"Shine on You Crazy Diamond", la canción con la que Pink Floyd homenajeó a Syd Barrett
Un hombre excedido de peso, rapado y sin cejas, envuelto en un piloto enorme, los observaba con atención, sin emitir palabra. Desde la sala de control, Roger Waters , Nick Mason y Rick Wright se preguntaban quién era el extraño del otro lado del vidrio, y por qué estaba ahí, en los estudios Abbey Road, cuando nadie lo conocía.
"Bromeamos sobre quién trataría de sacárselo de encima primero", recuerda Mason, el baterista de Pink Floyd , mucho tiempo después. "Finalmente alguien me preguntó: «¿sabés quién es?». Dije que no, y me tomó un minuto darme cuenta. Era una persona completamente distinta. Yo recuerdo a Syd como el que está en la tapa de The Piper at the Gates of Dawn. Y ahí estaba este hombre, que parecía otro. Todavía puedo verlo en mi mente, y cuando pienso en él, puedo reconocer sus ojos; todo lo demás era diferente".
Cantante, guitarrista y fundador de la banda británica que se inició en la psicodelia y evolucionó hacia el rock progresivo, Syd Barrett volvió a cruzarse con sus antiguos compañeros ese 5 de junio de 1975, invitado por quien se convirtió en su reemplazo, David Gilmour . Había sido separado del grupo unos cuantos años antes, en 1968, pero no parecía guardar rencor. A decir verdad tampoco estaba del todo conectado con la realidad, según pudieron comprobar sus propios excamaradas cuando intentaron establecer un diálogo con él. Para muchos de ellos, fue la última vez que lo verían, aunque no hubo despedida alguna.
En realidad, Pink Floyd había comenzado a despedir a Barrett mucho antes, primero con pesar y en silencio, luego a través de sus composiciones. De hecho, esa fantasmagórica aparición se produjo, casualmente o no, durante la grabación de Wish You Were Here, un disco construido alrededor de una pieza de nueve partes dedicada a él: "Shine On You Crazy Diamond" es una canción de expiación, aunque también una manera de decir adiós al corazón creativo que ya no estaba, al hermano perdido en su propio espiral de locura, a aquél que se había marchado y ya nunca regresaría.
La conexión en Londres
Waters y Barrett se habían conocido cuando eran niños, en Cambridge. "La primera vez que vi a Syd fue en una clase de arte, un sábado a la mañana, en el colegio al que ambos asistíamos", contó Roger en el documental The Pink Floyd & Syd Barrett Story, de John Edginton. "Supongo que yo tendría 9 o 10 años. El vivía a unas pocas casas de la casa de mi tía, entonces nos conocíamos de vista. No fuimos al mismo curso porque él tenía dos años menos que yo, y a esa edad dos años es mucho tiempo. Nos hicimos amigos cuando ya éramos adolescentes".
El arte le abrió paso a la música, casi como una necesidad en la Inglaterra culturalmente floreciente de finales de los 50. En el caso de Barrett, su madre lo impulsó a brindar pequeños recitales, con su banda Geoff Mott and The Mottoes, cuando él tenía 16 años. La muerte de su padre había sido un duro golpe para Syd, y canalizar esa angustia a través de la guitarra parecía una buena idea. Por entonces, Waters se preparaba para mudarse a Londres, donde iniciaría sus estudios de arquitectura en la Regent Street Polytechnic y, claro, intentaría alimentarse de la corriente beat que asomaba en la capital británica.
Fue allí donde, en 1964, Barrett -que también se había mudado a Londres para estudiar pintura en la Camberwell College of Arts- volvió a cruzar su camino con su viejo amigo. Waters, junto a Mason y Wright buscaban una nueva chance, tras la disolución de un sexteto del que habían formando parte. Con ellos estaba también el guitarrista Bob Klose, que le imprimía un aire más jazzero a sus presentaciones en vivo. Pink Floyd estaba en marcha, y muy pronto escribiría su propio capítulo en la historia de la música contemporánea.
El flautista de la psicodelia
Para mediados de 1965, Klose se vio obligado a abandonar el grupo -que por entonces se llamaba Tea Set- y Barrett tomó su lugar como guitarrista principal y vocalista. Y no sólo eso: también marcó al rumbo a seguir, mucho más próximo a la psicodelia y los sonidos experimentales.
Mike Leonard, un amigo muy cercano a la banda, buscaba generar una experiencia multisensorial a partir de varios sets de luces y maquinarias con las que estaba trabajando. Así lo recuerda Waters: "Quería hacer música improvisada a partir de juegos de luces que él tenía, algo experimental. Tenía proyectores, envolvía tubos con materiales brillantes y proyectaba luz a través de ellos en las paredes, mientras nosotros tocábamos música".
Barrett, que por entonces ya era un asiduo consumidor de LSD, parecía muy a gusto con esa puesta en escena y develó entonces no sólo su carácter como guitarrista sino también su enorme capacidad compositiva. Muchas de esas canciones que le presentó a sus compañeros luego formarían parte del primer disco de la banda, The Piper at the Gates of Dawn (1967), o de su disco en solitario The Madcap Laughs (1970).
El perfil experimental de Pink Floyd llamó rápidamente la atención de Polydor y EMI, que se disputaron a la banda hasta que, en enero de 1967, Waters, Barrett, Mason y Wright firmaron contrato con EMI. Pocos días después se encontraron en los estudios Abbey Road grabando las canciones que se incluirían en su debut discográfico.
The Piper at the Gates of Dawn fue lanzado el 4 de agosto de ese año. Para entonces, el primer corte, "Arnold Layne", había conseguido hacerse de un lugar en los charts británicos y lo mismo sucedería, tiempo después, con el segundo corte, "See Emily Play". Ambas canciones habían sido escritas por Barrett, que tenía por entonces apenas 23 años.
"Estábamos bien en Londres, éramos una banda underground ahí. Pero tan pronto salíamos de Londres, querían que tocáramos 'See Emily Play'. Nosotros nos rehusábamos a hacerlo, así que solían volar algunos vasos de cerveza sobre el escenario. También teníamos en el público chicas que gritaban. Syd definitivamente era una estrella. Creo que él disfrutó ese aspecto de la fama y los demás estábamos un poco incómodos", explicó Wright sobre el repentino éxito alcanzado por la banda.
El fin de semana perdido de Syd
Pero Barrett, el mismo que había delineado el sonido y el lirismo de Pink Floyd, comenzó de pronto a comportarse de modo errático. El tecladista de la banda fue muy preciso al rememorar el momento en que todo cambió drásticamente. "Recuerdo que debíamos grabar un concierto para la Radio 1 de la BBC, creo que fue un viernes, y Syd no apareció. Nadie podía ubicarlo, esperamos y esperamos, creo que cancelamos la grabación. Los managers fueron a buscarlo. Y cuando consiguieron dar con él, creo que fue el domingo o el lunes siguiente, nos dijeron: ‘Algo le pasó a Syd’", remarca Wright en The Pink Floyd & Syd Barrett Story. "Creo que él se involucró con una comunidad que creía que el ácido podía conducirte a la verdad. Y que tomó demasiado. En mi recuerdo, hasta ese momento era un tipo encantador, amigable, sociable, un hombre maravilloso; y hubo un gran cambio a partir de ese momento, del fin de semana perdido de Syd. El se había ido. Tenía el mismo aspecto, pero estaba en otro lado".
Para Waters, los excesos fueron sólo el disparador de la esquizofrenia que luego se le diagnosticó a Barrett. "Syd tomaba muchas drogas", indica en el documental. "Todos nos preocupamos por él. Traté de llevarlo a terapia, principalmente con R.D. Laing [un reconocido psiquiatra británico]. Probablemente no fue una buena elección… No conseguíamos que pasase la puerta de entrada. También alertamos a su familia. Su hermano mayor, Alan, era médico. Vino una vez a Londres a verlo, pero dijo que no había nada malo con Syd. Pero todos sabíamos que algo estaba mal, seriamente mal".
"Hicimos un tour en 1968. Fuimos a la costa oeste estadounidense... Estaba claro que Syd estaba perdido, ya no estaba con nosotros en ningún sentido", señala Waters. "¿Viste en la película The Wall, cuando el cigarrillo se consume entre los dedos de Pink [el protagonista, interpretado por Bob Geldof]? Bueno, yo entré a su habitación y vi eso. El cigarrillo se había consumido entre sus dedos sin que él se diera cuenta. Estaba en un estado lamentable".
El bajista de la banda fue siempre mucho más práctico y menos culposo que Wright y que Mason, y supo de inmediato que había que tomar una determinación. Entonces fue Gilmour quien entró en escena. Los tres músicos lo conocían y sabían que él podía ayudarlos a resolver la encrucijada de la manera menos traumática posible. En un primer momento, se lo convocó como una suerte de músico de apoyo, para tocar en vivo las partes que Barrett ya no podía ejecutar; por ser una cara conocida para Syd, él no se sentiría amenazado, aunque ni siquiera estaba claro si llegaba a registrar algo de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
"Se hablaba, eventualmente, de que él iba a quedarse en su casa para dedicarse a escribir y ser un personaje del estilo de Brian Wilson [el líder de The Beach Boys], al tiempo que nosotros continuaríamos usando su material para tocar en vivo", relata Gilmour. "Esa idea fue descartada casi de inmediato, estaba claro que no iba a funcionar. (...) Estoy seguro de que todos sentíamos alguna especie de culpa, y eso fue así por un largo periodo. No sabíamos qué hacer, ninguno de nosotros tenía idea de lo que era la esquizofrenia. Es muy fácil mirar hacia atrás, en retrospectiva, y decir: ‘podríamos haber hecho esto o aquello’. Pero en aquél momento, sólo pudimos seguir adelante".
Durante las grabaciones del segundo disco, A Saucerful Of Secrets (1968), Barrett tuvo una participación muy limitada, con Gilmour tomando su lugar en las guitarras. "Jugband Blues" fue la única canción escrita por él que se incluyó en la lista final, como una suerte de tácita despedida.
Mason, es posiblemente, quien retrata con más crudeza cómo fue el momento en que Barrett fue dejado fuera de la banda: "Recuerdo que antes de un concierto teníamos un auto para pasar a buscar a quienes necesitaran transporte. En una ocasión pasamos a buscar a Syd por su casa y estaba completamente maquillado, no como un transformista pero casi. Sentimos una especie de vacío, pero todos simulamos que era algo normal. 'Hagamos como que nada pasa'. (...) Teníamos un estilo, casi, en eso de ignorar los problemas. Finalmente llegamos al punto en el que ignoramos el problema no pasando a buscar a Syd antes de un concierto. Simplemente, seguimos de largo".
El extraño, la leyenda, el mártir
Por afecto, por culpa o por ambos motivos, Gilmour alentó a Barrett a que siguiera adelante con la música. Fue él quien produjo sus dos discos en solitario, pero la tarea no fue nada sencilla.
"Teníamos muy poco tiempo en el estudio, era un intento algo desesperado de producir algo. En general yo lo pasaba a buscar por su casa y lo llevaba al estudio, o lo sentábamos frente al micrófono e intentábamos que hiciera algo", cuenta Gilmour. "Syd tenía algunas canciones anotadas, pero no hacía siempre lo mismo al grabar. A veces hacía una versión en la toma uno y otra completamente distinta en la segunda toma, cambiaba las palabras, el tempo. Obviamente eso hacía que fuera imposible ensayar las canciones con los músicos y luego grabarlas juntos. Eso no funcionó".
The Madcap Laughs y Barrett fueron editados por EMI con 10 meses de diferencia, entre enero y noviembre de 1970. Luego, el músico brindaría algunas pocas presentaciones en vivo antes de retirarse de la escena de manera definitiva. Se encerró en su casa a pintar y no volvió a entrar en contacto con sus excompañeros hasta esa sorpresiva visita al estudio, en 1975. Luego, volvería a esfumarse.
"He escuchado por parte de su hermana, Rosemary, que Syd no quiere contacto con esa parte de su pasado. Lo perturba, y por eso me mantengo alejado. En cierto modo, siento que es todo lo que puedo hacer", dice Waters en el documental de John Edginton. Sin embargo, el espíritu de Barrett permaneció como una sombra que atraviesa toda la obra de Pink Floyd, pero también una fuente de inspiración y una leyenda que bien podía ser explotada para hablar de locura, de pérdidas, de excesos y del precio de la fama.
"Cuando canto «Shine On Crazy Diamond» Syd siempre está presente", concluye Waters. "La canción es absolutamente sobre él y describe cómo he experimentado su desintegración. También muestra el deseo que tenía -y que aún tengo- por celebrar su talento, su humanidad y por expresar el cariño que siento por él".
Barrett murió en su casa en Cambridge, el 7 de julio de 2006, víctima de un cáncer de páncreas. Tenía 60 años y dicen que hacía mucho tiempo que no recordaba su pasado como guitarrista y compositor, ni tampoco tenía registro de haber fundado una banda llamada Pink Floyd.
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