Sin los festivales de Cosquín y Jesús María se pierden, al menos, $1000 millones
CÓRDOBA.- Son los dos festivales de folclore más tradicionales y con más historia de la Argentina y este año, por primera vez en la historia, se discontinuarán. Son el de Doma y Folclore de Jesús María (que abre el calendario festivalero del país) y el de Folclore de Cosquín, donde se consagraron desde Mercedes Sosa a Soledad Pastorutti, pasando por Jorge Cafrune, Los Nocheros, Abel Pintos, Horacio Guarany o el Chaqueño Palavecino. La suspensión de ambos por la pandemia del Covid-19 significará, como base, unos $1000 millones menos para sus ciudades sedes y zona de influencia. Obviamente, además, hay un impacto cultural y de marca fuerte.
Las comunidades viven una mezcla de sentimientos, bronca, tristeza e incertidumbre económica. Para el comercio el golpe es muy fuerte y llega en un año ya muy complicado, de recesión. En Cosquín su población de 25.000 habitantes se triplica durante las nueve lunas del festival. Por ejemplo, en una noche de buena convocatoria, suele haber desabastecimiento de bebidas. No solo se completan los alojamientos de la ciudad sino los de todas las aledañas y son muchos los comerciantes que en enero hacen una diferencia que les permite seguir el resto del año.
Cosquín, en su economía, depende del turismo y los servicios. Jesús María, en cambio, también tiene un sector agropecuario fuerte, más allá de que el intendente Luis Picat estima que sin el festival ingresarán –por todo concepto- unos $600 millones menos. Tanto las autoridades como los referentes económicos de ambos lugares buscan generar iniciativas que, de alguna manera, suplan la falta de las convocatorias pero admiten que será muy difícil por la magnitud de las convocatorias.
"Al comienzo hubo mucha rabia porque se prepararon protocolos para que la plaza trabajara a la mitad de su capacidad; el razonamiento es la gente que se mueve por fuera, en las calles. Pero también es cierto que es lo mismo que puede pasar en un día de verano en otras ciudades turísticas", cuenta Claudia Barrionuevo, presidenta del Centro Comercial de Cosquín, cuenta y enfatiza que siguen abocados a encontrar otras actividades convocantes que se puedan instrumentar bajo las medidas de bioseguridad exigidas.
Desde comienzos de diciembre empieza el movimiento en las dos ciudades, porque llegan participantes de las previas, artesanos que se suman a ferias, comerciantes que instalan locales de temporada con artículos regionales o de alto consumo. "Los negocios contratan personal extra, se extienden los horarios de atención. La ciudad es otra", insiste Barrionuevo, quien comenta que hasta hace unos años con lo que se trabajaba en enero se podía vivir "gran parte" del año. "Eso cambió mucho, pero por ejemplo se generar los recursos para pagar los impuestos anuales; sin festival será muy duro".
El intendente de Cosquín, Gabriel Musso, prefiere no estimar los recursos que se perderán, pero no duda en decir que el impacto es "muy fuerte" para la comunidad y la región de Punilla: "Desde sus comienzos el festival es más que lo que pasa en la Próspero Molina, es la calle, las peñas, ferias, talleres y muestras culturales que son más de 70. Se completan los alojamientos y llegan servicios de gastronomía desde otros lados para atender la demanda porque lo propio no alcanza".
El Festival de Cosquín no se había suspendido nunca, ni siquiera durante la dictadura, cuando muchos de sus artistas tuvieron problemas por sus actuaciones. En 2021 tampoco se realizará, por supuesto, la selección de artistas que se hace en 70 sedes en todo el país. El pueblo japonés de Kawamata realiza, desde 1975, una réplica del cordobés que se extiende durante tres días. "Tenemos vínculos con ellos, con Taiwán, con España. A Cosquín lo organizamos acá pero es de todos los argentinos", apunta Musso.
SIN DOMA NI FOLCLORE
A diferencia de Cosquín, la suspensión de Jesús María se empezó a barajar a mitad de año y se confirmó hace casi dos meses. Nicolás Tottis presidente de la comisión organizadora, plantea que la decisión fue "no poner en riesgo la salud ni el prestigio" y esperar la llegada de la vacuna. Podría ser en abril en función de cómo evolucione la situación. Sin la chance de contar con la doma, se perdía la esencia. "Somos música, encuentro, la danza, el asado, el choripán, un vino compartido. Sin eso, sin moverse la gente de su lugar, es mejor que estén las garantías", reflexionó en su momento Tottis.
Picat ratifica que el impacto económico es regional. Calcula que de los $600 millones que, en todo concepto, dejan de generarse al menos el 30% quedaba en la ciudad. Sólo el presupuesto del festival eran $150 millones a lo que "se agregan la fiesta de alrededor, los comercios que generan valor, la hotelería, la gastronomía". También le preocupa el coletazo social por los empleos temporales que no se crearán.
"El festival es reconocido a nivel país e internacional, nos pone en la agenda y eso también se pierde –agrega-. Para los trabajadores de la cultura, es fuerte. Estamos tratando de suplir esto con alternativas, un paseo gastronómico que los fines de semana anda muy bien; turismo potenciado con las Sierras Chicas. Tenemos distintas propuestas pero sabemos que no es igual".
Define al golpe como "tremendo" Hernán Mangone, titular del Centro Comercial de Jesús María: "La gente hasta alquila sus casas en esos 20 días que dura el movimiento para los que vienen a trabajar. Nos alcanza a todos de una u otra manera, más allá de que hay algunos que con el festival se quejan. Son millones de pesos que en enero no entrarán. Hubo comercios que vienen de estar cerrados dos o tres meses", señala.
Todas las fuentes coinciden, además, que los beneficios del festival se reparten entre 20 escuelas de la zona, que también saldrán perdiendo.
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