Steve Aoki, el DJ que tiene un master en feminismo: "Me dio herramientas claves para lograr cambios"
"¿El pañuelo verde signfica que estás a favor de la legalización del aborto? Es un buen dato". Cuando Steve Aoki pregunta por la lucha de las mujeres en la Argentina por el aborto seguro, legal y gratuito, no lo hace por una mera formalidad. Antes de convertirse en uno de los DJ más reconocidos de la última década, se recibió de Licenciado en Artes con dos posgrados, uno en Sociología y otro en Feminismo. Ahora, que encabeza las fiestas electrónicas y los festivales más importantes en todo el mundo -incluida la próxima edición de Lollapalooza Argentina donde será el acto de cierre del primer día-, no duda en analizar la escena de la música electrónica desde esa perspectiva: "El feminismo me dio herramientas para entender que diálogar, analizar y mantener esas discusiones en la agenda son claves para lograr cambios".
Nacido en 1977 en Miami, Steve Aoki pertenece a una familia que parece condenada al éxito. Su padre, Rocky, fue un luchador que ostentó un invicto considerable dentro de los Estados Unidos y en 1964 fundó Benihana, una cadena de cocina japonesa que hoy se encuentra entre las más renombradas del mundo. Su media hermana, Devon, es una actriz y modelo que trabajó en películas como Rápido y Furioso 2 y Sin City, y que hoy en día es considerada un ícono de la moda. Entre el emprendimiento y el arte, Steve comenzó a grabar sus propios demos mientras cursaba en la Universidad de Santa Bárbara, California; creó su propio sello, Dim Mak (el nombre original con el que se conoce a "El toque de la muerte", el mítico golpe de Bruce Lee); organizó recitales de música hardcore en el campus y hasta fundó una filial de la Liga Antiimperialista, en donde se leía a Mao Tse-Tung.
Pero el futuro académico de Steve Aoki terminaría ahí. Aunque le ofrecieron becas para continuar sus estudios tanto en Nueva York como en San Francisco, declinó ambas invitaciones para dedicarse a la música. Sea como guitarrista, tecladista o detrás de las bandejas, ya desde sus años en la universidad se sumaba a cualquier proyecto que lo invitaran. En 2006, por ejemplo, fue parte de la fundación con fines benéficos Music Is Revolution, que dirigía Michael Davis, quien fuera bajista de MC5, la mítica banda punk de Detroit que prefiguró el punk. Al año siguiente, lanzó Pillowface and His Airplane Chronicles, un disco de remixes que incluía reversiones de temas de Franz Ferdinand, Bloc Party y Justice, entre otros.
Desde entonces, Aoki se estableció de lleno como DJ y abrazó la EDM (Electronic Dance Music). En 2012, editó Wonderland, su álbum debut, en el que hace gala de un eclecticismo que puede verse ya desde los invitados: de Rivers Cuomo (líder de Weezer) al rapero Kid Cudi. Esa versatilidad para coquetear con otros géneros, siempre con la electrónica como punto de partida (y de llegada), es el factor clave de sus performances en vivo. "Me entusiasma tocar en festivales como Lollapalooza, donde el público que voy a tener no pertenece sólo a mi núcleo duro", anticipa. "Sé que es gente que no vino sólo a verme a mí, así que pienso el show como una suerte de introducción a mi universo, en el que están incluidas mis colaboraciones en otros géneros. Y siempre pienso algo en particular para cada país que visito, no puedo anticipar qué, pero van a sonar cosas relacionadas con la Argentina".
No puedo anticipar qué, pero van a sonar cosas relacionadas con la Argentina
Sin dejar de lado sus preocupaciones sociales, el DJ lanzó en 2018 Neon Future III, el tercero de una saga de discos que tiene a la relación humanos-tecnología-comunicación como eje principal. "Es una tensión difícil la que tenemos con nuestros celulares -afirma-. Son una herramienta para hacernos la vida más fácil pero muchas veces nos convertimos en esclavos de las redes sociales y estamos más pendientes de Instagram que de la interacción real con seres humanos. La cuesión de cuánto nos ayuda la tecnología y cuánta dependencia nos genera es una discusión ética y moral".
–¿Y creés que hay alguna forma de dirimir esa dicotomía?
–En el fondo confío en nosotros como seres humanos. Somos homo sapiens, siempre queremos progresar. No pensamos "Somos felices así, no cambiemos nada". Siempre vamos hacia adelante, hacia lo desconocido, y tratamos de responder las preguntas que podemos. La tecnología es una herramienta para responder esas preguntas. Creo que la clave siempre es la regulación. Sea en política, en la forma en la que nos comunicamos, en la que consumimos productos, en la relación con el medio ambiente... Es muy importante pensar en eso cuando nos movemos hacia adelante: ayudarnos a crecer, a expandirmos y a enriquecer a la especie. Es una cuestión de ser conscientes de los efectos de la tecnología. No podés parar ese tren, pero sí proteger el medio ambiente y a nosotros mismos.
–Hoy registrar todo desde el celular parece ser parte del goce de ir a ver música en vivo, ¿cómo te llevás con eso cuando lo ves desde el escenario?
–Es algo a lo que me costó adaptarme, pero yo no voy a decirle al público cómo tiene que disfrutar. Es como decirle a los chicos que no miren el teléfono y disfruten la comida cuando están en la mesa. No lo sé, yo no soy padre y tampoco es mi interés serlo en el escenario. Si eso es lo que van a hacer, hay que aceptarlo. Hoy mucho de lo que hacemos en sociedad pasa por ahí: "Si no lo subo a Instagram, no estuve".
–Tal vez desde la desinformación o desde el prejuicio, pero siempre existió la idea de que la música electrónica sólo puede disfrutarse si consumís drogas de diseño. ¿Cuál es tu postura al respecto?
–Como artista paso mucho tiempo en el estudio, gasto mucha energía haciendo la versión más especial de un tema, trabajo en el diseño del escenario, invierto cientos de miles de dólares en la puesta, le doy mi vida a la música... si alguien va a mis shows tan drogado que no puede disfrutar nada de eso, me duele mucho. Es como si un chef hace su mejor plato y se lo da a alguien que come un bocado y tira el resto. Amo cuando la audiencia es bien consciente de lo que pasa, porque te prometo que si seguís mi música vas a encontrar una historia, una narrativa. Si conectás conmigo, con la música y mi set, te voy a drogar tanto que no vas a necesitar otra cosa. Y te vas a llevar un recuerdo tan vívido que te vas a hacer adicto a esa experiencia, y es mucho más sano que despertare al otro día sin recordar qué pasó. Dame esa chance y yo te voy a dar el 110% de mí.
Si conectás conmigo, con la música y mi set, te voy a 'drogar' tanto que no vas a necesitar otra cosa. Y te vas a llevar un recuerdo tan vívido que te vas a hacer adicto a esa experiencia
–¿Creés que tus estudios sobre feminismo han influído en tu forma de hacer música y de relacionarte con la industria?
–Sí. Entre otras cosas, el feminismo y la sociología me enseñaron la importancia del diálogo y del análisis de ese diálogo. Toda investigación dialoga con las de otros profesionales del campo, con hechos y puntos de vista. Lo que creás es una forma de discusión para solucionar problemas de ese área. Y así miro todas las situaciones. Cuando hacés EDM podés crear tus propias escenas, comunicar y generar consciencia. Desde ahí tenemos que ayudar a que las mujeres se empoderen. La comunidad artística tiene que expresarse, los promotores también. Esa es la forma de hacer cambios estructurales. Soy consciente de que es una profesión dominada por hombres, tenemos que luchar para que eso cambie. Y el primer paso es visibilizar ese problema.
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