Silvia Pérez Cruz: una batalla ganada al tiempo
Vestida de nit comienza de una manera que es difícil resistirse. Silvia Pérez Cruz canta "Tonada de luna llena" en una jugada tan riesgosa como clásica y logra poner en suspenso las versiones anteriores de Cecilia Todd y Caetano Veloso, que parecían definitivas. La versión de la catalana toca las fibras más sensibles de la canción himno del venezolano Simón Díaz y pone los pelos de punta. Es el inicio de un viaje que apela a su propia memoria musical, aquellas canciones que quedaron en el inconsciente colectivo de la música popular y que marcan a la vez una atmósfera de ensueño. Pérez Cruz suena atemporal, idílica, como si fuera el encuentro con la antigua belleza de la voz humana.
La cantora vuelve a dar otro salto al abismo, así como lo había hecho en Granada -el álbum junto al guitarrista Raúl Fernández, que la convirtió en la estrella menos pensada de la edición 2014 del festival Sónar de Barcelona-. donde transformaba su voz clara en un experimento noise, austero y visceral. En Vestida de nit, la cantora explota el revés de esa trama musical con una voz delicada al extremo, tanto en la afinación, el fraseo y los recursos técnicos, puesta al servicio de la sensibilidad y la emoción.
El nuevo álbum de versiones explora la riqueza auténtica de la canción. La voz esculpe esos objetos musicales delicados con trabajo de orfebre, como si hubieran pasado años de búsqueda para encontrar, como decía Miguel Ángel, el arte escondido en la piedra y retirar todo lo que sobra del mármol.
Lo hace con el vals peruano de los sesenta "Mechita", con el sutil pizzicato de las cuerdas, que suenan como si Silvia Pérez Cruz hubiera encontrando una pequeña caja musical escondida en el ático de su casa. A poco de andar el disco, la cantora consigue una de las perlas de este material y una de sus versiones más exquisitas del disco. "Chorando soi foi", conocida popularmente como la lambada, se reconfigura en una pieza que parece un aria de Haydn. El ensamble y los arreglos de las cuerdas y la voz llevan la canción a un terreno inexplorado sin perder su espíritu melancólico y popular, pero conversando con los aires del mediterráneo y las influencias árabes.
Cada una de las once canciones que integran este nuevo trabajo son una sorpresa. En cada una de las versiones Cruz imprime un sello interpretativo distintivo. No es fácil batallar contra el tiempo y lograr versiones que parecen monolíticas como "Estranha forma de vida", un clásico de Amalia Rodrigues de 1965, que en su voz suena con una claridad y una saudade ancestral. Entre la levedad pop y el allegro de temas como "Ai, ai, ai", donde toca el ukelele, hasta himnos del antifranquismo como "Gallo negro, gallo rojo", la cantora transforma ese manifiesto de cámara en un trabajo atemporal.
La palabra y los silencios ocupan un lugar central en el arte de Pérez Cruz. La artista recurre a dos piezas que parecen constituir su identidad: "Corrandes d' exili", del poeta Pere Quart, uno de los literarios catalanes más destacados, y "Hallelujah" de Leonard Cohen, el poeta canadiense más importante del siglo XX.
Vestida de nit tiene, desde el arte de tapa -con la cantora en un retrato en blanco y negro- el concepto de un álbum con destino de clásico. El embrujo y la complejidad de su voz transfieren un sentimiento de empatía absoluta con esas canciones cantadas en portugués, castellano, inglés y catalán; y logra ubicarlas por fuera de géneros, influencias o versiones anteriores. Hay un sortilegio hipnótico que despierta esa voz de cantes antiguos y emotivamente ligados a esas músicas y nanas, que se escuchan por primera vez en la infancia. Son canciones que, a pesar de su redescubrimiento, parecen haber estado ahí siempre, en una memoria antigua.
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