Serú Girán: el disco que le “quedó grande” al público y a la crítica y que vuelve a ver la luz en forma de clásico de clásicos
Lanzado en 1978, el álbum fue producto de una serie de malentendidos que afectaron a los músicos: la crítica esperaba otra cosa y buena parte del público también; las claves para volver a escucharlo según Charly García
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“Las últimas noticias se llaman Serú Girán, con Charly García (teclados), Oscar Moro (batería) y Pedro Aznar (bajo). Tras una temporada en Brasil (el primer LP se ha grabado en San Pablo), David ha compuesto con Charly un material también elevado”, escribía Miguel Grinberg en un perfil dedicado a David Lebón en el segundo tomo de la “Historia de la Música Pop” editada por la revista RockSuperstar. Grinberg firmó el texto cuando Serú Girán era todavía un enigma en esa suerte de exilio artístico en Brasil. El material “elevado” (marca de la crítica de rock de la época) al que se refería entonces el periodista y agitador cultural era nada menos que el debut de Serú Girán reeditado 43 años después tras la recuperación del catálogo del sello Music Hall (MH) por intermedio del INAMU (Instituto Nacional de la Música) y una puesta al día de la mezcla original piloteada por Pedro Aznar junto al ingeniero Ariel Lavigna. “El trabajo empezó por la digitalización en ultra alta definición de las cintas de respaldo. Luego usamos una combinación de equipos analógicos y digitales para la remasterización y la restauración de la cinta original con programas que usan inteligencia artificial para reconstruir audio faltante y otras fallas”, especifica a LA NACION Pedro Aznar.
La edición 2021 de Serú Girán, el álbum editado en octubre de 1978, es entonces una versión mejorada del sonido (pero no una remezcla ya que no se encontraron las pistas instrumentales y vocales por separado) y de la cubierta del vinilo que incluye además la sesión de fotos completa a cargo de José Luiz Pederneiras más el registro en compact disc. El LP original había sido lanzado por el sello Sazam Records, un joint venture de los productores Oscar López y Billy Bond subsidiario de Music Hall, sello que entraría luego en un complejo laberinto legal. Recuperado aparece ahora en streaming vía INAMU Discos. En este formato, la canción más escuchada del grupo es la balada “Seminare” (35 millones de clicks), banda 2 del lado B en el LP, con la que Serú consiguió hacer crossover hacia un público más amplio, ajeno al rock.
Sin embargo, en ese 1978 caracterizado por el fervor sordo del mundial de fútbol, “Seminare” no fue un hit y mucho menos el álbum cuyo nombre en una lengua inventada no solo tuvo una baja performance comercial sino que fue rechazado por el mismo público que seguía a García desde el blitzkrieg folk de Sui Generis. Por algo es que cuando se lo consulta a Daniel Grinbank, histórico manager del grupo, avisa: “Yo entré a Serú a partir del quilombo que provocó ese disco”.
¿Cuál era el problema de un álbum que hoy se escucha como un clásico más en la extensa discografía de García? La palabra que usa el productor resume una tormenta en varios frentes. Por un lado estaba el costo de producción desbordado por la grabación en Brasil y la masterización y arreglos orquestales en Los Ángeles. Music Hall, que había imaginado que tenía entre manos el ambicioso lanzamiento solista de Charly García fue a pérdida y lo mismo le pasó a Juan Alberto Badía, quien organizó los shows en Obras de noviembre de 1978 que no fueron sold out, tuvieron una recepción apenas tibia del público y el juicio severo de la crítica.
La crónica de Pipo Lernoud (“Tratamos de ver a Serú Girán”) en el número 29 del Expreso Imaginario era lapidaria. Registraba que el público cantaba: “Nos cagó/Y Charly nos cagó” en repudio a lo que se escuchaba y él mismo calificaba a los músicos como dobles o clones. “(…) El público no sabía que iban a venir estos muñecos. Ellos pagaron por ver a Serú Girán, el nuevo grupo de García, con toda la polenta y el sentimiento que eso significa. Pero estos saltimbanquis pedantes y mecánicos no son un sustituto adecuado”. En ese mismo número el mismo Lernoud reseñaba el álbum al que le concedía la categoría de “un buen long play debut”.
Tampoco era positiva la presentación de Pelo, la otra revista “del palo”, que publicó una suerte de crónica al estilo non fiction siguiendo al grupo desde la presentación de prensa en un barco anclado en el Riachuelo al “stadium” de Obras. El título, “Un viento frío e incómodo” era menos poético que informativo buscando transmitir el clima en el que el nuevo proyecto de García (cuyas iniciales remitían a las de Sui Generis, explicaban) amanecía. Aznar analiza en perspectiva aquella reacción: “Se estaba gestando una química muy particular, y empezamos poniendo la vara muy, muy alta. Fue emocionante volver a escuchar esa música con tanto detalle. Es un disco muy ambicioso, ya que combina un grupo de rock con una orquesta, y canciones de una gran amplitud estilística y alta complejidad en los arreglos. Siempre sentí que a esta música no se le había hecho verdadera justicia desde el sonido y con la crítica pasó lo mismo. Este disco les quedó grande y no entendieron la propuesta. El tiempo terminó por poner las cosas en su lugar, como suele pasar”.
Para David Lebón, Serú era “un grupo raro de cuatro solistas que proponían algo diferente”. “A la distancia me doy cuenta que estuve en una de las bandas más grandes del mundo”, agrega. Más allá de los brillos del retoque digital (evidente en los arreglos orquestales auqnue no puede, sin embargo, con el característico síndrome de la batería sofocada) lo que trae al presente la reedición de luxe de Serú Girán es un episodio de maltrato en la historia de Charly García. Justo en 2021, cuando su cumpleaños 70 devino celebración oficial y conciertos homenaje en el C.C.K. y en el Colón, aquel disco vuelve como un boomerang para recordarnos que su consagración no fue sencilla. Así, Serú Girán se recorta de la discografía del grupo para formar genealogía entre los hitos de reinvención de García como Clics Modernos y Say No More. Primero resistidos, luego aclamados.
Podría decirse de hecho que este disco de portada enigmática con guiños al surrealismo (y al arte conceptual en la ¿fotonovela? del sobre interior) es una suerte de bisagra entre el final de La Máquina de Hacer Pájaros y el comienzo del fenómeno artístico y popular de Serú con La Grasa de las Capitales, su inmediato sucesor y el final del contrato con Sazam/Music Hall.
La legendaria tapa de La Grasa... satirizando a la revista Gente es una consecuencia de este fracaso. Por contrato, Music Hall le exigió a Charly que pusiera su nombre en la tapa del siguiente disco. “Fue en reacción a eso que a él se le ocurrió poner el nombre más grande, como en una revista y los otros más chicos. Recuerdo cómo me lo contó y el boceto que había dibujado”, recuerda Grinbank. Maldito igual, cuando fue reeditado en CD y casete a Serú Girán le fue amputado “Autos, Jets, Aviones, Barcos” el cierre del lado 1. Una extraña ironía. La única canción del disco en la que se podía cifrar de forma muy directa la tragedia argentina había pasado el filtro de la censura militar pero no soportó el blooper de una discográfica. Y más: en otra reedición la canción “El mendigo en el andén” fue publicada como... ¡oops!, “El médico en el andén”.
¿El karma de vivir al sur o cómo mata el viento norte? En la encrucijada del neoclasicismo rocker de Charly (ese Chopink Floyd) y la afición porteña por el jazz-fusión encarnada en el bajo fretless de Pedro Aznar, el joven maravilla que llegó junto con Moro desde Pastoral (un sucedáneo de Sui Generis), Serú Girán puso en evidencia en este álbum ahora recuperado el contagio entre el rock argentino y la MPB (Música Popular Brasileña).
Al mismo tiempo que el Tropicalismo daba lugar a Os Mutantes, la influencia de la bossa nova era notoria en un hit-símbolo como “La Balsa” (¡donde tocaba Moro!) y, menos advertido, el scat final de Jorge Ben en “Más, Que Nada!” se escucha como un eco en las improvisaciones vocales de Moris y Tango. La relación de Charly con Zoca contribuyó al brasilerazo pero también la participación de Billy Bond ya establecido en San Pablo y cuyos músicos habían formado parte de una de las primeras bandas de Caetano Veloso hacia 1968. “Como ya habíamos hecho Sui Generis teníamos un entendimiento muy fuerte. Viajaron Charly, David, Aznar y Moro y se instalaron cerca de mi casa. Grabábamos durante el día lo que ellos ya habían compuesto en Buzios. Pero de esa parte no sé nada porque fue antes. Oscar (López), Charly y David se fueron a Buzios y se mataron. Charly decía que el otro le gastó toda la plata; el otro que Charly se pasó con las drogas. Peleas de matrimonio”, recuerda Bond en el libro 100 veces Charly. Lebón guarda otro recuerdo: “Fue una experiencia única. Habíamos pasado mucho tiempo con Charly generando cosas para este disco y la llegada de Moro y Pedro me puso muy feliz. No lo conocía a Pedro pero era el eslabón que le faltaba a Serú”.
“Coramina López” fue el registro de aquella pelea entre los artistas y el productor que llegó al disco como “Voy a Mil”, el tema más rockero del álbum. Podría ser uno de los hits de Vitico para Riff (“No pasa nada”) si no fuera por el injerto de fusión montado sobre la cuadratura estilo Polifemo. Esa neurosis ecléctica que toca el punto débil del álbum marca sin embargo también la elasticidad de Serú Girán, cuya ópera prima era capaz de audacias tales como una canción orquestal (“Serú Girán”) de más de siete minutos cantada en una glosolalia (lengua ininteligible) que tenía el efecto sugestivo de los discos pasados al revés. Eso era tan “elevado” como prometía Grinberg: una tradición freak que iba de Xul Solar a Oliverio Girondo y el cordobés Jorge Bonino en el Di Tella. Imperdonable en 1978 cuando la Argentina estaba enferma de normalidad. Sobre el solo de metal clásico de Lebón (“Cosmigonón”) caen los títulos de una película (¿La fiesta de todos?) de horror gótico.
Las claves de Charly García para (re)escuchar el primer álbum
1. “La tapa: la música debe reflejar su esencia”.
2. “El idioma inventado sugiere un escape hacia otra dimensión (para que no se parezca a ningún disco anterior)”.
3. “Las mayores influencias fueron David Lebón, los ritmos brasileños y la posibilidad de fusionar eso con cadencias tangueras”.
4. “La idea del idioma inventado se refuerza por la atmósfera y la atemporalidad de la música”.
5. “Estas canciones deberían ser interpretadas por una orquesta sinfónica alguna vez”.
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