Soledad Pastorutti presentó Parte de mí en el Movistar Arena
La cantante finalmente pudo estrenar las canciones de su álbum más reciente con público, tras haberlo hecho el año pasado vía streaming; participó como invitado Francisco Benítez, ganador de La Voz Argentina
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Artista: Soledad. Banda: Bruno Damián Orgaz (teclado, dirección musical), Juan José Castelli (guitarra, acordeón), Nahuel Falaschi (acordeón), Lautaro Fernández Ávila (guitarra), Lucas Miranda (bajo), Misael Hilal (batería), Leonel Vivas (percusión), Silvio López (percusión), Lucas Javier Boschiero (coros) y cuerpo de baile. Invitados: Matías Carrica (voz/rap), Francisco Benítez (voz), Natalia Pastorutti (voz) y Tommy Muñoz (DJ). Sala: Movistar Arena. Nuestra opinión: bueno.
Hace mucho que Soledad Pastorutti, dejó de ser el Tifón de Arequito. Hace tiempo que aquella adolescente que arrasaba con todo y que hacía clásicos del folklore a paso redoblado quedó en el recuerdo. Como en un recorrido inexorable para varios artistas nacidos en esos repertorios –cómo olvidar que hasta se la ponía en oposición a Mercedes Sosa en esas lides nativistas-, el pop, la balada, la canción “melódica”, los sonidos internacionalizados, el lenguaje neutro de las letras (que no debe confundirse con el llamado inclusivo) se termina apoderando de todo y transformando el estilo. Para gusto o disgusto de quien sea. Pero si se volviera sobre aquella muchachita de pueblo que revoleaba el poncho y enloquecía a la plaza de Cosquín de la mano de César Isella y se la comparara con esta, no habría casi manera de identificarlas.
Hoy, Soledad es una artista internacional madura que acaba de aterrizar en el enorme estadio Movistar Arena para presentar su último disco, Parte de mí. Hace casi un año lo había hecho sonar desde allí mismo pero para una transmisión por streaming; ahora fue el momento de hacerlo con público. Y, cosa curiosa que solo podrá ser bien analizada cuando pase algún tiempo: fuera por la modorra que produjo el largo encierro, fuera por el aforo todavía limitado para estos espacios grandes –con la gente muy desparramada en platea y primera bandeja, muy lejos unos de otros-, fuera porque se enfrentaba un material nuevo todavía no tan conocido, el show tuvo menos efervescencia de la que habitualmente recibe esta cantante; tanto que ella misma, quizá también sorprendida, insistió por momentos en decir “no se escucha”, cuando pedía la participación de la sala.
La banda instrumental mezcla una base pop de bajo eléctrico, batería y teclado con el acordeón y las guitarras casi siempre eléctricas, que ocupan los sitiales armónicos o melódicos según los momentos, y la percusión latina –no la folklórica del bombo, salvo excepciones-. Con ese respaldo, mostró casi todo el último disco en un tono estético que, a veces, hace recordar aquella idea de “aire de” que introdujo décadas atrás, aunque para otros asuntos, el gran maestro Manolo Juárez. Las canciones que canta esta “señora de las cuatro décadas” –sí, parece increíble- dejan traslucir esos “aires de” zamba, de chacarera o de huayno sin ser esas danzas del todo.
En un lejano segundo plano queda esa reminiscencia folklórica para canciones que hablan en un castellano trasnacional, que tienen un corista que exacerba la entonación “latina” que ella naturalmente no tiene, que se viste sin ponchos, botas ni bombachas, que se apoya en la sonoridad de una orquesta que podría haber nacido en cualquier lugar del continente y que suma toques de bailanta, de rap o de pop/rock en los riffs de la guitarra, en los toques de platos y parches y en los invitados: un rapero, un DJ y el ganador de La Voz Argentina, Francisco Benítez. Y hasta piezas como “La abuela Emilia” de Teresa Parodi, estrenada por supuesto hace tiempo por su autora correntina, entran en esa lógica de metamorfosis algo industrial que tiene esta Soledad modelo 2021. Quedan, claro, las sonoridades más “folklóricas”, para uno de los momentos compartidos con su hermana Natalia –”Zamba de amor en vuelo”, “Dejame que me vaya”-, para su set de chacareras –se luce con “Entre a mi pago sin golpear”-, o para algunos solos de acordeones, sobre todo en el final con el chamamé “El toro”.
En lo formal, el espectáculo es incuestionable. Muestra un profesional trabajo de producción, juegos de espacios que sorprenden, un vestuario sensual y cuidadísimo, luces e imágenes en movimiento y un ritmo escénico que nunca decae, aunque, como dijimos, en la noche de estreno el público no siempre acompañó con el mismo entusiasmo. El rapero Matías Carrica en comienzo y el más largo set del DJ Tommy Muñoz en el final, hicieron el aporte más “moderno” del que la misma Sole dice carecer. Y, finalmente, con algunas canciones del álbum –”Chingui chingui”, que en disco hizo con Los Auténticos Decadentes-, con los remixes de las máquinas, con el estilo cumbianchero también cerca del cierre y con el recuerdo de temas exitosos como “Aquel bahiano” o “Tren del cielo”, logró que la fiesta se desatara en el último tercio del concierto.
Así entonces está Soledad Pastorutti. Una artista potente que se debate entre “la gringa de Santa Fe”, como dice la canción que hizo junto a Carlos Vives para el último disco, o el Tifón de Arequito. Aunque parece que, en realidad, no hay tal debate y que la primera opción es la que marca el presente. Para gusto o disgusto de quien sea.
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