A los ocho años ya tenía su primer smartphone: un iPhone 5c de un verde lima resplandeciente. A los 10, un baile de breakdance improvisado en un partido de básquet de su escuela secundaria en Florida se viralizó. Ahora, en su ya tercera edad de 12 años, Seth Vangeldren hace malabares entre contratos de seis dígitos con algunos de los sellos discográficos más grandes del mundo, todos ellos clamando para que los ayude a difundir a sus artistas más recientes.
Vangeldren no pretedía ser un gigante de la música preadolescente. Un día, hace un par de años, estaba bailando el NaeNae en su casa con su hermana, después de la escuela, y de repente posteó un video en las redes sociales. Internet respondió con un desborde repentino de visitas, clicks y shares. "Desde ahí, básicamente seguí la corriente", le dice a Rolling Stone tímidamente este joven bailarín y realizador de videos devenido influencer del rap, en su primera visita a Nueva York esta semana. "Me llevó un año conseguir 1000 seguidores, porque nadie me conocía, pero después a los cinco meses tenía 10.000." Al poco tiempo, empezó a recibir pedidos de raperos amateurs que querían que Vangeldren bailara sus canciones, lo cual él hacía, a cambio de 1000 dólares por canción. Después empezaron a aparecer los sellos, pidiéndole que difundiera a sus propios artistas incipientes. La cuenta de seguidores de Vangeldren en Instagram, donde sube clips de baile de segundos con canciones de rap, ahora supera los 609.000 seguidores.
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Vangeldren empezó subiendo sus videos de breakdance a Musical.ly, la app de lip-syincing salvajemente popular entre los adolescentes que ahora es TikTok, pero él dice que le parecía tener errores, y se mudó a Triller, una app para hacer videos de música que trabaja de cerca con la industria discográfica, y se diferencia de otras plataformas de karaoke por sus herramientas con inteligencia artificial. "Agarramos los movimientos biométricos del video y los adaptamos al ritmo de cualquier canción, de modo que parezca que te pasaste horas editando un video, cuando en realidad lo hiciste en tiempo real en un par de segundos", explica Mike Lu, CEO de Triller, y agrega: "Si bien Triller trabaja con sellos para ayudarlos a lanzar canciones y artistas, el auge de Seth fue absolutamente orgánico". Los videos del chico de 12 años -cortos, dulces, cargados de ímpetu- eran tan pegajosos que llamaron la atención de raperos como Chris Brown, Lil Yachty y A Boogie wit da Hoodie, y hace poco lo catapultaron hacia una aparición en el escenario con Rich the Kid en el festival de hip-hop Rolling Loud.
"Fue divertido", dice Vangeldren. "Al principio dije que no quería hacerlo. Mi mamá me dijo: ‘¡¿Quién le dice que no a Rolling Loud?!’. Y yo le dije: Yo, por toda la gente que va, y porque yo soy tímido." (Al final lo convencieron de decir que sí, y también va a aparecer frente a decenas de miles de personas en la próxima versión de Rolling Loud este verano).
Acompañado por su madre Michele Slater y su manager Tcal Watson, Vangeldren esta semana está en la Costa Este para tener un par de reuniones de negocios con artistas y ejecutivos discográficos -las paradas del viaje incluyen Alamo, Def Jam, y Atlantic Records- para discutir un par de contratos de difusión. Tras una parada en la oficina de Rolling Stone, Vangeldren esta noche se va a Connecticut para tocar con Lil Durk en la gira Motivation de Meek Mill. "No voy a decir en qué sello, pero tenemos contratos de seis dígitos", dice Watson. "Es, básicamente, para campañas, como ayudarlos a lanzar singles nuevos, o singles que ya editaron pero quieren hacer un par de videos en Triller. Se trata de que Seth sea lo más creativo posible." La mayor parte del tiempo, dice Watson, los artistas eran los que les pedían a los sellos que incluyeran a Vangeldren en sus campañas, y no al revés: "Te das cuenta cuando es genuino porque hasta los guardaespaldas de los artistas dicen: ‘Hey, ¡me encantan tus videos!’, y todos en el staff los vieron."
Elegir qué canciones difundir no pasa tanto por una cuestión de precios. "No se trata de dinero, sino de canciones", dice Vangeldren. "Si es una canción lenta, no puedo bailarla, porque no hay un beat. Y es difícil hacer canciones viejas porque esos bailes en particular son más difíciles. Pero es divertido hacer todo esto porque puedo escuchar a raperos nuevos y escuchar canciones antes de que salgan."
Gracias a estrellas como Vangeldren, Triller, como plataforma, también está ascendiendo a gran velocidad como un lugar en el que los artistas pueden conseguir atención de manera directa -especialmente considerando que muchas otras redes sociales y apps les dan la espalda al mundo complejo y muchas veces oneroso de los derechos musicales. "Los artistas hacen publicidad en Triller de manera orgánica", dice Lu. "Cardi B les pidió a sus fans que fueran a Triller a apoyar sus canciones; Eminem está haciendo lo mismo. No es algo para lo que les paguemos. Son los propios artistas que saben que ahí vive una comunidad." Las visitas de Vangeldren en Triller pueden ser de más de un millón por video.
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El auge de apps de karaoke como espacio para que los músicos profesionales construyan sus bases de fans es un fenómeno estrictamente moderno y post-CD, al igual que el hecho de que los sellos discográficos busquen a una estrella de las redes sociales de 12 años para difundir su música. En la era digital, la música nueva, demasiado fácil de producir, llega constantemente a los servicios de streaming, sobrecargando al público y haciendo que la industria busque caminos alternativos para llevar a los grupos nuevos a la cima. Poner una personalidad reconocible que acompañe la música -ya sea la de un artista o la de un encantador bailarín preadolescente- es una de las formas más infalibles de diferenciarse del montón, razón por la cual los sellos discográficos están deseosos de trabajar con figuras absolutamente exteriores a las industrias del entretenimiento más tradicionales. "Cuando hablo con la gente de los sellos acerca de los artistas con los que trabajo, les menciono que también soy manager de un influencer, y que siempre van de la mano", dice Watson.
Para Vangeldren, la fama hasta ahora ha tenido efectos extraños. El otro día, su mamá y él estaban comprando en un shopping de su ciudad de Daytona Beach, en Florida, cuando una pandilla de muchachas preadolescentes los persiguieron hasta el estacionamiento. "Gritaban su nombre, y empezaron a correrlo, y él dijo: ‘No quiero ser maleducado, pero ¡hace mucho frío’, y se metió en el auto!", recuerda Slater.
¿El se considera un influencer? ¿Considera que su fama es como la de blogueros de instagram o como el chico viral del baile de la mochila de Katy Perry? (Casualmente, ese chico también empezó en Triller). Vangeldren, una vez más, se encoge de hombros. "Supongo que sí", dice, mirando hacia abajo, levemente avergonzado. Pero, dice, no se imagina transformándose en un músico, ni tampoco quedándose en la industria de la música durante toda su carrera; actualmente, algún día le gustaría trabajar en la NASA e ir al espacio. "Sigo juntándome con la misma gente de la escuela con la que me juntaba antes de bailar", dice Vangeldren. "Y muchas veces me quedo en mi casa. Casi no salgo."
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