Shawn Mendes estaba despierto una noche reciente, scrolleando fotos en Internet en una habitación de hotel. No paraba de ver popstars con sus parejas –quizás eran Dua Lipa y su novio, o Justin Bieber y la modelo con la que se comprometió–, y empezó a sentir un poco de envidia. "Pensé esto: ‘Los paparazzi me tienen que encontrar con alguien. ¿A quién voy a conseguir? No soy relevante’", recuerda Mendes. Pero abandonó la idea rápido. "Pensé: ‘Uf, qué idiota que sos. ¿Por qué pensaste eso?’."
Mendes piensa cosas así todo el tiempo. Cuando era chico, en un suburbio canadiense, se hizo famoso poco tiempo después de agarrar una guitarra por primera vez, apilando medio millón de visitas en la difunta red social Vine, con covers de seis segundos de canciones de Bieber y Ed Sheeran. Hoy luce como un galán de Hollywood, con sus abdominales marcados y un perfume que lleva su nombre. Es fácil ser escéptico respecto de su éxito, y si no pregúntenle al propio Mendes, que se describe como un muchacho de 20 años "extremadamente neurótico" que pasa gran parte del tiempo dándoles vueltas a sus decisiones de carrera. "Es, literalmente, mi mayor miedo, despertarme mañana y no importarle a nadie", dice.
No es que tenga mucho de qué preocuparse. Tres de sus discos llegaron al puesto Número Uno y tiene reservadas fechas en 95 arenas este año, más su primer show en un estadio grande, en su Toronto natal. Su carta ganadora son hits de pop-rock, como "Stitches", de 2015, y "Treat You Better", de 2016, en los que aparece como un buen tipo que quiere más que un romance pasajero.
Aun así, mantener la calma mientras trata de construir una carrera como Sheeran o Taylor Swift es mucha presión para alguien que acaba de terminar su adolescencia. Lo reconforta la serie de estrictas reglas que se impuso para mantenerse a flote. Regla número uno: ir al gimnasio todos los días. Regla número dos: dos clases de canto por día. Regla número tres: nunca decirle que no a una selfie. Esto implica que cada hotel en el que se queda se transforma en un meet-and-greet de facto con todo el mundo, a veces unos pocos fans y a veces miles haciendo fila en la puerta.
Cuando sale del lobby del Tivoli Hotel en Lagoa, Portugal, ya hay un par de docenas de chicas esperando en la entrada. "Esperen", le dice Mendes a su equipo. "Tengo que sacarme fotos." Después de un minuto de parloteos eficientes –"¡Sos increíble!", le dice a una fan antes de que un guardia de seguridad se la lleve–, entra en la van. Sus dos managers están en trajes de baño, pero él tiene jeans apretados y botas, con el pelo perfectamente arreglado para el festival de esta noche. "¿Querés sentarte en el medio?", me pregunta. "Nah, es un chiste. Yo me aprieto."
Su papá, Manny Mendes, se sienta adelante y empieza a hablar con el chofer en portugués. Manny, 44, tiene gel en el pelo, barba candado, anteojos negros y chomba; el equipo de Mendes, medio en broma, lo llama "el verdadero rockstar" de la familia. En Ontario, es dueño de una compañía proveedora de bares y restaurantes, pero su familia está acá en Portugal, donde trabajó, a los 20 años, en el restaurante al que vamos ahora, cuyo dueño es primo suyo.
La familia Mendes –Manny, su esposa Karen, Shawn y su hermana menor, Aaliyah– visitó el país por última vez hace seis años. "Alquilamos una van", dice Manny. "Nos quedábamos atascados en todas partes, porque las malditas calles son todas angostas." En ese viaje, además pasó otra cosa: cuando estaban de compras en la plaza de la ciudad, Shawn se paró junto a la estatua de un rey, y cantó en público por primera vez.
"Estaba extrañamente inspirado", dice Shawn. "Ellos se fueron a una tienda, y yo me acuerdo de que el corazón me latía a mil kilómetros por hora." La canción era "Grenade", de Bruno Mars. Empieza a cantar la letra: "Easy come, easy go!".
Cuando llegamos a Lagos, el pueblo costero cercano, Manny señala la calle de tierra que lleva a la casa de su abuela, donde pasaba los veranos cuando era chico. Está hablando de los muros de la ciudad medieval, construidos para mantener a raya a los piratas, cuando los ojos de Shawn se dirigen a otro lado: tres chicas en bikini volviendo de la playa. "Definitivamente, hay chicas lindas acá", dice Shawn. Pero no esperes que les hable. "Man, tengo muy poco encare", agrega.
Manny dice que cuando era joven era igual, y sugiere que la belleza de la familia Mendes, de hecho, les juega en contra en ese sentido.
"Gracias al buen pelo, tenemos que hacer menos", acepta Shawn. "Tenemos ventaja. Pero ser lindo no hace que sepas encarar."
Justin Stirling, su director de marketing de 25 años, toma la palabra. "Lo único que tiene que hacer Shawn es abrir su casilla de mensajes de Instagram, ver las marcas azules y elegir", dice. "Pero eso no pasa mucho."
"Algún día, hermano", dice Shawn. "Quizás ahora que tengo 20 años. El otro día dije ‘fuck’ en el escenario. Fue un gran día. Inmediatamente me sentí mal por haberlo hecho."
***
Llegamos a Café del Mar, un lugar pintoresco junto a una playa llena de veleros, donde un gran grupo de familiares de Mendes –todos bronceados y agradables, como Shawn– esperan por su llegada. Luego de intercambiar abrazos y saludos, encuentra un asiento en una mesa lateral para nuestra entrevista.
Mendes pide pollo y me dice que se pasó la mañana haciendo lo que podía para relajarse: fue al gimnasio, se tiró al sol y escuchó "éxitos de soft-pop" en Spotify. Después dice algo más sorprendente. Hace un par de días, estaba en Ámsterdam con algunos amigos de la secundaria para festejar su cumpleaños número 20. No pudo festejar tanto como ellos, porque necesitaba cuidarse la voz, pero se pasaron horas explorando los canales en un barco alquilado, y visitando coffee shops.
"Me encanta el porro", me dice sonriendo. "No lo twittearía –todavía no, al menos– pero para mí es muy bueno. Cuando estoy en casa, fumo y toco la guitarra siete horas." (También vio hongos en Ámsterdam, pero eligió no probarlos. "Tengo ganas", dice. "Creo que me ayudaría mucho.")
Hasta ahora, Mendes se aferró a su imagen limpia, lejos de las controversias, pero eso está empezando a cambiar. En 2018, él y Hailey Baldwin salieron en las noticias cuando llegaron juntos a la Met Gala, de la mano ante los flashes. Aunque le dijeron a todo el mundo que eran solo amigos, eso no se correspondía con las fotos que aparecieron de ellos abrazados en un parque cerca de la casa de Mendes en Toronto. Él reconoce que eran más que amigos, pero se niega a llamarlo relación: "Ni siquiera le quiero poner un nombre. Creo que era más una zona de limbo".
Pero un mes después de la cita en la Met Gala, Baldwin estaba comprometida con Bieber, con quien salía desde antes. Inmediatamente dejó de seguir a Mendes en Instagram, y para peor, Bieber parecía criticar a Mendes en un hit Top 10 con DJ Khaled: "No es difícil elegir/Él o yo, en serio, baby, es pan comido".
Algunas personas en las redes retrataron a Mendes como un bobo al que Baldwin usó, pero él jura que no tiene rencor. "Lo entiendo", me dice. "Le mandé un mensaje a Hailey: ‘Felicitaciones’, y estoy feliz por ellos. Sigue siendo una de las personas más cool del mundo. No solo es físicamente hermosa, también tiene uno de los corazones más hermosos que yo haya conocido." Parece como si estuviera a punto de decir algo más sobre cómo se desmoronó todo, pero se detiene. "Creo que soy un idiota por no haber... ¿viste? Pero no podés controlar el corazón."
Mendes admite que la atención hacia su vida personal lo estresó. "Me gustaría decir que no me importa, pero no es verdad", dice. Esto lo lleva a otro tema, más complicado, que ha sido obligado a pilotear: "Todo este tema enorme, enorme, de los últimos años, de que yo soy gay".
Se refiere a todo eso que se esparce por YouTube y Twitter. Hay memes que ponen fotos de Mendes con chistes sobre estar en el clóset, y videos que escrutan sus gestos. Mendes muchas veces se encuentra mirando sus propias entrevistas, analizando su voz y su lenguaje corporal. Ve el comentario anónimo de un extraño sobre la forma en que una vez cruzó las piernas, y trata de no hacerlo otra vez. Saca el teléfono y me muestra su cuenta de Twitter: su nombre es la única búsqueda reciente. "En el fondo de mi corazón, siento que necesito que me vean en público con alguien –una chica– para demostrarle a la gente que no soy gay", dice. "Aunque en mi corazón sé que no es algo malo, hay una parte de mí que cree eso. Y odio esa parte de mí."
La Navidad pasada, estaba leyendo comentarios en YouTube sobre su sexualidad, cuando decidió que estaba harto. "Pensé: ‘Ustedes, pendejos, tienen suerte de que yo no sea gay de verdad, y tenga miedo de salir del clóset’", recuerda ahora. "Eso es algo que mata a la gente. Es así de sensible el tema. ¿Te gustan las canciones? ¿Te gusto yo? ¿A quién le importa si soy gay?"
Así que grabó una historia de Snapchat frenética. "Noté que mucha gente decía que sentía una ‘onda gay’ conmigo", les dijo a sus millones de seguidores, quedándose por momentos sin palabras mirando sorprendido a cámara. "Primero, no soy gay. Segundo, no debería haber ninguna diferencia entre si lo fuera o no lo fuera."
Pero el video solo hizo que la gente hablara más. Mendes menciona un mensaje que recibió hace poco de Swift. Son amigos desde que ella lo llevó a su gira de 1989, cuando él tenía 16 años. Recuerda esos shows con cariño, cómo ella le mostró los trucos de tocar en estadios y arenas, cómo ordenaba sus camiones con forma de diamante y organizaba asados adentro con partidos de fútbol y juegos con tragos. ("Yo no tomaba alcohol", dice. "Yo jugaba con agua, obviamente.")
Swift le envió a Mendes un video del celular de ellos juntos, para asegurarse de que a él no le molestaba que ella lo posteara: un clip corto de la noche que pasaron un rato juntos en el backstage y ella le puso brillitos en la cara, para beneplácito de Mendes. Él le dijo que todo bien sin pensarlo, pero después se despertó con un sudor frío. "Me sentía enfermo", dice. "Pensé: ‘Mierda, ¿por qué la dejé postear eso?’. Acabo de alimentar el fuego que tanto miedo me da."
Al final, dice Mendes, está contento con el costado suyo que aparece en el post de Swift. Cuando era chico, él se ponía purpurina en los párpados para hacer reír a sus padres; se crio con quince primas mujeres, "me hacían trenzas y me pintaban las uñas. Quizás soy un poco más femenino, pero es así. Por eso soy yo".
También está empezando a ver el valor de bajar la guardia en su música. "In My Blood" –el mayor éxito de su nuevo disco– se destaca por sus guitarras que suenan a rock de estadios y su estribillo onda Kings of Leon, pero también por la desesperada letra:
Acostado en el piso del baño, no siento nada.
Estoy abrumado e inseguro, dame algo
Que pueda tomar para relajar mi mente lentamente.
Tomá un trago y te vas a sentir mejor.
Llevala a casa, y te vas a sentir mejor.
No pares de decirme que se va a poner mejor.
¿Será así?
Cuando salió la canción, en marzo pasado, Mendes estaba mirando Love, Simon, una comedia dramática sobre un adolescente en el clóset cuya sexualidad es expuesta a sus compañeros de clase. Le agarró un ataque de pánico en el cine y tuvo que irse. Después abrió el Twitter y vio mensajes de personas que se habían identificado con "In My Blood", desde amigos hasta una mujer que se la mostró a su hija en un hospital. Se quedó hasta las 3 A.M. leyendo los comentarios. "Me quebré en el hotel", dice. "Empecé a llorar, como: ‘Por eso es que hablás de cosas que son reales’. Me dije: ‘Nunca más cuestiones la sensación de escribir la verdad’."
***
En alguna parte arriba de Europa Central hay un pequeño alboroto a bordo de un jet Embraer 650E. Se puede escuchar una serie de gritos y pisotadas saliendo del baño del avión. Un asistente de vuelo golpea la puerta para ver qué pasa, pero no hay necesidad de alarmarse: es Mendes, en el inodoro, con la guitarra acústica, tratando de componer un hit.
Mendes acepta la invitación a parar, y vuelve al lounge del jet para catorce pasajeros. "Está super inspirado en Taylor Swift", me dice respecto de su última creación en desarrollo. "Grabo una versión mala con el teléfono, y si me descubro escuchándola más de una semana, entonces es algo."
El jet es algo nuevo para Mendes. En general usa vuelos comerciales, pero su sello puso un par de cientos de miles para que pueda ir a varios países –Dinamarca, Portugal, Hungría, el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Japón– para una serie de shows en festivales y programas de televisión. Mientras tanto, su equipo disfruta de la vida: Stirling, su director de marketing, está chequeando el plato de mariscos, mientras Mendes y otros debaten quién ganaría entre Michael Jordan o LeBron James un partido uno contra uno (Mendes elige a LeBron).
Un par de años atrás, en 2014, Mendes hizo su primer viaje profesional, a un evento llamado MAGCON, la abreviación de Meet and Greet Convention. El show era una plataforma para que adolescentes con muchos seguidores en las redes sociales se encontraran con los fans que sentían que los conocían. Mendes recuerda la invitación que recibió de otra de las estrellas, Cameron Dallas, un chico fotogénico famoso por hacerle bromas a su familia: "Él me dijo: ‘Hey, man, te damos 200 dólares y vas a conocer a 500 chicas’."
Mendes estaba empezando a tener seguidores en Vine. Había intentado en YouTube con poco éxito, pero ahora estaba recibiendo miles de likes por día con covers de canciones como "As Long As You Love Me", de Bieber, "Hello", de Adele, y "Don’t", de Sheeran. Sus Vines duraban solo seis segundos, pero hacer uno le podía llevar hasta seis horas. "Era mucho trabajo, pero lo valía", dice. "La hacía, la volvía a hacer, y la volvía a hacer, hasta que lo sentía, ya fuera cómo había sonreído a la cámara, o el tono de mi voz."
En su primer evento en MAGCON, en Dallas, Mendes y su papá conocieron a tipos como Nash Grier, conocido por videos de Vine en los que vandalizaba supermercados. La mayoría de las celebridades sociales de esta escena entretenían a sus fans saltando de trampolines o bailando mal; el hecho de que Mendes tuviera un talento pasable en la guitarra era un bonus enorme. "Éramos como animales en un zoológico", dice. "[Los fans] nos miraban y se sacaban fotos con nosotros. Hacíamos lo que nos pidieran."
Mendes estima que en esa primera convención había 500 fans. En la siguiente había 800, y en la siguiente 1.300. Andrew Gertler, un joven ejecutivo de Warner, le pidió a la familia Mendes que lo dejaran ser manager de Shawn, luego de ver una de esas fechas; a los pocos meses, le había conseguido una reunión con David Massey, el ejecutivo de Universal que descubrió a los Jonas Brothers. Ese verano, Mendes ya estaba de gira con Swift. "Fui a un par de fiestas, y después dejé [la escuela]", dice. "La siguiente fiesta a la que fui fue el cumpleaños de Taylor Swift, y ahí estaban fucking Beyoncé y Jay-Z."
Vine anunciaría su clausura en 2016, pero entonces Mendes ya había pasado a otra cosa. "Cuando empecé a hablar con Shawn, una de las primeras cosas que le dije fue: ‘Tenés que construir algo por vos mismo’", dice Gertler. "Mirá la relación que tenía Jon Landau con Bruce Springsteen. ¿Podemos salir de gira durante más de 40 años?" Desde el principio, acordaron que Mendes siempre aparecería con una guitarra y que dejaría en claro que él compone sus propias canciones.
También ayudó la simpatía que lo había hecho tener éxito en el circuito de MAGCON. "Se podría haber convertido en un pelotudo, porque era joven y famoso", dice Sheeran, que ahora es amigo y mentor de Mendes. "Pero es uno de los tipos más agradables de la industria."
El jet aterriza en Budapest, y el teléfono del guardia de Mendes suena al instante. "Hay fans", dice. Mendes hace pasar sus cosas por la aduana y se mira en el espejo, pasándose la mano por el pelo hacia atrás. "You’ve got the look", canta, con un falsete estilo Prince. Explotan grititos en el estacionamiento. Cientos de chicas tienen listos los teléfonos, y gritan su nombre y "¡Te amo!".
Mendes se saca una foto con cada una, con una sonrisa pegada en el rostro. Cuando logra salir, tira un último beso y se sube en la siguiente van. "¿Acabo de llegar al país más lindo del mundo o algo así?", dice. "Todas tienen ojos hermosos." Se pone los auriculares y cierra los ojos, mientras el auto pasa por edificios de piedra góticos. "No sé, man", murmura cuando nos acercamos al hotel. "Me siento más raro que la mierda."
***
Al día siguiente, Mendes está sentado en un sofá en un tráiler en el Sziget Festival de Budapest, discutiendo acerca de su talento para cocinar. Eventos como este –una fiesta de una semana en una isla en el río Danubio que parece un poco como un Burning Man de Europa del Este– son una prioridad para él, puesto que busca ampliar su público, y eso incluye infinitas entrevistas cortas con periodistas locales.
Mendes ahora no tiene ganas. La voz no le funcionaba muy bien cuando se despertó esta mañana, se pasó la noche deprimido en su hotel, y un periodista húngaro no para de hacerle preguntas malas. "De hecho, soy un cocinero terrible", dice. "Esa información es falsa."
¿Entonces qué cocina? "¿Huevos revueltos?", ofrece. "No sé cocinar, te acabo de decir."
El periodista sigue. ¿Qué pensás de que digan que sos el nuevo Justin Bieber?
"Me encanta Justin", responde rotundamente Mendes.
Cuando empieza su set, un par de horas después, ya encendió el modo seductor. "¡Canten!", grita cuando se sube al escenario de musculosa blanca y jeans apretados. Más tarde, durante "Youth" –un himno que compuso tras el bombardeo en un concierto en Mánchester el año pasado–, inclina la cabeza y rasguea un único acorde en la guitarra acústica. Se queda en ese acorde un rato largo, rasgueándolo cada vez más intensamente, como si se lo estuviera sacando del pecho.
Después, Mendes está en el backstage lleno de gente. Me dice que se estuvo sintiendo mal, que el calor y los viajes le pegaron. "¿Viste cuando estás en un estado de infelicidad y no tenés razón para estar infeliz?", dice. "Odio eso." Cuando se pone así, tiene un truco: "Honestamente, suena tonto, pero ha demostrado poder sacar a la gente de la depresión. Me paro enfrente del espejo con esta ropa, sacudo la cabeza, saco la lengua y salgo a cantar en un estadio lleno de gente que me ama".
Su voz es tapada por el sonido de gente cantándole el feliz cumpleaños a alguien en el backstage. Por alguna razón, esto le levanta el ánimo a Mendes. Mira mi grabador. "¿Me lo podés mandar?", dice. "Ese pedacito de audio, porque creo que fue algo hermoso. Quiero ponerlo en una canción. No te preocupes, ¡te pongo en los créditos!"
Viene alguien del equipo de Mendes con una bandeja con shots de licor húngaro para nosotros. "¿Son fuertes?", dice Mendes, después de agarrar uno. "Eso es típico de mí: ‘¿Es fuerte?’." Se lo toma. "Whoa", dice, riéndose. "Es fuerte."
La banda vuelve al hotel, pero Mendes decide quedarse. Kygo, el DJ noruego de tropical-house de 27 años, está en el tráiler de al lado. Se llevan bien, y al poco tiempo están saliendo del predio del backstage hacia una carpa gigante VIP, donde se ponen detrás de la barra y empiezan a servir tragos. Mendes se pone en el rol: "¿Vodka con Red Bull? ¡Seguro, hermano!", le dice al primer cliente.
Mendes no es un gran barman: necesita que le indiquen que le ponga hielo al vodka con soda, sirve una cerveza tirada que es 90 por ciento espuma, y le dice a un tipo que se la "tome rápido" antes de que se disuelva. En un momento, se hace amigo de otra persona: una bella barwoman húngara que aparece para ayudarlo.
Intercambian miradas, durante la siguiente hora se acercan, y luego están corriendo por todo el festival para ver el set de la 1 A.M. de Chet Faker, el grupo de dance australiano. Se suben hasta la cabina del sonido, frente al escenario enorme e iluminado, y se menean al ritmo de la música.
Alrededor de las tres, es hora de irse. Mendes y su equipo tienen un vuelo a las 9 A.M. Asumo que voy a volver en auto con él, pero su guardia de seguridad inesperadamente me acompaña a otra van, que sale a toda velocidad sin Mendes. Cuando llego al hotel, él y la barwoman se están bajando de otra van, y se dirigen a su habitación.
Un par de semanas después, veo a Mendes en la sesión de fotos para Rolling Stone. Me dice que la mañana siguiente en Budapest no fue fácil. "No lo había hecho en mucho tiempo", dice con una sonrisa. Algunos fans empezaron a especular acerca de la barwoman, porque esa noche la empezó a seguir en Instagram.
De hecho, agrega, no fue él: cuando Mendes estaba en el baño, ella agarró su teléfono y se siguió a sí misma desde la cuenta de él. Mendes sacude la cabeza. "Todo el crédito para ella."
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