Tanguito: tocaba en la calle, escribió ”La balsa” con Litto Nebbia, murió a los 26 y fue el primer mito del rock nacional
A 50 años del único disco que grabó en vivo, Fernando Barrientos, el autor del tema principal de Tango feroz, volvió a grabar esas canciones con el título de Caseros
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Durante una entrevista que dio por la reedición de la biografía de Tanguito, el periodista Víctor Pintos explicó hace un par de años: “La vida de Tanguito tiene muchas cosas que nos encantan. Encarnó buena parte de lo que a los argentinos nos gusta: perdedor, desprendido, murió joven“.
El héroe aplicado a veces despierta menos simpatías que el antihéroe inspirado, que tiene a toda una sociedad en contra. Hace todo aquello que la mayoría no se anima a hacer, o no tiene el talento suficiente para hacer. José Alberto Iglesias, Tanguito, ese muchacho que murió a los 26 años debajo de la rueda de un tren a la altura de la estación Palermo, reunió las características para convertirse en ese antihéroe de leyenda que todavía seguimos recordando, aunque prácticamente se haya publicado un solo disco durante su vida y una película con la que se echó mano a su romanticismo para pintar a ese personaje bohemio, que se movió por fuera de todos los cánones de su época. Un rebelde que no encajaba, incluso en cierto círculo de gente rebelde (si acaso por esto se puede definir, en parte, a algunos de los fundadores del rock nacional). Tanguito estaba un paso más allá de los rockeros, desentonaba; incluso, dentro de ese mundo de gente que no cumplía con los modales del pelo corto y las formalidades de una sociedad que todavía no terminaba de dar su vuelta de página cultural (las dictaduras militares bastante tuvieron que ver con esto).
Tanguito vivía en el Gran Buenos Aires, en Caseros y era hijo de un vendedor ambulante y una empleada doméstica. La guitarra era su pasión y su manera de sobresalir. Finales de la década del sesenta no eran tiempos en los que todo el mundo quería asestar un par de buenos videos en YouTube para hacerse viral y alcanzar la fama en poco tiempo (y algo de dinero también). Pero tampoco eran años en los que a cualquiera se le abrían las puertas de los estudios de grabación. Y, evidentemente, Tanguito tenía con qué.
En el selecto grupo de amigos que se reunía primero en La Cueva y luego en la Perla del Once (dos bares hoy míticos cuando se comienza a contar la historia del rock argentino) tuvo una silla reservada para él, pero ya fuera por su carácter o por sus excesos, siempre se diferenció del resto. Es coautor con Litto Nebbia del tema “La balsa”, pero no tuvo una conducta ni una visión de proyección musical que pudieron haber tenido Nebbia o Moris, dos que sí hicieron carrera con la música. Tanguito, por los testimonios que dejaron los protagonista de aquellos años, era un tipo querible pero no siempre fácil de tratar. Tal vez porque era el más hippie de toda aquella camada (incluso muchos de ellos no tuvieron nada que ver con el hippismo) que vivía el día a día sin pensar en que la música podía ser un negocio, aunque fue varias veces tentado por compañías discográficas (incluso llegó a grabar temas que se conocieron varias décadas después de su muerte).
Solo por ponerle sustantivos y adjetivos al personaje, era medio chanta y bastante atorrante. Era de los que a veces pedía algo prestado y no lo devolvía. Ya fuera un poco de dinero o una guitarra. Profusas son las historias que sostienen que llegaba en taxi a la casa de, por ejemplo, la familia Spinetta, tocaba el timbre y lo primero que hacía cuando le abrían era pedir dinero para pagar ese taxi. Pero no tenía malicia. En su voz se hicieron conocidos temas propios y otros que no llevan su firma pero que, con el tiempo, en el saber popular quedaron como suyos. La simpleza compositiva que solo requería un par de acordes o los versos sencillos con frases directas fueron su manera de expresarse. “Amor de primavera” (música de Tanguito, letra de Hernán Pujo) es uno de los mejores ejemplos.
El personaje inesperado comenzó a cruzarse con sus propios fantasmas. La adicción a las drogas, las internaciones en instituciones psiquiátricas y la imposibilidad de hacer pie en una realidad que, quizá, intentaba combatir, no lo ayudaron a encontrar salidas. Luis Alberto Spinetta aseguró una vez que la gran inspiración de Tanguito no fue a base de drogas sino previa a esa etapa en la que ya no pudo controlar su vida.
Estuvo preso en la cárcel de Devoto. Fue internado en el hospital neuropsiquiátrico Borda y vio su final un día que de allí decidió escapar. Su fuga fue el 19 de mayo de 1972. Consiguió llegar hasta la estación Palermo del ferrocarril San Martín, pero terminó esa misma mañana debajo de la rueda de un tren. Su muerte nunca fue investigada. Jamás se conocieron las causas.
Pero el tiempo, en algunos casos, da revancha. Un día un periodista lo rescató en la tapa de una revista de rock y una década después, con una investigación más profunda, ese mismo periodista, Víctor Pintos, convirtió esa historia en un libro, que tuvo reediciones décadas después. La revancha fue la posibilidad de convertirse en leyenda y en un personaje masivo desde que su historia fue la que inspiró a Marcelo Piñeyro para rodar la película Tango Feroz, que protagonizaron Fernán Mirás y Cecilia Dopazo. “Todo no se compra, todo no se vende (...) Conozco una lista interminable de cosas que son más importantes que la seguridad. Soy capaz de soñar sueños...”. Las frases ideales para cualquier adolescente que en aquellos años aspiraba a una rebeldía bastante alejada de las aspiraciones actuales de rebeldía.
Aún así, la película fue muy controvertida. La mayoría de los amigos de Tanguito que frecuentaban La Cueva o La Perla del Once y escribieron canciones que hoy son emblemáticas dentro del cancionero del rock argentino, no otorgaron los permisos para que sus canciones fueran incluidas en el largometraje. Sin embargo, el éxito de Tango Feroz permitió que mucha gente se enterase de la existencia de este personaje que parecía un satélite en torno al epicentro del rock nacional de finales de la década del sesenta y principios de la del setenta.
La nueva versión de un viejo álbum por el autor de “El amor es más fuerte”
En la década del noventa, el cantante y compositor Fernando Barrientos compartió el dúo Caín Caín con Daniel Martín y años después encontró su veta folklórica en otro proyecto de dúo, Tilín-Orozco, con el que grabó varios discos. En 1993 escribió junto a Martín el tema “El amor es más fuerte”, que se convirtió en el gran leitmotiv sonoro de la película Tango Feroz. Además, de ese tema que interpretó Ulises Butrón para la banda de sonido, Barrientos cantó una versión del tema “Presente”, de Vox Dei.
A treinta años de aquella película y a poco más de medio siglo de la muerte de Tanguito, Barrientos se embarcó en un proyecto que intenta rescatar aquel disco, Tango, que el juglar de Caseros grabó a principios de los setenta. Y lo llamó, justamente, Caseros. Trae ocho tracks que son los que Tanguito había grabado para aquel álbum, más un tema especialmente compuesto para la ocasión. Lo singular de la placa es que lleva los modos de estos tiempos: está plagado de “feat”. Si bien es Barrientos quien aparece como hilo conductor (además de las canciones, obviamente) hay muchas participaciones en cada tema. Lula Bertoldi, Lucy Patané, Florencia Ruiz, Isabel de Sebastián, Noelia Sinkunas, Rubén Goldín, Shaman Herrera, Alex Musatov, Leandro Lacerna, Christian Covre, Flavio Barrientos y Manuel Farizano aportan lo suyo.
Por otro lado, la búsqueda sonora no responde a los parámetros actuales. El enfoque estético fue hacia el pasado, hacia la búsqueda de una consonancia con la manera de trabajar el audio en la década del setenta. Por cierto, en aquel tiempo esto tenía que ver con los recursos disponibles. La reverberación que aparece en el original del tema “Balada de Ramsés VII” es el punto de contacto con este álbum. Hoy es una opción deliberada el toque vintage que tiene Caseros, con una halo a resonador de efecto de cámara en las voces y, en ocasiones, para la vibración de la guitarra. No es casual porque este es el instrumento que domina el álbum. Y en esto también seguramente hubo una decisión de apostar a la sencillez estética, que es, ni más ni menos que la que había predominado en la composición de Tanguito y en sus grabaciones.
La propuesta de Barrientos se nota levemente aggiornada y en versión alternativa. En temas como “Todo el día me pregunto” (de Alejandro Medina, Claudio Gabis y Javier Martínez), busca el enfoque más guitarrero que el original de Manal. Y las palabras de Tanguito es lo que subyace, en un espectro bastante amplio, que va de lo muy básico y primitivo (”O nena, solo quiero hacer el amor contigo”) hasta imágenes que toma de otros autores y que pone en su voz (”Abre el barril de lluvia, toma una copa/ Y el hombre de cristal volverá a vibrar”, dicen los versos de Pujo en “Amor de primavera”).
En las ocho canciones del repertorio de Tanguito que aparecen en Caseros hay un juego en el que se busca la esencia del original y luego se toma un poco de distancia para darle otro vigor que no tenían las bases machacantes del propio Tanguito, y para colorear lo que ha quedado allá lejos y quizá desteñido por el paso del tiempo. Aunque la voz tan particular de Barrientos no ostente en muchos casos los primeros planos, se nota su valor en el tema que le dedicó a Tanguito. Esa perlita llamada “Cerraron sus ojos al cielo”, que suena en el último track del disco, que ya está disponible en plataformas.
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