Tanguito: escribió con Litto Nebbia “La balsa”, murió a los 26, hace 50 años, y su mito se convirtió en película
Pudo haber sido el primer ídolo del rock local pero los excesos y su carácter lo impidieron; grabó un disco, que se editó después de su muerte y dejó otro puñado de canciones que recién vieron la luz en 2009; a su modo, el ya clásico film Tango feroz le rinde homenaje
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Durante muchos años se supo muy poco de José Alberto Iglesias. Conocido popularmente como Tanguito, era recordado simplemente como el autor de una canción pionera y emblemática del rock argentino, “La balsa”, que había tenido una carrera corta e irregular y una muerte trágica. Tanguito murió el 19 de mayo de 1972, cuando tenía apenas 26 años: ni siquiera pudo llegar a formar parte del fatídico “Club de los 27″ con figuras estelares de la cultura rockera como Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse. Con el paso del tiempo se hizo más conocido, gracias a la curiosidad de los investigadores de la historia del rock argentino. Pero en vida no fue famoso ni mucho menos.
Nacido en Caseros, hijo de un vendedor ambulante y una empleada doméstica, creció como artista trashumante escondido detrás de varios apelativos, una señal de su personalidad mutante e imprevisible: Ramsés VII, Donovan El Protestón, Susano Valdez, el más célebre Tanguito... Murió una madrugada de 1972 en Palermo, aplastado por las ruedas de un tren, a unas cuadras de la estación Pacífico. Algunos hablaron de accidente, otros de un presunto suicidio.
Nunca tuvo trabajo fijo y el consumo excesivo de drogas transformó definitivamente su personalidad. Estuvo internado en el hospital Borda y fue sometido en ese neuropsiquiátrico a sucesivos tratamientos de electroshock cuando ya había perdido gran parte de la magia que lo hizo legendario entre los primeros hippies y músicos de rock porteños.
De a poco se fue construyendo alrededor de su figura una mitología. Hasta que una película discreta y muy discutida que se estrenó en 1993 -Tango feroz, debut en la dirección de Marcelo Piñeyro en el que Fernán Mirás interpretó el papel protagónico- se convirtió en un asombroso éxito de taquilla. El rol del periodista Víctor Pintos, autor de una detallada biografía del artista editada por Planeta, fue decisivo en el film y también en la difusión más extensiva de la vida y la obra de este singular personaje.
Una historia particular
En 1963, Tanguito debutó como músico con Los Dukes, una banda del barrio de Mataderos que hacía versiones de temas de Palito Ortega y Sandro con un toque más rockero. Después empezó a frecuentar La Cueva, refugio de otros pioneros del rock nacional como Javier Martínez, Alejandro Medina, Litto Nebbia, Billy Bond, Moris, Miguel Abuelo y el periodista y poeta Pipo Lernoud. Se trataba de un sótano que había funcionado antes como cabaret y que en ya en el 64 era uno de los reductos favoritos de la bohemia porteña, igual que La Perla del Once, en cuyo baño, dice la leyenda, Tanguito compuso “La balsa”, canción cuyo inicio remitía vagamente en su versión original al clásico de la bossa nova “Garota de Ipanema”, de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, y que grabada por Los Gatos vendió como disco simple (con “Ayer nomás” en el Lado B) 250.000 copias. Con la plata de las regalías, Tanguito se compró ropa, zapatos, dos guitarras, discos de vinilo y un combinado Ranser, pero se ha dicho siempre que olvidó una parte importante de esos gustos que se había dado en un taxi.
Grabó su primer álbum, para el sello Mandioca, en 1970. Lo iban a acompañar originalmente los músicos que él mismo había elegido -Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina, los tres integrantes de Manal-, pero en las dos primeras sesiones no apareció por el estudio y dos de ellos (Gabis y Medina) decidieron abandonar el proyecto. Con Martínez como único colaborador, registró “La balsa” y otros temas que fueron recuperados más de una vez por figuras del rock nacional: “Natural”, “Amor de primavera”, “Todo el día me pregunto”... Pero el disco, titulado Tango, salió a la venta editado por el sello Talent recién en 1973, luego de su muerte.
Uno de sus primeros impulsores fue el recientemente fallecido Miguel Grinberg, periodista y militante ecologista que elogió calurosamente, en la revista La bella gente, el tema “Natural”, incluido en el seminal compilado Pidamos peras a Mandioca junto a canciones de Billy Bond, Manal, Alma y Vida y La Cofradía de la Flor Solar. “Es la revelación de este disco -escribió Grinberg-. ‘Natural’ es un tema simple y muy hermoso. Tanguito -algo ronco, lo cual le queda muy bien- tiene un mensaje musical nuevo y algunas otras cosas para decirnos. Merece ser escuchado”.
El anecdotario alrededor de la informalidad y las excentricidades de Tanguito es largo. Desde aquel incidente en el baño de la casa familiar del Flaco Spinetta (se supone que se encerró para inyectarse anfetaminas y fue descubierto por la mamá del entonces líder de Almendra) y los robos de discos que solía perpetrar cuando lo invitaban a la casa de algún melómano hasta los largos viajes en taxi que emprendía para después escaparse sin pagar. Se cuenta también que recorría el centro porteño vestido de arlequín, que tenía problemas permanentes con la policía (su época de aventuras callejeras coincidió con el clima represivo de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía), que estuvo preso en la cárcel de Devoto y que solía causar una empatía inicial que pronto se transformaba en rechazo por sus actitudes desconsideradas e intempestivas. El perfil de un rocker rebelde, anárquico e individualista, en suma. Un personaje ambiguo al que Billy Bond describió alguna vez con crudeza: “Se drogaba tanto que no podías ni hablar con él. La mayoría de los músicos lo despreciaban, pero ahora, que ya no está y es un mito, nadie lo admite. Yo era su amigo. No tenía para nada el prototipo de un héroe, e incluso olía mal. Pero era un ser maravilloso, con un corazón muy grande”.
Al margen de toda esa data difícil de corroborar y de los rumores que fueron creciendo con el paso de los años, queda una obra breve pero de fuerte valor simbólico. Tango es un disco clave del rock argentino. Definido sagazmente como un “álbum happening” por lo repentino, accidentado y “documental”, tal como lo caracterizó Javier Martínez, ha dejado sin dudas una huella imborrable.
Muchos años más tarde, en 2009 más precisamente, un pequeño sello independiente (Kelito Records) rescató doce tomas inéditas grabadas en aquellas problemáticas sesiones de 1967 en los estudios TNT y editó el disco Yo soy Ramsés, que incluye una canción coescrita con Martínez y tres de Moris. De esa manera quedó plasmada la obra completa de un artista que tuvo un momento fugaz de creatividad e igual sobrevivió como mito.
Como bien dice Lernoud en el libro que acompaña la edición de Yo soy Ramsés, el “gran momento” de Tanguito fue breve: desde la salida de “La balsa” hasta mediados del 68. “Ahí tuvo su gran oportunidad. Tanguito era la estrella, el tipo que había sido uno de los compositores (el otro fue Nebbia, aunque siempre hubo polémica al respecto) del tema más exitoso de la música pop nacional hasta entonces, y era el personaje del cual todos esperaban mucho. Es por eso que le pusieron toda la carne al asador en la grabación del simple de RCA que tenía ‘La princesa dorada’ y ‘El hombre restante’. Tuvo una gran producción, le metieron la orquesta de Horacio Malvicino, buenos arreglos. Pero él no estaba contento con la orquesta porque el arreglo le parecía meloso”.
Así fue la vida personal y artística de Tanguito: talento y dispersión, apego a la aventura y alergia a la disciplina. “Sentía que vivía en el mismo universo que los Beatles, Donovan y Bob Dylan, pero a la vez caminaba por el barro de Caseros sin un mango, en la búsqueda, en la nada -apunta Lernoud en ese texto que lo recuerda con cariño y respeto pero sin idealizarlo-. Había en él dos vidas paralelas y separadas. Fue un creador que nunca pudo concretar del todo su enorme potencial”.
Medio siglo después de su partida, la llama de este juglar que ardió y se extinguió tan rápido sigue en el recuerdo, es parte de la historia del rock argentino. En su obra, corta e intensa, hay que seguir buscando las pistas para acercarse e interpretarlo. “Sólo quiero viajar / no sé adonde iré / sólo puedo / puedo divagar / porque lo demás está prohibido”, cantó en “El despertar de un refugio atómico”. Como si de antemano supiera todo sobre su ruta y su destino.
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