Susan Ferrer: la gran dama del musical, a treinta años del hit de Italia 90
"Si me preguntas para que vine a este mundo, te responderé: para vivir en voz alta", dijo el francés Émile Zola. Algo, mucho, de ese pensamiento del padre de la palabra naturalista convive en Susan Ferrer. Su garganta prodigiosa es el instrumento para transitar la vida diciendo con música. Y en voz alta, como lanzó Zola. Artista. Acaso esa sea la mejor acepción que pueda definir en palabras a la cantora nacida en Paraguay que se convirtió en una de las figuras fundacionales del teatro musical argentino. Esa misma que hoy está presentando, a través de las plataformas digitales, los temas de su nuevo material atravesado por el jazz y con la participación de músicos relevantes, un seleccionado que forma una paleta de colores perfecta.
"A mí, la música me sale del alma. Me considero una intérprete, lo hago desde un sentimiento, será por eso que me gusta cantar de todo. La comedia musical me sirvió muchísimo para poder crecer, también mi vínculo inicial con los músicos del rock o el haber cantado tango desde chiquita", reconoce a LA NACION quien es una de las voces más personales que tiene el vasto universo de la canción.
Y siga el jazz
Por estas horas, Susan Ferrer transcurre gran parte del día en su amplio estudio montado en un sector de su casa, en Palermo. Allí, en ese mundo de aires propios, es donde ensaya y graba, a pocos metros del amplio espacio donde brinda sus clases para discípulos que encuentran en ella a esa docente que marca técnica precisa y acompaña amorosamente. Es en ese mismo estudio donde su nuevo proyecto fue tomando forma hasta convertirse en una verdadera joya poética y de sonidos fusionados. "El disco tiene una base de jazz", explica Ferrer. Bajo, piano y batería se conjugan con cadencia jazzística para darle identidad a un trabajo en el que la cantante se muestra como solista y también acompañada por figuras como Ana María Cores, Sandra Mihanovich, Ligia Piro, o Rubén Rada. "Todo se inició porque tenía muchas ganas de grabar. Sinceramente, cuando comencé con este proyecto, no sabía muy bien qué rumbo iba a tomar".
-¿Cómo surge el jazz como estética que define y atraviesa a todo el material?
-El primer tema lo hice con Sandra Mihanovich, ahí apareció el concepto del jazz más nítidamente. Hicimos una fusión entre una canción de Cabaret, que nosotros renombramos "Mas que nunca", con "Mi Buenos Aires querido" y "El último café", todo atravesado por el jazz. Fue un desafío porque, después de eso, ¿qué más podía hacer?
-Hiciste mucho más…
-Luego de la grabación con Sandra, invité al actor y cantante Oscar Lajad para hacer, también en tiempo de jazz, "Los mareados" y "Naranjo en flor". A eso le siguió una versión de "Esperando nacer", de Serú Girán, solo con el saxo de Oscar Kreimer que le da un sabor increíble a ese tema que es muy difícil para cantar y está muy identificado con la voz y la guitarra de David Lebón.
El material aún no tiene nombre, aunque hay una intención de bautizarlo Sin Jazz", todo un guiño que nace de una de las canciones, con autoría de Joseph Chaparro y Rony Keselman, y que pertenece al musical Backstage, protagonizado por Ferrer. El trabajo también cuenta con versiones de "Himno de mi corazón", de Miguel Abuelo y Cachorro López, interpretado junto a Buenos Aires Gospel Soul; "Quién va a cantar", a dúo con Rubén Rada; "Quereme… tengo frío", con Marilina Ross; "Viento dile a la lluvia", con Litto Nebbia, y "Todo mi amor", de la mano de JAF. Uno de los platos fuertes es la versión de "Twist del Mono Liso", de María Elena Walsh, que Susan Ferrer registró junto a Ana María Cores, lo que significa la unión de los dos nombres icónicos en la historia del teatro musical en nuestro país. Julia Zenko es la invitada en "El mundo es veloz" y Piero dice presente con su exquisita "Soy pan, soy paz, soy más". Karina K se suma en "Los pájaros pedidos" y Ligia Piro en "Serenata para la tierra de uno". Anahí Core, que legó el talento de su madre Susan, la acompaña en una fusión de "Mañana" y "Al final del arco íris". La versión de "Humo y alcohol", en la que el pianista Aquiles Roggero acompaña a Ferrer, es una verdadera pieza de colección. "La particularidad de este disco es que trato de hacer versiones que respetan la composición, pero que no son similares a lo que hizo el intérprete original", explica la cantante.
-Es muy complejo versionar, interpretar, que el tema no pierda su ADN, y que, además, pueda ser percibido con tu identidad.
-Es un desafío, la versión no te tiene que llevar a otro lado. Por ejemplo, "Quién va a cantar", que es un tema con una poesía bellísima que Rubén Rada hace en tiempo de bossa nova, en este disco está grabada como un blues.
-El disco sintetiza, en cierta forma, tu corpus como artista que está definido por una identidad sostenida en el sonido propio y en la diversidad del repertorio.
-Es así. De chica interpretaba tangos, que es un género que te da mucha riqueza dado que es uno de los más difíciles de cantar porque tiene fusión de muchos estilos.
-Además del tango, ¿qué otras influencias había?
-También escuchaba bolero y música española. Mi hermano era músico, así que yo escuchaba todo lo que él cantaba. Me crié con mucha riqueza musical.
Nacida en Paraguay, Susan Ferrer se alimentó, en su primera infancia, con el sonido de la lengua guaraní y los géneros que, influidos por la instrumentación europea, están asociados a esta territorialidad tan cercana a la Argentina: polka, guarania y avanzada, que aún hoy siguen siendo texturas que remiten a la cantante a sus influencias primigenias, las que jamás se abandonan: "Esas canciones ejecutadas con arpa también me formaron".
-¿Cuándo llegaste a la Argentina?
-A los siete años y comencé a cantar a los nueve.
-¿A qué se debió esa precocidad?
-Fruto de lo lúdico. Mi hermana mayor, para entretener a todos los hermanos, organizaba juegos. A uno le tocaba pintar, a otro tocar un instrumento o decir una poesía, y a mí, cantar. En uno de esos pasatiempos interpreté una canción de Antonio Prieto. Cuando terminé, mi hermana se sorprendió mucho, recuerdo que me dijo: "Qué hermosa voz tenés, podés ser cantante".
-Toda una profecía.
-En ese momento supe que lo único que iba a hacer en mi vida era cantar. Me sentí tan feliz, fue una liberación muy grande.
-¿Cómo accedés a la profesionalización del hobbie?
-Una noche, mi hermano, que tenía un conjunto, tocó en un club de barrio de Virreyes. Como a mí ya me había picado el bichito de la cantante, le hice los coros. Oh casualidad, entre el público había un productor de Radio El Mundo que me escuchó y que, luego del show, le dijo a mi mamá si no me podía llevar a cantar al programa que él tenía en la emisora. Tendría unos diez años cuando fui a ese programa en el que actuaban nombres como Sandro y Los de Fuego o Leo Dan
.
-¿Sentías pudor
siendo tan chica?
-Para nada, me subía al escenario y jugaba. Era toda una novedad para el público. Recuerdo que, en aquella primera vez en la radio, canté "Un muchacho", un tema de mi hermano. Gustó mucho, así que me contrataron y seguí. A los catorce, formé un dúo con él que sonaba muy bien. Recuerdo que nos contrató Oscar Toscano, quien era el arreglador musical de Palito Ortega, para apoyar nuestra carrera. Éramos la contra de Barbara y Dick y comenzamos a trabajar para Alejandro Romay en Canal 9, en los bailes de carnaval y en las radios. Cuando mi hermano se casó, nos separamos, y seguí como solista.
Pablo Picasso decía que "todos los niños nacen artistas. El problema es cómo seguir siendo artista al crecer". Aquella idea del pintor malagueño tuvo expeditiva resolución en Susan Ferrer.
De eso no se habla
En los 70, tiempos convulsionados para nuestro país, Susan Ferrer canalizó su deseo artístico ya no solo desde la canción sino también desde la actuación, en aquellas comedias musicales que se hacían con convicción ante una industria del entretenimiento local que comenzaba a seducirse por esos títulos emblemáticos que recorrían el mundo. Sin embargo, no siempre el arte es bien recibido en tiempos de censuras y libertades individuales cercenadas. El 2 de mayo de 1973, en el desaparecido Teatro El Argentino, propiedad de Alejandro Romay, se iba a estrenar la versión local de Jesucristo Superstar, la ópera rock de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice. No pudo ser. Un atentado, la madrugada anterior al estreno, destruyó la sala ubicada en la calle Bartolomé Mitre. "Pusieron 25 bombas molotov. Después de eso, pude ver el mundo tal cual era, sin entender lo que pasaba".
-¿Qué sucedió después del atentado?
-Recibíamos amenazas, fue muy difícil, así que me fui a trabajar a Francia con Moria Casán. Hicimos un show precioso: Argentina en la Torre Eiffel. En el 78 volví contratada para trabajar con Juan Carlos Cope y Roberto Goyeneche en espectáculos for export, en épocas de mucho turismo debido a la realización del Mundial 78.
Tiempo después, mientras la cantante era figura convocada recurrentemente por los shows televisivos, la comedia musical le dio una nueva oportunidad con el protagónico de Amor sin barreras, junto a Silvestre, en el Teatro Alvear: "Es una partitura tan difícil porque fusiona jazz y música clásica".
Ganar por goleada
Por estos días se cumplen los treinta años de aquel recordado Campeonato Mundial de Fútbol disputado en Italia en el que Argentina, el 8 de julio de 1990, perdió la final jugando contra Alemania. Además de la intensidad del paso del seleccionado nacional, aquel Mundial será recordado también por "Un verano italiano", ese tema que fue su leitmotiv: "Esa canción fue la que me instaló como cantante de discos en el corazón de la gente".
En 1989 había terminado de grabar su primer LP, con producción de Daniel Melero y la participación de Gustavo Cerati y David Lebón. A lo grande, estilo Susan. Con el material ya terminado, una peripecia del destino, materializada en un llamado del antiguo canal televisivo ATC, mutó sus planes: "Me convocaron del Noticiero del Mundial, conducido por Antonio Carrizo y Mauro Viale, para cantar en español la canción que sonaba en italiano en todos lados. Me pidieron hacerlo con un guitarra, pero yo decidí preparar una versión con mejores arreglos. ´Si ustedes me dan hasta mañana, voy a hacer un buen arreglo´, les propuse. Me dijeron que sí, e inmediatamente lo llamé a Ángel Mahler quien, al día siguiente, ya tenía su versión. Convoqué a músicos amigos y a los chicos de Festilindo para hacer los coros", recuerda la cantante que compartió su arte con figuras como Rubén Juárez o Cacho Tirao, el eximio guitarrista con quien hizo "Caruso". El "notti magiche" en español sonó poderoso en la voz de Susan, quien decidió trocar en la letra "verano" por "estadio", ganando su propio Mundial por goleada.
-Tu versión de "Un verano italiano" se convirtió, rápidamente, en la banda sonora de todo un país.
-Fue un furor. Cuando lo estrenamos, los teléfonos de ATC estallaban. Ante eso, Miguel Core, mi marido, ni lerdo ni perezoso fue a hablar con los directivos del canal para modificar los temas del casete con aquel material producido por Melero que yo tenía listo para sacar a la venta, porque de la edición en vinilo ya no se podía modificar nada.
-¿Editaron nuevamente el casete?
-Se sacó el primer track y se agregó la canción del mundial. Se vendía como pan caliente. Yo no era muy consciente de lo que sucedía. Fue un suceso tal que se escuchaba más que la versión original en italiano.
-Cuando se tiene un éxito tan grande, muchos artistas no pueden despegarse de ellos, transformándose en una suerte de ancla que no les permite ir más allá de ese espacio trascendente. No ha sido tu caso. ¿Existe el riesgo del éxito? Y, en tal caso, ¿cómo se hace para trascender la coyuntura?
-Existe el riesgo del éxito si no se tiene una búsqueda constante. El éxito está en permanecer, en transitar el camino, el suceso es otra cosa. La canción del mundial fue un éxito artístico porque fue precioso lo que hicimos con el tema, y, además, claramente fue un suceso de ventas. Trascender a un suceso como ese es muy difícil si uno no sigue buscando artísticamente. Ese disco, que contenía "Un verano italiano", contaba con otros temas fabulosos. "No te vayas sin mí", por ejemplo, terminó siendo cortina musical de una novela protagonizada por Ricardo Darín y la gente me lo pedía en mis conciertos, eso me emocionaba mucho. Las guitarras de Gustavo Cerati y David Lebón sonando juntas era mucho.
-Sos una artista que arriesga, que sale siempre de la zona de confort. Es todo un desafío y una muestra de confianza caminar en una cornisa creativa.
-Luis Alberto Spinetta dijo que "la música es el alimento del alma". Será por eso que siempre quiero más. Siempre fui muy dedicada en lo que hago, busco la perfección, aunque no la voy a lograr nunca porque es imposible, pero trato de hacer honor a cada desafío que se me presenta.
-Eladia Blázquez te atravesó en este último tiempo. ¿Cómo te acercas a su obra?
-No había cantado nunca a Eladia. Me llamaron para hacer un espectáculo que se llamó Retazos, en torno a su obra, esa fue la llave hacia todo un mundo maravilloso. Luego hice Simplemente Eladia. Para montar esa obra convoqué a Ana María Cores para que me dirigiera. Fue un desafío muy grande meterme dentro de ese personaje hermoso. Por Eladia paré la producción de este disco que ahora presento, por eso, siempre digo que todo llega cuando tiene que llegar.
Más que dos
Susan Ferrer y su marido, el locutor y periodista Miguel Core, conforman una de las parejas más sólidas del ambiente artístico, desmintiendo aquella máxima que, con tono apocalíptico, plantea que cuando dos se maquillan la cosa no funciona, dejando en claro que la vida pública debe estar reservada para una de las partes. Quizás ellos sean la excepción a la regla: "Llevamos 41 años juntos. Y te digo más, en mi casa nos maquillamos tres porque mi hija Anahí Core también es cantante. Y Clara, mi nieta de tres años, canta en el disco. En realidad, en casa nos maquillamos todos".
Hace ya mucho tiempo que la cantante decidió legar sus conocimientos, sus técnicas, y la pasión por su oficio. La enseñanza termina por completar esa rica diversidad en la que desarrolla su pasión y su talento: "Amo la docencia y a mis alumnos. Amo poder transmitir lo que aprendí, lo que se. Tengo alumnos de diversas edades, uno de ellos tiene casi 80 años y eso, para mí, es el éxito, es estar cerca de lo no tangible porque el arte no tiene sexo ni edad".
A la hora de dar clases, seguramente vuelve a ella aquella máxima que su madre le dijo cuando decidió dedicarse a cantar: "Si elegís esto, estudiá". Y así fue. A los nueve ya tenía su profesora de canto. Hoy, lo sigue haciendo. Susan es de las que siempre piensan que hay algo más por descubrir y una garganta privilegiada a la que hay que entrenar a diario. Otra vez, salir de la zona de confort para ir en busca de la artista exquisita. "Vivo preguntándome: '¿y ahora qué?', hasta que algo nuevo aparece", explica la cantora que, como en aquella epifanía en el juego con sus hermanos, encontró y sigue encontrando el sentido de su vida en los pentagramas. "Pasé por momentos durísimos, transité los 70, hubo amigos que ya no están, prohibiciones y amenazas, padecí la quemadura de un teatro, la sensación de la inseguridad, tiempos donde tenía que pasar la lista de las canciones para que las autorizaran interpretar, épocas en las que estaba prohibido cantar a Discépolo".
-Una carrera tan extensa como la tuya es también una posibilidad para trazar un mapa de la historia del país.
-Todo aquello nos pasó, por eso tenemos que pensar que esta pandemia también pasará. Es un cambio energético. La luz está comenzando a iluminar y por eso se ve tanto lo oscuro. Ya no es tan importante comprar cosas o estar divino porque nos tenemos que tapar la cara y nos vamos a reconocer por la mirada. ¿Cuánta gente no se puede mirar de frente? Es un aprendizaje muy grande. Es una oportunidad para el mundo entero, para un cambio social y económico. Cada uno es su propia casita, y si uno no está cómodo en su propia casita, no está cómodo en ningún lado.
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