“Shipbuilding”, la canción más conmovedora sobre la Guerra de Malvinas que grabaron dos grandes músicos ingleses
Grabada hace 40 años, casi coincidiendo con el alto el fuego, esta canción antibélica pasó a la historia por las versiones de Elvis Costello y Robert Wyatt; de Margaret Thatcher a Chet Baker, todos los coprotagonistas de una gran historia
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“Es la mejor letra que escribí en mi vida” dijo Elvis Costello al productor Clive Langer tras concluir los versos que completaban la canción que se llamaría “Shipbuilding”. Aunque entonces, a mediados de 1982, Costello se encontraba recién al principio de su larga y prolífica carrera, no estaba equivocado en su evaluación. Langer, el autor de la música y uno de los productores más reconocidos de Inglaterra por su trabajo con Madness y Dexys Midnight Runners, planeaba ofrecer la composición a Robert Wyatt, el exlíder y batería de Soft Machine, quien ya llevaba casi una década embarcado en una carrera solista luego de que una caída desde un cuarto piso, mientras estaba totalmente borracho, lo paralizara de la cintura para abajo. Tras escuchar la estremecedora versión de Wyatt de “Strange Fruit”, el productor tuvo la intención de crear una canción que se ajustara del mismo modo a la sensibilidad y la delicadeza expresadas por la voz del músico.
La pretensión no era insignificante dado que “Strange Fruit” es una de las grandes canciones de protesta de la historia. Fue escrita por el poeta y compositor Abel Meeropol (bajo el seudónimo Lewis Allan) y se refería abiertamente a los linchamientos de afroamericanos en los años 30 en Indiana: el “extraño fruto” es el cuerpo de un hombre negro ahorcado que cuelga de un árbol. Billie Holiday hizo la primera grabación en 1939, que se mantiene como la definitiva. Aunque existen covers de Nina Simone, Siouxsie and the Banshees y Jeff Buckley, entre otros, la versión de Wyatt es la única que invoca con la fragilidad de su voz un dolor comparable al que transmite la interpretación de Holiday.
Langer había grabado su música con la ayuda de Steve Nieve, pianista de The Attractions, en el estudio de Nick Lowe. El productor tenía algunas ideas para la letra, algo relacionado con las horas y el paso del tiempo, pero jamás logró escribir ni un verso que lo dejara satisfecho. En una fiesta en la casa de Lowe se encontró con Costello, le explicó su intención de ofrecer una canción a Wyatt, a quien ambos idolatraban, y lo llevó a su automóvil para escuchar en el estéreo lo que tenía al momento. Costello aceptó inmediatamente la propuesta de escribir la letra que hacía falta.
El autor de “Alison” se fue de gira a Australia, donde veía diariamente los reportes en los canales de noticias acerca de la Guerra de Malvinas. En una entrevista de la época otorgada al New Musical Express dice: “La cobertura de la prensa australiana, donde Rupert Murduch forjó su imperio de medios sensacionalistas, era realmente escalofriante, con descripciones detalladas del uso de napalm y ese tipo de cosas. A la vez, no estaba imbuida de la estupidez patriotera que dominaba en Inglaterra, donde te proponían que te volvieras sponsor de un misil Exocet. Uno nunca ve a su propio país más claramente que cuando está lejos”.
Los reportes periodísticos le sugirieron un tema. La guerra, sin embargo, jamás es mencionada explícitamente en sus versos, que presentan de modo coloquial los pensamientos rumiados por un padre británico de clase obrera ante la perspectiva de recuperar su medio de vida. “¿Vale la pena?”, se pregunta quien habla en la canción. “Un nuevo abrigo de invierno y zapatos para mi mujer. Una bicicleta para el cumpleaños del niño. Hay un rumor que corre por el pueblo, lo repiten mujeres y chicos, pronto estaremos construyendo barcos”. Hasta aquí “Shipbuilding” es una canción sobre la dignidad del trabajo y sobre la decadencia y el desempleo que las políticas conservadoras de Margaret Thatcher llevaron a pueblos sostenidos por la actividad industrial, naviera o minera como Birkenhead, de donde proviene la familia de Costello.
En los siguientes versos ingresa una paradoja que indica un nivel de reflexión poco frecuente en la música pop: “El muchacho me dijo ‘Papá, me llevan a una misión pero estaré de vuelta para Navidad’”. Y luego, de modo más explícito: “Alguien dijo que golpearon a uno por decir que hay gente que muere como resultado de los barcos que construyen”. El panorama que pinta Costello ya es otro: un padre celebra el regreso de la actividad en el astillero que traerá alguna prosperidad a su familia, pero ese trabajo es consecuencia del conflicto bélico, donde uno de sus hijos es enviado a morir en el barco que él ha construido. De un modo u otro, quien paga el costo de la guerra es siempre la clase trabajadora.
Costello había afirmado que Wyatt era el único humano que podía cantar el himno socialista “The Red Flag” y convertirla en una canción que conmueva. El músico sigue afiliado al partido comunista inglés y fue un activo partidario de la histórica huelga de mineros que por casi un año puso en jaque al gobierno de Thatcher, de modo que se sintió afín a las ideas expresadas en la canción que le presentaban e inmediatamente aceptó grabarla. El tema se registró en junio de 1982, unos días antes de que se declarara el alto el fuego en el conflicto del Atlántico Sur.
Durante la grabación, Costello ocupó de facto el lugar de productor en la toma de voces, dado que Langer y su socio Alan Winstanley se ausentaron temporalmente debido a un compromiso previo por la producción del disco Too Rye Ay de los Dexys. Según cuenta en su autobiografía Música infiel y tinta invisible, “Robert grabó su interpretación lacerante en unas pocas tomas, a la vez que cortó cualquier dramatismo que pudiera sugerir la canción con un humor constante. Atendiendo a su sugerencia, agregué una armonía vocal sin palabras para enfatizar algunos de los versos, un arreglo que tomé prestado del que había hecho Joni Mitchell en The Hissing of Summer Lawns”.
En una emisión del programa radial de la BBC Soul Music, Langer ofreció su versión de las sesiones con Wyatt: “Soy un poco más joven que Robert y cuando era niño iba a verlo a sus shows con Soft Machine, donde era una presencia muy física y corría por todos lados. Nunca había pasado tiempo con él y fue para mí un poco triste verlo en su silla de ruedas en la cabina de grabación. Entre esa visión y el estado de ánimo que domina en la canción, apenas escuché por primera vez la mezcla final, salí del estudio y rompí en un torrente de lágrimas. Afortunadamente, no duraron mucho porque al mismo tiempo me sentía acelerado y feliz por lo que habíamos logrado”.
En agosto de 1982, la canción se publicó en un simple pero no llegó a rankear, aunque fue señalada como uno de los mejores temas del año por David Bowie y John Peel, quien solía pasarla en su programa radial de la BBC. La canción tuvo una mejor recepción cuando fue relanzada al año siguiente, en el primer aniversario de la Guerra. Costello estaba tan orgulloso del track que decidió que merecía una mayor visibilidad, de modo que, aunque consideraba que la versión de Wyatt era insuperable, decidió registrar su propia interpretación, que sería incluida en el álbum de 1983, Punch the Clock.
Convencido de que no podría competir con el muy particular registro vocal del exSoft Machine, Costello quiso otorgar un estrato adicional de lirismo al tema con la incorporación de una trompeta. Su primera elección había sido Miles Davis, pero jamás se atrevió siquiera a llamarlo. Su sello sugirió a la nueva luminaria Wynton Marsalis, que podría grabar su parte en los Estados Unidos. Esta colaboración tampoco llegó a concretarse porque Costello quería que el músico estuviera presente en su estudio londinense. En una de las grandes coincidencias afortunadas de la historia de la música, en ese momento Chet Baker, otro de los músicos favoritos de Costello y una clara influencia en su disco Almost Blue, había abandonado intempestivamente una gira con Stan Getz y estaba tocando en un bar de Covent Garden llamado The Canteen. El compositor fue a verlo con la propuesta de que sea el solista en su canción sin saber qué le exigiría a cambio. Baker, que jamás había oído hablar de su interlocutor, solo pidió la tarifa establecida por el sindicato de músicos. Obtuvo el doble, porque Costello no quería quedar como un tacaño.
Según cuenta en su libro, el trabajo del trompetista fue irreprochable y solo una vez le pidió “esas cosas que los yonkis le piden a completos extraños, pero cuando le expliqué que no tenía forma de conseguir nada así, no volvió a mencionarlo”. Baker llevaba a cuestas una larguísima adicción que le costaría la vida apenas cinco años más tarde.
Durante la grabación intentaron capturar la parte del trompetista en una sola toma pero, aparentemente, el músico estaba un poco disperso y, aunque en su primer intento hizo un solo extraordinario, también desentonó un par de veces. En total fueron tres tomas las que, editadas, dieron forma a su intervención. Elvis escribió que la línea melódica creada por Baker es tan esencial para la canción como sus melodías vocales.
Para el músico, su tema mantiene el espíritu de los clásicos surgidos del Brill Building, el celebre edificio neoyorquino en el que trabajaron los grandes compositores de música popular de los años 60 como Gerry Goffin y Carole King y que dio nombre a un estilo reconocible por sus extraordinarias melodías y la sofisticación de sus arreglos orquestales. La música de Clive Langer tiene, en efecto, el gancho, la ligereza y la impecable factura de un estándar pop pero la letra de Costello muestra la aflicción, el desamparo y la empatía con los desfavorecidos de una canción de protesta. Elvis, sin embargo, no es un gran partidario de este rubro: “Siempre fui un poco escéptico respecto de las canciones de protesta”, dice en su autobiografía, “¿Qué cosa son? ¿Una canción para las barricadas o un sermón desde el púlpito? De todos modos, no puedo imaginarme un mundo sin “Keep on Pushing” o “Free Nelson Mandela” (...) ¿Puede una canción cambiar el modo en que la gente piensa? Lo dudo, pero una canción puede infiltrar los sentimientos y los sentimientos pueden cambiar una opinión. Mi ambición cuando escribí la letra de “Shipbuilding” fue hacer que quien la escuche se sienta menos solo”.
Costello volvería a la temática desplegada aquí, solo que desde otro punto de vista, en “Cinco minutos con vos”, grabada en 2013 junto a The Roots. En esa canción, que tiene dos versos traducidos al español rioplatense interpretados por la cantante angelina de ascendencia mexicana La Marisoul, el cantante se refiere a la dictadura militar argentina y específicamente a los vuelos de la muerte. En las partes en castellano, esta vez es una hija argentina quien habla: la mujer espera vanamente reencontrarse con su padre, un detenido-desaparecido, en Montevideo. Las estrofas en inglés representan la voz del padre, quien cuenta su muerte tras ser arrojado de un avión al Río de la Plata.
Los versos “I went down... down into the silver, above me the blue”, que describen al hombre hundiéndose en el río, remiten al inspirado final de “Shipbuilding” -“buceamos por la preciada vida, cuando podríamos estar buscando perlas”- que se refiere a otras víctimas de la dictadura, los soldados cuyos cuerpos quedaron sumergidos el Atlántico. “Cinco minutos con vos” fue inspirada en la canción de Víctor Jara “Te recuerdo Amanda”, que Costello descubrió gracias al cover que grabó Robert Wyatt.
En los cuarenta años que pasaron desde su aparición, “Shipbuilding” se convirtió en un clásico entre las canciones antibélicas. Existen por lo menos 25 versiones alternativas del tema. Suede grabó una de las más populares en 1995 y seguramente le presentó el track a una nueva generación. Costello ofrece la versión mejor acabada, más impecablemente producida, casi al modo de un estándar de Frank Sinatra. La de Robert Wyatt, sin embargo, es la imprescindible. Quizás haya intérpretes técnicamente superiores, pero Wyatt encarna lo que la canción quiere decir. No hay una voz que cante de modo más conmovedor sobre la guerra de Malvinas.
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