Soledad sorprendió con una puesta escénica estilizada en la presentación de Natural
También dio muestras de haber encontrado un estilo más auténtico y actual, donde se combina lo agreste con lo sofisticado en un perfecto maridaje
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Director musical: Bruno Orgaz. Músicos: Juan José Castelli, Misael Hilal, Lucas Miranda, Leonel Vivas, Lautaro Fernández Ávila, Alexis Emmanuel Silva, Carlos Augusto Paz, Pablo Darío Díaz, Federico Noriega, Pablo Ponce y José Rajal. Coristas: Lucas Javier Boschiero y Sofía Natalia Morales. Bailarines: Rodrigo Colomba, Jimena Visetti, Romina Fabretti y Alexis Bogado. Coreografía: Maximiliano Faraoni. Vestuario: María Pía Zubielqui. Escenografía: Andrea Magnetti y María Victoria Papurello. Idea, puesta y diseño de luces: Horacio Efron. Sala: Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). Funciones: viernes 21 y sábado 22, a las 21. Duración: 120 minutos. Nuestra opinión: muy bueno
En su disco número doce de estudio, de reciente edición, titulado Natural, Soledad decidió volver a las fuentes, a su raíz folklórica (luego de haber incursionado en otros géneros, como el pop y la cumbia). A través de diez temas hace gala de la potente conexión que aún mantiene con los ritmos que la hicieron famosa en un principio, como las zambas, las cuecas, las chacareras, los chamamés y los carnavalitos, pero ahora –tras casi 27 años de carrera– con una impronta más estilizada y depurada. La presentación de esas canciones en el Teatro Coliseo durante este fin de semana estuvo a tono con el espíritu del nuevo trabajo discográfico y, es más, hasta lo superó con una puesta escénica digna de un musical más que de un simple concierto. Al respaldo de once músicos y dos coristas –ya toda una súper producción en sí misma– se sumaron dos parejas de bailarines, un ballet de 12 niños, invitados especiales (Chango Spasiuk y Raly Barrionuevo), tres cambios de vestuario (de reminiscencia folklórica pero con toques modernos, de la innovadora diseñadora María Pía Zubielqui), una escenografía física y una visual (a cargo de las talentosas Andrea Magnetti y María Victoria Papurello); a través de proyecciones de imágenes y de la técnica del mapping, que impuso la cuota de magia al comienzo del show (y la prosiguió más tarde, en distintos segmentos del espectáculo) con la cantante interpretando una baguala propia y de Bruno Orgaz (“Copla de amor”), caja en mano, mientras, a un costado, un ramillete de flores a escala gigante iba tomando cuerpo sobre una pantalla de tul. Se sobreentiende que semejante nivel de producción se debe al arribo de Daniel Grinbank, histórico manager de Charly García y Mercedes Sosa y actual de Fito Páez, a la vida de la cantante.
Al impacto del inicio del show, de factura teatral (gracias a la elaborada puesta en escena de Horacio Efron, también responsable del balanceado diseño de luces), le siguieron otros momentos bien variados: en algunos, la velada pareció tornarse casi acústica y en otros tomó ritmo y voltaje de festival folklórico. Así convivieron temas que invitan a la reflexión, como el hermoso y profundo “Los paisajes”, donde la Soledad autora no le teme a la temática social y expresa: “Sueño con que haya pan y trabajo, que a nadie le falte un techo, creo que ser feliz es nuestro derecho”; y todos sus hits de antaño, como “Entre a mi pago sin golpear”, “A Don Ata”, “Zambita del musiquero” y “Tren del cielo”, incluidos en tres mixes, uno de chacareras, uno de zambas camperas y otro de huaynos.
Hacia el final llegó el momento de recordar las cumbias que también supo interpretar hace unos años, entre ellas “Tu marca”, “La suavecita”, “Se me ha perdido un corazón”, “Amores como el nuestro” y “Cómo te voy a olvidar”. El cierre fue con un tema emblemático, de gran resonancia en el último mundial de fútbol: “Brindis”, que en esta ocasión dedicó a Mirtha Legrand, presente por primera vez en uno de sus recitales. Entre los grandes momentos de la noche no se pueden dejar de destacar la interpretación del chamamé “Bañado Norte” junto a Chango Spasiuk en acordeón y de la zamba “La llamadora” a dúo con Raly Barrionuevo (¿para cuándo un disco de duetos entre ambos?), precisamente dos de los mejores temas de Natural. Y, si nos retrotraemos a su producción más conocida, la puesta en escena del carnavalito “Tren del cielo” junto a 12 niños vestidos de coyas, ensamblados en una perfecta coreografía (de Maximiliano Faraoni), que, obviamente, hizo levantar de los asientos y acompañar con palmas a todo el público presente.
Según Soledad, Natural fue concebido casi como si se tratara de una receta, en la que cada tema funciona como un ingrediente distinto y el todo deviene en un plato digno de un gran chef. Puede ser. En principio la fusión de todos ellos resulta amena y de buen gusto. Y su presentación, a lo largo de las dos horas que dura el espectáculo, es bien disfrutable. Pero hay que advertir que se trata de uno de los shows más tranquilos de su carrera, más cercano al de una sofisticada cantante internacional que al “tifón de Arequito”. Porque Natural, sobre el que gira, así lo es. De hecho, en un momento de la noche lo admitió. “Sé que este no es un disco comercial, que no va a llegar a los charts, pero es el que hoy me representa, porque habla de la que me pasa y siento hoy”, dijo.
El riesgo que corre es grande, pero, al menos por la respuesta del público durante la primera velada, la del viernes, sale bien parada. Para los más acérrimos fans de la cantante, la experiencia Natural se complementa –al finalizar el show y previo pago de un ticket extra– con un singular meet & greet en el primer piso del teatro, que consta de una degustación de platos típicos argentinos (como locro, lentejas y empanadas) pero con detalles de autor, y el encuentro cercano con la cantante y la posibilidad de tomarse una foto junto a ella. Para los que no opten por este plus quedará el recuerdo de un espectáculo bien concebido, que marca un momento bisagra en la carrera de Soledad: el del encuentro con un estilo más auténtico y actual, que mezcla lo nuevo con lo viejo en un perfecto maridaje.
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