Sophie Hunter, la exitosa directora casada con Benedict Cumberbatch, quien “trabaja de marido” mientras ella ensaya en el Colón
También actriz y cantante, la británica de 44 años está a cargo de la puesta de Los siete pecados capitales y El castillo de Barbazul, que subirán a escena el martes en el primer coliseo; el actor llegó a Buenos Aires con los tres hijos de la pareja
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Hace unos años, cuando comenzó su carrera artística, solían destacar en ella el notable parecido con otra Sophie que supo ser una de las “chicas Bond”, una de las grandes musas del cine francés: la bella Sophie Marceau.
Los rasgos físicos, el allure sofisticado y los años que vivió como estudiante de teatro en París, incorporando con naturalidad la lengua de Molière y de Victor Hugo, acentuaron ese parecido que permite identificar la imagen y el estilo que representa Sophie Hunter, la premiada directora de teatro y dramaturga inglesa, con incursiones en el teatro musical, nacida en Londres hace 44 años. Es además actriz de teatro, de cine y televisión, modelo, cantante y productora.
Mujer culta y aristocrática, madre de tres hijos, su perfil en la Argentina, a la que llegó para encargarse de la puesta de un programa doble de obras de la primera mitad del siglo XX en el Teatro Colón: Los siete pecados capitales, de Kurt Weill y Bertolt Brecht, y El castillo de Barbazul, la única ópera de Béla Bartók (las cuatro funciones se realizarán el martes 27, miércoles 28 y viernes 30 y domingo 2 de octubre), creció exponencialmente al descubrirse a su marido, Benedict Cumberbatch, cuidando a sus hijos en una plaza de Palermo. Cumberbatch es reconocido mundialmente gracias a su Sherlock Holmes para la BBC y su Stephen Strange de Marvel, entre muchos otros roles. A su lado, Hunter ha desfilado los diseños de Dior, Valentino o John Galliano en innumerables red carpets del mundo, tras conocerse en el rodaje de un film, Burlesque Fairytales, en 2009. En este viaje a nuestro país, por el contrario, Cumberbatch “trabaja de marido”, como señalan simpáticamente fuentes del primer coliseo, que aseguran que no ha asistido a los ensayos para no distraer con su presencia el trabajo del elenco, músicos y técnicos.
La estética avant garde de las dos piezas que ensaya en el Colón se mantiene en la línea de experimentación por la que Hunter ha llegado al mundo de la ópera, luego de un vasto recorrido por distintas disciplinas performáticas que, sin dudas, han enriquecido su mirada profesional y creativa sobre el género, y han aportado su sólida formación en el campo dramático (estudió teatro en Francia, lenguas modernas en la Universidad de Oxford y dirección de ópera en el Instituto Internacional de Teatro de Saratoga en Nueva York).
Dentro de su multifacética biografía, la producción de Hunter aparece siempre asociada a obras en su lengua materna: ya sea dirigiendo su única ópera hasta el momento —una puesta semimontada de The Turn of the Screw de Benjamin Britten para el afamado festival de música y arte contemporáneo de Aldeburgh fundado por el propio compositor en la campiña inglesa—; conduciendo la realización actoral en la cantata Phaedra para mezzosoprano, también de Britten, en Irlanda del Norte; o curando un espectáculo poético-musical en homenaje a Shakespeare con la prestigiosa mezzosoprano sueca Anne-Sofie von Otter, el actor Henry Goodman y el pianista Julius Drake, intercalando músicas de Purcell, Britten, Schubert, Sibelius y Cole Porter, con lecturas del “bardo de Avon”. Se sumaron a estos proyectos otras colaboraciones teatrales en formatos de experimentación en conciertos con música contemporánea, fotografía, danza y otras artes junto, por ejemplo, al renombrado ensamble norteamericano Kronos Quartet.
Entre los desafíos que representan las obras dirigidas por Hunter en su debut argentino estará esta primera realización suya de una escenificación completa, en un verdadero teatro de ópera. Una realización que comprenderá, además, dos piezas (Los siete pecados y Barbazul), con las dificultades que implican sus atípicas estructuras: un híbrido “ballet cantado en siete escenas” en el caso de la obra de Weill-Brecht y una “sinfonía de cuadros o drama acompañado por una sinfonía”, en el caso de la composición de Bartók. Un solo elemento para adelantar acerca de su propuesta: el uso de proyecciones como parte de sus recursos narrativos. Se espera que logre transmitir con agudeza la simbiosis de música, drama e interpretación, el “saber contar” visualmente la profundidad y la dimensión psicológica de ambos libretos, que esta vez no hablarán en su inglés acostumbrado, sino en alemán y en húngaro.
Es el reto ideal para una artista en busca de la innovación que, desde el comienzo de su poco convencional carrera, mucho antes de siquiera imaginarse formando una familia junto al superhéroe de los Avengers, ya se reconocía como una mujer obsesiva con el estudio y el trabajo, una realizadora dispuesta a crear y marcar una diferencia.
Desde el martes 27, a lo largo de cuatro funciones, el público argentino podrá apreciar en el escenario de su mayor coliseo, en qué lugar de la estética y de los significados, Sophie Hunter ha buscado marcar su diferencia y originalidad.
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