su tiempo. Así, como el Kamikaze de Luis Alberto Spinetta, Tattoo You no solo encontró su forma en la sala de montaje: también su contenido. Los recortes abandonados en el piso armaron un cuadro, pero el disco no suena como un collage. Todo lo contrario. Es como una sola pieza de mármol. Las líneas trazadas en la cara de Jagger, en ese sentido, revelan el otro lado de la trama. El modus operandi. Así estamos, parecen decir. Así lo hicimos, aunque ustedes no lo puedan ver.
Con el diario del lunes, el video de “Waiting on a Friend” puede leerse como una tregua. Keith camina como un vampiro por el East Village y se encuentra a Mick en las escalinatas de un edificio (el mismo que aparece en la tapa de Physical Graffiti, de Led Zeppelin). Ahí también está Peter Tosh, que tiene toda la onda. Mick y Keith se dan un abrazo y, antes de arrancar para el bar St. Marks, cantan el leit motiv del tema chasqueando los dedos: “No estoy esperando a una dama / solo estoy esperando a un amigo”. La escena es un poco forzada, divertida y, a su modo, a su particularísimo modo, profundamente emotiva. Ustedes saben. Hace unos días, los Rolling Stones volvieron a tocar después de la pandemia. Promediando el concierto, dieron un paso al frente y evocaron a Charlie Watts: “Lo extrañamos arriba y abajo del escenario”. Jagger, que nunca pierde la compostura, sonaba quebrado. Keith lo agarró de la mano y ya no lo soltó. Ahora, parecía decirle, nuestro amigo espera del otro lado.
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