¿Por qué será que a tantas décadas de su invención la electrónica sigue siendo tabú para gran parte del público? ¿Será porque es percibida como horror vacui de la encarnadura humana? Ese sonido sintético que rara vez sucumbe a una melodía (¡ni hablar de armonías!), generado por máquinas discretas, a lo sumo aerodinámicas, perilleadas por gente oculta en las sombras. Pero en las antípodas del nerd recluido en su laboratorio y del BoBo impávido, moldeado por Kraftwerk, está Suzanne Ciani. Glamorosa aun a los 73 años, la pionera del Buchla –el primer sintetizador modular creado en 1963– es hoy reivindicada como "reina del diodo" por una nueva generación que recuperó el calor de la síntesis modular (una larga lista encabezada por el notable Keith Fullerton Whitman). Aunque, según Suzanne, el Buchla tiene un alma con la que interactuar.
"Una de las alegrías de tocar con este instrumento es que está vivo. Es fluido y tiene un cerebro; vos tenés un cerebro", mira y se ríe en conversación por Skype desde su hogar a orillas del mar en Bay Area, California. Orgullosa, Ciani mueve su cámara para mostrar el paisaje. Las olas, para ella, son la máxima expresión de feminidad. "Es un milagro que esa masa enorme de agua llegue a las playas de un modo tan delicado, tan gentil".
Nacida en un hogar ítalo-americano, Suzanne aprendió a tocar el piano a los seis años y en 1968 su pasión por el mundo clásico la llevó a estudiar composición en Berkeley. Muy cerca de allí, en el Mills College de Oakland, se había mudado el San Francisco Tape Music Center, donde trabajaba Don Buchla, el padre de este complejo instrumento que, con el Moog, revolucionó la música electrónica. Ciani lo conoció porque su novio de entonces, el escultor Harold Paris, era vecino suyo. "Por cinco dólares la hora podía tocar", recuerda. "La electrónica era algo misterioso. No había libros ni manuales; se aprendía sobre la marcha".
De la curiosidad, Ciani pasó a "ensuciarse las manos": codo a codo con Don soldaba componentes del Buchla 200 antes de que aparecieran Ramon Sender y Morton Subotnick, los intérpretes más recordados del icónico instrumento.
Hoy, el modo en que su sensibilidad inunda los circuitos remite a la interfaz mujer/máquina en la ciencia ficción: heroínas como Molly Millions, el cyborg por antonomasia del clásico cyberpunk Neuromancer, de William Gibson, y un poco más atrás Donna Summer, la primera cyborg moldeada por Giorgio Moroder en el seminal track disco "I Feel Love".
"Tengo una hipótesis al respecto", dice Ciani, tratando de dilucidar su flechazo con el Buchla 200. "Como mujer compositora, no había muchas puertas abiertas. No tenía modelos femeninos para mi carrera. Cuando quise estudiar dirección sentí esto de las mujeres no tienen derecho a dirigir. Y la música electrónica resultó liberadora porque podía hacerlo todo sin ayuda de nadie".
Esa liberación fue quizá la misma que sintieron colegas como la francesa Eliane Radigue y la inglesa Delia Derbyshire. "En aquellos días no había tanta comunicación y no nos conocíamos", dice Ciani. "Hay un gran agujero negro que recién ahora se está completando. Hace un año y medio di un concierto en el Royal Albert Hall junto a la premier de una obra de Daphne Oram (cofundadora del BBC Radio Workshop y mentora de Derbyshire). La pieza tenía 70 años. Había dos orquestas, una tocaba en vivo y la otra era procesada por electrónica en tiempo real. Nadie jamás hizo eso, ¡y se escribió en los años 40!".
"Las mujeres se adaptan muy bien a la sensibilidad electrónica –continúa elaborando su idea– porque llegan con la mente abierta, sin una gran historia en otros campos. En cambio los hombres arriban con una idea de antemano; como aplicar la electrónica al rock, por ejemplo. Yo noté eso con mi ingeniera de sonido. Cuando estaba en Nueva York mezclando mi álbum Seven Waves, que es todo de electrónica, los ingenieros más top querían hacerlo sonar a otras cosas preexistentes. Lo que me salvó fue encontrar a una ingeniera mujer. ‘Oh Dios’, dije, ‘ella me entiende’".
Seven Waves (1982) es el álbum bisagra entre su pasado electrónico y su conversión en pope de la new age. Allí articula su romanticismo por las olas del mar y las ondas electrónicas con nociones clásicas como el contrapunto. Sería su último trabajo con el Buchla hasta su actual renacimiento. Purista de los conciertos cuadrafónicos, Ciani no encontraba salas neoyorquinas dispuestas a su requerimiento de cuatro columnas, el medio ideal para escuchar sintetizadores análogos.
"La primera vez que pude tocar nadie entendió nada. Fue una gran desilusión", dice. "Por otro lado, en esos días no podías grabar en tu casa, tenías que alquilar un gran estudio. Y ninguno de los grandes sellos me quería en su catálogo. No sabían qué era el Buchla. Querían que cantara o tocara la guitarra".
Suzanne fundó su compañía Ciani/Musica para realizar trabajos en publicidad, cine, teatro y televisión que le permitieran sostener una carrera independiente ("Yo era una indie comprometida", dice sonriendo). Con el soundtrack de The Incredible Shrinking Woman (1981) se convirtió en la primera mujer en musicalizar un tanque hollywoodense. Diseñó audio para avisos de AT&T, Energizer y General Electric, y grabó las voces femeninas sintetizadas de los juegos Xenon. Pero su gran paso a la posteridad fue el diseño de la Coca-Cola destapándose y derramando burbujas, un sonido que recorrió el mundo.
"Coca-Cola fue como ganarme el loto", exclama. Originalmente, su tarea consistió en ponerle música a un clip donde se vertía gaseosa en un vaso (ver recuadro). "Tenía que hacer algo abstracto porque una melodía no funcionaría en ese contexto", recuerda. "Y la idea de las burbujas se me ocurrió como algo musical, pero sin eje tonal. Esa es la clase de pensamiento que desarrollás en la electrónica. Es música muy poética. Tenés las herramientas para diseñar ideas y pensás de esta manera: ¿cómo sería el sonido del calor, o el sonido del frío?". (La representación de sensaciones fue muy bien llevada a cabo en su primer álbum con el Buchla, Voices of Packaged Souls, de 1972).
Escuchando los diseños publicitarios de Ciani, es notable cómo sus réplicas resultan más reales que el original; una sensación de realidad aumentada que fue común en los ochenta y desapareció con el sampler. "Con el Buchla, no es el sonido sino el modo en que el sonido se mueve. Siempre fluye, está en transición", dice. "En cambio, para mí el sonido sampleado llega muerto".
En 2010, Ciani estuvo en Mendoza para dar un concierto en piano de lo que ella denomina su romantic music. Justo entonces el sello británico Finders Keepers la contactó para publicar su material de archivo, comenzando con Lixiviation (2011), un sampler de obras breves, diseños para Atari y publicidades. "Si querés preservar el material de archivo tenés que hacer un transfer digital", cuenta. "Así que pensé, que lo saquen antes de que se desintegre. La sorpresa fue que Lixiviation de pronto apareció en Amazon y los fans de mi otra música estaban indignados. Después, el sello quiso hacer un evento en Los Ángeles y dije: ‘Ok, pero no pongan mi nombre en la marquesina, porque no quiero confundir a mis fans’. Si entraban, iban a salir horrorizados. Ahora parece que está todo bien, pero llevó un tiempo. Además, mis nuevos fans son gente joven".
La campaña de Finders Keepers incluyó el lanzamiento del elogiado Buchla Concerts 1975, un doble vinilo de conciertos inéditos que la restituyó al panteón de la electrónica. Tras el redescubrimiento, la norteamericana participó en festivales como Sónar o Moogfest, y Amazon Prime Video realizó un documental sobre su vida, A Life in Waves, que incluye material de archivo como una simpática aparición de Ciani en el David Letterman Show, a inicios de los ochenta. En el film también están los testimonios de Sarah Davachi y Robert Aiki Aubrey Lowe, dos de sus fans e intérpretes de electrónica analógica. Ellos son parte de una nueva camada que utiliza módulos de Eurorack, una nueva tecnología similar al Buchla en menor tamaño.
Ahora, dos generaciones se mancomunan bajo los preceptos puristas de Don Buchla: síntesis e interacción modular, nada de teclados. "Los encuentro siempre que estoy de gira", sonríe Suzanne que, envalentonada y siempre fiel al indie, dos años atrás publicó su primer concierto cuadrafónico: una enorme caja que contiene un vinilo junto a un decodificador hardware, capaz de convertir un estéreo en sonido de cuatro canales.
"Lo que se perdió tiene la chance de reaparecer, y es di-ver-ti-do", exclama con la alegría de una niña. "Es divertidísimo tocar rodeada de sonidos (mueve los brazos alrededor), sonido espacial moviéndose al tiempo de la música. Estás interactuando a un nivel energético con el sonido. Y se mueve (agita las manos), el sonido está vivo y es maravilloso, eso es lo más emocionante".